Kian anhela encontrar el amor de su vida, aquella ficha importante que hace falta en su mundo para complementarlo y ser tan feliz como sus amigos lo están siendo con sus respectivos matrimonios, pero la búsqueda del amor ha salido desastrosa, por lo que empieza a creer que se quedará solo lo que le resta de vida, siendo el tío guapo, divertido y millonario. No obstante, una noche conocerá a una chica con cara de ángel y mirada perversa, que, sin saber, se convertirá en su mayor tentación, como una presencia nociva que hará que su mundo dé vueltas y sienta ansias de consumirla sin parar. Annika es peligro, adicción y sensualidad; una combinación mortal para él y sus deseos de ser feliz.
Leer másKian paseó la fusta por las piernas de la joven en completo silencio, acariciándola con suma suavidad y haciendo que ella se estremeciera. El cuero era duro, pero la caricia hacia que el material fuese hecho de plumas. Recorrió sus muslos, las piernas, el vientre, su sexo, su vientre y estimuló sus pezones aprensados por las pinzas, su cuello, antes de volver a descender por su cuerpo y acariciar cada parte con total calma y suavidad, arrebatándole finos gemidos a la joven.Se detuvo por unos instantes en su sexo y frotó ejerciendo poca presión, dejando una palmadita suave que la hizo sacudir y empaparse un poco más de ser posible. Ella se veía tan relajada envuelta en las caricias que, sin siquiera darle aviso, dejó el primer azote entre sus muslos, arrancándole un sonoro grito que lo hizo estremecer y endurecerse aun más.El resquemor quedó latiendo en su piel, pero lejos de sentir un dolor agudo, solo pudo sentir un inmenso placer recorrerla entera, así que, cuando el segundo azote
Annika se despojó de su ropa con lentitud, bajo la atenta mirada del hombre que no dejaba de mirarla con un hambre voraz y una salvaje calma que le hacía hervir la sangre a más no poder. Su corazón latía cada vez más errático y no iba a negar que tan solo con esa mirada fija en su cuerpo la tenía caliente y a punto de hacer ebullición.Se quitó las zapatillas, seguido de las medias, el jean, el saco y la corta blusa que siempre usaba bajo la camisa del trabajo. No solía usar sostén, por lo que sus pequeños y perfectos senos quedaron al aire y a completo deleite de Kian, quien se relamió los labios al ver los pezones rodeados de aquellas joyas incrustadas y pensó que en efecto esa noche sí haría su fantasía realidad. Un par de pinzas y unas cuerdas harían que el dolor y el placer fuera súbito.Por último, se quitó la única prenda que quedaba en su cuerpo y se adentró a la ducha en completo silencio, abriendo la llave que indicaba era la caliente. Suspiró al sentir el agua recorrer su c
Se separaron y se miraron en completo silencio por largos segundos, en los que apenas podían controlarse. Al final, Kian le sonrió y ella le devolvió el gesto, antes de ser tomada de la cintura y arrastrada al interior del vehículo.El hombre no tardó en ponerse en marcha hacia su apartamento, enumerando en su mente una a una las cosas que le haría mientras conducía por las solitarias calles y le daba miradas de tanto en tanto.Annika aprovechó el silencio para nada incómodo que se había formado y le envió un mensaje a su amiga, diciéndole que no se uniría al bar como habían quedado y le aseguró que después le enviaría su ubicación una vez llegaran a su destino. Reía por lo bajo en cuanto la rubia le envió una sarta de mensajes obscenos que le sacaron risas incontrolables.Kian la observaba de reojo y sonreía para sus adentros, después de todo, esa chica no era una fantasma como lo había llegado a creer su cabeza de tanto que la pensaba y más luego de sus infructuosos intentos de enco
—Esto es ridículo, Annika —se quejó la rubia, tratando de acomodarse la peluca castaña lo mejor posible—. Por más que nos cubramos seguimos siendo nosotras, además de que, si ya nos vieron, es inútil tratar de encubrir nuestra identidad ahora.—Eso ya lo sé, pero no podemos hacer mucho. Hay dos posibilidades: que sean los hombres de mi hermano o que solo sea un hombre del común que pasaba por la calle y quería preguntarnos alguna cosa —dijo, encogiéndose de hombros.—Ya, y nos iba a preguntar la hora —bufó, haciendo reír a su amiga.—Quiero creer que era eso y no la primera posibilidad —fue todo lo que dijo, viendo su reflejo en el espejo—. Lo único que tenemos a nuestro favor es que hemos usado pupilentes todo este tiempo, así que, con que nos cambiemos el color de cabello de vez en cuando, no hay tanto problema. Muchas mujeres se lo pintan con frecuencia.No muy convencida y refunfuñando, Alenka se dejó poner los pupilentes antes de salir del apartamento, siendo mucho más cautelosas
Kian no entendía lo que le pasaba, pero se trataba de consolar diciéndose a sí mismo que la chica lo ponía caliente y que el sexo con ella era algo que no solía encontrar de buenas a primeras. Trataba de hacerse cree que no había más, pero en lo más profundo de su ser ansiaba encontrarla de nuevo y verificar todo lo que en ese momento pensaba y no se atrevía a decir en voz alta.Las siguientes noches se vio asistiendo al club exclusivo al que iba con sus amigos, pero de nuevo estaba fallando en la misión de encontrarla.Parecía que buscaba un fantasma que jamás se dejaría ver, pero que había dejado un pequeño y significativo rastro, por lo que él se empeñaba en seguirle la pista hasta dar con ella.¿Tanta molestia valía la pena? Ya no sabía qué creer. Ciertamente quería pasar una segunda noche y, ahora que estaba en sus dominios, quitarse las ganas haciéndole todo lo que tenía en mente y esa única noche no pudo. Quizás de esa manera pasaba página con la chiquilla y seguía en la búsque
Un mes había pasado desde que Kian había tenido su último encuentro sexual y, aunque viajó un par de veces a Londres por cuestiones de trabajo y se hospedó en el mismo hotel donde había conocido a aquella chica misteriosa y que tanto tenía en el pensamiento con la esperanza de encontrarse con ella y liberar toda la tensión que tenerla en la mente le causaba, ella nunca apareció ni en el hotel ni en el bar.Era como si nunca hubiese pasado nada y esa chica fuese parte de su imaginación, algo que empezó cuestionarse si todo había sido una muy bien vivida fantasía.Nunca había tenido problemas con el sexo, hacía mucho había dejado de ser tan hormonal y se permitía disfrutarlo cuando realmente lo necesitaba o encontraba una compañera de cama que lo complementara en el acto, pero en ese momento no podía dejar de pensar en aquella chica pelinegra, de mirada acerada y labios provocativos que lo habían envuelto en una nube de placer inolvidable y lo hacían sentir como un adolescente que apena
Un silencio se extendió por largos segundos, en los que Kian se quedó observando con fijeza a la chica ante sí. Si antes estaba interesado, ahora sentía un gran deseo de descubrir mucho más de ella, de saberlo todo, porque ese encuentro no había sido suficiente para él, menos cuando había compaginado tan bien con ella, como si esa mujercita de ojos grisáceos y rostro angelical hubiese sido hecha para él. Lo había complementado de manera alucinante.El cabello negro y de largo hasta los hombros lo tenía vuelto un desastre, húmedo de sudor y enmarañado. Tenía la cara roja, el rastro de las lágrimas que había derramado y todo el maquillaje corrido. La marca en su cuello era visible, algo que lo hizo sentir tan bien como mal. No quería lastimarla, pero bajo la bruma del placer nunca pensaba con coherencia y terminaba siendo más rudo de lo que debería, aun así, ella no se había quejado ni mucho menos le estaba haciendo ningún reclamo como muchas mujeres sí se lo habían hecho en el pasado.
Kian quería ir tan lento como pudiera, pero sus instintos más primitivos habían salido a luz y ya no podía detener todo el fuego que lo estaba consumiendo. Estaba caliente y deseoso de cumplir cada una de sus fantasías en ese cuerpo sensual y esa mirada que, aunque angelical, era realmente la de un demonio.Embistió sin pudor la boca de la chica, sujetando su cabeza con fuerza y llegando tan hondo en su garganta que solo podía sentir la humedad, el calor y la estrechez de la misma, haciéndole perder todo el control de sí mismo.Ella lo estaba recibiendo como ninguna otra lo había hecho en su vida, tratando de seguirle el ritmo de la cadera ya fuera moviendo la cabeza a su encuentro o deslizando su lengua por su miembro, despertando un ser que se encontraba dormido en lo más profundo de su ser, ansioso y hambriento por acapararlo todo.El deseo de destruirla lo llevó a ser más certero y bestial al verla con los ojos llorosos, las mejillas sonrojadas, el sudor recorriéndole el cabello y
Annika demostraba una falsa tranquilidad mientras por dentro se sentía nerviosa, no sabía si de anticipación por lo que iba a suceder o porque un desconocido la llevaba a un hotel no tan lejos del bar.Quizá estaba loca por lo que estaba a punto de hacer sin tomarse el tiempo de asegurarse que no fuese un loco psicópata o violador como muchas veces ya lo había hecho por precaución y evitarse dolores de cabeza innecesarios, pero debía admitirse a sí misma que estaba curiosa y deseosa a iguales proporciones.Él hombre le atraía lo suficiente como para pensar en algo malo o que no encajara, después de todo, se dijo, que aquella sería su última noche en Londres, así que sacudió toda inquietud de su mente y se prometió disfrutar de aquel amante atractivo y sensual que prometía bastante con su mirada dominante e imponente.Lo dejó hacer la reserva del hotel en completo silencio, solo escuchando su apellido, lo que le recordó que ni siquiera se habían tomado el tiempo para decirse sus nombre