El tiempo era un misterio, más dentro de la bruma que arropaba su visión cerrada, incluso su respiración colapsaba con los hematomas frescos de sus sueños.
Su esperanzas estaban maltratadas, ese demonio Carmesí, se había encargado de aplastarlas con sus grandes pies y la feroz manera de arrastrarla a su nicho. Froto sus manos contra los contornos de sus delicados brazos, en un autoabrazo que le hacía recordar que aún estaba viva, tibia, con un corazón que palpitaba aunque fuera de miedo. Abrió sus párpados para contemplar más a fondo la espesura siniestra de la atmósfera, tampoco se reflejaba con tanta evidencia la esencia de su nuevo hogar; una cama con la tela oscura cubriendo su forma rectangular con cierta elegancia. Solo eso pudo divisar en todo el espacio, junto al contraste de la sombra del agua en una pared más alejada, como si se filtrara de entre las rocas. Parecía una cascada, hizo un esfuerzo casi titánico para levantarse del pequeño rincón que se había vuelto su refugio, camino despacio, le dolía todo el cuerpo, a la vez sentía que todos sus huesos se sacudían. —«Creo que esté lugar será tu tumba, Vieda de Zafil».—Dijo con estremecimiento hasta en sus fibras más débiles. Ese drama interno expuesto en voz alta, clonó varios ecos difusos.—¡Rayos!.—Escupió con hartazgo, por las paredes casi parlantes. Llegó a la otra habitación, aún quedaban residuos de esas palabras en el aire; la molestia se calmó un poco al ver el agua, casi se le escapa una sonrisa. Estar dentro del agua, incluso meditar entre sus ondas sería un alivio dada la situación. Se acercó un poco más y la rozo. ¡Uhhh!. Estaba fresca, le dieron ganas de sumergirse en el líquido. Suspiró cansada, humedeció sus manos, luego las paso por su cuello, incluso calmo un poco de su seb, estaba deliciosa, se sintió tentada a sumergirse en la especie de tina rústica donde caí el agua, se quitó la capa y la bolsa que aún colgaba de su cuerpo, la lanzo a un rincón. Por un instante le dió una mirada inquisitiva a las pocas pertenencias, que trajo portando sobre su cuerpo desde la superficie mortal. Recordó, que tenía tiza, incluso más ideas pasaron por su cabeza, mientras veía el agua e intentaba quitar los primeros botones de su vestido. Un ruido, detuvo su accionar e hizo que se pusiera alerta. Olfateó un poco, sus sentidos no recibieron el olor con buen agrado. No era el demonio de Kairon. —¡Mí reina!. Le traje su cena.—La voz estropajosa delató la cosa espantosa que vió a su llegada, le dió escalofrios que eso la considerará su reina.—El amo desea que se alimente bien. —Gracias, déjalo en un rincón, primero debo bañarme.—Cerro los ojos, conto en su mente, esperando que esa presencia saliera del espacio. —¿Qué es bañar?.—¡Qué horror!. Pensó. Seguido le encontró lógica a su pregunta, con lo mal que olían la mayoría en ese lugar, no dudaba que nunca hubiera tocado el agua para asear sus cuerpos.—Disculpe mi ignorancia, su majestad. —Es jugar con el agua.—Es lo único que se le ocurrió responderle. —¡Oh!, entiendo mí reina.—El toque de una bandeja contra el piso, hizo rebotar otro eco.—Disfrute su cena. El amo pasará más tarde a verla. —Gracias.—Esa fue la única respuesta que pudo ofrecer, ya empezaba a temer. El infierno podría ser un lugar espeluznante, pero sus habitantes eran los grandes protagonistas de los aterradores espantos de la humanidad. Tocó su vientre cuando tuvo la sensación de volver a estar sola. El sonido del cierre forzado de la puerta lo confirmo. Dejó el agua que le apetecía y salió del pequeño cuarto. El demonio esclavo había dejado la bandeja en el piso, sobre la reluciente planicie dorada, habia una amplia charola dorada llena de manzanas. —Se ven tan deliciosas.—Se saboreo, vaya que se le antojaban...igual se veían tan bonitas y sanas. Su estómago empezó a gruñir.—Algo debo comer. De no hacerlo moriré. Se agachó y tomó dos de las manzanas en sus manos, olía muy bien. Trato de llenar su olfato con su aroma. La mordisqueo sin más, sentía como si hubiera pasado un siglo sin alimentarse. Estaban crocantes, a la vez tan dulces que copaban su paladar con una esencia amielada. En definitiva sería lo único que amaría del infierno. Luego de atiborrarse apenas reposo, en el intervalo degustativo, se le calmo la ansiedad de pensar en su raptor, una vez la necesidad de su estómago saciado, busco su cartera, que estaba tirada en la otra habitación. Mirando bien la bandeja, tenía suficiente manzana para una semana, una cama, agua, podía evitar el contacto con su raptor por unos días. No llevaba muchas cosas en el bolso de tejido artesanal; una pequeña libreta, bolígrafo, golosinas. —¡Ahhh!.—No pudo evitar gritar de emoción, al ver una noble ración de cacao artesanal. Lo beso. Por todo el terror vivido se le había olvidado que llevaba esa delicia. Lo guardo seguido. Cuando encontró la tiza, la empuño con seguridad. —Esto servirá.—susurro, con un tono silenciosamente audible para ella. Le aterraban los ecos. Se acomodo en la superficie, plana, medito, entrelazando los acertijos de sus deidades; la energía un poco aplastada por la hostilidad del infierno se condensó un poco entre su «plexo solar y chakra corona», comenzó a dibujar un «Tetragrámaton» en la puerta, aunque no bastaría, no era un simple demonio, necesitaba algo más fuerte. Éste era uno de los amuletos de protección mas resistentes que existían. Otra de sus cualidades era mostrar a quien lo usaba, el camino hacia la luz y sabiduría interior. Con ese sello, ninguna entidad ni espíritu errante lograría penetrar la habitación. Se esmeró en el diseño, cuando terminó se sintió orgullosa, miro hacia la ventana, pero no creyó que existiera la necesidad de crear otro escudo protector en esa zona. Al otro lado, solo había un vacío infinito y por demás desolado. Termino de guardar la tiza, choco sus manos unas con otras para sacudir el polvo. "Casi extasiada", gracias a su sabiduría estaría más segura. Con el pasar de las horas los efectos colaterales de esa estrategia para salvaguardar su existencia tranquila, surtió sus efectos, el bramido del demonio se sintió del otro lado, incluso los muros subyacentes contenían su irá, pero a pesar de ese detalle, extrapolaba su poder, las paredes se sacudían con impetuosidad, con fiereza. No le importo el caos provocado. Su boca no vaciló en dibujar una mueca burlona. Eso le demostraría al demonio Carmesí, que ella no era tan débil, como las apariencias de su frágil estampa Angelical la hacian parecer. Una simple bruja Mística, un ser que quizás se pudiera considerar tan puro como débil, algo le decía que ese demonio no sabía mucho sobre su clan en específico. Suspiro intentado tranquilizar su corazón inquieto por todo el desorden al que había sido expuesta ese día. Ignoro el ruido cercano, empezó a desnudarse; todo el calor, todo el humo, los gritos infernales, el vapor abrasador que traspaso sus poros, aún hacía arder su piel. Fue a la habitación continua donde estaba la pequeña cascada que le había encantado unas horas atrás, o eso le parecía, después de ser raptada, el tiempo no parecía correr, no tenía noción de los movimientos, aún contemplando la creciente atmósfera púrpura. Deslizo su largo vestido de algodón virginal, hasta salir del cuando la tela suave beso el suelo de un tono negr0 barnizado. Con parsimonia se deslizó hasta llegar a la tina donde se acumulaba el agua fresca, el silencio intento agruparlo en sus sentidos, a pesar de aún sentir rezagos de los bramidos del Carmesí y los demás personajes que revoloteaban alrededor de él, incluso las pestes y maldiciones que escupía su boca corrompida traspasaban las fibras de las paredes, alimentado los ecos inquietos del espacio. —Intenta serenarte. —Se dijo así misma, en la búsqueda del equilibrio de su respiración, entre agitada y entrecortada. Mientras intentaba equilibrar sus chakras se despojo de la última prenda que cubria su cuerpo; varios pasos adelante y su piel fue besada por las aguas, sus poros reemplazaron el ardor de las costras oscuras por el líquido transparente que elimino esos rastros malditos. Entre ese sosiego, cerro los ojos. —¡Uhhhh!.—Empezo a meditar, el estado de paz se profundizó. Era ilógico pensar que se podía tener paz en el infierno, una caldera llena de dolor, sangre, en cada hilo de fuego, millones de desgracias. En ese instante lo creyó, hasta que su piel empezó arder gracias a la presencia siniestra de un ser que calcaba su mirada volcánica en su piel desnuda, al traspasar el fondo inquisitivo de sus ojos azules, los abrió, ambos se conectaron en una guerra de energías visuales. La suya fue vencida al bajar centímetros y encontrar en ese recorrido el magnus pene erecto del Carmesí, la redonda cabeza brillaba, parecía señalarla. Aparto la observación con vergüenza. —«¡Grrr!».—Gruño, al demonio lujurioso, no lo detuvo la proliferación de su miedo oscilante, ni sus temblores. Fue directo a dónde estaba, cortando el aire espeso, la rebeldía de sus facciones duras le dieron un preaviso, no tendría piedad.Kairon Loguember lamía extasiado las fantasias recreadas, en su mente siempre perturbada por el deseo sexual, a la par devoraba la carne tierna de un cordero a mitad de cocción, se imagino por instantes que saciaba su apetito con la hermosa bruja que tenía encerrada en el segundo nivel de su castillo. Tiro los huesos destrozados sobre la mesa, en instinto animal, azotado por el deseo que no hacía más que crecer se froto su miembr0 con desesperación. Su vista inquieta se posó en Boa que yacía de pie, en una esquina apartada del comedor, pero suficientemente cerca para estar atento a sus movimientos o ha un llamado hiperactivo. Tomó la botella de vino y la llevo a sus labios a un cubiertos por la grasa animal, incluso rastros de sangre. En fracciones de segundos consumió el licor dulce, hasta secar la botella.—¡Burrrp, burrrp!. —La dejo sin más sobre la mesa, encamino su cuerpo hacia las escaleras, el poderío absoluto se planto en cada peldaño de la escalera, ya en el piso superior o
En verdad la condenada estaba bastante cerrada. Volvió a intentar entrar su punta frondosa con más fuerza. En la siguiente puesta, empujó con tanta violencia que pudo percibir el desgarro. Este a la vez lastimó su punta frondosa. —¡Joder, coño!. —Retiró la parte de su miembro que había atravesado la vagina estrecha de la bruja. Al sacarlo, afianzó su vista carmesí para tener mejor visión ante la luz tenue de la habitación. Notó que estaba bastante ensangrentado, no precisamente de la suya. Enfocó a la cretina, yacía inmóvil, incluso retraída por el aparente dolor, cuerpo vencido ante la conmoción del impacto poderoso de su verga. Volvió a repasar la sangre, sus tetas, la piel impecable de la bruja, con más determinación el coño a su disposición y semi desvirgado.—¡No jodas, una bruja virgen!.—Dijo con desprecio, nunca había tenido eso, siempre le habían gustado las hembras que sabían a lo que iban.—Se supone que soy mística, pedazo de animal. —La perra cretina fue muy grosera. E
Sus piernas temblaban. Temblaba bastante mientras se acercaba a la tina de agua fresca. Fue un gran esfuerzo de su débil cuerpo, drenado por las ansias calientes de ese demonio que yacía quieto sobre la cama, luego de apoderarse de su virtud. Sumergió una de sus piernas, luego otra con dificultad, se tambaleaba y su femineidad ardia. Fue alivio leve entregarse nuevamente a las aguas, mezclar su sangre y los fluidos pecaminosos del demonio con el líquido puro. No le dio pereza sumergirse completamente, intentando incluso ahogarse ante la impotencia de sentirse sucia. Igual estaba perdida. Se mantuvo levitando en su interior para abstraer su espíritu lejos de su cuerpo corrompido por el placer carnal. Quería morir. En ese momento se sentía a muerta en vida. Su cuerpo en sí, aparte de sus pensamientos, estaban en una misma sintonía. Dejó que su cuerpo se alivianara sobre el silencio. Sumergida, las leves burbujas comenzaron a emerger. Cerró sus ojos, contempló la oscuridad. Ese
La fatiga, la llevo a conciliar el sueño casi al instante, fue larga la acogida en la suavidad lúgubre de la cama, se acurrucó con recelo de su propia piel, no reparo en su propio pudor. Yacía desnuda, incluso el sereno tibio que visitaba la morada desde las afueras más caldeantes, se encargo de evaporar la humedad de su piel.Con un aparente amanecer, sus párpados se abrieron. Miro con insistencia a todos lados, hasta recordar que era una prisionera del demonio Carmesí, Kairon Loguember; para colmo, su destinada. Dio algunas vueltas infantiles en la cama, incluso pataleo intentando desvanecer la frustración. La acción tuvo fin cuando un leve ardor revivió entre sus piernas. Tocó su pelvis.—¡Oh Vieda!, ese demonio te destrozó. Los golpes fríos dolían más, ella había recibido bastantes en la madrugada, con brutalidad. Todo su cuerpo se retorció al recordar las vivencias, los pezones se ponían turgentes con la pizca del recuerdo de haber estado dentro de la boca humedad del demonio.—¡
El negr0 no era su color, su tez pálida en contraste con el pigmento oscuro la hacía verse ultratumba. Le hubiera gustado estar frente a un espejo para verse, siempre fue muy cuidadosa con su aspecto. Se tiró sobre la cama, estaba aburrida, una bruja acostumbrada a la libertad de la naturaleza más serena, normal que la martirizara ese encierro siniestro. Rodó, contó incluso en el aire hasta que sintió pasos acercarse. No la decepcionó su intuición, las dos mujeres que estuvieron unas horas atrás en la recámara entraron. Kairon había cumplido su palabra.Seguían con sus rostros cabizbajos.—¿Qué tanto miran en dirección al piso?.—No le veia razón a su mansedumbre reverente.—Bastante feo que es, por cierto.—Mas bien horrible, igual que todas las paredes oscuras, lo único que las hacía resaltar eran los destellos de piedras preciosas en algunos lados.—Disculpe, reina Carmesí.—«¡Noooo!», gritó internamente, como si le dieran mil puñaladas en el pecho.—Por favor, no vuelvas a generarle
En plena contemplación del cuadro pintado en odas al magnífico instrumento de la fornicación del rey Kairon Loguember. Se dejo cegar por un incomprendido tormento, llamado Bastix. Se acercó más a la pintura, para debatirse con sus ojos; si el pintor no había exagerado, era casi una aparición. «¡No debe de importarte eso Vieda, al final tu prioridad es huir!». Le susurro la vocecita sensata que de vez en cuando la hacia aterrizar. En cambio no podía dejar el desasosiego a un lado.—Me satisface, verte tan maravillada por esta obra de arte.—Cerro los ojos, su voz la estremeció, acoplada a un profundo cosquilleo interno. La incómodo, ser sorprendida por el, contemplado sin decoro esa vulgaridad.—Es una gran obra aunque noto algunos defectos. Señor.—No tenía ganas de discutir. Lo dejaría regodearse en su propia vanidad enfermiza. —No creo que sepas mucho del arte. Con solo el hecho de yo estar inmortalizado en ese lienzo, lo convierte en una obra magnífica. —Debía recordarse que tenía
Kairon actuaba de lo más normal, estar rodeado de mascotas era su costumbre. Con ese calificativo solía denigrar a las mujeres. Miro de reojo a la mujer al otro lado del demonio, estaba en las mismas la famosa consentida, resbalando sus pupilas en su dirección. Al menos ya se había calmado su furia, había retomado el verde especial.—¡Vamos levántense, bailen y muevan esas tetas!. —Horrible, ahora tendría que ver esa escena tan degradante.Lo entendía así, más las decenas de hembras parecían felices de que su rey le hiciera esa petición, incluso saltaban de alegría, sus pechos rebotaban en el aire, al sacudirse con brincos libidinosos. —¡Vamos, bailen, el premio será chuparmela!. —No podía estar en ese lugar, ya los límites habían rebasado su entendimiento.—Esto es asqueroso. Deseo irme. —No censuro su lengua, tampoco la razón. El comportamiento de los seres en ese pedazo de infierno era asqueroso. El parecía haberla ignorado, no hubo respuesta.El espanto estaba delante de ella, l
Le causó una gran cólera en el epicentro de su estómago. La acritud de su malestar se elevaba como vórtices verticales, hasta lo más alto de su garganta. En su mente con una nublazón de furia impero la idea de correr y arrastrarla; incluso detenerla, azotarla y follarsela frente a sus demás mascotas. Cómo ejemplo de su poder sobre todo lo que se mueve en ese círculo infernal.Se limitó a ignorarla por pura arrogancia de su ego, aunque prácticamente la maldita bruja le había hecho un desaire.La complacencia de ver a Bastix y a todas sus hembras acompañándolo, pudo haber mermado su frustración; seguían bailando para él, como siempre solía ser; todas lo veneraban, todas lo deseaban, no era para menos, su sola presencia ponía en ebullición sus coños de perras celosas.Esto no evito que volviera a ser atrapado por la figura sensual y a la misma vez delicada de la bruja. Le rechinaba un poco su caminar aireado, como si se sintiera mejor que los demás.—«¡Grrr!».—Su gruñido, fue para intent