Fabrizio se puso frente a ella; su cara de repente adquirió un grado de solemnidad abrumadora y su postura se volvió recta. Era como si se preparara para decir algo demasiado serio.
—Gabriella, ¿qué soy yo para ti?
¿Pero qué diablos le pasa esta noche a este hombre? Primero sale con lo de los hijos y ahora con esto. Gabriella no estaba preparada para una pregunta como esa.
—¿Por casualidad te cayó mal la comida? ¿Qué te pasa esta noche? —Gabriella quería zafarse de dar una respuesta—. Lo siento, probablemente es una pregunta difícil para ti o no es el momento para hacerla, entonces contestaré yo.
Un sudor frío recorrió su espalda; esos ojos verdes la miraban como si quisieran extraerle el alma. ¿Cómo fue que terminaron en esta embarazosa conversación?
—Gabriella, que me gustas no hay forma de ne
Ya no importó si tenían público; Fabrizio atrapó sus labios y los dos se besaron, por lo que pareció un largo rato. En la estancia, una exclamación rompió el silencio.—¡Brindemos! Que próximamente habrá una boda en esta casa.Los presentes voltearon a ver a Elisa, que tenía una amplia sonrisa dibujada en su cara, y cómo no, si días antes Fabrizio le había comentado que estaba enamorado de Gabriella, pero que no sabía cómo decirlo y ella le sugirió lo de la declaración y, en parte, el hostigamiento que sufrió esa noche Gabriella se lo debía a su suegra, que le insistió a su hijo que tenía que mostrar sus sentimientos sin restricciones, ser claro, ceder cuando fuera necesario, tumbar con amor y firmes argumentos las dudas de ella y así salir vencedor.—Mamá, ¿te puedes explicar? &
Era inverosímil cómo durante la comida su padre había hecho un resumen ejecutivo de su vida; esto era increíble, habló de cosas que ni ella recordaba. Hubo momentos en que físicamente quiso desaparecer; definitivamente, su padre cuando tomaba la palabra no tenía silenciador.—Quizá deba tener una conversación con tu padre para que me cuente más secretos tuyos —le susurró Fabrizio al oído, con una sonrisa traviesa.—¡Ándate! —respondió Gabriella, sonrojándose visiblemente.Renata vio la incomodidad de Gabriella y fue la salvadora, poniendo punto final a su desbocado esposo y desviando la conversación hacia otro tema.—¡Miren, comenzó a nevar! —dijo con entusiasmo Alicia, mirando por las ventanas que daban al jardín.La nevada se hizo más fuerte, razón por la cual E
Los dedos de Fabrizio presionan el cuello de Gabriella, bloqueando los movimientos de su cabeza, al tiempo que sus labios eran succionados y mordidos; los labios ligeramente abiertos de ella incitan a la suave lengua de él a introducirse en ellos. Los dedos de Gabriella comenzaron su recorrido por el duro pectoral, bajando hasta el abdomen y más abajo para darse cuenta de que Fabrizio estaba desnudo; la toalla atada a su cadera había caído a sus pies un instante atrás.Un gemido salió de la boca de Fabrizio cuando el suave roce de la mano de Gabriella rozó su entrepierna y siguió hasta sus nalgas para apretarlas. El deseo reprimido de los dos era abrumador; Gabriella empujó su cuerpo hacia adelante, frotando su pelvis contra la de él.Sus labios se separaron por un instante; lucían rojos e hinchados. Fabrizio la miraba con adoración y, uno a uno, quitó cada prenda del cuerpo de e
Al día siguiente, Gabriella no aguantó la tentación de meterse en la cocina para hacer un plato típico de su país. Renata y Amara hicieron lo propio para mostrar algo de su natal Brasil. La incursión en la cocina fue corta, así que antes del mediodía las tres mujeres ya estaban fuera, disfrutando del ambiente familiar.La casa grande y sus habitantes se engalanaron para recibir el año nuevo, pero esta vez tuvo un toque especial, ya que la familia de Gabriella trajo un poquito de las tradiciones de sus países de origen a esta celebración, haciendo de esta fiesta algo que todos recordarán.El paisaje fue cambiando su aspecto; lentamente su manto blanco iba desapareciendo y atrás quedaron los días fríos, así como el bullicio que un día la acompañó en su casa. Su familia había regresado a Brasil una semana después de haber vuelt
Al otro extremo de la sala, Zia tecleaba rápidamente varios mensajes en su teléfono; la respuesta del remitente llegó dando un sí como aceptación. Las miradas de Elisa y Zia se encontraron en complicidad.Al teléfono de Fabrizio llegó un mensaje que tenía como remitente a Gabriella, algo que le pareció muy raro porque ella, cuando estaba en el estadio, no hablaba con él.[[ ¿Cómo se ve?]] era la leyenda al pie de la imagen de su mano con un anillo puesto[[ te dije que el mundo se iba a enterar que eres mío, mira la tv.]][[Qué dices, aceptas.]]En cincuenta pulgadas y en full HD, la imagen de una gran tela roja con letras blancas se abrió en una de las tribunas del estadio: “Fabrizio Falco, te necesito en mi vida para siempre. ¿Te quieres casar conmigo?”. Las cámaras del evento enfocaron el gr
Buenos Aires, Argentina…“¡Muevan sus manos!” Era el pedido que se escuchaba en la cocina de uno de los restaurantes más prestigiosos de Buenos Aires. El aroma de las hierbas frescas y los ingredientes cocinándose llenaba el aire, mezclándose con el sonido de las ollas y sartenes chocando y el murmullo constante de la clientela. Los tres chefs y sus ayudantes se movían de manera rápida y coordinada para cumplir con las órdenes de los comensales.—Gabriella, devolvieron el risotto. El señor dice que está mal hecho, que el arroz está pasado de cocción.Uno de los meseros llega con el plato de risotto que acababa de enviar a la mesa trece. Gabriella siente un nudo en el estómago al ver el plato regresar.—¡¿Qué?! Eso no es cierto, a ese risotto no le pasa nada. Ve y lleva nuevamente el plato, no cambiaré nada de una comida que está bien hecha.Gabriella se queda pensando en quién será el gracioso que se atreve a criticar su comida, mientras su corazón late con fuerza y una gota de sudor
Cuando llegó a la cocina, el remordimiento se apoderó de Gabriella. "No debí decirle eso al cliente, aunque se lo mereciera," pensó. "Yo no pierdo los estribos tan fácilmente, pero este hombre realmente me sacó de mi centro; su cara de piedra era desesperante."Quince minutos después, el mesero trajo su risotto acompañado de una pequeña tartaleta y una nota.—Señor, su comida y esto se lo manda el chef como disculpa por las molestias. Esperamos que vuelva a visitarnos.Fabrizio se quedó mirando el trozo de papel y lo abrió para leer: "Se hai la diarrea, non è cibo. Buon Appetito" (si te da diarrea no es por la comida. Buen apetito).—¡Vaya! No esperaba una disculpa —murmuró, tomó la nota, la guardó y se dispuso a disfrutar su comida.Ella es Gabriella Monti, chef de profesión. Llevaba pocos años en este competitivo mundo dominado por los hombres. Qué ironía, el noventa por ciento no sabe ni hervir agua y los poquitos que cocinan lo hacen de maravilla, mientras las mujeres llevan siglo
De un momento a otro, todo fue más calmado y el bullicio cesó un poco. Gabriella se detuvo, soltando suavemente la mano de Fabrizio y sonriendo.—Ya estás a salvo —dijo, mirando a Fabrizio a los ojos.Fabrizio relajó los hombros y soltó un suspiro de alivio.—Gracias, realmente aprecio tu ayuda —respondió con una ligera sonrisa, aunque todavía un poco tenso por la experiencia.—Eso parece, gracias por ayudarme. Podrías recomendarme un lugar tranquilo donde pueda comer, sin fanáticos locos por todos lados.—Escogiste un mal día para querer estar tranquilo, pero te puedo recomendar un par de sitios.Fabrizio solo miraba absorto a Gabriella y unas ganas inmensas de no separarse de ella lo invadieron. Era una mujer muy bella, pero no era su belleza lo que lo tenía atraído; era algo que no podía descifrar, algo que lo llevó a hacerle una proposición inusual en él, que no intimaba con desconocidos.—Estaba pensando que quizás me podrías acompañar —fue la repentina petición de Fabrizio.Gabr