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Capítulo 3

Annika se bebió el quinto coctel de la noche y desvió la mirada del rubio que no disimulaba ni un poco su interés por ella. Aunque, cuando lo vio subir al auto y hacerle el reclamo por su mala atención en el hotel de su hermano y la hizo sentirse ofendida y de mal humor, lo cierto era que en ese momento solo podía sentir el calor que le provocaba su intensa mirada. Además de que aun podía sentir su mano envuelta alrededor de su cuello, la forma en que la había apretado y el estremecimiento que ese acto causó.

Se tomó de golpe el siguiente trago y se sacudió por completo. Nunca se había sentido sometida con un simple apretón en el cuello, pero debía admitir que se había sentido delicioso y que no se iba a negar de pasar una noche caliente si llegaban a algo más que solo miradas.

Enrollarse con hombres no estaba en sus planes una vez puso un pie en Londres, más luego de las constantes amenazas de su hermano mayor, pero, quizá, esa noche haría una excepción y se dejaría llevar por lo que sea que le esperara.

—Están que se comen y ninguno se atreve a hacer el primer movimiento —le dijo su mejor amiga, dándole una sonrisa pícara—. ¿Por qué no te lanzas a ese papacito como tanto quieres?

—Esta noche me dejaré cazar por ese leoncito.

Su amiga enarcó una ceja, sorprendida de que no diera el paso ella. Bien sabia que, cuando Annika enfocaba a un hombre, iba con toda a conseguirlo y no era una chica que esperara a que el hombre siempre diera el primer paso. Si le gustaba iba por él y punto.

—Vaya, así que esta noche serás toda una damita que se dejará conquistar.

La pelinegra soltó una carcajada y se encogió de hombros, antes de servirse otro trago.

—Se nota a simple vista que es un hombre dominante, pero ni crea que será tan fácil llegar a mí —sonrió con fingida inocencia.

—Por cierto, ¿cómo escapaste del ogro de tu hermano? —inquirió su amiga con interés—. Desde que pisamos Londres te encerró.

—No fue fácil escapar, pero no hay nada más poderoso que un coqueteo.

—¿Coqueteo o manoseo? —se burló—. Ya me imagino cómo quedó ese pobre guardaespaldas tuyo.

—Debería estar satisfecho, lo dejé tocarme las tetas —dijo, divertida—. Obvio que Lorenz querrá arrancarse la piel a tirones cuando sepa que no estoy en el hotel, más luego de lo que pasó, pero para ese entonces espero estar muy lejos.

—¿Cómo es eso?

—Digamos que esta será nuestra última noche en Londres —reveló, tomando por sorpresa a su amiga—, así que diviértete, porque mañana nos iremos a primera hora.

—¿Y cómo harás para que Lorenz no se entere? Ese hombre parece que te hubiese puesto un localizador a donde no te llega el sol. A donde quiera que vayamos siempre aparece como el dolor en el culo que es.

—Tomaremos el primer vuelo que esté por salir.

—No lo sé, hemos viajado más de cinco veces y en todas se han aparecido sus hombres a la salida del aeropuerto sin darnos tiempo de escapar.

—Esta vez será diferente.

La rubia le dio una mirada poco convencida, refunfuñando que él volvería a encontrarlas, así que Annika se puso de pie y la arrastró hasta la pista de baile, donde le puso las manos en las caderas y le dio la vuelta.

—No pienses en ese idiota de momento y confía en mí, ¿sí? —le susurró y su amiga le respondió con un bufido que la hizo reír—. Mejor bailemos.

La chica no le dio tiempo a rebatir, la movió al son de la canción que retumbaba en el lugar a su vez que balanceaba su cuerpo y se acompasaban a la perfección. La canción que sonaba era lenta y sensual, por lo que las dos chicas no tardaron en moverse rítmica y sensualmente, de tanto en tanto dándose miradas y sonriendo llenas de diversión, moviéndose con total desinhibición y haciendo galas de la seducción que ambas rezumbaban.

Annika bailó dejándolo todo en la pista de baile, olvidando que era prisionera de una vida lujosa que debía pagar a un alto costo, dejando atrás que su propia familia la perseguiría incluso hasta en el infierno y que jamás podría ser completamente libre, no como en ese momento donde podía moverse a sus anchas y sin importar lo que dijeran o como la miraran.

Se vio mirando al hombre que había despertado todo su interés y, debía admitir que, esa mirada azulada e intensa puesta sobre ella y en cada uno de sus movimientos, la alentó a moverse mucho más seductora. No solo desplazaba sus manos por los muslos y caderas de su amiga, también las deslizaba por su propio cuerpo, provocándole de una manera lenta y seductora.

Le dio la espalda luego de darle una mirada cargada de picarda y movió las caderas, incitándole, provocándole y dejándole en claro que tenía un poder de seducción único y mortal, ahora siendo acariciada de la misma forma por la rubia que no era para nada ajena a los trucos de su amiga.

Kian la vio desde su lugar y no pudo resistirse a los coqueteos de la chica, a la forma seductora en la que meneaba su cuerpo al ritmo de la música y como su piel brillaba debido al sudor y las luces sobre ella. Decir que la chica no encendía era mentir y con descaro, puesto que a todas luces lucía como la mujer decidía de sí misma y muy segura de lo que causaba con su atrevida sensualidad.

Se bebió su trago de golpe y se vio preguntándose a sí mismo los pro y los contra de pasar la noche con la chica. Jamás imaginó llegar a ese punto con una mujer que lo había sacado de sus casillas y lo había hecho rabiar como ninguna otra, pero ahí, viéndola mover el trasero con mucha sensualidad y darle miradas insinuantes y sonrisas coquetas, debía admitir lo caliente que estaba por ella, y de nuevo se vio sintiendo curiosidad.

Vergüenza y timidez no tenía, al menos cada gesto que hacía le dejaba claro que era una mujer fuerte y de carácter, conocedora de sus propias armas, pero ¿por qué en el auto le había mostrado aquella expresión tan distinta cuando la había sujetado del cuello? ¿Por qué esos ojos grises habían mostrado una ligera capa de inocencia? Sentía dudas y más que deseos, necesitaba saciar esa curiosidad, si había sido imaginaciones suyas o en realidad ella había mostrado sumisión, una sumisión que era muy difícil de encontrar.

Sí, la había sujetado del cuello para silenciarla, pero bien pudo soltarse sin problema alguno porque jamás ejerció fuerza alguna. Todo lo contrario, su agarre fue certero y suave, pero tampoco es como si pretendiera hacerle algún tipo de daño. Ella podía empujarlo sin mucha fuerza; no obstante, se mantuvo expectante y silenciosa, esperando otro movimiento que nunca llegó porque los interrumpieron, pero no pasó por alto las reacciones que presentó su cuerpo.

Cual fuera el caso, sentía tanta curiosidad por ella que no podía apartar la mirada de su cuerpo, sobre todo, de sus expresiones. La contempló por largos minutos en los que se perdió en sus curvas, en los movimientos sensuales y en esas sonrisas cargadas de malicia que le daba de cuando en cuando.

Era consciente de lo que estaba despertando en él y se hacia cada vez más poderosa, tentándolo a más no poder, lo que hacia que Kian se preguntara si solo fue ideas suyas la mirada inocente y sumisa que le dio en el taxi.

—Maldita y provocadora chiquilla —murmuró, sin poder despegar su mirada de ella.

Quizá, para quienes lo miraran, debía parecer un pervertido y un enfermo sin poder dejar de mirar a una chica bailar, pero es que cada gesto y movimiento le despertaba aun más curiosidad. Deseaba saber si así de desinhibida, maliciosa y provocadora era siempre, o en su interior se hallaba una chica con mucho que ofrecerle.

La vio bailar hasta que el cuerpo le exigió un descanso, bebiendo tragos pausados. Lo menos que quería era tener más alcohol que razón en la cabeza, de esa manera no existirían arrepentimientos y no atribuiría sus acciones a la bebida. Si esa noche sucedía algo con la chica era porque así lo deseaba y no porque había bebido lo suficiente.

Desde su lugar vio a las dos chicas hablar un poco, antes de que la rubia se sentara con el resto de las chicas que estaban y la pelinegra dirigirse por un pasillo.

Se bebió de un solo golpe el resto de su trago y le siguió el rastro, así pudo darse cuenta de que se dirigía hacia los baños.

El lugar estaba atestado de gente y la música retumbaba con fuerza. Parejas envueltas en sus burbujas, ya fuese hablando, bailando o besándose, ignorando lo que sucedía a sus alrededores. La poca luz que había en el bar hacia que todo fuese más intimo y les diera entrada a sucesos más calientes que bailes y besos.

En los baños había poca gente transitando, así que, cuando la vio entrar, no dudó ni un segundo en esperarla a un costado, dispuesto a dejar su oferta sobre la mesa.

Minutos después la chica salía del baño, su rostro estaba sonrojado y sus ojos brillaban en medio de la oscuridad debido al alcohol en su sistema y una pizca de excitación que no le pasó por alto.

Se mantuvo recostado de la pared mirándola fijamente mientras ella se hacía frente suyo, también apoyándose de la pared.

—¿Ahora qué se supone que me dirás? —fue ella quien rompió el silencio—. ¿Vas a seguir gruñendo como perro rabioso? No pensé que fueras a seguirme también aquí.

—No puedo decir que tal ineptitud que mostraste en el hotel sea el caso cuando bailas.

Annika enarcó una de sus cejas y lo miró con curiosidad. ¿Eso había sido un comentario para enojarla o una especie de broma?

—Aparte de escupir m****a, tal parece que eres bipolar.

Kian esbozó una sonrisa divertida.

—Yo lo veo como un cumplido a tus dotes bailarines.

—Ya, gracias por el cumplido que nunca pedí —respondió y le sonrió de una manera que hizo que la mirada del hombre se oscureciera un poco más—. Si no tienes nada más interesante que decir, no seguiré perdiendo mi tiempo en un tipo tan gruñón y bipolar. Además de que es muy raro que me siguieras incluso aquí en el bar.

Kian la vio darse la vuelta, así que la detuvo con la intención de que le respondiera con su habitual sarcasmo o simplemente lo ignorara y siguiera su camino, pero ella le sorprendió al detener sus pasos y quedarse completamente quieta de espalda sin decir ni una palabra.

Se le acercó por detrás y hundió el rostro entre los mechones de su cabello, no solo llenándose de su dulce y atrapante aroma, sino también del calor que desprendía todo su cuerpo.

—No es un secreto que te seguí para regodearme de tu desgracia una vez te dejaran en la calle, pero por alguna razón que desconozco y que a decir verdad ahora me importa poco, ni siquiera trabajas en ese hotel por más molestia que me causaste —susurró en su oído—. Ahora despertaste un interés diferente en mí, así que no lo diré dos veces; ¿estás interesada en pasar una noche conmigo sí o no?

—¿Eso es una proposición?

—Perfecto.

Se alejó de ella dispuesto a irse, quizá algo molesto consigo mismo de lo que había sentido y de haber perdido el tiempo en la mujer equivocada. Era de esperarse que ella no accediera sin pensar, después de todo, rebatía a todo lo que dijera, pero lo que más le incomodó fue que más interés despertó en su interior, solo que no iba a repetir su propuesta una segunda vez, no era ese tipo de hombre insistente solo para llevar una mujer a la cama.

O sucedía o no lo hacía, no era como que su mundo se fuese a acabar si lo rechazaban.

—¿Y si digo que sí? —inquirió la chica, deteniendo sus pasos.

—Te hice una pregunta que fue lo suficientemente expresa que conlleva a dos simples respuestas.

Si se detuvo no fue para volverle a proponer, se detuvo porque pudo notar una pizca de inseguridad y nerviosismo en su voz, algo que hacía poco no había mostrado.

—Sí —respondió ella, sin saber por qué, pero con el corazón latiéndole más a prisa.

Por un momento pensó que el hombre había perdido todo interés porque no lo escuchó decir más, pero su corazón se aceleró el doble al sentir que su gran mano se enredaba en la suya y la dirigía fuera del club sin emitir palabra alguna y subir al primer taxi que se detuvo tras hacerle el pare.

No había más que decir, para los dos estaba más que claro lo que iba a suceder entre ellos, solo que Annika no podía dejar de sentirse nerviosa, ya fuera por la forma en que le hablaba con autoridad o porque el hombre no dejaba de ser un completo desconocido, mientras que Kian no dejaba de pensar en todo lo que deseaba descubrir de aquella chica que se mostraba tímida en algunas ocasiones en medio de su prepotencia y jactancia.

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