Madisson Salí corriendo del edificio. Con fuerza. Rápido. Y sin mirar atrás. No me detuve ni un momento a pensar en las consecuencias de escapar de Víctor. Solo necesitaba huir de él. Doblé en el primer callejón que vi y seguí corriendo cada vez mas fuerte, clavándome las pequeñas piedras del pavimento en mis pies desnudos. La bata blanca que vestía bailaba con el aire, ella también estaba siendo libre, ha ratos me impedía tomar la velocidad que realmente deseaba alcanzar, yo quería ir mas rápido. Posiblemente tampoco estaba en forma, me sentía débil y hambrienta, como si una fuerza magnética me halara hacia atrás. Hacia el edificio del que huía. Mis piernas comenzaron a humedecerse y al pestañar en su dirección vi toda la prenda empapada en sangre. Dejé de correr y empecé a llorar alzando mi vestido, ¿Dónde esta mi bebé? Yo estaba embarazada. Algo comenzaba a salir de mí. Algo que dolía y me hacia gritar con pavor sacando el grito de mis entrañas. Me encogí sujetando mi barriga hasta acostarme en el piso. Y cuando alcé la vista él estaba ahí, burlándose de mi como había hecho por tanto tiempo. Enloquecí cuando sacó una pistola y apuntó hacia mi vientre. —Nooo… Alcé la mano en su dirección, arrastrándome y negando con la cabeza. Pero a él no le importó que fuera su hijo, y disparó robándome un grito desgarrador. Me senté de súbito jadeando y sudando cuando abrí los ojos alterada. —¿Otra vez esa pesadilla? —murmuró Rosefina en la penumbra de un sofá pequeño que solo recibía la luz de la luna. No musité respuesta preferí llevarme las manos al vientre confirmando que mi bebé estaba bien. Rosefina, permanecía casi toda la noche en vela custodiando que yo no me fuera a escapar, aun cuando no tenía llaves, ni sabía en donde estábamos: podría ser un bosque de seguro, o en una ciudad sin vecinos cercanos. Y, por si fuera poco, con mis dos tobillos atados con cadenas a la cama. Volví a dejarme caer hacia atrás y cerré los ojos agradeciendo que Rosefina no volviese hablar. Tengo miedo. Víctor podría llegar en cualquier momento y si estuviese borracho no sé qué será de mi. El embarazo cada día me impedía defenderme como me gustaría, me siento débil y tengo miedo de que la pesadilla que me atormenta cada noche sea una premonición, y él mate a mi hijo, porque es mio, aunque él se llene la boca diciendo que le pertenece a él. El ruido de pasos marcados que comenzó a resonar de repente por el pasillo invocó un silencio tenso en el lugar. Esperé atenta con los ojos sobre la puerta esperando que sea abierta. Agradecí cuando vi que no traía una botella de alcohol en la mano, aun así nada me garantizaba que no hubiese bebido. Víctor se quedó mirando desde la puerta y Rosefina salió al momento, quería pedirle que no se fuera lejos por si necesitaba ayuda, pero eso era condenarme si Víctor escuchaba algo así. Agradecí cuando buscó unas llaves en su bolsillo y se acercó a quitarme las cadenas que amordazaban mis pies. —Tienes la panza demasiado grande —escupió con la voz ronca y desafiante—. ¿¡Cuando va a nacer el estúpido bebé?! La otra vez no fue así. —Ángel, fue sietemesino —le recuerdo con un deje de molestia, solo de recordar que por su culpa mi hijo ya no vive la impotencia me arde por dentro. —Mas te vale que no me estés engañando, no es normal que dure tanto Alcé la vista con cuidado sujetando mi vientre en protección. —Como voy a engañarte si estás viendo mi panza crecer cada semana. —¿Hoy estás muy respondona? —siseó estirando los dedos hacia mi cuero cabelludo. Jadeé de dolor cuando me arrastró fuera de la cama, y me empujó contra la puerta. En lo único que pensé fue en proteger a mi bebé, cubriéndome el abdomen tanto como pude. El sonido de la hebilla de su pantalón me propinó un escalofrió infernal, y no pude contener las lágrimas. —Voy a enseñarte a mantener la boca cerrada —gruñó asquerosamente bajándose a medias los pantalones. No forcejeé cuando me empotró de bruces contra la puerta, subió mi bata y me penetró. Sollozaba en silencio deseando que acabe. Me daba igual lo que hiciese conmigo, estaba en un punto de mi vida que solo me importaba mantener con vida a mi bebé. Por desgracia de la vida hijo de él también. Era asqueroso tenerlo pegado a mi oreja jadeando de placer mientras yo lo repugnaba con todas mis fuerzas. Cuando terminó simplemente se apartó soltando el puño de cabello que sostuvo durante toda la escena. Y comencé a encontrarme mal: a sudar sin razón y de repente algo empapó de golpe mis piernas. Aun sollozando miré hacia abajo y luego lo miré a él. —Necesito a Rosefina acabo de romper fuente —tartamudeé. No supe si el dolor tan grande que sentía era las contracciones o por el brutal sexo al que me forzó, pero me dolía todo. Me doblé urgida y lo volví a mirar. Víctor permanecía indiferente a mis quejas, simplemente subió su pantalón y caminó hacia la puerta. —¡Víctor! —grité de pavor—. Necesito a Rosefina, por favor. Él torció una sonrisa de esas suyas indiferentes, y salió de la habitación. En el momento en el que escuché que echó llaves a la puerta supe que estaba sola y que esta vez me tocaría a mi, me tocaba traer a mi hijo sola y no me importaba porque solo lo necesitaba a él. Cerré mis ojos y resoplé varias veces, horas después no se cuantas; empecé a pujar con gritos despavoridos, y no paré hasta escuchar los llantos de mi pequeño. Lo abracé sudorosa y casi sin fuerza, pero estaba en mis brazos eso era lo único que importaba. Me di cuenta que esta vez era una niña, nunca lo supe hasta el día de hoy. El sol comenzó a filtrarse por mi ventana y fue cuando fui consiente de que estuve toda la noche dando a luz a esta preciosura. —Creo que te llamaré Lucía. Eres como la luz de mi vida. Besé su frente y cerré los ojos susurrándole: Me aseguraré de que tu si seas libre…
Madisson Un año después. —¿Vas a ir con ese vestido? —escupe Víctor colocándose el saco con rudeza. —Es el único que tengo —murmuré en voz baja—. Me lo prestó Rosefina. —No te queda bien. Me contengo de decirle sus verdades, solo tengo la ropa que me compra él. Y es mas que evidente que carezco de ella. —Apúrate vamos a llegar tarde y mis padres no van a esperarte toda la tarde —gruñe. Se me acelera el corazón. No recuerdo la última vez que salí de aquí, porque nunca lo hice realmente. Siento que siempre he estado aquí. Ya no recuerdo lo que se siente estar en el mundo como una persona independiente. Tampoco es de mi agrado ir a conocer a los padres de Víctor, pero teniendo en cuenta que voy a salir de la casa después de tanto hasta me agrada la idea. —Colócame la corbata —me ordena. Me muevo hacia él y procedo acomodársela, los dedos me tiemblan y no le miro a los ojos en ningún momento. —Siempre supe que serías mia —comenta poniendo sus manos en mi cintura. Sus dedos me
Madisson—No te vayas a la habitación, hoy cenaremos juntos y quiero que ayudes a Rosefina a preparar la cena —me ordena Víctor.Detengo mis pasos cuando ya iba por el pasillo y veo que Rosefina asoma la cabeza desde su habitación, me sonríe disimulada, a ella le gusta pasar tiempo conmigo cuando Víctor me deja salir alguna parte de la casa.Víctor se va hacia la cocina y lo sigo. Me quito los tacones antes de entrar.—Hoy es viernes —murmuro comenzando a sacar los utensilios para hacer berenjena al horno.—¿Y? —Él se pega al jarrón de agua y luego lo vuelve a meter a la nevera.—Ya es hora de qué José traiga a Lucia y no lo ha hecho —susurro un poco mas bajo.—Hoy no la traerá —simplifica.Un hormigueo en el estómago me remueve todos mis sentidos y aguanto las ganas de llorar.—¿Se puede saber por qué? —pregunto manteniendo la calma. Estoy segura que busca desestabilizarme.—José estará ocupado y llega tarde del trabajo.—Puedo esperarlo hasta media noche si hace falta —mi voz a del
JoséLucía está dormida en su cuna y enciendo el ventilador para que no la piquen los mosquitos. Ha caído la noche, y como no tengo nada en la nevera para cenar alcanzo un vaso y una botella barata de vino que abrí hace tres días.Me siento en la terraza de la cabaña, ya no hay sol, y las farolas empiezan a encender sus focos en la calle. Cada noche me siento en el mismo sillón y las veo encenderse una tras otra como fichas de dominó.El ruido arenoso de la calle me hace alzar la vista cuando visualizo una camioneta blanca.Víctor.Lo espero cuando se estaciona y baja de la camioneta, recoge varias bolsas de la parte de atrás y camina hacia mi.—La ciudad esta muy lejos —maldice—. A ver si Lucia crece y deja de necesitar pañales y leche, me estoy dejando un dineral con ella.—Tiene un año —murmuro—. Aun hazte la idea de que puede que te falte otro año mas.Arroja la bolsa a mis pies. Y busca en su bolsillo delantero algo para fumar, enciende un puro y mira las plantaciones de uva pens
MadissonEstá oscuro para cuando llega Víctor. Me he duchado y metido a la cama como quien lleva horas durmiendo, lo cierto es que estoy despierta.El chirrido de la puerta es lento y pausado, mantengo los ojos cerrados hasta que siento como cierra.—¿Estás despierta? —pregunta y me quedo callada.—Sabes que no me gusta repetir las cosas dos veces.—Sí, estoy despierta —susurré sin moverme o abrir los ojos.—Ven quítame los zapatos estoy cansado —recalca.Bajo de la cama y me acuclillo frente a él que esta sentado al filo del colchón. Deshago los cordones de las botas de obra y luego las saco.—Tendré que irme sobre las tres de la mañana —comenta masajeándose el cuello—. Estaré unos días en la ciudad. Ya sabes lo que eso significa.Asiento y me alejo a dejar sus zapatos en la esquina que siempre los pone.—José te estará vigilando, y si tengo una sola queja de ti me voy a cabrear Madisson —hala de mi antebrazo bruscamente hacia él—. Vas a quedarte en la habitación encerrada, y como no
JoséSeguí a Madisson cuando se incorporó con Lucía y no pude contener una pequeña risa ante su cara inusual. Es realmente atractiva cuándo se sonroja.No la culpo por repeler el hecho de querer hablarme de ella, yo en su situación estaría igual, tampoco puedo exigirle que confíe en mi de la noche a la mañana, pero si pretendo ganarme su confianza.—¿Segura que por ahí hay mandarinas? —tanteo siguiéndole los pasos.Ella se detiene dudosa y miró hacia atrás.—No lo sé. De hecho si me dejaras aquí me perdería, no sabría ni llegar a casa. Pero quiero caminar, quiero ver cosas diferentes, ¿Sabes hacia cuanto no caminaba libremente?, no tienes ni idea.—Claro, podemos caminar cuanto quieras…Ella iba delante y yo prefería ir detrás, me gustaba ver como se movía a su estilo, a donde quería sin cohibiciones, parecía tan feliz.Empezamos a caminar, hablar de cosas triviales y para nuestra suerte encontramos una fila extensa de árboles de mandarinas.Jugamos con Lucía, al principio no quería
MadissonMe quedé estática mirando hacia la puerta cuando José se marchó. Un enjambre de mariposas me oprimían el pecho y por primera vez las piernas me temblaban y no de miedo.Dios mio.¿Qué me está pasando?—¡Madisson! —me llama Rosefina y me giro al instante.—Dime —entré por completo a la casa y me acerqué al sofá.—Es el señor Cascuzo —murmura mostrándome en su teléfono una llamada entrante—. De seguro va a preguntarme como está todo, quédate con la nena, iré a contestar al jardín para que no vaya a escucharla.—Claro, claro —Tomo el platito con comida que Rosefina tenía en las manos cuando pasa por mi lado.La veo alejarse hasta salir al jardín.—Mamá —habla mi pequeña cerrando y abriendo las manitos sin dejar de mirar el plato que sostengo.Sonrío y me siento a su lado para continuar dándole de comer. Son lentejas, que de seguro debió haber hecho Rosefina al medio día.—¿Está rico? —le pregunto entrándole una cucharada a la boca.Ella mueve la cabeza asintiendo aunque no sé
Madisson Las risas de mi pequeña me ha dado el mejor de los buenos días, no he parado de reír ante la manera tan peculiar que ha empleado para despertarme: con uno de sus deditos en mi nariz. La alzo aun acostada en la cama pretendiendo hacerle el avión y ella muere de risa. Nos lo estamos pasando bien, pero todo cesa cuando tocan a la puerta. Me reincorporo. —Pasa Rosefina —grito. La puerta se abre y para mi vergüenza por las pintas que llevo veo asomarse la cabeza de José. Me enderezo de súbito y paso involuntariamente una mano por mi pelo asesorándome de que no este con los pelos como si me acabase de electrocutar. —Parece que se lo están pasando bien por aquí —dice desvelando esa sonrisa de dientes perfectos—. Sus risas se escucha desde el portón. Él terminó entrando con ambas manos en la espalda, como quien oculta algo, se aproximó hasta estar frente a las dos y de sopetón sacó una de sus manos entregándole una piruleta a Lucía. Ella la cogió encantada y en automático
José Sus mejillas se han puesto rosa pastel y sus pupilas se han dilatado en el momento en el que nos han interrumpido. Estuve a punto de besarla, tengo la respiración entrecortada y puedo sentir la suya palpitar tanto como la mia. El ruido de una bocina nos ha sobresaltado y cuando me giro veo un Toyota gris aproximándose a nosotros, por lo concentrado que estaba ni siquiera lo escuché acercarse. El tipo se estaciona cerca y baja la ventanilla cuando está a nuestro lado. —Disculpe la molestia, ¿sabes como puedo salir de aquí? —pregunta haciendo un repaso con la vista de los tres—. Ando buscando la licorería Cascuzo, pero me perdí y la verdad no sé en donde estoy. Madisson me lanza una mirada nerviosa, aún tiene la cara rosa y yo trato de mantener la calma para que ella sepa que no pasa nada, posiblemente solo sea un comprador. —Verás —señalo por donde ha venido—. De hecho se ha pasado la licorería, suele ocurrir que algunos se pierden porque el lugar no está en una zona muy