Capítulo 5

El beso acabó, pero ahora estaban en un dilema sin escapatoria.

—  Mejor nos vamos—   Gabriella se adelanta, su mente es un libro lleno de preguntas sin respuesta.

“¿Qué te está pasando Gabriella, por qué lo besaste? No busques problemas donde no los hay” “Tanto problema un beso, es solo eso, un beso, además mañana no lo volverás a ver en tu vida” “quizás debería aprovechar y permitirte otras cosas” esos no eran los consejos que espero escuchar por parte de su conciencia

Fabrizio la sigue, él también quedó perturbado por ese repentino beso.

— ¡Gabriella espera por favor!  — ella se frena y lo espera.

—  Si te sientes incómoda por lo que pasó, entiendo eso no debió pasar, me iré al hotel desde aquí yo solo, muchas gracias por el paseo me gustó mucho.

“Gabriella no lo dejes ir” su traicionera conciencia volvió a tomar la iniciativa.

— Olvidemos eso, no tiene importancia, sigamos conociendo la ciudad.

 “¿por qué le hacía caso a su lado oscuro?”

Fabrizio no sabía qué decir, quería seguir disfrutando de la ciudad con ella, pero se le estaba volviendo más difícil no caer en sus encantos.

— Creo que es mejor que regrese al hotel —   dijo poco convencido de su decisión.

— Está bien, ¿a dónde te llevo?

Fabrizio le da el nombre, ella abre los ojos por la sorpresa.

—¡Oh!, te gustan los lujos, eh, vamos a buscar el auto— Ella lo toma de la mano y vuelven a caminar por las atiborradas calles del lugar.

Al llegar donde está su auto ve que el carro de al lado está mal estacionado, lo que dificultará su salida.

— ¡Pero!, ¿quién sería el pelotudo que se estacionó así?! ¿Ahora como se supone que sacaré mi auto?

Gabriella se rasca la cabeza analizando la situación.

—  Si quieres yo puedo intentarlo, a veces a las mujeres se les dificulta un poco conducir — se ofrece Fabrizio.

Gabriella lo voltea a ver con las cejas levantadas.

—  Estás insinuando que no seré capaz de sacar el auto porque soy mujer y eso me hace mala conductora, pues déjame decirte que eso serán las mujeres en Italia porque yo sé conducir, cambiar una rueda y muchas cosas más. Entonces apártate y aprende.

Gabriella realiza tres maniobras y el auto está afuera — ¿Qué decías? — le dice bajándose y parándose junto a la puerta.

Una sonrisa de triunfo se dibuja en la cara de Gabriella. 

Fabrizio hace una reverencia, — Puedo subir o estoy castigado.

—Solamente si admites que soy buena conductora— Fabrizio se acercaba aumentando la ansiedad de Gabriella.

Ahora frente a frente el espacio entre ellos se hacía cada vez más pequeño y sin darse cuenta ya se estaban abrazando.

— Estás segura de iniciar algo que quizás no seamos capaces de frenar —la voz ronca de Fabrizio era como una caricia que le ponía los pelos de punta.

—No me mires así, porque en estos momentos no soy capaz de pensar con coherencia y deseo mucho más que besarte, Gabriella.

—  Si tú me besas, quizás, solo quizás me guste tanto y qué sé qué pueda pasar— responde ella

—  Entonces déjame besarte y tocarte más allá de lo permitido, regálame esta única noche— definitivamente ese que hablaba no era él.

Él no tenía sexo con desconocidas, ese no era su proceder, “qué diablos, ¡hazlo!, es solo sexo y mañana no la volverás a ver, así de simple”. La voz de su otro yo, fue más fuerte que sus intentos por razonar.

En el cuarto del hotel, un camino de prendas iba desde la estancia hasta la cama, donde Fabrizio besó cada centímetro del cuerpo de Gabriella. Por culpa de esos ojos y esas curvas, él perdió el control, tocarla, besarla se había convertido en una necesidad.

La piel de Gabriella ardía con cada toque de las caricias de Fabrizio, cómo negarse a ese placer cuando fue su cuerpo el que ganó la batalla, cuando la razón quiso asomarse a poner el orden. La lengua de Fabrizio tocaba cada pezón de forma lenta a la vez que una mano descendía hasta meterse dentro de su braga, pequeñas descargas recorrían el excitado cuerpo de Gabriella, que se contorsionaba cada vez que esos dedos presionaban el punto exacto.

Cada gemido de ella era acompañado de los rápidos y exactos movimientos de los dedos de Fabrizio, pero repentinamente él retira su mano, ella abre los ojos y cuando quiere pedir una explicación, siente como la boca de Fabrizio atrapa su clítoris.

— ¡aahhh!, qué haces... ¡oh siiii!, no se te ocurra parar ahora 

La respiración agitada de Gabriella se hacía más sonora, podía sentir cómo sus músculos se tensionan y una corriente se apoderó de su cuerpo emanando pequeñas descargas, la sensación era tal que temía por su salud, este hombre le iba a provocar un infarto, hasta que todo terminó en el orgasmo más grande que jamás haya sentido.

Y sin recuperarse aún, es invadida por el duro miembro de Fabrizio que se abre paso con cada empuje, una y otra vez, logrando sentirlo en todo su esplendor, provocando en ella miles de sensaciones indescriptibles.

 —  Mi stai facendo impazzire ... non voglio lasciarti.

“Por mí no te salgas nunca, esto es demasiado bueno” “¡santa madre, creo que no voy a poder superar esto!”, respondió mentalmente Gabriella a las palabras de Fabrizio.

En la habitación solo se escuchaban los jadeos de los dos, cada embestida de Fabrizio llevaba a Gabriella a un goce cada vez más alto, era como estar en una montaña rusa y no saber que te esperaba cada vez que estabas en lo más alto.

Él hacía muchos años o quizás nunca se había sentido tan pleno con alguien, era como si ella fuese el molde perfecto, ella lo llevaba hasta la cima dejándolo sin aire, sentir como su pene era apretado en su interior fue suficiente para dejarse llevar por el mejor orgasmo del que tenga memoria.

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