Recién casados

Emma sonrió para las cámaras que grababan, tomada de la mano de su futuro marido, a quien en breves momentos le juraría amor eterno; aunque todo fuera una mentira, un vil engaño en el que se había visto enredada y ya no tenía escapatoria.

Una vez en el altar decorado de orquídeas, al igual que las sillas destinadas a los novios, el Sacerdote inicio su sermón; trataba del amor, la convivencia y los hijos. Los anillos fueron bendecidos; Emma y Chris repitieron los votos que el hombre de fe les decía, uniendo así sus vidas; aunque todo fuera una mentira.

La ceremonia terminó y miles de pétalos de flores fueron arrojados sobre los recién casados; desde un helicóptero que sobrevolaba la zona. Emma suspiró extendiendo su mano, en su palma cayeron pétalos amarillos, que identifico como margaritas, recordó con tristeza cuando ella y Jenna solían deshojar margaritas en el parque, soplo los pétalos en su mano, sabedora de la realidad. Su esposo no la amaba y nunca lo haría, eso le dolió aunque no supo por qué.

Chris la tomó en brazos y para su sorpresa un corrientazo le golpeó internamente; haciéndola estremecer ante la cercanía, el aroma a sándalo y roble golpeó sus fosas nasales. Su esposo era tan guapo, sería difícil tener que fingir una intimidad con él. La cargó en brazos hasta traspasar el umbral de la casa; mientras los periodistas grababan y los invitados celebraban en su honor. Subió las escaleras con ella, hasta llegar a la habitación de él; la cual desde ahora compartirían.

La deposito con cuidado sobre la cama con sabanas de seda roja, con sus manos tocó los pétalos de orquídeas, colocados estratégicamente; hasta formar un corazón. La habitación era impersonal y fría; las paredes estaban pintadas de azul marino, una chimenea descansaba a un lado, un juego de recibo de cuero marrón se ubicaba justo al otro costado, cerca de un minibar.

Temió que su ahora esposo quisiera reclamar sus derechos maritales; ella no estaba preparada para eso, más, sin embargo, se limitó a abrir las puertas francesas que daban al balcón; desde donde le vio encender un puro; Emma no tenía ni la más mínima idea de que podría pasa por la mente de su esposo, le miro sin atreverse a preguntar, por miedo a hacerlo enojar y recibir una reprimenda de su parte, o peor aún, que se desquitara con su abuela e incluso pudiera llegar a dañar a Jenna.

Las horas pasaron; el silencio reinaba entre ellos, ella seguía sentada en la cama, sin mediar palabra; Chris se encontraba revisando sus redes sociales ante la chimenea, poco a poco la música en el exterior se fue apaciguando, muchos de los invitados estaban ebrios para notarlo. Su esposo se asomó nuevamente ´por el balcón; comprobando que los reporteros se habían ido, este se alistó y salió de casa; dejando a Emma más confundida que antes.

La chica rebuscó en el armario; notando una cantidad de ropa femenina sin estrenar, por lo visto Blackthorne había escogido ropa para ella; tomo un vestido color crema con botones y falda ancha, para sus pies cansados escogió unas bailarinas color negro, agradeció ese detalle de incluir zapatos cómodos, peino su cabello; hasta deshacer por completo las ondas, dejándolo más liso que de costumbre.

En efecto, Emma había comprobado que su matrimonio era falso; el abandono de Blackthorne en plena noche de bodas lo dejaba en evidencia; un alivio la invadió al saber que no tendría que perder su virginidad esa noche, con un hombre que a pesar de ser guapo, era solo un extraño para ella.

Siempre pensó que su matrimonio sería especial, contraería nupcias con un hombre que la amaría tanto como ella a él y juntos empezarían una familia, quizás incluso tendría un par de hijos, pero no fue así; para su marido era un mero accesorio, no había razón alguna que los uniera, eso la hizo sentirse deprimida, incluso un par de lágrimas se escaparon de sus ojos.

Estaba condenada a un matrimonio sin amor; atada a un completo extraño, quien no tenía la más mínima intención en conocerla. Si bien su vida era miserable, gracias a ese matrimonio sin amor su abuela podría ser atendida; salvando así su vida.

Desde el balcón pudo observar como el auto de Blackthorne se alejaba; sin pensarlo mucho y en vista del abandono de su marido, Emma se decidió a ir a visitar a su abuela; en calidad de anfitriona. Bajo las escaleras con premura, yendo directo a la cocina, allí pregunto si había algún chófer que pudiera llevarla a ver a su abuela. Un hombre alto y completamente tatuado en brazos y parte del rostro se detuvo ante ella; lo reconoció como uno de los hombres que agredieron a su padre esa fatídica noche, cuando su vida cambio para siempre.

—Yo puedo llevarla, señora—dijo el matón tatuado.

—¿Usted sabe donde está?—se atrevió a preguntar; aunque tenía miedo de él.

—Sí, señora—su voz salió en un gruñido—, el jefe nos pidió que la lleváramos a la mejor clínica del país—continuo diciendo mientras encendía un cigarrillo. Emma no pudo ocultar su sorpresa; Blackthorne había cumplido su palabra, eso la hizo sentir mejor; había válido la pena, si a cambio de ello su abuela recibía la atención médica que tanto necesitaba.

—No puedes fumar aquí—la cocinera le reprendió y en vista que este no le hacía caso, lo saco a empujones de la cocina. Emma lo siguió hasta la sala de estar.

—¿Quiere que la lleve, señora?—pregunto el hombre, apagando su cigarro en un cenicero de cristal.— Vamos—le animo abriendo la puerta de salida y ella se fue con él.

El viaje al hospital fue tranquilo, a pesar de desconfiar de aquel hombre, este la trato respetuosamente durante todo el viaje. Estando en la clínica pudo hablar con el médico tratante de su abuela, quien le explico con detalle la operación a la que había sido sometida; asegurándole un éxito rotundo en la misma; por lo que pronto estaría en su casa nuevamente.

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