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Capítulo 9: La casa de Jose

José

Sus mejillas se han puesto rosa pastel y sus pupilas se han dilatado en el momento en el que nos han interrumpido. Estuve a punto de besarla, tengo la respiración entrecortada y puedo sentir la suya palpitar tanto como la mia.

El ruido de una bocina nos ha sobresaltado y cuando me giro veo un Toyota gris aproximándose a nosotros, por lo concentrado que estaba ni siquiera lo escuché acercarse. El tipo se estaciona cerca y baja la ventanilla cuando está a nuestro lado.

—Disculpe la molestia, ¿sabes como puedo salir de aquí? —pregunta haciendo un repaso con la vista de los tres—. Ando buscando la licorería Cascuzo, pero me perdí y la verdad no sé en donde estoy.

Madisson me lanza una mirada nerviosa, aún tiene la cara rosa y yo trato de mantener la calma para que ella sepa que no pasa nada, posiblemente solo sea un comprador.

—Verás —señalo por donde ha venido—. De hecho se ha pasado la licorería, suele ocurrir que algunos se pierden porque el lugar no está en una zona muy visible, si seda la vuelta y conduce todo recto verá un letrero que dice: Restaurante Cascuzo, es al lado.

El hombre agradece, sube la ventanilla y se marcha. No es hasta que ya esta bastante lejos que volvemos a mirarnos.

Ella parece avergonzada, y sus mejillas van adquiriendo un tono rojizo. Se aparta el pelo de la cara cuando la brisa sopla y carraspea varias veces sin nada que decir.

Juro que no había visto mujer mas hermosa. Bella, tierna, con matices que la hacen tan excepcional.

Ninguno comenta lo del beso, y ella busca romper la incertidumbre que se ha creado cuando habla:

—Mmm… no sabía que Víctor tenia un restaurante —comenta y aun no se atreve a mirarme.

—Bueno, no hace mucho que lo abrió creo que un mes y medio aproximadamente —le cuento—. Tampoco va mucha gente como está tan metido en el campo nadie lo ve.

—Ah. Ya sé —ella retoma la marcha y yo la sigo—. Creo que sé cual restaurante es, hace unos días me llevó a uno para conocer a sus padres.

Noto disgusto en su voz.

No comento nada al respecto, se me hace raro que Víctor la haya llevado a conocer a sus padres, él solo los busca cuando puede sacarle algún beneficio.

—Y… ¿A dónde vamos? —vuelve hablar ante mi silencio.

Curvo una sonrisa.

—Pues me has pillado, hoy si no planifiqué a donde ir pero, ¿Qué tal si vamos a mi casa y cocino para ustedes? Ya casi es medio día, Rosefina me dijo que ni siquiera han desayunado.

—¿Le has preguntado?

—¿Eh?

—Sí le has preguntado si habíamos desayunado.

—Sí.

Me mira de soslayo y sus ojos parecen brillar mas que des costumbre. Caminamos en silencio hasta llegar a mi casa aunque Lucía habla una que otra vez con su madre. Madisson es una buena madre, y después de escuchar por todo lo que ha pasado entiendo por qué es tan sobreprotectora con Lucía: tiene miedo de que su pequeña tenga una infancia traumática o peor aun que este condenada a la vida que ella esta viviendo.

No tengo hijos biológicos, pero siento a Lucía como si fuera mia y desde luego que me jode toda esta situación. Tengo que pensar en cómo hacer las cosas, necesito sacarlas de ahí como sea, pero antes necesito planear las cosas bien: un coche, dinero, un lugar a donde podamos quedarnos al menos por un mes mientras contrato un abogado y pongo una querella para mandar al desgraciado de Víctor a los tribunales.

—¿Vives solo? —pregunta Madisson sacándome de mis pensamientos, y es cuando soy consciente de que ellas están esperando a que yo abra la puerta.

—Sí —saco mis llaves mirándola con cierta fascinación —. Bueno, con Lucía, le he montado su propia habitación, la verdad no me hago la idea de vivir solo, quiero decir me he encariñado mucho con ella, me gusta cuidarla.

Ella medio sonríe y cruza por mi lado cuando la invito a pasar. Observa todo curiosa y Lucía se va a su habitación sintiéndose en sus aguas.

—Ya es mas de media mañana. Pensaba prepararles lasaña.

—Me encanta la lasaña —murmura con una débil sonrisa antes de comenzar a pasearse dudosa por el lugar—. ¿Se te da bien la cocina?

Suelto una sonrisa vacilante entre divertida y nerviosa.

—Digamos que me sé defender, pero no se me da tan mal.

—¿Quieres que te ayude?

—No, no —empiezo a sacar los ingredientes—. Quiero cocinar para ti. Pero si quieres puedes prepararle una tape de comida que tiene Lucía en el refrigerador.

Señalo donde.

—Vale.

Ella se acerca como si conociera la casa de toda la vida busca y lo encuentra sin problema, luego se va a la habitación con Lucía.

Me quedo solo en la cocina y busco debajo del fregadero un grupo de periódicos y revista donde juraría que vi una receta de lasaña. La encuentro y empiezo a ver todo lo que necesito y no estoy seguro de tenerlo todo.

No sé lo que estoy haciendo, por quererla impresionar voy a terminar haciendo un disparate.

Hojeo las páginas buscando una receta mas fácil y todo luce simple, pero o no tengo todo los ingredientes o el que me falta es el mas importante. Vuelvo a la página de la lasaña y me animo hacerla.

Se empiezan a escuchar voces y risa en la habitación y no puedo evitar sonreír de labios cerrados, podría acostumbrarme a esto: verla a diario, tenerla cerca, pasar tiempo los tres, oír sus risas e incluso vivir juntos, ¿por qué no?

Voy a la faena y tengo que repetir la lasaña dos veces antes de que me quede decente. Estoy sudando, y la cocina tiene rastros de humo, no estoy seguro de cuanto tiempo llevo en la cocina pero juraría que dos horas mas o menos.

Cuando abro el horno por última vez veo que la lasaña esta lista, apago el horno y la saco con cuidado.

—Vaya paliza me he pegado en la cocina —murmuro en voz alta, y me sobresalto cuando veo a Madisson apoyada en el marco mirándome.

No sé cuanto tiempo lleva ahí, pero espero que no mucho porque soy un desastre.

—Lucía se ha quedado dormida hace rato —contiene la risa y sé que me ha pillado en mi mentira de que se me da bien la cocina.

—Entonces comeremos nosotros.

Ella asiente.

Cuando nos sentamos a comer no dejamos de mirarnos en cada movimiento.

—¿Está rico?

—Mucho.

Seguimos comiendo en silencio. Era un silencio consentido, agradable y lleno de mirada furtivas por ambas partes.

Cuando terminamos ella insiste en ayudarme a llevar los platos, ambos en la cocina; cuando de repente se gira para mirarme quedando frente a mí.

—Nunca nadie había hecho esto por mi —suelta de repente.

—¿Cocinar?

—Intentar hacerlo aun cuando no sabe y la verdad estaba rico.

—Así que me estabas observando.

Ella se encoge de hombros dándome la razón mientras trata de ocultar una sonrisa.

—Quizás deberías dejar de ser tan lindo conmigo.

—¿Por qué?

—Porque me voy acostumbrar —susurra flojo.

Llevo mi mano a su mejilla y la acaricio.

—¿Y que tiene de malo? —mi voz ha salido ronca y mi nariz ha ido acercándose tanto a la suya.

—Que esto no es real… no es mi vida, y no es justo.

—Puede que algún día lo sea.

Siento su respiración, y la mia. El pulso me late cuando la tengo tan cerca y se me descontrolan todos los sentidos en tan solo un segundo.

El plata intenso de sus iris me mira expectante entre nervios e incertidumbre, pero la relajo acariciando con mis yemas el nacimiento de su pelo detrás de su oreja.

Cierra los ojos despacio y se deja llevar y es cuando me atrevo. Roso mis labios con los suyos y los muevo despacio casi como si mi boca estuviese deseando permiso para explorar la suya. Toda la piel se me eriza cuando me corresponde siguiéndome el ritmo.

La atraigo suavemente mas a mi colocando una mano en su cintura y ella apoya su mano en mi torso.

El beso es intenso, mi lengua cruza la barrera de sus labios y juega con la suya en un baile perfecto, es tan adictiva que no quiero parar, se me entrecorta la respiración y la pego un poco mas queriendo sentirla así de cerca. Tan solo ha sido un beso y me ha vuelto loco.

El aire abandona nuestros pulmones y nos separamos despacio casi jadeando.

No sé lo que me espera a partir de hoy, pero lo que sea, estoy dispuesto a sobrellevarlo, no voy a dar ni un paso atrás, por que lo quiero todo con ella.

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