De un momento a otro, todo fue más calmado y el bullicio cesó un poco. Gabriella se detuvo, soltando suavemente la mano de Fabrizio y sonriendo.
—Ya estás a salvo —dijo, mirando a Fabrizio a los ojos.
Fabrizio relajó los hombros y soltó un suspiro de alivio.
—Gracias, realmente aprecio tu ayuda —respondió con una ligera sonrisa, aunque todavía un poco tenso por la experiencia.
—Eso parece, gracias por ayudarme. Podrías recomendarme un lugar tranquilo donde pueda comer, sin fanáticos locos por todos lados.
—Escogiste un mal día para querer estar tranquilo, pero te puedo recomendar un par de sitios.
Fabrizio solo miraba absorto a Gabriella y unas ganas inmensas de no separarse de ella lo invadieron. Era una mujer muy bella, pero no era su belleza lo que lo tenía atraído; era algo que no podía descifrar, algo que lo llevó a hacerle una proposición inusual en él, que no intimaba con desconocidos.
—Estaba pensando que quizás me podrías acompañar —fue la repentina petición de Fabrizio.
Gabriella se sorprendió, arqueando una ceja.
—Hm, te puedo llevar y dejarte cerca, ya que me queda de paso por donde voy.
—¿Entonces no aceptas comer conmigo? Solo quiero ser amable y agradecerte lo que acabas de hacer por mí.
La mente de Gabriella comienza a fabricar toda una película: “¿Cómo te vas a ir con un perfecto extraño? ¿Qué tal que sea un asesino serial, que vino de Italia a matar mujeres?”
Al lugar comienzan a llegar más hinchas alegres y bullosos. Rápidamente, Fabrizio comienza a incomodarse, demostrando disgusto en su expresión. Gabriella lo nota y piensa que es un hombre bastante raro; definitivamente, ella no podría estar con alguien al que no le gusta divertirse o no le gustara el fútbol.
—Será mejor que salgamos antes que no podamos ni movernos —dice Gabriella, señalando hacia una dirección—. Mi auto está por allá.
Fabrizio va tras ella y puede admirar el contoneo de sus caderas, su figura en esos jeans rotos y manchados de azul se ve fenomenal, por un momento su mente comienza a divagar, imaginándola desnuda bajo su cuerpo.
“Creo que el calor del verano me está cocinando el cerebro” fue la única explicación que se pudo dar para estar pensando en desnudarla.
—Ya llegamos —la voz de Gabriella interrumpe sus pensamientos.Subieron al auto y demoraron un poco más en llegar a su destino. Había demasiada conmoción en las calles; por donde volteara a ver, había banderas y bocinas sonando.
—¿Siempre es así? —pregunta Fabrizio, con el entrecejo arrugado.
—Qué te puedo decir, hoy ganó el mejor equipo del mundo. Es inevitable celebrar.
—¿El mejor equipo del mundo? Creo que te dejas llevar por las emociones —respondió serio, pero en el fondo le pareció estar teniendo una conversación con su hermano, que usa las mismas palabras cuando habla de su equipo de fútbol.
—¿A vos te gusta el fútbol?
—No.
—Entonces esa es una conversación que no vamos a tener.
—Solo te digo que es un poco pretencioso —insiste Fabrizio.
Gabriella le lanza una mirada divertida antes de contestar:
—Si sabes lo que te conviene, no digas más.
Al verle la cara de confundido, Gabriella no puede evitar reírse.
—Es una broma, y ya llegamos.
El auto de Gabriella se detiene el auto a un lado de la calle. Y para la tranquilidad de Fabrizio, la zona está bastante tranquila.
—¿Entonces no vas a aceptar mi invitación? Te prometo que no volveré a decir nada sobre fútbol.
Los ojos pardos de Fabrizio la miran con intensidad; parecen un par de soles, ideales para arder en ellos.
Gabriella tardó un momento en responder. Su razón le daba mil motivos para decir que no, que era mala idea aceptar la invitación de un desconocido, pero, por otro lado, su curiosidad fue más poderosa.
—Está bien, pero me cambiaré la ropa por algo más apropiado para estos lugares. Si voy así contigo, seremos como la bella y la bestia, y la bella no seré yo, te lo puedo asegurar —dijo Gabriella con humor.
Fabrizio la miraba sin entender cómo iba a hacer eso.
—Salgamos del auto, y tú me esperas aquí tapando la ventana.
Gabriella lo sitúa junto a la ventana de atrás mientras ella va hasta el baúl y saca un pequeño maletín, para entrar nuevamente a los asientos traseros del auto.
Fabrizio no quería imaginarse lo que en estos momentos estaba pasando dentro del auto. Ella no podía estar quitándose la ropa allí en plena calle, ¿o sí? Ninguna de las mujeres que conoce haría un acto tan osado como ese. Esto era demasiado para un hombre como él.
Unos golpes en el vidrio dan aviso para que se aparte de la puerta.
—Listo, ahora ya estoy más presentable.
Si lo había hecho; se cambió totalmente de ropa, ahora tenía un vestido suelto con unos zapatos bajos.
—¿Acaso tú andas con la maleta de “Mary Poppins”? —dice Fabrizio viéndola de arriba abajo, con una mezcla de asombro y diversión en el rostro.
Gabriella ríe, una carcajada sincera que ilumina su rostro.
—Hoy salí preparada porque mi ropa iba a terminar arruinada y también me quedaré donde una amiga.
Fabrizio asiente, aún sorprendido por la rapidez del cambio de ropa.
—Entonces, ¿qué sugieres para comer?
Gabriella sonríe, pensando por un momento.
“Tú a mí y yo a ti, sería una excelente sugerencia” ¡Gabriella!, se reprende por esos pensamientos súbitos y descarriados.
—Bueno, hay un lugar cerca que tiene una terraza tranquila y sirven una comida increíble. Podríamos ir allí.
—Suena perfecto —responde Fabrizio, sintiendo que su día está mejorando gracias a la compañía inesperada.
Buscaron una mesa un poco apartada. Gabriella aún no podía creer que había aceptado la propuesta de un perfecto desconocido. Aunque fuera una mujer alegre a la que le gustaba interactuar con las personas, siempre actuaba de manera precavida; no era de las que se iban con el primer aparecido. Pero con él le pasaba algo que no podía explicar. Para Fabrizio, las cosas no eran diferentes; esta noche había saltado todas las cercas de su pragmática personalidad.—Me comeré una ensalada —dijo Gabriella al ver el menú, mientras acariciaba el borde de la carta con sus dedos.—Yo quiero carne —opina Fabrizio, cruzando los brazos y esbozando una ligera sonrisa.—Excelente elección. Aquí es deliciosa —responde Gabriella, asintiendo con la cabeza.Gabriella comenzó a hablar del lugar, dándole una descripción de la zona y los sitios que todo turista debería visitar en Buenos Aires, gesticulando con las manos y con los ojos brillando de entusiasmo. Fabrizio escuchaba, pero su mente se fue por un mom
El beso acabó, pero ahora estaban en un dilema sin escapatoria.— Mejor nos vamos— Gabriella se adelanta, su mente es un libro lleno de preguntas sin respuesta.“¿Qué te está pasando Gabriella, por qué lo besaste? No busques problemas donde no los hay” “Tanto problema un beso, es solo eso, un beso, además mañana no lo volverás a ver en tu vida” “quizás debería aprovechar y permitirte otras cosas” esos no eran los consejos que espero escuchar por parte de su concienciaFabrizio la sigue, él también quedó perturbado por ese repentino beso.— ¡Gabriella espera por favor! — ella se frena y lo espera.— Si te sientes incómoda por lo que pasó, entiendo eso no debió pasar, me iré al hotel desde aquí yo solo, muchas gracias por el paseo me gustó mucho.“Gabriella no lo dejes ir” su traicionera conciencia volvió a tomar la iniciativa.— Olvidemos eso, no tiene importancia, sigamos conociendo la ciudad. “¿por qué le hacía caso a su lado oscuro?”Fabrizio no sabía qué decir, quería seguir
Siempre había escuchado que las mujeres de esta parte del mundo eran ardientes, pero ella es un infierno que quemaba hasta los huesos.Tuvieron tiempo para otras demostraciones cada una mejor que la anteriores, no quedó un lugar en el cuerpo de cada uno que no fuera explorado hasta la saciedad y como dos descontrolados que solo tenían una noche donde no podían parar el tiempo, se gastaron todas las municiones en un exceso de pasión desenfrenada.— Eres magnífica — le dice Fabrizio dándole un cálido beso en la frente.— Me tengo que ir — Fue la rápida respuesta de Gabriella, que sale de la cama en busca de su ropa, él también busca que ponerse y sale tras ella. Una vez estuvo lista, solo se despidió.— Adiós, Fabrizio, buen viaje.Esas palabras, aunque era lo esperado, le dejaron un mal sabor de boca, algo dentro de él no quería separarse de la mujer que acababa de conocer, no sabía nada de ella, pero en las últimas horas había logrado más que todas las mujeres con las que ha salido.
Florencia…De camino a una reunión, Fabrizio estaba muy concentrado leyendo unos documentos en su auto cuando la voz de su chofer le avisó:—Señor Falco, hay demasiado tráfico y no podré tomar otra ruta hasta la próxima cuadra.—Está bien, Enrico. Llamaré a Zia para que inicie ella la reunión.Mientras hablaba con su hermana, en la esquina vio pasar a una mujer que se parecía tanto a Gabriella. Pero eso no podía ser, porque ella estaba al otro lado del mundo.“Estás loco, Fabrizio. Ahora su imagen se escapó de tus sueños para andar por las calles de Florencia. Anda con cuidado, no sea que termines donde el loquero,” se recriminaba por enésima vez.Desde que llegó de su viaje, pensaba en Gabriella. Incontables las veces que ha tratado de borrar de su mente y de su piel las huellas de esa noche. ¡Claro que lo intentó!, pero fracasó. Esa mujer lo había marcado. Lleva meses tratando de olvidar esa noche. Ahora ella solo está en sus sueños, cuando llega como una visión: su cara, su cuerpo,
Sin más remedio se puso en marcha, pero antes dio una última mirada por el espejo retrovisor y sus ojos vieron a la mujer que ocupaba sus pensamientos últimamente.¡Gabriella! ¡Es Gabriella! Pero, ¿cómo podía ser eso? ¿Ella estaba en Italia?Fabrizio quedó atrapado entre el tráfico, ya no era posible retroceder y Nicola y sus amigos se habían ido. Pero de algo estaba seguro: esa era Gabriella. No podía estar equivocado. Sus ganas de verla no podían estar jugándole una broma. La mujer que estaba con su hermano y sus amigos era ella. ¿Pero cómo era eso posible? Parecía una locura, porque supuestamente Gabriella estaba en Argentina.El único que podía sacarlo de esa incertidumbre era su hermano, y eso tendría que ser mañana; hoy, gracias al fútbol, eso no era posible.Cada vez que jugaba “la Fiore,” el grupo de WhatsApp de los hermanos Falco era inundado por fotos y comentarios enviados por Nicola. La única que hacía comentarios era Zia, porque a Fabrizio le molestaba sobremanera. Pero h
La pregunta hizo que Zia tuviera un ataque de risa, llevándose una mano a la boca para intentar contenerse. No cabía duda de que solo a Nicola se le ocurría hacerle esa pregunta a Fabrizio sin miedo a morir.Fabrizio le lanzó una mirada penetrante a su hermano, sus labios apretados en una línea delgada.—Voy a hacer de cuenta que no preguntaste eso —dijo, manteniendo la calma, aunque su voz tenía un tono helado.—¿Y eso qué tiene? Igual te amaremos —insistió Nicola, con una sonrisa traviesa y encogiéndose de hombros.Fabrizio solo lo miró con una mezcla de exasperación y diversión, alzando una ceja.—Está bien, cerraré mi boca.—Me voy, tengo mucho que hacer en mi oficina —dijo Fabrizio, levantándose de su silla y estirando los hombros.—Pero no me dijiste qué viste para el cumpleaños de mamá —insistió Zia, frunciendo el ceño.—Yo te dije que de eso no sabía. Nos vemos —respondió Fabrizio, saliendo de la oficina.Zia rodó los ojos, con una expresión de resignación.—¿Tú sí me ayudarás
Veinte minutos después llegaron al local de Gabriella, que estaba bastante concurrido.—Hola, Nicola, qué gusto verte —saludó Gabriella, acercándose a Nicola y sus acompañantes con una sonrisa radiante.—Hola, Gabriella. Te presento a mi hermana Zia y Ambra... una amiga —respondió Nicola, señalando a las dos mujeres con un gesto de la mano.—Encantada de conocerlas. Pero sigan por aquí, tengo una mesa libre —dijo Gabriella, guiándolos hacia un costado del local donde había una terraza al aire libre, parte de las remodelaciones que ella había hecho.Zia miraba alrededor con admiración, sus ojos recorriendo cada detalle del lugar.—Este lugar es precioso. Creo que alguna vez entré aquí, pero no lucía así —dijo Zia, con una sonrisa de aprobación.—Digamos que sufrió algunos cambios —respondió Gabriella, orgullosa—. Ya les traigo el menú y algo para que se antojen.Al poco rato, uno de los dependientes trajo el menú y las degustaciones prometidas por Gabriella. Hicieron sus respectivos pe
Fabrizio se dejó llevar, resignado. Su madre siempre iba a buscarle una mujer para presentarle, con la esperanza de que se involucrara de alguna manera. Pero eso estaba lejos de suceder. La única mujer que le interesaba no estaba allí, y cada vez le urgía más saber su paradero. Durante su estancia en Génova pensó muchas veces en la manera de encontrarla, hasta se imaginó preguntándole a Nicola sin tapujos, aunque eso significaba acabar con su privacidad respondiendo las preguntas fuera de lugar de su hermano.Fabrizio y su madre se acercaron al grupo de mujeres. Él intentaba mantener una expresión neutral, aunque su mente estaba llena de preguntas y su corazón latía con fuerza.Uno de los meseros se acercó al grupo con algunos de los últimos ágapes enviados desde la cocina. Fabrizio hizo un ademán rechazando el ofrecimiento, pero su madre lo detuvo.—Deberías probarlos, te aseguro que no te arrepentirás —sugirió Elisa, con una sonrisa persuasiva.Solo por darle gusto, Fabrizio tomó la