El beso acabó, pero ahora estaban en un dilema sin escapatoria.
— Mejor nos vamos— Gabriella se adelanta, su mente es un libro lleno de preguntas sin respuesta.
“¿Qué te está pasando Gabriella, por qué lo besaste? No busques problemas donde no los hay” “Tanto problema un beso, es solo eso, un beso, además mañana no lo volverás a ver en tu vida” “quizás debería aprovechar y permitirte otras cosas” esos no eran los consejos que espero escuchar por parte de su conciencia
Fabrizio la sigue, él también quedó perturbado por ese repentino beso.
— ¡Gabriella espera por favor! — ella se frena y lo espera.
— Si te sientes incómoda por lo que pasó, entiendo eso no debió pasar, me iré al hotel desde aquí yo solo, muchas gracias por el paseo me gustó mucho.
“Gabriella no lo dejes ir” su traicionera conciencia volvió a tomar la iniciativa.
— Olvidemos eso, no tiene importancia, sigamos conociendo la ciudad.
“¿por qué le hacía caso a su lado oscuro?”
Fabrizio no sabía qué decir, quería seguir disfrutando de la ciudad con ella, pero se le estaba volviendo más difícil no caer en sus encantos.
— Creo que es mejor que regrese al hotel — dijo poco convencido de su decisión.
— Está bien, ¿a dónde te llevo?
Fabrizio le da el nombre, ella abre los ojos por la sorpresa.
—¡Oh!, te gustan los lujos, eh, vamos a buscar el auto— Ella lo toma de la mano y vuelven a caminar por las atiborradas calles del lugar.
Al llegar donde está su auto ve que el carro de al lado está mal estacionado, lo que dificultará su salida.
— ¡Pero!, ¿quién sería el pelotudo que se estacionó así?! ¿Ahora como se supone que sacaré mi auto?
Gabriella se rasca la cabeza analizando la situación.
— Si quieres yo puedo intentarlo, a veces a las mujeres se les dificulta un poco conducir — se ofrece Fabrizio.
Gabriella lo voltea a ver con las cejas levantadas.
— Estás insinuando que no seré capaz de sacar el auto porque soy mujer y eso me hace mala conductora, pues déjame decirte que eso serán las mujeres en Italia porque yo sé conducir, cambiar una rueda y muchas cosas más. Entonces apártate y aprende.
Gabriella realiza tres maniobras y el auto está afuera — ¿Qué decías? — le dice bajándose y parándose junto a la puerta.
Una sonrisa de triunfo se dibuja en la cara de Gabriella.
Fabrizio hace una reverencia, — Puedo subir o estoy castigado.
—Solamente si admites que soy buena conductora— Fabrizio se acercaba aumentando la ansiedad de Gabriella.
Ahora frente a frente el espacio entre ellos se hacía cada vez más pequeño y sin darse cuenta ya se estaban abrazando.
— Estás segura de iniciar algo que quizás no seamos capaces de frenar —la voz ronca de Fabrizio era como una caricia que le ponía los pelos de punta.
—No me mires así, porque en estos momentos no soy capaz de pensar con coherencia y deseo mucho más que besarte, Gabriella.
— Si tú me besas, quizás, solo quizás me guste tanto y qué sé qué pueda pasar— responde ella
— Entonces déjame besarte y tocarte más allá de lo permitido, regálame esta única noche— definitivamente ese que hablaba no era él.
Él no tenía sexo con desconocidas, ese no era su proceder, “qué diablos, ¡hazlo!, es solo sexo y mañana no la volverás a ver, así de simple”. La voz de su otro yo, fue más fuerte que sus intentos por razonar.
En el cuarto del hotel, un camino de prendas iba desde la estancia hasta la cama, donde Fabrizio besó cada centímetro del cuerpo de Gabriella. Por culpa de esos ojos y esas curvas, él perdió el control, tocarla, besarla se había convertido en una necesidad.
La piel de Gabriella ardía con cada toque de las caricias de Fabrizio, cómo negarse a ese placer cuando fue su cuerpo el que ganó la batalla, cuando la razón quiso asomarse a poner el orden. La lengua de Fabrizio tocaba cada pezón de forma lenta a la vez que una mano descendía hasta meterse dentro de su braga, pequeñas descargas recorrían el excitado cuerpo de Gabriella, que se contorsionaba cada vez que esos dedos presionaban el punto exacto.
Cada gemido de ella era acompañado de los rápidos y exactos movimientos de los dedos de Fabrizio, pero repentinamente él retira su mano, ella abre los ojos y cuando quiere pedir una explicación, siente como la boca de Fabrizio atrapa su clítoris.
— ¡aahhh!, qué haces... ¡oh siiii!, no se te ocurra parar ahora
La respiración agitada de Gabriella se hacía más sonora, podía sentir cómo sus músculos se tensionan y una corriente se apoderó de su cuerpo emanando pequeñas descargas, la sensación era tal que temía por su salud, este hombre le iba a provocar un infarto, hasta que todo terminó en el orgasmo más grande que jamás haya sentido.
Y sin recuperarse aún, es invadida por el duro miembro de Fabrizio que se abre paso con cada empuje, una y otra vez, logrando sentirlo en todo su esplendor, provocando en ella miles de sensaciones indescriptibles.
— Mi stai facendo impazzire ... non voglio lasciarti.
“Por mí no te salgas nunca, esto es demasiado bueno” “¡santa madre, creo que no voy a poder superar esto!”, respondió mentalmente Gabriella a las palabras de Fabrizio.
En la habitación solo se escuchaban los jadeos de los dos, cada embestida de Fabrizio llevaba a Gabriella a un goce cada vez más alto, era como estar en una montaña rusa y no saber que te esperaba cada vez que estabas en lo más alto.
Él hacía muchos años o quizás nunca se había sentido tan pleno con alguien, era como si ella fuese el molde perfecto, ella lo llevaba hasta la cima dejándolo sin aire, sentir como su pene era apretado en su interior fue suficiente para dejarse llevar por el mejor orgasmo del que tenga memoria.
Siempre había escuchado que las mujeres de esta parte del mundo eran ardientes, pero ella es un infierno que quemaba hasta los huesos.Tuvieron tiempo para otras demostraciones cada una mejor que la anteriores, no quedó un lugar en el cuerpo de cada uno que no fuera explorado hasta la saciedad y como dos descontrolados que solo tenían una noche donde no podían parar el tiempo, se gastaron todas las municiones en un exceso de pasión desenfrenada.— Eres magnífica — le dice Fabrizio dándole un cálido beso en la frente.— Me tengo que ir — Fue la rápida respuesta de Gabriella, que sale de la cama en busca de su ropa, él también busca que ponerse y sale tras ella. Una vez estuvo lista, solo se despidió.— Adiós, Fabrizio, buen viaje.Esas palabras, aunque era lo esperado, le dejaron un mal sabor de boca, algo dentro de él no quería separarse de la mujer que acababa de conocer, no sabía nada de ella, pero en las últimas horas había logrado más que todas las mujeres con las que ha salido.
Florencia…De camino a una reunión, Fabrizio estaba muy concentrado leyendo unos documentos en su auto cuando la voz de su chofer le avisó:—Señor Falco, hay demasiado tráfico y no podré tomar otra ruta hasta la próxima cuadra.—Está bien, Enrico. Llamaré a Zia para que inicie ella la reunión.Mientras hablaba con su hermana, en la esquina vio pasar a una mujer que se parecía tanto a Gabriella. Pero eso no podía ser, porque ella estaba al otro lado del mundo.“Estás loco, Fabrizio. Ahora su imagen se escapó de tus sueños para andar por las calles de Florencia. Anda con cuidado, no sea que termines donde el loquero,” se recriminaba por enésima vez.Desde que llegó de su viaje, pensaba en Gabriella. Incontables las veces que ha tratado de borrar de su mente y de su piel las huellas de esa noche. ¡Claro que lo intentó!, pero fracasó. Esa mujer lo había marcado. Lleva meses tratando de olvidar esa noche. Ahora ella solo está en sus sueños, cuando llega como una visión: su cara, su cuerpo,
Sin más remedio se puso en marcha, pero antes dio una última mirada por el espejo retrovisor y sus ojos vieron a la mujer que ocupaba sus pensamientos últimamente.¡Gabriella! ¡Es Gabriella! Pero, ¿cómo podía ser eso? ¿Ella estaba en Italia?Fabrizio quedó atrapado entre el tráfico, ya no era posible retroceder y Nicola y sus amigos se habían ido. Pero de algo estaba seguro: esa era Gabriella. No podía estar equivocado. Sus ganas de verla no podían estar jugándole una broma. La mujer que estaba con su hermano y sus amigos era ella. ¿Pero cómo era eso posible? Parecía una locura, porque supuestamente Gabriella estaba en Argentina.El único que podía sacarlo de esa incertidumbre era su hermano, y eso tendría que ser mañana; hoy, gracias al fútbol, eso no era posible.Cada vez que jugaba “la Fiore,” el grupo de WhatsApp de los hermanos Falco era inundado por fotos y comentarios enviados por Nicola. La única que hacía comentarios era Zia, porque a Fabrizio le molestaba sobremanera. Pero h
La pregunta hizo que Zia tuviera un ataque de risa, llevándose una mano a la boca para intentar contenerse. No cabía duda de que solo a Nicola se le ocurría hacerle esa pregunta a Fabrizio sin miedo a morir.Fabrizio le lanzó una mirada penetrante a su hermano, sus labios apretados en una línea delgada.—Voy a hacer de cuenta que no preguntaste eso —dijo, manteniendo la calma, aunque su voz tenía un tono helado.—¿Y eso qué tiene? Igual te amaremos —insistió Nicola, con una sonrisa traviesa y encogiéndose de hombros.Fabrizio solo lo miró con una mezcla de exasperación y diversión, alzando una ceja.—Está bien, cerraré mi boca.—Me voy, tengo mucho que hacer en mi oficina —dijo Fabrizio, levantándose de su silla y estirando los hombros.—Pero no me dijiste qué viste para el cumpleaños de mamá —insistió Zia, frunciendo el ceño.—Yo te dije que de eso no sabía. Nos vemos —respondió Fabrizio, saliendo de la oficina.Zia rodó los ojos, con una expresión de resignación.—¿Tú sí me ayudarás
Veinte minutos después llegaron al local de Gabriella, que estaba bastante concurrido.—Hola, Nicola, qué gusto verte —saludó Gabriella, acercándose a Nicola y sus acompañantes con una sonrisa radiante.—Hola, Gabriella. Te presento a mi hermana Zia y Ambra... una amiga —respondió Nicola, señalando a las dos mujeres con un gesto de la mano.—Encantada de conocerlas. Pero sigan por aquí, tengo una mesa libre —dijo Gabriella, guiándolos hacia un costado del local donde había una terraza al aire libre, parte de las remodelaciones que ella había hecho.Zia miraba alrededor con admiración, sus ojos recorriendo cada detalle del lugar.—Este lugar es precioso. Creo que alguna vez entré aquí, pero no lucía así —dijo Zia, con una sonrisa de aprobación.—Digamos que sufrió algunos cambios —respondió Gabriella, orgullosa—. Ya les traigo el menú y algo para que se antojen.Al poco rato, uno de los dependientes trajo el menú y las degustaciones prometidas por Gabriella. Hicieron sus respectivos pe
Fabrizio se dejó llevar, resignado. Su madre siempre iba a buscarle una mujer para presentarle, con la esperanza de que se involucrara de alguna manera. Pero eso estaba lejos de suceder. La única mujer que le interesaba no estaba allí, y cada vez le urgía más saber su paradero. Durante su estancia en Génova pensó muchas veces en la manera de encontrarla, hasta se imaginó preguntándole a Nicola sin tapujos, aunque eso significaba acabar con su privacidad respondiendo las preguntas fuera de lugar de su hermano.Fabrizio y su madre se acercaron al grupo de mujeres. Él intentaba mantener una expresión neutral, aunque su mente estaba llena de preguntas y su corazón latía con fuerza.Uno de los meseros se acercó al grupo con algunos de los últimos ágapes enviados desde la cocina. Fabrizio hizo un ademán rechazando el ofrecimiento, pero su madre lo detuvo.—Deberías probarlos, te aseguro que no te arrepentirás —sugirió Elisa, con una sonrisa persuasiva.Solo por darle gusto, Fabrizio tomó la
Fabrizio la miró con intriga, con sus cejas levantadas.—Es que cuando conocí a Nicola, se pareció mucho a ti. Lo mismo tu padre, además de que creo haberte visto en la calle alguna vez. Entonces pensé que me estaba enloqueciendo por verte en cada hombre —explicó Gabriella, con una sonrisa tímida.—Me alegra tanto verte de nuevo, Gabriella. ¿Desde cuándo estás en Florencia? —preguntó Fabrizio, con su voz llena de curiosidad y alivio.—Ya llevo más de un mes —respondió ella, encogiéndose de hombros.—Entonces si eras la mujer que vi una vez cruzando la calle. Al igual que tú, pensé que era una locura —dijo Fabrizio, con una leve sonrisa, recordando ese momento.Después de mucho querer verse, soñar en lo que harían, estaban allí incómodos, ansiosos y con las ganas que brotaban de sus ojos.—¿Entonces qué te trae a Italia? —fue la mágica pregunta de Fabrizio, como si no tuviera cosas más interesantes que preguntar.—Asuntos familiares —respondió Gabriella, tratando de mantener la compost
Fabrizio no contestó. En cambio, soltó otra pregunta.—¿Te gusta Nicola?Gabriella dejó caer la mandíbula del asombro.—¿Qué? ¡Claro que no! Solo somos amigos. ¿Por qué preguntas eso? —respondió, con una risa nerviosa.—¿Y él tiene eso tan claro como tú? —insistió Fabrizio, con una mirada intensa.—Sí, eso creo —respondió Gabriella, achicando la mirada, tratando de entender el motivo de las preguntas.—Un “creo” no me sirve, tienes que estar segura —dijo Fabrizio, en un tono serio.Gabriella no se percató de que el auto ya se había detenido frente a su casa. En su cabeza, trataba de entender las preguntas que para ella carecían de sentido.—No entiendo el punto. ¿Por qué te preocupa que tu familia sepa que nos conocemos? —preguntó, frunciendo el ceño.—No quiero malentendidos. Él es mi hermano y eso, está por encima de cualquier cosa —respondió Fabrizio, con una voz firme.—¿Eso quiere decir que tu familia no puede saber que nos conocimos en Argentina? —preguntó Gabriella, con una mez