—¡¿Cómo se atreve?! —En mi defensa, usted empezó ofendiéndome, tratándome como si viniera este lugar a pescar algún partido o al mejor postor. Debe aprender a respetar para que lo respeten, además no es para tanto, solo fueron unas gotitasTratando de distraer el tema, estaba inflamada y roja. Él se tapaba la nariz y a la vez trataba de conseguir algo con que detener la hemorragia provocada por aquella. Chiquilla que solo le traía dolores de cabeza y ni siquiera pasaban cuarenta y ocho horas desde que la conoció. Se fue al baño y trató de arreglarse, ya había dejado de sangrar, pero era evidente que algo había pasado.—¡Maldita loca! Eso es lo que es esa tipa, parezco un esperpento, por lo menos es una excusa perfecta para salir de este lugar y no permanecer en el mismo espacio que ese usurpador y el blandengue de mi padre.—Hermanito, ¿quién te atropello? Qué carita por Dios—Quedándose en el marco de la puerta, algo sorprendido por el aspecto de su “Querido hermano menor” Pero le a
—Te lo dije, lastimosamente los hombres somos muy básicos y la mayoría es fácil de interpretar, te lo digo yo que soy hombre.—Me veo bien.—Sí, niña, ya van como cien veces que te lo dije, ve y comete el mundo, me avisas cualquier cosa, las chicas también están ansiosas.El vestido blanco que traía puesto, tipo sastre, era hermoso, elegante y adecuado para la secretaria de CEO de una trasnacional tan reconocida. Nunca pensó que el hombre que creyó amar fuera tan básico y cayera rendido sin siquiera ella pronunciar una palabra.—El poder del dinero.—¿Qué dices?—Nada olvídalo, me voy, un taxi viene por mí.—Yo seguiré soñando con Afrodita, aún quedan tres horas para abrir el salón y un día martes no son muy movidos—Mientras abrazaba su almohada y la otra la ponía entre las piernas, cerrando los ojos, entre murmullos y estirando la mano le decía a ella que era hora de marcharse, ella suspiró profundo, tomó su pequeño bolso, se vio por última vez al espejo.Mientras, al otro lado de la
—Cuéntame de ti, preciosa. Para mi padre eres una vieja amiga, pero en realidad no sé de dónde salió este ángel tan hermoso.Lo que Elizabeth quería gritarle es que—Soy la estúpida a quien engañaste, la estúpida hermana de tu prometida, soy una idiota que te creyó una vez y sobre todo soy la que va a hacer que pierdas todo, maldito hijo de perra.—Viví en el extranjero mucho tiempo y luego regresé a mi país. Mi amigo me había hablado de las empresas Barbieri y dije "Voy a probar suerte, pero tu hermano es un poco como decirle difícil de llevar".La mirada de Franco está puesta en estudiar su rostro, era algo que no podía evitar, era su tono de voz, su mirada, movía la cabeza negando es que le hacía recordar a alguien, pero no sabía a quién, por un instante paso por su mente aquella muchachita que había dejado por seguir sus ambiciones, pero la descarto rápido, era demasiado inocente como para ser la persona atractiva, osada, sensual delante de él. Era imposible que esa mujer tan enér
—Quiero atraparla con el celular, con la Tablet, conversando o llegando luego de su hora y no lo consigo, busco alguna falla en las cartas que le mando a redactar, alguna reunión no programada ni siquiera la que digo que ya no quiero, logra acomodar todo para no quedar mal parada, nada se le escapa, cuando la vi y oí hablar con los chinos juro que quería reírme, porque pensé que se veía ridícula, pero como ellos respondían e interactuaban me daba cuenta de que era lo contrario a lo que pensaba.Él trataba de pensar alguna manera de sacarla de ahí, pero nada parecía que lo hiciera mal, aunque hoy era el último día de entrenamiento, puesto que se quedaría sola, esperaba que a partir del lunes no tuviera otra cosa que hacer más que equivocarse.—Señor, su café, tal como me indicó—. Entraba ella tocando antes de entrar, ni eso hacía mal, se giró y lo endulzó ligeramente con un toque de leche. Elizabeth tenía una sonrisa de suficiencia que nada podía hacer para que desaparezca, sabía que
—Es una reunión muy importante, el futuro de mi empresa depende de esta reunión.—La empresa de los Barbieri se refiere usted—Sin una mueca de sonrisa o burla, era como rostro de póker, no podía reclamarle nada porque estaban a punto de ingresar a salón escogido para la ocasión, de pronto a lo lejos aparece Franco e Ivanna, Elizabeth se tensa y sin querer casi choca con su jefe.—Compórtese y le repito: no cometa alguna torpeza.—Si, señor, como ordene, permítame que voy a revisar que todo esté perfecto como usted requiere.—Recuerda que ya tienes un straig y estoy ansioso porque cometas un error.—Y yo por demostrarle que se equivoca—Se marchó contorneando las caderas enfundadas en ese vestido negro que le llegaba dos dedos por arriba de las rodillas, con escote profundo en la espalda y el frente todo cubierto, su cabello de un lado con esos pendientes dorados la hacía ver elegante, sexy y el foco de muchas miradas, algo que enfadaba en demasiado a Bastián.—Esta mujer viene a trabaj
—Se nota que no lo hace muy seguido, aunque se llenó la boca de decir lo contrario.—Cuidé la manera de hablarme.—No estamos en la oficina, por lo tanto, puedo hablarle como yo quiera.—Aproveché que de siete a cuatro su tiempo y su vida me pertenecen.—De lunes a viernes, los sábados hasta medio día, después de eso mi tiempo me pertenece, como ahora que puedo decir o actuar como quiera, allá usted que insistió en mis lecciones de baile, que la verdad no entiendo por qué, si estoy viendo que resulta pésimo compañero para aprender.Mientras indicaban que debían cambiar de paso, uno donde él debía tocar su espalda baja y, aunque no tenía un vestido descubierto como la última vez, eran los recuerdos que trajeron esa sensación de electricidad que venía desde la punta del pie a hasta la última hebra de su cabello.—Muy bien, miren a su pareja a los ojos, conecten con ellos, imaginen qué es su mundo —indicaba la maestra que les daba clases a ambos de manera privada.—¿Es necesario?—Lo pon
—Hola, preciosa.—Hola, Candy, no entres a la oficina sin tocar, mi jefecito vino de un humor tan bonito.—Va a empeorar cuando le diga que, agrego puntos suspensivos a mi oración.—Qué dramática—. Mientras enviaba correos y veía cotizaciones, siempre deseaba estar por un paso delante de los que su ogro jefe le pedía; tenía una misión: ser indispensable hasta ser notada.—Que su padre quiere que apoyes a su hijo mayor unos días mientras llega la nueva asistente, es que ya terminaron su oficina.Aquella noticia dejó sin habla a Elizabeth, se supone que debía estar cerca de su ex, tan cerca como para tentarlo, pero a la vez tan lejos como para que la desee. No siempre las cosas salen como lo planeas.—Soy nueva, no llego ni una semana sola en el puesto, no puedo pedirme algo como eso.—Cariño, son los jefes, pueden hacer lo que les dé la gana, por algo nos pagan un excelente sueldo, además te has vuelto indispensable en varias áreas, no sé cómo haces para estar pendiente de todos, aunqu
—¿Dónde se supone que vas?—Lo siento, pero son asuntos que no me es permitido revelarle.—¡Soy tu maldito jefe y te exijo que me digas dónde vas!Explotando de un momento a otro.—¡No me grite! Es mi jefe, no mi esclavizador, aunque muchas veces se le olvida en qué época vivimos.—Le dije que me respete, soy su jefe, no un tonto practicante.—¿Pide respeto? Antes de pedir, debe dar lo mismo, respete para que lo respeten. A mí no me va a tratar como le dé la gana, aprendí en esta vida que no puedo vivir a punta de miedo, con su permiso o sin su permiso, digamos que son órdenes superiores.—¿Vas con mi hermano, cierto? — Sujetándola del brazo, de manera ruda e innecesaria, otra vez siendo espectadores algunos empleados del área.—¿Le gusta ser el centro de atención?, nos están viendo, ahora gracias a ustedes van a estar comentando y pensando cosas que no son — Él no se había dado cuenta en que momento la había sujetado, ella tenía ese poder de hacerlo en ser irracional, un ser que no e