Al otro extremo de la sala, Zia tecleaba rápidamente varios mensajes en su teléfono; la respuesta del remitente llegó dando un sí como aceptación. Las miradas de Elisa y Zia se encontraron en complicidad.
Al teléfono de Fabrizio llegó un mensaje que tenía como remitente a Gabriella, algo que le pareció muy raro porque ella, cuando estaba en el estadio, no hablaba con él.
[[ ¿Cómo se ve?]] era la leyenda al pie de la imagen de su mano con un anillo puesto
[[ te dije que el mundo se iba a enterar que eres mío, mira la tv.]]
[[Qué dices, aceptas.]]
En cincuenta pulgadas y en full HD, la imagen de una gran tela roja con letras blancas se abrió en una de las tribunas del estadio: “Fabrizio Falco, te necesito en mi vida para siempre. ¿Te quieres casar conmigo?”. Las cámaras del evento enfocaron el gr
Buenos Aires, Argentina…“¡Muevan sus manos!” Era el pedido que se escuchaba en la cocina de uno de los restaurantes más prestigiosos de Buenos Aires. El aroma de las hierbas frescas y los ingredientes cocinándose llenaba el aire, mezclándose con el sonido de las ollas y sartenes chocando y el murmullo constante de la clientela. Los tres chefs y sus ayudantes se movían de manera rápida y coordinada para cumplir con las órdenes de los comensales.—Gabriella, devolvieron el risotto. El señor dice que está mal hecho, que el arroz está pasado de cocción.Uno de los meseros llega con el plato de risotto que acababa de enviar a la mesa trece. Gabriella siente un nudo en el estómago al ver el plato regresar.—¡¿Qué?! Eso no es cierto, a ese risotto no le pasa nada. Ve y lleva nuevamente el plato, no cambiaré nada de una comida que está bien hecha.Gabriella se queda pensando en quién será el gracioso que se atreve a criticar su comida, mientras su corazón late con fuerza y una gota de sudor
Cuando llegó a la cocina, el remordimiento se apoderó de Gabriella. "No debí decirle eso al cliente, aunque se lo mereciera," pensó. "Yo no pierdo los estribos tan fácilmente, pero este hombre realmente me sacó de mi centro; su cara de piedra era desesperante."Quince minutos después, el mesero trajo su risotto acompañado de una pequeña tartaleta y una nota.—Señor, su comida y esto se lo manda el chef como disculpa por las molestias. Esperamos que vuelva a visitarnos.Fabrizio se quedó mirando el trozo de papel y lo abrió para leer: "Se hai la diarrea, non è cibo. Buon Appetito" (si te da diarrea no es por la comida. Buen apetito).—¡Vaya! No esperaba una disculpa —murmuró, tomó la nota, la guardó y se dispuso a disfrutar su comida.Ella es Gabriella Monti, chef de profesión. Llevaba pocos años en este competitivo mundo dominado por los hombres. Qué ironía, el noventa por ciento no sabe ni hervir agua y los poquitos que cocinan lo hacen de maravilla, mientras las mujeres llevan siglo
De un momento a otro, todo fue más calmado y el bullicio cesó un poco. Gabriella se detuvo, soltando suavemente la mano de Fabrizio y sonriendo.—Ya estás a salvo —dijo, mirando a Fabrizio a los ojos.Fabrizio relajó los hombros y soltó un suspiro de alivio.—Gracias, realmente aprecio tu ayuda —respondió con una ligera sonrisa, aunque todavía un poco tenso por la experiencia.—Eso parece, gracias por ayudarme. Podrías recomendarme un lugar tranquilo donde pueda comer, sin fanáticos locos por todos lados.—Escogiste un mal día para querer estar tranquilo, pero te puedo recomendar un par de sitios.Fabrizio solo miraba absorto a Gabriella y unas ganas inmensas de no separarse de ella lo invadieron. Era una mujer muy bella, pero no era su belleza lo que lo tenía atraído; era algo que no podía descifrar, algo que lo llevó a hacerle una proposición inusual en él, que no intimaba con desconocidos.—Estaba pensando que quizás me podrías acompañar —fue la repentina petición de Fabrizio.Gabr
Buscaron una mesa un poco apartada. Gabriella aún no podía creer que había aceptado la propuesta de un perfecto desconocido. Aunque fuera una mujer alegre a la que le gustaba interactuar con las personas, siempre actuaba de manera precavida; no era de las que se iban con el primer aparecido. Pero con él le pasaba algo que no podía explicar. Para Fabrizio, las cosas no eran diferentes; esta noche había saltado todas las cercas de su pragmática personalidad.—Me comeré una ensalada —dijo Gabriella al ver el menú, mientras acariciaba el borde de la carta con sus dedos.—Yo quiero carne —opina Fabrizio, cruzando los brazos y esbozando una ligera sonrisa.—Excelente elección. Aquí es deliciosa —responde Gabriella, asintiendo con la cabeza.Gabriella comenzó a hablar del lugar, dándole una descripción de la zona y los sitios que todo turista debería visitar en Buenos Aires, gesticulando con las manos y con los ojos brillando de entusiasmo. Fabrizio escuchaba, pero su mente se fue por un mom
El beso acabó, pero ahora estaban en un dilema sin escapatoria.— Mejor nos vamos— Gabriella se adelanta, su mente es un libro lleno de preguntas sin respuesta.“¿Qué te está pasando Gabriella, por qué lo besaste? No busques problemas donde no los hay” “Tanto problema un beso, es solo eso, un beso, además mañana no lo volverás a ver en tu vida” “quizás debería aprovechar y permitirte otras cosas” esos no eran los consejos que espero escuchar por parte de su concienciaFabrizio la sigue, él también quedó perturbado por ese repentino beso.— ¡Gabriella espera por favor! — ella se frena y lo espera.— Si te sientes incómoda por lo que pasó, entiendo eso no debió pasar, me iré al hotel desde aquí yo solo, muchas gracias por el paseo me gustó mucho.“Gabriella no lo dejes ir” su traicionera conciencia volvió a tomar la iniciativa.— Olvidemos eso, no tiene importancia, sigamos conociendo la ciudad. “¿por qué le hacía caso a su lado oscuro?”Fabrizio no sabía qué decir, quería seguir
Siempre había escuchado que las mujeres de esta parte del mundo eran ardientes, pero ella es un infierno que quemaba hasta los huesos.Tuvieron tiempo para otras demostraciones cada una mejor que la anteriores, no quedó un lugar en el cuerpo de cada uno que no fuera explorado hasta la saciedad y como dos descontrolados que solo tenían una noche donde no podían parar el tiempo, se gastaron todas las municiones en un exceso de pasión desenfrenada.— Eres magnífica — le dice Fabrizio dándole un cálido beso en la frente.— Me tengo que ir — Fue la rápida respuesta de Gabriella, que sale de la cama en busca de su ropa, él también busca que ponerse y sale tras ella. Una vez estuvo lista, solo se despidió.— Adiós, Fabrizio, buen viaje.Esas palabras, aunque era lo esperado, le dejaron un mal sabor de boca, algo dentro de él no quería separarse de la mujer que acababa de conocer, no sabía nada de ella, pero en las últimas horas había logrado más que todas las mujeres con las que ha salido.
Florencia…De camino a una reunión, Fabrizio estaba muy concentrado leyendo unos documentos en su auto cuando la voz de su chofer le avisó:—Señor Falco, hay demasiado tráfico y no podré tomar otra ruta hasta la próxima cuadra.—Está bien, Enrico. Llamaré a Zia para que inicie ella la reunión.Mientras hablaba con su hermana, en la esquina vio pasar a una mujer que se parecía tanto a Gabriella. Pero eso no podía ser, porque ella estaba al otro lado del mundo.“Estás loco, Fabrizio. Ahora su imagen se escapó de tus sueños para andar por las calles de Florencia. Anda con cuidado, no sea que termines donde el loquero,” se recriminaba por enésima vez.Desde que llegó de su viaje, pensaba en Gabriella. Incontables las veces que ha tratado de borrar de su mente y de su piel las huellas de esa noche. ¡Claro que lo intentó!, pero fracasó. Esa mujer lo había marcado. Lleva meses tratando de olvidar esa noche. Ahora ella solo está en sus sueños, cuando llega como una visión: su cara, su cuerpo,
Sin más remedio se puso en marcha, pero antes dio una última mirada por el espejo retrovisor y sus ojos vieron a la mujer que ocupaba sus pensamientos últimamente.¡Gabriella! ¡Es Gabriella! Pero, ¿cómo podía ser eso? ¿Ella estaba en Italia?Fabrizio quedó atrapado entre el tráfico, ya no era posible retroceder y Nicola y sus amigos se habían ido. Pero de algo estaba seguro: esa era Gabriella. No podía estar equivocado. Sus ganas de verla no podían estar jugándole una broma. La mujer que estaba con su hermano y sus amigos era ella. ¿Pero cómo era eso posible? Parecía una locura, porque supuestamente Gabriella estaba en Argentina.El único que podía sacarlo de esa incertidumbre era su hermano, y eso tendría que ser mañana; hoy, gracias al fútbol, eso no era posible.Cada vez que jugaba “la Fiore,” el grupo de WhatsApp de los hermanos Falco era inundado por fotos y comentarios enviados por Nicola. La única que hacía comentarios era Zia, porque a Fabrizio le molestaba sobremanera. Pero h