No soy tuya
No soy tuya
Por: Paula Encarnación
|Prólogo|

 

Madisson

 

 

Salí corriendo del edificio. Con fuerza. Rápido. Y sin mirar atrás. No me detuve ni un momento a pensar en las consecuencias de escapar de Víctor. Solo necesitaba huir de él. Doblé en el primer callejón que vi y seguí corriendo cada vez mas fuerte, clavándome las pequeñas piedras del pavimento en mis pies desnudos. La bata blanca que vestía bailaba con el aire, ella también estaba siendo libre, ha ratos me impedía tomar la velocidad que realmente deseaba alcanzar, yo quería ir mas rápido. Posiblemente tampoco estaba en forma, me sentía débil y hambrienta, como si una fuerza magnética me halara hacia atrás. Hacia el edificio del que huía.

Mis piernas comenzaron a humedecerse y al pestañar en su dirección vi toda la prenda empapada en sangre. Dejé de correr y empecé a llorar alzando mi vestido, ¿Dónde esta mi bebé? Yo estaba embarazada. Algo comenzaba a salir de mí. Algo que dolía y me hacia gritar con pavor sacando el grito de mis entrañas. Me encogí sujetando mi barriga hasta acostarme en el piso. Y cuando alcé la vista él estaba ahí, burlándose de mi como había hecho por tanto tiempo.

Enloquecí cuando sacó una pistola y apuntó hacia mi vientre.

—Nooo…

Alcé la mano en su dirección, arrastrándome y negando con la cabeza. Pero a él no le importó que fuera su hijo, y disparó robándome un grito desgarrador.

 

        Me senté de súbito jadeando y sudando cuando abrí los ojos alterada.

—¿Otra vez esa pesadilla? —murmuró Rosefina en la penumbra de un sofá pequeño que solo recibía la luz de la luna.

No musité respuesta preferí llevarme las manos al vientre confirmando que mi bebé estaba bien. Rosefina, permanecía casi toda la noche en vela custodiando que yo no me fuera a escapar, aun cuando no tenía llaves, ni sabía en donde estábamos: podría ser un bosque de seguro, o en una ciudad sin vecinos cercanos. Y, por si fuera poco, con mis dos tobillos atados con cadenas a la cama.

Volví a dejarme caer hacia atrás y cerré los ojos agradeciendo que Rosefina no volviese hablar.

Tengo miedo.

Víctor podría llegar en cualquier momento y si estuviese borracho no sé qué será de mi. El embarazo cada día me impedía defenderme como me gustaría, me siento débil y tengo miedo de que la pesadilla que me atormenta cada noche sea una premonición, y él mate a mi hijo, porque es mio, aunque él se llene la boca diciendo que le pertenece a él.

El ruido de pasos marcados que comenzó a resonar de repente por el pasillo invocó un silencio tenso en el lugar.

Esperé atenta con los ojos sobre la puerta esperando que sea abierta. Agradecí cuando vi que no traía una botella de alcohol en la mano, aun así nada me garantizaba que no hubiese bebido. 

Víctor se quedó mirando desde la puerta y Rosefina salió al momento, quería pedirle que no se fuera lejos por si necesitaba ayuda, pero eso era condenarme si Víctor escuchaba algo así. Agradecí cuando buscó unas llaves en su bolsillo y se acercó a quitarme las cadenas que amordazaban mis pies.

—Tienes la panza demasiado grande —escupió con la voz ronca y desafiante—. ¿¡Cuando va a nacer el estúpido bebé?! La otra vez no fue así.

—Ángel, fue sietemesino —le recuerdo con un deje de molestia, solo de recordar que por su culpa mi hijo ya no vive la impotencia me arde por dentro.

—Mas te vale que no me estés engañando, no es normal que dure tanto

Alcé la vista con cuidado sujetando mi vientre en protección.

—Como voy a engañarte si estás viendo mi panza crecer cada semana.

—¿Hoy estás muy respondona? —siseó estirando los dedos hacia mi cuero cabelludo.

Jadeé de dolor cuando me arrastró fuera de la cama, y me empujó contra la puerta. En lo único que pensé fue en proteger a mi bebé, cubriéndome el abdomen tanto como pude.

El sonido de la hebilla de su pantalón me propinó un escalofrió infernal, y no pude contener las lágrimas.

—Voy a enseñarte a mantener la boca cerrada —gruñó asquerosamente bajándose a medias los pantalones.

No forcejeé cuando me empotró de bruces contra la puerta, subió mi bata y me penetró.

Sollozaba en silencio deseando que acabe. Me daba igual lo que hiciese conmigo, estaba en un punto de mi vida que solo me importaba mantener con vida a mi bebé. Por desgracia de la vida hijo de él también.

Era asqueroso tenerlo pegado a mi oreja jadeando de placer mientras yo lo repugnaba con todas mis fuerzas.

Cuando terminó simplemente se apartó soltando el puño de cabello que sostuvo durante toda la escena.

Y comencé a encontrarme mal: a sudar sin razón y de repente algo empapó de golpe mis piernas.

Aun sollozando miré hacia abajo y luego lo miré a él.

—Necesito a Rosefina acabo de romper fuente —tartamudeé.

No supe si el dolor tan grande que sentía era las contracciones o por el brutal sexo al que me forzó, pero me dolía todo.

Me doblé urgida y lo volví a mirar. Víctor permanecía indiferente a mis quejas, simplemente subió su pantalón y caminó hacia la puerta. 

—¡Víctor! —grité de pavor—. Necesito a Rosefina, por favor.

Él torció una sonrisa de esas suyas indiferentes, y salió de la habitación. En el momento en el que escuché que echó llaves a la puerta supe que estaba sola y que esta vez me tocaría a mi, me tocaba traer a mi hijo sola y no me importaba porque solo lo necesitaba a él.

Cerré mis ojos y resoplé varias veces, horas después no se cuantas; empecé a pujar con gritos despavoridos, y no paré hasta escuchar los llantos de mi pequeño.

Lo abracé sudorosa y casi sin fuerza, pero estaba en mis brazos eso era lo único que importaba. Me di cuenta que esta vez era una niña, nunca lo supe hasta el día de hoy.

El sol comenzó a filtrarse por mi ventana y fue cuando fui consiente de que estuve toda la noche dando a luz a esta preciosura.

—Creo que te llamaré Lucía. Eres como la luz de mi vida.

Besé su frente y cerré los ojos susurrándole:

Me aseguraré de que tu si seas libre…

 

 

 

 

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