—Fuiste comprada por mí—gruño enojado, esa chica era una insolente, ¿acaso no entendía que la estaba salvando?.—Me perteneces—le miraba desafiante, buscando el temor en sus ojos verdes, pero no fue así; era tan bonita y valiente. Con un gesto de la mano llamo a la niñera; la mujer robusta de unos cincuenta años corrió hacia ellos. —Enciérrala en su habitación—le ordenó. Su voz era fría y carente de emociones, le haría entender su punto de vista a como diera lugar.
La mujer asintió en respuesta; tomando a Emma por el brazo de manera firme, empujándola escaleras arriba con ella, aunque sin ser brusca. La muchacha se puso furiosa, se negaba a ser tratada como una prisionera; pataleaba incesantemente; tratando de zafarse de su carcelera. Se giró en dirección a Chris; quien lucia impasible ante la puerta de salida; como un dios en sus dominios; sabedor de que todos se someterían a sus designios.
La niñera la llevo hasta la habitación en la que se había levantado esa mañana y la encerró con llave desde afuera, evitando así sus planes de escapar. Emma lloró, pateó la puerta con furia, la golpeó con sus puños incesantemente hasta caer rendida en el piso, sus puños estaban enrojecidos, su cara húmeda por las lágrimas de rabia e impotencia, se abrazó a sus rodillas, quedando en posición fetal.
Se permitió llorar antes de planear un modo de escapar, bajo ninguna condición se quedaría allí; a la merced de un hombre déspota que se jactaba de haberla comprado, como si de un objeto se tratara. Tenía que escapar lo antes posible, no sabía que intenciones podía tener ese hombre con ella; temió pudiera abusar de ella en un arranque de ira.
Luego de llorar toda la tarde, se dirigió al baño; tomó una ducha para despejarse; el agua aclararía sus ideas; se envolvió en la toalla y notó a la joven que le había ayudado a vestirse en la mañana; ella le ofreció una bandeja con comida, pensó mantenerse firme y no comer nada, pero la muchacha de servicio le dio un jugo y esta terminó por aceptarlo. La bebida de naranja le sentó bien a su cuerpo cansado.
—¡Felicidades por su compromiso!—la muchacha desplegó un diario local ante sus ojos; en este se anunciaba su matrimonio con el multimillonario Chris Blackthorne; hijo del fallecido Charles Blackthorne. La muchacha tembló al reconocer su nombre como la afortunada prometida del soltero más codiciado de la ciudad.
Se dejó caer sobre la cama; ¿cómo podía haber anunciado el matrimonio sin su consentimiento? Según lo que decía la noticia, en tres días se celebraría la boda; sería obligada a casarse con un extraño. ¿Qué pasaría con sus sueños? ¿Acaso nadie se preocupaba por lo que ella podía sentir?; Chris Blackthorne entró a la habitación, sonriendo al notar que la chica ya se había enterado de la noticia; en solo tres días ambos estarían casados, sin importar si ella estaba de acuerdo o no, él la había comprado y ella debía obedecer, ahora le pertenecía.
—Nos casaremos en tres días—la voz de ella era apenas un susurro.
—En efecto—él sonrió satisfecho, ella lucia tan indefensa, aún era tan joven. Eso le gustaba de ella, parecía inocente, en su mundo eso era raro, las mujeres a su alrededor solían ser frías y calculadoras, como su ex prometida Stephanie, quien años atrás le traicionó con su némesis, aun la herida seguía ardiendo en su pecho.
—¿Por qué?—se atrevió a preguntar Emma, en sus ojos verdes reinaba la duda, ella era solo una simple chica común, sin fortuna ni mucho menos un cuerpo que envidiar. Él era apuesto, rico y joven; podía tener a la mujer que quisiera.
—Es simple—él la miró de arriba a abajo, satisfecho con lo que veía—Quiero que seas tú—acortó la distancia entre ellos, Emma dio dos pasos atrás, un escalofrío la recorrió al tenerlo tan cerca. —Eres mía—la besó, para Emma era su primer beso, a pesar de parecer rudo, el beso fue sublime, se sintió en las nubes. —En tres días serás mi esposa—le recordó rompiendo el beso y volviéndola a la realidad.
Ya no había escapatoria, estaba condenada a casarse con ese hombre en tan solo tres días.
Emma se negaba a comer; después de su último encuentro con su futuro marido. Ella se negaba a ingerir alimento alguno, su huelga de hambre iba en serio; sería escuchada o moriría en el intento de eso, estaba seguro, su determinación era inquebrantable, nunca se prestaría a algo tan bajo como un matrimonio por contrato; ¿acaso sus sentimientos no importaban? ¿Y si ella se enamoraba de él durante ese tiempo? No podía permitir que eso pasara.
—Todavía sigues con esa absurda idea, de hacer una huelga de hambre—se burló Blackthorne, notando la bandeja del desayuno intacta.
—Me voy a suicidar—amenazo Emma. Él la miraba fijamente.—Devuélveme mi libertad o me cortaré las venas; si lo hago, no podrás casarte conmigo—sonaba determinada e incluso desafiante.
Chris comenzaba a exasperarse; ¿por qué le costaba tanto ser sumisa? Esa pequeña le estaba generando una fuerte migraña, la fulmino con la mirada, pero ella ni se inmutó, era testaruda al extremo y eso le molestaba. Golpeo la puerta con su puño; antes de salir azotando la puerta.
—¿Problemas en el paraíso?—dijo su mano derecha; un joven de unos veintiocho años y cabellos rubios, con unos ojos cafés llenos de picardía.
—Esa chiquilla es un dolor en el trasero—se quejó disgustado.
—Es solo una adolescente—se carcajeó Rick, —tiene miedo, eso es natural—el rubio encendió un cigarrillo.
—¿Miedo? Esa no le tiene miedo a nada—soltó Blackthorne, recordando como lo había golpeado, justo en su estómago, fue un cabezazo certero.
—¿En verdad la quieres para casarte?—Rick sonaba serio mientras le daba otra calada a su cigarrillo.
—Quiero que sea ella—se atrevió a decir Chris en voz alta.
—Bueno—comenzó a decir—, tengo algo que podría ayudarte—terminó diciendo. Blackthorne parecía sorprendido, que sabría Rick, debía ser algo importante, de lo contrario Emma no cambiaría de opinión.
—¿Acaso sabes algo que yo desconozco?—le interrogó perspicaz.
—Algunos de los muchachos se quedaron vigilando la casa de su padre—le miró satisfecho, al notar su atención—. La misma noche que la sacaste del burdel—Rick se mordió los labios, no era conveniente mencionar lo del burdel; a veces las paredes podían tener oídos.—Bueno, esa noche que cobraste tu deuda con el susodicho, la abuela de la chica fue internada—soltó todo de una vez—. Le dio un infarto y está muy grave, necesitará tratamiento especial, pues su hijo está endeudado hasta los calzones. Una idea poco honorable brillo en la cabeza de Chris, podría usar lo de su abuela para obligarla a cooperar, era una estrategia baja, lo sabía, pero no podía seguir perdiendo el tiempo, si no contraía nupcias en el tiempo estipulado por el testamento de su fallecido padre perdería el control del negocio familiar, no podía dejar de ser el Don de la serpiente negra, su familia siempre estuvo a la cabeza del negocio de las apuestas clandestinas y él no lo perdería. Se encaminó con paso decidido hast
Emma sonrió para las cámaras que grababan, tomada de la mano de su futuro marido, a quien en breves momentos le juraría amor eterno; aunque todo fuera una mentira, un vil engaño en el que se había visto enredada y ya no tenía escapatoria.Una vez en el altar decorado de orquídeas, al igual que las sillas destinadas a los novios, el Sacerdote inicio su sermón; trataba del amor, la convivencia y los hijos. Los anillos fueron bendecidos; Emma y Chris repitieron los votos que el hombre de fe les decía, uniendo así sus vidas; aunque todo fuera una mentira.La ceremonia terminó y miles de pétalos de flores fueron arrojados sobre los recién casados; desde un helicóptero que sobrevolaba la zona. Emma suspiró extendiendo su mano, en su palma cayeron pétalos amarillos, que identifico como margaritas, recordó con tristeza cuando ella y Jenna solían deshojar margaritas en el parque, soplo los pétalos en su mano, sabedora de la realidad. Su esposo no la amaba y nunca lo haría, eso le dolió aunque
Emma se sintió aliviada; pudo ver a su abuela a través del cristal de la sala de terapia intensiva, estaba conectada a varios tubos y aparatos que le mantenía con vida, debía agradecerle a Blackthorne , de no ser por él otra sería la historia; su familia no tenía los medios para pagar un tratamiento tan costoso, mucho menos los cuidados que necesitaría luego de ser dada de alta. Blackthorne se estacionó frente a un bar muy concurrido, llamado "La Anaconda"; era propiedad de la mafia familiar, en el podías encontrar licores exquisitos, mujeres complacientes y apuestas de todo tipo. Jace , su mejor amigo, le esperaba en una mesa VIP; con una botella de Whisky escocés para celebrar, despidió a la prostituta que le acompañaba en cuanto su buen amigo hizo acto de presencia; asegurándose de darle una jugosa propina, la cual dejo en su escote, que la hizo irse dando brinquitos de alegría, las mujeres como ella eran tan fáciles de complacer, solo una cosa las hacía feliz y esa era el dinero.
Eso le relajó un poco; por lo menos ella no había escapado, como lo hizo Stephanie en su momento, su nueva esposa no tenía un lugar a donde ir, aunque quisiera escapar, no podría hacerlo; quizás eso le retenía a su lado, porque era evidente que no era por amor. Ambos firmaron un contrato; el cual no incluía sentimientos y estaba bien por él, así, los sentimientos siempre lo echaban todo a perder. Él no la amaba, ella a él tampoco; siempre sería así. Blackthorne se encaminó rumbo a la clínica; en su automóvil, color negro, con vidrios polarizados; para buscar a su recién estrenada esposa, era su deber estar junto a ella, como un devoto y fiel esposo. Debía actuar bien su papel de hombre enamorado; aunque a veces disfrutaba de su cercanía. Ella aún era muy joven, pero tenía un encanto natural, casi hipnótico. *** Emma se sintió aliviada luego de ver a su abuela; la mujer estaba un poco delicada, pero se estaba re
Blackthorne estaba fúrico; Stephanie había cruzado el límite de lo correcto y tendría que ponerle un alto de una vez por todas; Emma era suya y no se tocaba, se lo haría entender a todos, a fuego y sangre. Arrojo el teléfono en su mano; mismo que impacto contra la pared, volviéndose añicos; Chris decidió ir al cuartel general de la serpiente negra, donde se encargaría de planear el rescate de su esposa, y si se habían atrevido a tocarle un solo pelo, lo pagarían con sangre. Nadie dañaría a su mujer, esa frágil chica era de su propiedad y eso la volvía intocable.Todos sus hombres habían acudido a su encuentro, portaban atuendos negros, de un material flexible que le proporcionaba movilidad; en sus brazos llevaban tatuados un barco, en él iba un ángel arrastrando a un prisionero; y al otro lado del río de las almas estaba Hades, con su amada Perséfone, esperando a su nuevo huésped. La serpiente negra era el negocio familiar; fueron creados por su tatarabuelo, ese hombre que también se
—Su esposo nos dio órdenes de cuidarla—anunció la mujer mayor; que encabezaba a las otras. Emma asintió y accedió a comer.Las mujeres más jóvenes le ayudaron a bañarse y vestirse con un camisón de seda color vainilla; asegurando que acentuaba sus rasgos. Su esposo no tardó en llegar; las mujeres salieron para darles privacidad. Blackthorne entró al baño y Emma aprovecho para meterse a la cama y cubrirse con las sabanas; dejando solo su rostro al descubierto. Se sentía desnuda con esa prenda de vestir tan ligera.Blackthorne salió con una toalla azul atada a su cintura; dejando ver unos abdominales tan bien trabajados, Emma nunca había visto un hombre tan atractivo en su vida; ahora lo tenía a él, tan cerca, semidesnudo. Su esposo era atractivo a más no poder, eso era innegable, pero él no la quería y eso la entristecía, ella nunca sería su amada, solo era una esposa de mentiras, cuando el contrato terminara la haría a un lado y seguiría con su vida. Se acercó hasta la cama; provocand
Ella introdujo un dedo dentro de la fuente; haciendo siluetas abstractas sobre el agua. Se detuvo y le sonrió, su cara era perfecta, su melena caía a ambos lados de su rostro; como si de una cascada se tratara, era tan hermosa; Chris no tenía duda de ello, quizás en otras circunstancias hubieran tenido un romance apasionado, pero su relación se dio bajo condiciones poco comunes.—He decidido—Blackthorne la miró a los ojos y ella le dedicó toda su atención; —que ya es tiempo de que veas a tu abuela—el hombre sonrió. Emma estaba dichosa; por lo que tomo a Blackthorne por la solapa de su chaqueta y le dio un par de besos en ambas mejillas, dejándolo gratamente sorprendido. —¿Estás feliz?—se atrevió a preguntar ante su arrebato.—Sí; en verdad estoy muy agradecida—esta vez le abrazó y Chris le acaricio los cabellos con ternura. Era tan fácil de complacer—, gracias—le miró a los ojos, con un brillo especial que él no supo reconocer, se quedaron así un par de minutos más y luego volvieron a
—¡Eres una chiquilla insolente y descarada!—bramó Blackthorne enfrentándola, sus ojos llenos de furia.—¡Yo no tuve la culpa!—Emma se defendió entre sollozos; ¿acaso él no la comprendía? Acababa de sufrir un evento traumático y él no hacía otra cosa más que gritarle.—¡Me dijiste que ibas a ver a tu abuela!—bramó su esposo molesto—, pero en vez de ello, te fuiste a un club nocturno. ¡Eres una mentirosa!—Blackthorne quiso pegarle, pero se detuvo en el último momento y se giró, pateando la silla delante de él.—Te metiste en problemas otra vez—resopló cansado—; y yo tuve que salir en tu rescate, como siempre. Me has dejado en ridículo ante todos.—Ya me estoy cansando de ti, ¿cuándo aprenderás a comportarte?—le dirigió una mirada severa; ella solo podía llorar sentada el sofá de semi cuero; que Chris utilizaba para descansar.—Estás castigada, ¿me oíste?—le dedicó una mirada severa, ella intentó hablar.—Yo no quería—Emma comenzó, pero él le interrumpió poniendo un dedo sobre sus labios.—