Gabriella salió de la cocina y se dirigió a la mesa siete. Aun de espaldas, podía reconocer quién era el hombre de la mesa siete. Cuando vio a Fabrizio sentado allí, su corazón dio un vuelco.“Así que viniste a verme,” pensó Gabriella, sintiendo una mezcla de alivio y nerviosismo.—Esta vez no cambiaré tu comida tan fácilmente —dijo Gabriella, cuando llegó frente a Fabrizio, cruzando los brazos.Fabrizio levantó la vista y sus ojos se encontraron con los de ella. Una chispa de reconocimiento y emoción pasó entre ambos.—No quiero cambiar la comida, solo hablar con el chef, y la mejor manera es decir que la comida está mal. ¿Podemos hablar? —respondió Fabrizio, con una leve sonrisa, levantando una ceja.El tambor en su pecho retumbaba mucho más. Si decía que no, se arrepentiría más tarde, y si decía que sí, también. No importaba cuál fuera la respuesta, el resultado sería igual.—Sí, pero me tienes que esperar, estoy ocupada en la cocina —dijo Gabriella, suspirando profundamente.—No m
Gabriella es una chica alta y subida en el escalón de la entrada, quedaba a la misma altura que Fabrizio, lo que facilitó que sus miradas quedaran atrapadas, ninguno de los dos se movió, la cara de Fabrizio se inclinó para besar la mejilla de ella en un beso que quemó. Gabriella quiso hablar, pero sus labios solo se abrieron un poco, gesto que fue suficiente para que Fabrizio clavara su mirada en ellos, la frente de Fabrizio descansó sobre la de ella, en este momento estaba haciendo uso de todo su control, sentía que podía morir, daría todo por besarla una vez más, porque se repitiera esa noche en Buenos Aires.— Fabrizio...tu... quieres entrar — las palabras de Gabriella fueron un tímido susurro.— Gabriella, si entro a tu casa no te aseguro que pueda seguir controlándome.Gabriella se apartó para mirarlo con decisión, sus ojos tenían ese brillo especial y enigmático que lo arrastraban hasta perder la razón.— Yo no te estoy invitando para que te controles, además que hay de malo
En los días siguientes, en su oficina, Fabrizio no mantenía su acostumbrada concentración. De su mente no podía apartar los recuerdos de la noche pasada con Gabriella. Pasó lo que él creía imposible: volverla a ver, volver a tocar su cuerpo; fue lo que anheló por meses.—Fabrizio, ¿qué opinas de la propuesta que se les enviará a los viñedos de España? Creo que con eso están cubiertas todas las solicitudes del cliente —dijo Nicola, esperando la respuesta de su hermano.Nicola notó que Fabrizio lucía un poco distraído, algo que había notado en esta semana. Algo debía estarle pasando porque él no era de los que se distraía, y mucho menos cuando se trataba de negocios.Al ver que no había respuesta por parte de Fabrizio, Nicola llamó su atención golpeando su brazo.—Nicola, ¡qué te pasa, por qué me pegas!—Porque parece que estoy hablando con la pared. ¿Repite lo último que dije?Fabrizio buscó en su cabeza y no encontró la respuesta. Su mente en ese momento estaba ocupada por los pensami
Había llegado el día en que Gabriella visitó a Zia. En la cocina, los hijos de Zia llevaban pequeños delantales y sus caras estaban sucias de harina, mientras Gabriella les enseñaba a cortar galletas en forma de dinosaurios. Zia tomó varias fotografías como recuerdo del momento divertido de sus hijos, porque hasta Adriano reía, y subió una al chat familiar.Chat familiar:Elisa: [[¿Gabriella está en tu casa? Parece que la están pasando muy bien.]]Nicola: [[Yo quiero de lo que están cocinando.]]Zia: [[El que quiera tiene que venir. Vengan y cenen en mi casa, están invitados.]]Elisa: [[Ya voy.]]Nicola: [[Yo también.]]Al cabo de un rato, a la casa de Zia llegaron los invitados a comer. En la amplia cocina se respiraba un ambiente cálido y familiar. Gabriella se sentía tan cómoda con todos ellos, era como si los conociera de siempre. Pero la verdad, le faltaba algo, aunque no sabía qué.Fabrizio leyó todos los mensajes del chat familiar una vez terminó una reunión con unos clientes.
Fabrizio llegó directo a encerrarse en su oficina. Marcia solo vio pasar a su jefe, que escasamente contestó a su saludo, e inmediatamente supo que no estaba de buen humor. ¡Qué humor iba a tener!, si había escuchado a Nicola decir que le gustaba alguien y todo apuntaba a que era Gabriella. Fabrizio sentía que el aire se volvía denso, casi irrespirable.—¡Maldita sea! —gritó Fabrizio, tirando un montón de papeles al suelo con una fuerza que mostraba su frustración contenida.Afuera, Marcia escuchó un ruido estrepitoso proveniente de la oficina de Fabrizio y salió pronto a ver qué sucedía. Sus pasos apresurados resonaron en el pasillo.Los ojos de Marcia recorrieron el lugar. Había cosas esparcidas por todo el piso y su jefe estaba apoyado con las manos temblorosas sobre el escritorio, su rostro descompuesto por la ira y la desesperación.—Señor Falco, ¿pasa algo? ¿Necesita que le traiga un vaso con agua? —preguntó Marcia, preocupada, con el ceño fruncido y los ojos abiertos de par en
Nicola encontró la mirada intensa de su hermano y supo que no podría evadir la pregunta.—Con Gabriella —respondió Nicola, con una expresión neutral, pero su tono firme.“Esto no puede ser cierto,” pensó Fabrizio, sintiendo un torrente de emociones conflictivas.—¿Vas con Gabriella? ¿Por qué? ¿Por qué con ella? ¿Qué pasa entre ustedes? ¿Y el viaje a Sicilia, dónde quedó? —Las preguntas de Fabrizio salieron una tras otra, su rostro pasaba con facilidad de la ansiedad a la desesperación.Nicola respiró hondo, manteniendo la calma ante la avalancha de preguntas.—De todo lo que preguntaste, ¿qué quieres que te responda primero? —respondió Nicola, mirándolo con paciencia y firmeza.Fabrizio no contestó, solo se limitó a mirar a Nicola en espera de una respuesta que pudiera calmar su alma.—No sé cuál es tu interés, pero te diré que voy con Gabriella porque ella tiene un evento allá y, como no conoce el área, me ofrecí acompañarla. En cuanto al viaje a Sicilia, ya hablé con Alonzo y quedam
En el café, Gabriella tenía un día de locos. Su negocio recibía cada día más clientela, y las solicitudes para eventos privados marchaban muy bien. Su nombre poco a poco se había ido colando entre la sociedad de Florencia. Sus clientes adinerados no escatimaban en gastos a la hora de contratar sus servicios como chef privado. Nunca pensó que el evento en la casa de los Falco fuera tan beneficioso. Sobre todo, no tuvo que invertir un peso en publicidad. Todo había sido por recomendación. Los clientes llegaban al café para conocerla, probaban los productos y se hacían una idea de lo bueno que estaban consumiendo. Pero era la personalidad cálida y el profesionalismo de Gabriella lo que convencía a sus clientes de contratar sus servicios. Su sueño siempre fue tener un restaurante, pero la vida le mostró otro camino para mostrar su talento, y lo iba a aprovechar al máximo.Cuando al fin tuvo un respiro, uno de los meseros le dijo que el cliente de la mesa cinco quería hablar con ella si er
Muy temprano en el café, Gabriella, Vito y un nuevo integrante del equipo terminaron de alistar todo en la camioneta para salir rumbo a Siena. Aunque hubo un ligero cambio de planes, al final no afectó su itinerario. Además, contaban con un buen equipo y Salvatore, el otro ayudante, era oriundo de esa región, así que llegarían a su destino sin perder tiempo.Las miradas de las personas en la recepción del edificio de Bioingeniería Falco se posaron en el hombre que cruzaba la puerta, vestido de forma casual, con un pantalón que se adhería en los lugares justos, los dos primeros botones de la camisa sin abrochar y gafas de sol. Las mujeres murmuraban una vez que pasó rumbo al ascensor.—Buenos días —dijo una voz en la sala de las oficinas de la presidencia.—Buenos... —Malena se quedó sin habla por un momento, sus ojos se abrieron de par en par. —¿Señor Falco? —Malena parpadeó repetidas veces, buscando aclarar su visión, ya que creía estar ante una ilusión.—Malena, venga a la oficina.