El sonido del celular distrajo a Gabriella por un instante. Un número desconocido llamaba. Dudó en contestar, pero pensó que podía ser algún nuevo cliente.—Aló —dijo Gabriella, con cautela.—Gabriella, necesitamos hablar. ¿Estás en casa? —Esa voz paralizó su corazón. ¿Fabrizio?—Sí, pero...—Estoy afuera. Abre la puerta. —La petición sonó como una orden para ser cumplida de inmediato.¡Oh por Dios! ¿Por qué está aquí? ¿Cómo diablos consiguió mi número? Este pibe está loco y yo más por dejarlo entrar. La emoción invadió su cuerpo y el tiempo que duró en llegar hasta la puerta le pareció una eternidad. En su mente repetía, una y otra vez, “Calmada, que su cara de dios griego no te afecte,” como si fuera fácil, cuando lo único que ha querido desde que lo volvió a ver es tenerlo como dios lo trajo al mundo. Y era completamente consciente de que, si él le ponía una mano encima, sería su perdición.Sin más escapatoria, fue a abrir la puerta.—Hola, ¿puedo pasar? —preguntó Fabrizio, con una
Mientras batía unas claras para un postre, la mente de Gabriella volaba lejos de allí. No podía entender a Fabrizio y su extraña actitud. Desde su último encuentro hace una semana, no había sabido de él; era como si la tierra se lo hubiera tragado.“¿Pero por qué tenía que preocuparse por este pibe? Que haga lo que quiera, no me importa,” pensaba, buscando compostura.El negocio de Gabriella cada vez tomaba más renombre y las solicitudes para ser chef en eventos privados de la alta élite florentina aumentaban considerablemente. Tanto así que Vito, su empleado en el café, se convirtió en su ayudante en los eventos. Pero a este paso, necesitaría otro ayudante, ya que cada vez eran más grandes los pedidos que atender.—Hola, ¿hay alguien por aquí? —Una voz conocida se escuchó en la cocina, y Gabriella salió del cuarto de suministros.—¡Nicola! Hola, ¿cómo estás? Me gusta verte —dijo Gabriella, saliendo al encuentro de su amigo, al que no veía hace muchos días. Su sonrisa iluminaba su ros
Los tres siguieron trabajando, olvidando el asunto, hasta que Nicola se dirigió a su escritorio en busca de unos documentos. Su atención se centró en las flores que hacía rato había traído Marcia. Se acercó a ver con detalle y sus ojos se fueron agrandando poco a poco al reconocer de qué se trataba. Ahora entendía la reacción de Marcia.—¡Demonios! Ahora sí, se pasaron tus admiradoras. A esto le llamo yo creatividad —dijo Nicola, riendo.—¿Nicola, de qué rayos estás hablando? —preguntó Zia, acercándose.—¡Zia, ven acá y mira esto!—¿Qué pasa con las flores? —dijo Zia, que no veía nada fuera de lugar—. ¿Son de plástico?—¡Mira bien! —la risa de Nicola se hizo más sonora.—¡Oh por Dios! —la risa de Zia fue incontenible —. Esto es fenomenal — Zia, continúo riendo a carcajadas, acompañando a Nicola que sostenía su estómago al reír.—¿Qué les pasa a ustedes dos con las benditas flores? —exclamó Fabrizio, frunciendo el ceño.Nicola tomó las flores y fue hasta donde estaba Fabrizio, poniéndo
Gabriella salió de la cocina y se dirigió a la mesa siete. Aun de espaldas, podía reconocer quién era el hombre de la mesa siete. Cuando vio a Fabrizio sentado allí, su corazón dio un vuelco.“Así que viniste a verme,” pensó Gabriella, sintiendo una mezcla de alivio y nerviosismo.—Esta vez no cambiaré tu comida tan fácilmente —dijo Gabriella, cuando llegó frente a Fabrizio, cruzando los brazos.Fabrizio levantó la vista y sus ojos se encontraron con los de ella. Una chispa de reconocimiento y emoción pasó entre ambos.—No quiero cambiar la comida, solo hablar con el chef, y la mejor manera es decir que la comida está mal. ¿Podemos hablar? —respondió Fabrizio, con una leve sonrisa, levantando una ceja.El tambor en su pecho retumbaba mucho más. Si decía que no, se arrepentiría más tarde, y si decía que sí, también. No importaba cuál fuera la respuesta, el resultado sería igual.—Sí, pero me tienes que esperar, estoy ocupada en la cocina —dijo Gabriella, suspirando profundamente.—No m
Gabriella es una chica alta y subida en el escalón de la entrada, quedaba a la misma altura que Fabrizio, lo que facilitó que sus miradas quedaran atrapadas, ninguno de los dos se movió, la cara de Fabrizio se inclinó para besar la mejilla de ella en un beso que quemó. Gabriella quiso hablar, pero sus labios solo se abrieron un poco, gesto que fue suficiente para que Fabrizio clavara su mirada en ellos, la frente de Fabrizio descansó sobre la de ella, en este momento estaba haciendo uso de todo su control, sentía que podía morir, daría todo por besarla una vez más, porque se repitiera esa noche en Buenos Aires.— Fabrizio...tu... quieres entrar — las palabras de Gabriella fueron un tímido susurro.— Gabriella, si entro a tu casa no te aseguro que pueda seguir controlándome.Gabriella se apartó para mirarlo con decisión, sus ojos tenían ese brillo especial y enigmático que lo arrastraban hasta perder la razón.— Yo no te estoy invitando para que te controles, además que hay de malo
En los días siguientes, en su oficina, Fabrizio no mantenía su acostumbrada concentración. De su mente no podía apartar los recuerdos de la noche pasada con Gabriella. Pasó lo que él creía imposible: volverla a ver, volver a tocar su cuerpo; fue lo que anheló por meses.—Fabrizio, ¿qué opinas de la propuesta que se les enviará a los viñedos de España? Creo que con eso están cubiertas todas las solicitudes del cliente —dijo Nicola, esperando la respuesta de su hermano.Nicola notó que Fabrizio lucía un poco distraído, algo que había notado en esta semana. Algo debía estarle pasando porque él no era de los que se distraía, y mucho menos cuando se trataba de negocios.Al ver que no había respuesta por parte de Fabrizio, Nicola llamó su atención golpeando su brazo.—Nicola, ¡qué te pasa, por qué me pegas!—Porque parece que estoy hablando con la pared. ¿Repite lo último que dije?Fabrizio buscó en su cabeza y no encontró la respuesta. Su mente en ese momento estaba ocupada por los pensami
Había llegado el día en que Gabriella visitó a Zia. En la cocina, los hijos de Zia llevaban pequeños delantales y sus caras estaban sucias de harina, mientras Gabriella les enseñaba a cortar galletas en forma de dinosaurios. Zia tomó varias fotografías como recuerdo del momento divertido de sus hijos, porque hasta Adriano reía, y subió una al chat familiar.Chat familiar:Elisa: [[¿Gabriella está en tu casa? Parece que la están pasando muy bien.]]Nicola: [[Yo quiero de lo que están cocinando.]]Zia: [[El que quiera tiene que venir. Vengan y cenen en mi casa, están invitados.]]Elisa: [[Ya voy.]]Nicola: [[Yo también.]]Al cabo de un rato, a la casa de Zia llegaron los invitados a comer. En la amplia cocina se respiraba un ambiente cálido y familiar. Gabriella se sentía tan cómoda con todos ellos, era como si los conociera de siempre. Pero la verdad, le faltaba algo, aunque no sabía qué.Fabrizio leyó todos los mensajes del chat familiar una vez terminó una reunión con unos clientes.
Fabrizio llegó directo a encerrarse en su oficina. Marcia solo vio pasar a su jefe, que escasamente contestó a su saludo, e inmediatamente supo que no estaba de buen humor. ¡Qué humor iba a tener!, si había escuchado a Nicola decir que le gustaba alguien y todo apuntaba a que era Gabriella. Fabrizio sentía que el aire se volvía denso, casi irrespirable.—¡Maldita sea! —gritó Fabrizio, tirando un montón de papeles al suelo con una fuerza que mostraba su frustración contenida.Afuera, Marcia escuchó un ruido estrepitoso proveniente de la oficina de Fabrizio y salió pronto a ver qué sucedía. Sus pasos apresurados resonaron en el pasillo.Los ojos de Marcia recorrieron el lugar. Había cosas esparcidas por todo el piso y su jefe estaba apoyado con las manos temblorosas sobre el escritorio, su rostro descompuesto por la ira y la desesperación.—Señor Falco, ¿pasa algo? ¿Necesita que le traiga un vaso con agua? —preguntó Marcia, preocupada, con el ceño fruncido y los ojos abiertos de par en