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Nuestra primera discusión

Emma se sintió aliviada; pudo ver a su abuela a través del cristal de la sala de terapia intensiva, estaba conectada a varios tubos y aparatos que le mantenía con vida, debía agradecerle a Blackthorne , de no ser por él otra sería la historia; su familia no tenía los medios para pagar un tratamiento tan costoso, mucho menos los cuidados que necesitaría luego de ser dada de alta.

Blackthorne se estacionó frente a un bar muy concurrido, llamado "La Anaconda"; era propiedad de la mafia familiar, en el podías encontrar licores exquisitos, mujeres complacientes y apuestas de todo tipo. Jace , su mejor amigo, le esperaba en una mesa VIP; con una botella de Whisky escocés para celebrar, despidió a la prostituta que le acompañaba en cuanto su buen amigo hizo acto de presencia; asegurándose de darle una jugosa propina, la cual dejo en su escote, que la hizo irse dando brinquitos de alegría, las mujeres como ella eran tan fáciles de complacer, solo una cosa las hacía feliz y esa era el dinero. Brindaros juntos y un par de botellas después; Chris se confesó con su amigo mientras charlaban de su boda.

—Stephanie me hirió gravemente—soltó tomando un trago directo de la botella; —desde que me dejo, no creo que exista amor en este mundo—golpeo la mesa de roble con ambos puños. —Me casé con esa chica solo para heredar la mafia, no siento el más mínimo afecto por ella—termino diciendo.

—Stephanie contrajo nupcias este mes, lo hizo con tu enemigo—soltó Jace, llamando la atención de Chris—. Está buscando hacerse con todo el poder de la Costa Oeste

Ella siempre fue así; ambiciosa y hermosa, lo sabía pero se cegó por el amor; solo quería su poder y su dinero. Se permitió recordar ese fatídico día, que cambio su vida para siempre.

La lluvia caía afuera de la catedral; mientras las campanas de boda resonaban en el lugar, la hermosa rubia lucia encantadora en su vestido de novia estilo sirena; el cual resaltaba su exuberante cuerpo. Caminaba por la alfombra roja, cuál ninfa de los bosques, mientras el apuesto caballero de porte impecable y traje negro, como su cabellera, le espera con ansias locas, dispuesto a dar la vida por tenerla.

Sin embargo, a veces las historias se tuercen, como ocurrió esa fatídica noche; las puertas de la catedral se abrieron de improviso; dándole paso a un joven rubio abordo de una motocicleta oscura; estaba empapado por la lluvia, pero sus ojos refulgían con furia, como una bestia salvaje a punto de atacar. Su ira era evidente.

La rubia se detuvo a mitad de la marcha nupcial, miro al motorizado y sonrió; sin pensárselo dos veces y para sorpresa de todos los asistentes de la boda, ella arrojó el ramo junto con el velo de novia a mitad de la alfombra roja, sujeto las mejillas del hombre y le planto un beso en los labios, húmedos por la lluvia.

El motorizado sonrió y la novia se trepó a la motocicleta, junto a él; sujetándole por la cintura; en un gesto que demostraba simpatía e incluso intimidad. Se fue como llego intempestivamente y haciendo rechinar sus neumáticos. La novia había escapado con el hijo mayor del adversario de su padre; arruinando su reputación, convirtiéndolo en el hazmerreír de toda la mafia, el imbécil que no pudo conservar a su mujer, había sido abandonado en pleno altar, se dejó caer al piso y lloro, la amaba y ella lo traiciono de la peor manera posible, dejando en ridículo.

Después de la conversación con su mejor amigo Jace, y los informes que este le dio, sobre la boda de su ex prometida, Blackthorne se sentía rabioso, pensar en ella siempre lo ponía así, era como si una nube negra se hubiera posado sobre él, negándose a dejarlo ver la luz; la había amado tanto; hubiera hecho cualquier cosa que ella le pidiera, estaba cegado por el amor, por eso no vio las señales de alerta a su alrededor. Stephanie era hermosa, astuta y una diosa del sexo, cuantas veces se perdió víctima del placer entre sus suaves pliegues; pero ella lo había arruinado todo. Ya no había vuelta atrás.

Era evidente que ya no podía seguir allí, el bar daba vueltas a su alrededor, las mujeres lucían feas ante sus ojos; demasiado falsas, al igual que Stephanie; el humo de tabaco reinante en el lugar le ensombrecía las ideas, así que decidió volver a casa de inmediato, en ese lugar conseguiría la paz que tanto anhelaba. Por alguna razón el estar cerca de su joven esposa le relajaba, con ella no tenía que fingir y eso era un alivio. Ilusionado con encontrar la calma, divisó el rostro de Emma, durante el camino de regreso a casa; en verdad era tan bella, con esos ojos desafiantes y esa melena oscura; tan diferente a Stephanie en todos los sentidos. En cuanto llego fue directo a su habitación, la que ahora compartía con su esposa; quería verla, quizás cenaría con ella e incluso conversarían un rato, pero para su sorpresa el lugar estaba completamente vacío; Emma no estaba por ninguna parte. Había desaparecido; sin dejar el más mínimo rastro de su paradero; Blackthorne hizo llamar a todo el personal; dándoles instrucciones de hallar a Emma a como diera lugar.

—Don—la voz de una de las mucamas le hizo notarla.

—Habla de una vez—le ordenó Blackthorne casi a gritos.

—Su esposa estaba preguntando por una clínica o algo así—la joven miro al piso; evitando la mirada de su patrón. Blackthorne se limitó a asentir y con un gesto de la mano le indico que podía retirarse; ella se apresuró a seguir con sus oficios.

El personal de la cocina le indico que su esposa había salido con uno de sus subordinados; por lo que adivino que podía haber ido a ver a su abuela, era de esperarse que lo hiciera, teniendo en cuenta que gracias a ella y su delicado estado de salud; había logrado convencerla de casarse con él por contrato.

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