Fabrizio no contestó. En cambio, soltó otra pregunta.—¿Te gusta Nicola?Gabriella dejó caer la mandíbula del asombro.—¿Qué? ¡Claro que no! Solo somos amigos. ¿Por qué preguntas eso? —respondió, con una risa nerviosa.—¿Y él tiene eso tan claro como tú? —insistió Fabrizio, con una mirada intensa.—Sí, eso creo —respondió Gabriella, achicando la mirada, tratando de entender el motivo de las preguntas.—Un “creo” no me sirve, tienes que estar segura —dijo Fabrizio, en un tono serio.Gabriella no se percató de que el auto ya se había detenido frente a su casa. En su cabeza, trataba de entender las preguntas que para ella carecían de sentido.—No entiendo el punto. ¿Por qué te preocupa que tu familia sepa que nos conocemos? —preguntó, frunciendo el ceño.—No quiero malentendidos. Él es mi hermano y eso, está por encima de cualquier cosa —respondió Fabrizio, con una voz firme.—¿Eso quiere decir que tu familia no puede saber que nos conocimos en Argentina? —preguntó Gabriella, con una mez
Las risas provenientes de la cocina llegaban hasta el exterior. No era usual que su padre riera a carcajadas. Fabrizio pensó que la pequeña Sara, la hija de Zia, estaba en casa, pero a medida que se acercaba escuchó que la conversación era en español y un acento argentino sobresalía de entre las voces. De repente, sintió cómo su estómago se encogía y sus pulsaciones aumentaban de manera frenética al saber quién era la mujer que con toda seguridad estaba en la cocina. Fabrizio no podía creer su suerte. “¿Es realmente Gabriella la que está en la cocina con mi madre?”, pensaba, mientras sus pasos se volvían más rápidos y decididos.Gabriella tan temprano en su casa ¡Santo Dios! Fabrizio se preparó mentalmente para lo que sería su día, hoy tener a Gabriela cerca iba a ser todo un reto, todas sus barreras desaparecen cuando la tiene frente a él. Su figura, su cara, su boca, esa boca que quiere morder y que lo vuelve loco; no sabía cómo, pero tenía que aguantarse las ganas de saltar sobre e
Ambra saludó a todos con una sonrisa cálida, y Nicola no pudo evitar sentir una punzada de nerviosismo al estar tan cerca de ella. La reunión familiar estaba completa, y la tarde prometía estar llena de risas, conversaciones y, quién sabe, tal vez algunos momentos inesperados.Todos en el comedor disfrutaban de una amena conversación y el almuerzo. Los presentes alabaron el risotto preparado por Gabriella. Ella agradeció los comentarios, pero además agregó:—Pueden creer que una vez en Buenos Aires, en el restaurante donde trabajaba, un cliente me devolvió este plato porque según él estaba mal hecho.Fabrizio se puso rígido ante el comentario y le lanzó una mirada amenazante.—Te puedo asegurar que esa persona no sabe nada de cocina —comentó Dante, con una sonrisa.—Eso mismo, pensé yo, pero igual tocó enviarle otro risotto. Ya saben lo que dicen, el cliente siempre tiene la razón —dijo Gabriella, con la mirada fija en Fabrizio.Después del almuerzo, todos se fueron al jardín junto a
Imposible guardar la compostura cuando ella lleva su mano hasta su pelvis para tocar la dureza de su miembro que palpita dentro del pantalón. Gabriella se sentía arder, como si estuviera dentro de un horno a mil grados centígrados. El bañador fue bajado quedando atascado en la cintura solo para que la anhelante boca de Fabrizio se posara en los pechos descubiertos de Gabriella que moría por sentir su cuerpo desnudo pegado al suyo.Cuando Fabrizio quiere retirar el bañador que se está convirtiendo en un verdadero estorbo, Gabriella es presa de un súbito ataque de orgullo y habló en el idioma que mejor se defendía cuando estaba molesta.— ¡NO! ¡Ni en pedos, pará! — Gabriella recompone la prenda para seguir hablando —. No vamos a repetir lo sucedido en Buenos Aires. Y me tenés reloca con tus comentarios fuera de lugar acerca de mi relación con Nicola, ¿y ahora me quieres coger? ¡Vos si sos descarado!¡Estoy hasta el horno con vos! ¡ándate que no te quiero ver!Fabrizio se quedó atónito,
Nicola regresó con Gabriella, quien sonreía ampliamente. Al verla, el corazón de Fabrizio dio un vuelco y sintió una punzada de dolor y deseo.Zia se apresuró a saludar a la recién llegada.—¡Gabriella, me alegra mucho verte! ¿Cómo va todo? Aún me debes una visita —dijo Zia, con una sonrisa amplia.—¡Oh, Zia! Lo siento, sé que te prometí una visita, pero he tenido tanto trabajo que ni te imaginas. Pero no lo he olvidado —respondió Gabriella, con una sonrisa apenada.Fabrizio tragó saliva y se obligó a sonreír. La batalla interna de Fabrizio continuaba. Sabía que no podía seguir así, tenía que tomar una decisión.“¿Luchar por ella? ¿Pero cómo, cuando el rival es su hermano?”, pensaba Fabrizio, sintiendo una mezcla de frustración y desesperanza.Fabrizio permaneció en silencio, con la mirada inmersa en los documentos que tenía en su mano, aunque no les prestaba atención. Pero si algo tenía Gabriella, era buena educación, y saludó al hombre sin sentimientos que tenía enfrente.—Hola, Fab
El sonido del celular distrajo a Gabriella por un instante. Un número desconocido llamaba. Dudó en contestar, pero pensó que podía ser algún nuevo cliente.—Aló —dijo Gabriella, con cautela.—Gabriella, necesitamos hablar. ¿Estás en casa? —Esa voz paralizó su corazón. ¿Fabrizio?—Sí, pero...—Estoy afuera. Abre la puerta. —La petición sonó como una orden para ser cumplida de inmediato.¡Oh por Dios! ¿Por qué está aquí? ¿Cómo diablos consiguió mi número? Este pibe está loco y yo más por dejarlo entrar. La emoción invadió su cuerpo y el tiempo que duró en llegar hasta la puerta le pareció una eternidad. En su mente repetía, una y otra vez, “Calmada, que su cara de dios griego no te afecte,” como si fuera fácil, cuando lo único que ha querido desde que lo volvió a ver es tenerlo como dios lo trajo al mundo. Y era completamente consciente de que, si él le ponía una mano encima, sería su perdición.Sin más escapatoria, fue a abrir la puerta.—Hola, ¿puedo pasar? —preguntó Fabrizio, con una
Mientras batía unas claras para un postre, la mente de Gabriella volaba lejos de allí. No podía entender a Fabrizio y su extraña actitud. Desde su último encuentro hace una semana, no había sabido de él; era como si la tierra se lo hubiera tragado.“¿Pero por qué tenía que preocuparse por este pibe? Que haga lo que quiera, no me importa,” pensaba, buscando compostura.El negocio de Gabriella cada vez tomaba más renombre y las solicitudes para ser chef en eventos privados de la alta élite florentina aumentaban considerablemente. Tanto así que Vito, su empleado en el café, se convirtió en su ayudante en los eventos. Pero a este paso, necesitaría otro ayudante, ya que cada vez eran más grandes los pedidos que atender.—Hola, ¿hay alguien por aquí? —Una voz conocida se escuchó en la cocina, y Gabriella salió del cuarto de suministros.—¡Nicola! Hola, ¿cómo estás? Me gusta verte —dijo Gabriella, saliendo al encuentro de su amigo, al que no veía hace muchos días. Su sonrisa iluminaba su ros
Los tres siguieron trabajando, olvidando el asunto, hasta que Nicola se dirigió a su escritorio en busca de unos documentos. Su atención se centró en las flores que hacía rato había traído Marcia. Se acercó a ver con detalle y sus ojos se fueron agrandando poco a poco al reconocer de qué se trataba. Ahora entendía la reacción de Marcia.—¡Demonios! Ahora sí, se pasaron tus admiradoras. A esto le llamo yo creatividad —dijo Nicola, riendo.—¿Nicola, de qué rayos estás hablando? —preguntó Zia, acercándose.—¡Zia, ven acá y mira esto!—¿Qué pasa con las flores? —dijo Zia, que no veía nada fuera de lugar—. ¿Son de plástico?—¡Mira bien! —la risa de Nicola se hizo más sonora.—¡Oh por Dios! —la risa de Zia fue incontenible —. Esto es fenomenal — Zia, continúo riendo a carcajadas, acompañando a Nicola que sostenía su estómago al reír.—¿Qué les pasa a ustedes dos con las benditas flores? —exclamó Fabrizio, frunciendo el ceño.Nicola tomó las flores y fue hasta donde estaba Fabrizio, poniéndo