Los días habían pasado con suma rapidez para Annika, quién en medio de su trabajo y su tiempo libre, no dejaba de pensar en aquel desconocido que ahora tenía un nombre y recitaba hasta en sueños como un mantra. Si bien no se habían vuelto a ver desde hacía dos semanas, sí que se escribían a diario, siempre hablando de temas sin importancia y que la hacían reír, cuando ella pensó que ser su sumisa era algo completamente diferente. Pero lo que el hombre le explicó es que ese rol de amo y sumisa solo estaría en su apartamento, dentro de la habitación destinada para llevar a cabo sus sesiones, pero una vez fuera de esta, seguían siendo dos personas comunes y corrientes y no había distinción alguna entre ellos.Curiosa y llena de mil dudas por una práctica que había escuchado, pero en la que jamás había participado, estuvo investigando sobre el tema y encontró en muchos foros información que le resultaba bastante interesante.No iba a engañar a nadie, incluso había visto videos donde la s
Luego de tanto rogar y prometerle a su jefe que haría turnos extras e incluso en sus días de descanso, Annika logró que le dieran un permiso por cuatro días. Le hubiera gustado un poco más, pero su jefe no cedió más que eso, así que no tenía más opción que disfrutar de esos escasos días junto a Kian.—Lo único que te diré es que tengas mucho cuidado y que disfrutes al máximo de ese hombre ardiente y sensual —le dijo su amiga, ayudándole a empacar su ropa—. Por cierto, lleva muchos condones y no olvides que en todos lados te lo puede echar menos por dentro. —¡Alenka! —gritó, riendo. —¿Qué? Yo solo digo, no quiero sorpresitas más adelante. —Me cuidaré, sabes que siempre lo he hecho y esta vez no será la excepción. —Bien, te creo, pero recuerda que a veces la calentura puede más que ser racional. —En ese sentido siempre seré racional, te lo aseguro. Su amiga se encogió de hombros y sonrió divertida mientras la ayudaba a empacar la ropa que usaría. La veía tan emocionada como nunca
Kian miró a Annika extrañado, de repente su humor había cambiado y se había mantenido en un silencio inusual que empezaba a molestarle. Desde que la conocía siempre tenía que decir y opinar. Ahora parecía distante, aunque trataba de sonreírle con los dientes de atrás. No entendía qué había sucedido, si hacía poco estaba risueña, hablando sin parar y devolviéndole unos besos tan deliciosos que lo tenían con la mente en blanco.Entraron a la casa en completo silencio, dejando las maletas a un lado y recorriendo la propiedad, solo que mientras él hablaba ella se mantenía en completo silencio, como si no le estuviera prestando atención a sus palabras. La guio hasta el gran ventanal del salón social, desde donde tenía una preciosa vista de la playa privada y el mar se extendía ante sus ojos con gran majestuosidad, pero de nuevo no recibió ninguna respuesta o al menos alguna palabra que le dijera que le gustaba el lugar o, de ser lo contrario, le desagradaba. Annika se perdió en sus pensam
El restaurante quedaba muy cerca de la propiedad, por lo que se fueron caminando, bordeando la playa, disfrutando de las vistas y deleitándose con la brisa marina y el sol en su máximo esplendor. Kian no liberó la mano de Annika en ningún momento, e incluso, en medio del camino, la besó con esa pasión y deseos que lo consumían y en ese momento ya no podía pensar ni buscar de dónde habían surgido. Estaba embriagado de ella, completamente a sus pies, ansiando el momento de tenerla a su merced y hacerla vibrar bajo su toque. Annika se sentía aún más molesta, pero llena de confusiones. Si tenía otra mujer y decía amarla como para pensar en casarse con ella, ¿por qué la besaba de esa forma? ¿Por qué la sujetaba con intenciones de no soltarla? Su cabeza era un lío mientras su cuerpo reaccionaba por sí solo y devolvía cada beso y abrazo con la misma intensidad.Entraron al restaurante cual pareja enamorada, cariñosa y destilando felicidad. Los besos no cesaban y aquello los tenía fuera de
Annika leyó con calma, realmente más emocionada y curiosa de las practicas que iban a realizar que cualquier otra cosa, puesto que cada línea escrita despertaba un sinfín de mariposas en su estómago. No era más que un acuerdo mutuo de consentimiento, donde ambas partes estarían conformes con cada una de las reglas, límites, roles y sesiones que llevarían a cabo. Todo le pareció interesante y la ansiedad por empezar cuanto antes la llevó a pasar por alto varios puntos que Kian dejó en claro como su amo, pero eso para ella era poco importante, pues la realidad era que confiaba en él por más que no lo entendiera. Solo una cosa llamó su atención y la dejó pensativa, y era el hecho de que él exigía exclusividad, una regla que también aplicaría para él. Es decir que, el tiempo que durara su relación amo-sumisa, no tendrían ninguna otra pareja, y si dado el caso conocían a otra persona o perdían el interés, eran libres de prescindir de dicho acuerdo y seguir sus vidas como si nada. Pero, po
Los besos y las caricias furtivas se prolongaron por varios minutos más en los que ninguno de los dos deseaba apartarse, pero el aire empezaba a escasear en sus pulmones, exigiéndoles un poco de aire y sosiego, así que no tuvieron más opción que romper el beso a la fuerza, agitados y con el deseo latiendo caliente en sus venas. —El día aún no ha terminado y, aunque quisiera hacértelo ahora mismo, en realidad te tengo preparada una sorpresa —murmuró Kian, presionando su dura erección en su zona íntima.—¿Qué tipo de sorpresa es? —inquirió, aún embelesada, pero con una mirada brillante. —Si te digo ahora deja de ser sorpresa —dejó un corto beso en sus labios antes de levantarse de encima de ella y acomodarse la erección sin ningún tipo de vergüenza, sonriéndole divertido al verla morderse los labios—. ¿Vamos? Annika sacudió todos los pensamientos que tuvo en una mínima fracción de segundo y le tendió la mano para que la ayudara a poner en pie. Kian le arregló el cabello y le dio un b
La joven tomó una profunda y larga bocanada de aire antes de empezar a leer las primeras líneas del acuerdo. ¿Cómo le pedía que no gimiera o se detuviera cuando tenía un vibrador muy cerca de su sexo, jugando con su cordura al ponerlo sobre su clitoris y luego alejarlo con toda la maldad que podía existir?El sonido que hacía y las vibraciones que la dominaban no la dejaba concentrar, leía como si estuviera ebria. Pero ahí estaba, luchando con sus deseos, con el fuego que la corroía muy lentamente y la estaba llevando al borde de un abismo. Se concentró en decir cada letra sin equivocarse, pero entre más iba leyendo, más potencia aumentaba Kian con el vibrador, haciéndola retorcerse de goce y placer. Esa vibración constante en una zona tan sensible la tenía a mil y su voz entrecortada y jadeante la delataba. Por más que luchara por no gemir, algunas vocales se iban más largas que otras y necesitaba darse un corto respiro para seguir leyendo. La vibración era tan potente y la tenía a
Annika despertó luego de lo que le pareció una eternidad, desorientada, con cada parte de su cuerpo dolorido, con una sensación de ardor en algunas zonas de su piel debido a los azotes que había recibido, pero con una sonrisa que no podía borrar de su rostro. Recordar lo que había pasado la noche anterior despertaba el fuego en su interior. No podía creer que un hombre tuviese tanta resistencia y creatividad a la hora del sexo. Kian, era sin duda, uno de los mejores amantes, un hombre que daba la talla y era difícil no obsesionarse con él cuando sabía y leía a la perfección el cuerpo de una mujer. Se incorporó en la cama con lentitud, dándose cuenta que estaba completamente sola en la habitación y que las cortinas estaban cerradas. Con el cansancio a cuestas, se volvió a recostar y permaneció largo rato mirando el techo, pensando en Kian, en toda la pasión que desbordaba y, aún así, nunca perdía su lado caballeroso y atento; un lado que ningún otro hombre se había tomado el tiempo d