En verdad la condenada estaba bastante cerrada. Volvió a intentar entrar su punta frondosa con más fuerza. En la siguiente puesta, empujó con tanta violencia que pudo percibir el desgarro. Este a la vez lastimó su punta frondosa. —¡Joder, coño!. —Retiró la parte de su miembro que había atravesado la vagina estrecha de la bruja. Al sacarlo, afianzó su vista carmesí para tener mejor visión ante la luz tenue de la habitación. Notó que estaba bastante ensangrentado, no precisamente de la suya. Enfocó a la cretina, yacía inmóvil, incluso retraída por el aparente dolor, cuerpo vencido ante la conmoción del impacto poderoso de su verga. Volvió a repasar la sangre, sus tetas, la piel impecable de la bruja, con más determinación el coño a su disposición y semi desvirgado.—¡No jodas, una bruja virgen!.—Dijo con desprecio, nunca había tenido eso, siempre le habían gustado las hembras que sabían a lo que iban.—Se supone que soy mística, pedazo de animal. —La perra cretina fue muy grosera. E
Sus piernas temblaban. Temblaba bastante mientras se acercaba a la tina de agua fresca. Fue un gran esfuerzo de su débil cuerpo, drenado por las ansias calientes de ese demonio que yacía quieto sobre la cama, luego de apoderarse de su virtud. Sumergió una de sus piernas, luego otra con dificultad, se tambaleaba y su femineidad ardia. Fue alivio leve entregarse nuevamente a las aguas, mezclar su sangre y los fluidos pecaminosos del demonio con el líquido puro. No le dio pereza sumergirse completamente, intentando incluso ahogarse ante la impotencia de sentirse sucia. Igual estaba perdida. Se mantuvo levitando en su interior para abstraer su espíritu lejos de su cuerpo corrompido por el placer carnal. Quería morir. En ese momento se sentía a muerta en vida. Su cuerpo en sí, aparte de sus pensamientos, estaban en una misma sintonía. Dejó que su cuerpo se alivianara sobre el silencio. Sumergida, las leves burbujas comenzaron a emerger. Cerró sus ojos, contempló la oscuridad. Ese
La fatiga, la llevo a conciliar el sueño casi al instante, fue larga la acogida en la suavidad lúgubre de la cama, se acurrucó con recelo de su propia piel, no reparo en su propio pudor. Yacía desnuda, incluso el sereno tibio que visitaba la morada desde las afueras más caldeantes, se encargo de evaporar la humedad de su piel.Con un aparente amanecer, sus párpados se abrieron. Miro con insistencia a todos lados, hasta recordar que era una prisionera del demonio Carmesí, Kairon Loguember; para colmo, su destinada. Dio algunas vueltas infantiles en la cama, incluso pataleo intentando desvanecer la frustración. La acción tuvo fin cuando un leve ardor revivió entre sus piernas. Tocó su pelvis.—¡Oh Vieda!, ese demonio te destrozó. Los golpes fríos dolían más, ella había recibido bastantes en la madrugada, con brutalidad. Todo su cuerpo se retorció al recordar las vivencias, los pezones se ponían turgentes con la pizca del recuerdo de haber estado dentro de la boca humedad del demonio.—¡
El negr0 no era su color, su tez pálida en contraste con el pigmento oscuro la hacía verse ultratumba. Le hubiera gustado estar frente a un espejo para verse, siempre fue muy cuidadosa con su aspecto. Se tiró sobre la cama, estaba aburrida, una bruja acostumbrada a la libertad de la naturaleza más serena, normal que la martirizara ese encierro siniestro. Rodó, contó incluso en el aire hasta que sintió pasos acercarse. No la decepcionó su intuición, las dos mujeres que estuvieron unas horas atrás en la recámara entraron. Kairon había cumplido su palabra.Seguían con sus rostros cabizbajos.—¿Qué tanto miran en dirección al piso?.—No le veia razón a su mansedumbre reverente.—Bastante feo que es, por cierto.—Mas bien horrible, igual que todas las paredes oscuras, lo único que las hacía resaltar eran los destellos de piedras preciosas en algunos lados.—Disculpe, reina Carmesí.—«¡Noooo!», gritó internamente, como si le dieran mil puñaladas en el pecho.—Por favor, no vuelvas a generarle
En plena contemplación del cuadro pintado en odas al magnífico instrumento de la fornicación del rey Kairon Loguember. Se dejo cegar por un incomprendido tormento, llamado Bastix. Se acercó más a la pintura, para debatirse con sus ojos; si el pintor no había exagerado, era casi una aparición. «¡No debe de importarte eso Vieda, al final tu prioridad es huir!». Le susurro la vocecita sensata que de vez en cuando la hacia aterrizar. En cambio no podía dejar el desasosiego a un lado.—Me satisface, verte tan maravillada por esta obra de arte.—Cerro los ojos, su voz la estremeció, acoplada a un profundo cosquilleo interno. La incómodo, ser sorprendida por el, contemplado sin decoro esa vulgaridad.—Es una gran obra aunque noto algunos defectos. Señor.—No tenía ganas de discutir. Lo dejaría regodearse en su propia vanidad enfermiza. —No creo que sepas mucho del arte. Con solo el hecho de yo estar inmortalizado en ese lienzo, lo convierte en una obra magnífica. —Debía recordarse que tenía
Kairon actuaba de lo más normal, estar rodeado de mascotas era su costumbre. Con ese calificativo solía denigrar a las mujeres. Miro de reojo a la mujer al otro lado del demonio, estaba en las mismas la famosa consentida, resbalando sus pupilas en su dirección. Al menos ya se había calmado su furia, había retomado el verde especial.—¡Vamos levántense, bailen y muevan esas tetas!. —Horrible, ahora tendría que ver esa escena tan degradante.Lo entendía así, más las decenas de hembras parecían felices de que su rey le hiciera esa petición, incluso saltaban de alegría, sus pechos rebotaban en el aire, al sacudirse con brincos libidinosos. —¡Vamos, bailen, el premio será chuparmela!. —No podía estar en ese lugar, ya los límites habían rebasado su entendimiento.—Esto es asqueroso. Deseo irme. —No censuro su lengua, tampoco la razón. El comportamiento de los seres en ese pedazo de infierno era asqueroso. El parecía haberla ignorado, no hubo respuesta.El espanto estaba delante de ella, l
Le causó una gran cólera en el epicentro de su estómago. La acritud de su malestar se elevaba como vórtices verticales, hasta lo más alto de su garganta. En su mente con una nublazón de furia impero la idea de correr y arrastrarla; incluso detenerla, azotarla y follarsela frente a sus demás mascotas. Cómo ejemplo de su poder sobre todo lo que se mueve en ese círculo infernal.Se limitó a ignorarla por pura arrogancia de su ego, aunque prácticamente la maldita bruja le había hecho un desaire.La complacencia de ver a Bastix y a todas sus hembras acompañándolo, pudo haber mermado su frustración; seguían bailando para él, como siempre solía ser; todas lo veneraban, todas lo deseaban, no era para menos, su sola presencia ponía en ebullición sus coños de perras celosas.Esto no evito que volviera a ser atrapado por la figura sensual y a la misma vez delicada de la bruja. Le rechinaba un poco su caminar aireado, como si se sintiera mejor que los demás.—«¡Grrr!».—Su gruñido, fue para intent
Cuando entró a la habitación estaba desnuda, la capa intentaba cubrir su cuerpo al parecer por los movimientos acalorados de la bruja, se había deslizado, exponiendo la tersa piel. La capa rozaba el piso.Se empezó a desnudar con rapidez, su miembro palpitaba, sentía que explotaría y pensar que hace poco Bastix se la había mamado. Se arrancó prácticamente la camiseta, por igual los pantalones de cuero, con abrupta rapidez. Desnudo, estuvo en vilo con la luz tenue y el frescor de esa habitación, caminó despacio intentando no ser tan estruendoso para que el eco no la sorprendiera, con un despertar anticipado a su acción. Una cosa más intensa la sorprendería. Más de cerca su piel se veía más blanca, tenía una piel perfecta, nada como la de ellos, bronceadas y con muchas cicatrices, era semejante a la porcelana, como si nunca hubiera ni frotado una espina. Abrió delicadamente sus piernas, tenía buenas carnes y curvas tentadoras, en el centro estaba su coño, algo colorado con una leve h