—Esto es ridículo, Annika —se quejó la rubia, tratando de acomodarse la peluca castaña lo mejor posible—. Por más que nos cubramos seguimos siendo nosotras, además de que, si ya nos vieron, es inútil tratar de encubrir nuestra identidad ahora.—Eso ya lo sé, pero no podemos hacer mucho. Hay dos posibilidades: que sean los hombres de mi hermano o que solo sea un hombre del común que pasaba por la calle y quería preguntarnos alguna cosa —dijo, encogiéndose de hombros.—Ya, y nos iba a preguntar la hora —bufó, haciendo reír a su amiga.—Quiero creer que era eso y no la primera posibilidad —fue todo lo que dijo, viendo su reflejo en el espejo—. Lo único que tenemos a nuestro favor es que hemos usado pupilentes todo este tiempo, así que, con que nos cambiemos el color de cabello de vez en cuando, no hay tanto problema. Muchas mujeres se lo pintan con frecuencia.No muy convencida y refunfuñando, Alenka se dejó poner los pupilentes antes de salir del apartamento, siendo mucho más cautelosas
Se separaron y se miraron en completo silencio por largos segundos, en los que apenas podían controlarse. Al final, Kian le sonrió y ella le devolvió el gesto, antes de ser tomada de la cintura y arrastrada al interior del vehículo.El hombre no tardó en ponerse en marcha hacia su apartamento, enumerando en su mente una a una las cosas que le haría mientras conducía por las solitarias calles y le daba miradas de tanto en tanto.Annika aprovechó el silencio para nada incómodo que se había formado y le envió un mensaje a su amiga, diciéndole que no se uniría al bar como habían quedado y le aseguró que después le enviaría su ubicación una vez llegaran a su destino. Reía por lo bajo en cuanto la rubia le envió una sarta de mensajes obscenos que le sacaron risas incontrolables.Kian la observaba de reojo y sonreía para sus adentros, después de todo, esa chica no era una fantasma como lo había llegado a creer su cabeza de tanto que la pensaba y más luego de sus infructuosos intentos de enco
Annika se despojó de su ropa con lentitud, bajo la atenta mirada del hombre que no dejaba de mirarla con un hambre voraz y una salvaje calma que le hacía hervir la sangre a más no poder. Su corazón latía cada vez más errático y no iba a negar que tan solo con esa mirada fija en su cuerpo la tenía caliente y a punto de hacer ebullición.Se quitó las zapatillas, seguido de las medias, el jean, el saco y la corta blusa que siempre usaba bajo la camisa del trabajo. No solía usar sostén, por lo que sus pequeños y perfectos senos quedaron al aire y a completo deleite de Kian, quien se relamió los labios al ver los pezones rodeados de aquellas joyas incrustadas y pensó que en efecto esa noche sí haría su fantasía realidad. Un par de pinzas y unas cuerdas harían que el dolor y el placer fuera súbito.Por último, se quitó la única prenda que quedaba en su cuerpo y se adentró a la ducha en completo silencio, abriendo la llave que indicaba era la caliente. Suspiró al sentir el agua recorrer su c
Kian paseó la fusta por las piernas de la joven en completo silencio, acariciándola con suma suavidad y haciendo que ella se estremeciera. El cuero era duro, pero la caricia hacia que el material fuese hecho de plumas. Recorrió sus muslos, las piernas, el vientre, su sexo, su vientre y estimuló sus pezones aprensados por las pinzas, su cuello, antes de volver a descender por su cuerpo y acariciar cada parte con total calma y suavidad, arrebatándole finos gemidos a la joven.Se detuvo por unos instantes en su sexo y frotó ejerciendo poca presión, dejando una palmadita suave que la hizo sacudir y empaparse un poco más de ser posible. Ella se veía tan relajada envuelta en las caricias que, sin siquiera darle aviso, dejó el primer azote entre sus muslos, arrancándole un sonoro grito que lo hizo estremecer y endurecerse aun más.El resquemor quedó latiendo en su piel, pero lejos de sentir un dolor agudo, solo pudo sentir un inmenso placer recorrerla entera, así que, cuando el segundo azote
Los días habían pasado con suma rapidez para Annika, quién en medio de su trabajo y su tiempo libre, no dejaba de pensar en aquel desconocido que ahora tenía un nombre y recitaba hasta en sueños como un mantra. Si bien no se habían vuelto a ver desde hacía dos semanas, sí que se escribían a diario, siempre hablando de temas sin importancia y que la hacían reír, cuando ella pensó que ser su sumisa era algo completamente diferente. Pero lo que el hombre le explicó es que ese rol de amo y sumisa solo estaría en su apartamento, dentro de la habitación destinada para llevar a cabo sus sesiones, pero una vez fuera de esta, seguían siendo dos personas comunes y corrientes y no había distinción alguna entre ellos.Curiosa y llena de mil dudas por una práctica que había escuchado, pero en la que jamás había participado, estuvo investigando sobre el tema y encontró en muchos foros información que le resultaba bastante interesante.No iba a engañar a nadie, incluso había visto videos donde la s
Luego de tanto rogar y prometerle a su jefe que haría turnos extras e incluso en sus días de descanso, Annika logró que le dieran un permiso por cuatro días. Le hubiera gustado un poco más, pero su jefe no cedió más que eso, así que no tenía más opción que disfrutar de esos escasos días junto a Kian.—Lo único que te diré es que tengas mucho cuidado y que disfrutes al máximo de ese hombre ardiente y sensual —le dijo su amiga, ayudándole a empacar su ropa—. Por cierto, lleva muchos condones y no olvides que en todos lados te lo puede echar menos por dentro. —¡Alenka! —gritó, riendo. —¿Qué? Yo solo digo, no quiero sorpresitas más adelante. —Me cuidaré, sabes que siempre lo he hecho y esta vez no será la excepción. —Bien, te creo, pero recuerda que a veces la calentura puede más que ser racional. —En ese sentido siempre seré racional, te lo aseguro. Su amiga se encogió de hombros y sonrió divertida mientras la ayudaba a empacar la ropa que usaría. La veía tan emocionada como nunca
Kian miró a Annika extrañado, de repente su humor había cambiado y se había mantenido en un silencio inusual que empezaba a molestarle. Desde que la conocía siempre tenía que decir y opinar. Ahora parecía distante, aunque trataba de sonreírle con los dientes de atrás. No entendía qué había sucedido, si hacía poco estaba risueña, hablando sin parar y devolviéndole unos besos tan deliciosos que lo tenían con la mente en blanco.Entraron a la casa en completo silencio, dejando las maletas a un lado y recorriendo la propiedad, solo que mientras él hablaba ella se mantenía en completo silencio, como si no le estuviera prestando atención a sus palabras. La guio hasta el gran ventanal del salón social, desde donde tenía una preciosa vista de la playa privada y el mar se extendía ante sus ojos con gran majestuosidad, pero de nuevo no recibió ninguna respuesta o al menos alguna palabra que le dijera que le gustaba el lugar o, de ser lo contrario, le desagradaba. Annika se perdió en sus pensam
El restaurante quedaba muy cerca de la propiedad, por lo que se fueron caminando, bordeando la playa, disfrutando de las vistas y deleitándose con la brisa marina y el sol en su máximo esplendor. Kian no liberó la mano de Annika en ningún momento, e incluso, en medio del camino, la besó con esa pasión y deseos que lo consumían y en ese momento ya no podía pensar ni buscar de dónde habían surgido. Estaba embriagado de ella, completamente a sus pies, ansiando el momento de tenerla a su merced y hacerla vibrar bajo su toque. Annika se sentía aún más molesta, pero llena de confusiones. Si tenía otra mujer y decía amarla como para pensar en casarse con ella, ¿por qué la besaba de esa forma? ¿Por qué la sujetaba con intenciones de no soltarla? Su cabeza era un lío mientras su cuerpo reaccionaba por sí solo y devolvía cada beso y abrazo con la misma intensidad.Entraron al restaurante cual pareja enamorada, cariñosa y destilando felicidad. Los besos no cesaban y aquello los tenía fuera de