Madisson
Las risas de mi pequeña me ha dado el mejor de los buenos días, no he parado de reír ante la manera tan peculiar que ha empleado para despertarme: con uno de sus deditos en mi nariz. La alzo aun acostada en la cama pretendiendo hacerle el avión y ella muere de risa. Nos lo estamos pasando bien, pero todo cesa cuando tocan a la puerta. Me reincorporo. —Pasa Rosefina —grito. La puerta se abre y para mi vergüenza por las pintas que llevo veo asomarse la cabeza de José. Me enderezo de súbito y paso involuntariamente una mano por mi pelo asesorándome de que no este con los pelos como si me acabase de electrocutar. —Parece que se lo están pasando bien por aquí —dice desvelando esa sonrisa de dientes perfectos—. Sus risas se escucha desde el portón. Él terminó entrando con ambas manos en la espalda, como quien oculta algo, se aproximó hasta estar frente a las dos y de sopetón sacó una de sus manos entregándole una piruleta a Lucía. Ella la cogió encantada y en automático intentó abrirla. No me esperaba lo que siguió después: Un manojo de flores silvestres dirigidas a mi. Dudé antes de tomarla, incluso me puse nerviosa. —Gracias —Mi corazón comenzó a latir fuerte—. Están preciosas —las tomé y la llevé a mi nariz. —No sabía cuales eran tus favoritas así que te traje estas. —Estas me gustan —respondo—. De hecho me gustan todas las flores. Él sonríe satisfecho ante la idea de haber acertado, y yo le devuelvo la sonrisa. —Las pondré en agua —comento bajando de la cama. El asiente y se termina de acercar a la cama, mientras me alejo lo escucho hablar con Lucía y jugar con ella. En el baño hay dos floreros de plástico nunca los uso, pero antes tenían flores de plástico que compró Rosefina, los enjuago y echo un poco de agua antes de acomodar las flores. Huele a libertad y a campo, aparte de su natural olor tan peculiar propio de las flores. Cuando salgo del baño, dejo las flores en donde pueda verlas siempre: en una esquina del tocador. —Listo —murmuro mirando lo bien que han quedado. José se incorpora. —¿Quieren dar un paseo? —pregunta entrándose las manos a los bolsillos. No puedo evitar reír cuando Lucía dice que sí con la cabeza. —Creo que Lucía está de acuerdo y yo también —acepto—. Nos arreglamos y nos vamos. Él asiente y sale diciendo que nos espera afuera. Todo lo hago muy rápido arreglar a mi princesa y, arreglarme yo. Para cuando salgo José y Rosefina están dialogando animadamente. José se incorpora para irnos, y Rosefina al verme fuerza una sonrisa extraña haciéndome una seña de que la acompañe a su habitación. La sigo disimuladamente y una vez adentro empieza a buscar entre su ropa como loca. —Ni pienses que voy a dejar que te vayas en bata cariño —murmura sacando un pantalón corto y una blusa de tirante. Ella sabe que no es exactamente de mi agrado vestirme así, pero solo tengo batas. —Ponte esto —dice tomando a Lucia de mis brazos para que pueda vestirme—. Es ropa nueva que compré por internet, me quedaba pequeña y nunca me la usé. Y puedes quedártela. —Gracias —me visto rápido, me queda bien y lo mejor de todo es que me siento mas cómoda. Cargo a mi hija cuando termino y salimos. —Ahora si —dice Rosefina—. Diviértanse. José, Lucía y yo nos vamos alejando hasta llegar al jardín, él abre las cerraduras y salimos. Empezamos a caminar y José me cuenta que tal le fue ayer en el invernadero. —Desearía poder trabajar —comento mirándolo de reojo—. Suena interesante todo lo que me cuentas. —¿Has trabajado alguna vez? —se interesa. —Sí, cuando vivía con mi madre, mis hermanas y mi padrastro. —¿Y de qué trabajabas? —En un bar, ayudaba a mi padrastro. —¿Y, que pasó exactamente? —¿Con el bar? —Contigo, tu familia, con tu vida, ¿Como llegaste aquí? Me quedé callada pensando si hablar del tema. Una parte de mi si quería, la otra solo quería enterrar el pasado. —No conocí a mi padre biológico y tampoco me llevaba bien con mi padrastro —le explico—. Crecí en una familia disfuncional: gritos de día, alcohol de noche, ruido, peleas, eso a diario. Vivíamos en el mismo bar de mi padrastro, o sea, la casa estaba conectada, por lo que se escuchaba casi todo. —¿Qué era lo que te molestaba de tu padrastro para que no se llevasen bien? Detuve mis pasos y miré a un punto fijo. —Era bastante, como decirte: Egocéntrico. Siempre me excluía de la familia como yo no era su hija y mis hermanas si, Jamás me lo dijo, pero eso se notaba. Como te decía, le ayudaba en el bar y a menudo tenía que soportar a sus clientes, ahí conocí a Víctor, era el proveedor de los vinos del local y al mismo tiempo cliente, tenía negocios con mi padrastro, eso lo supe un tiempo después. Bueno cada que Víctor iba al bar me observaba; siempre iba solo y pedía lo mismo y siempre quería que lo atendiese yo. En varias ocasiones intentó “seducirme” nunca le hice caso, no estaba interesada en él, no por ser él exactamente sino porque mi foco de vida estaba puesto en otras cosas: estaba reuniendo dinero para irme a estudiar a Roma, anhelaba irme de casa y ser independiente, ya tenía 19 años así que sentía que el tiempo se me estaba yendo encima. Retomamos la marcha, con Lucía tomada de la mano ya que ella también quiere caminar. —Bueno —continúo—. Una noche hubo una fuerte discusión entre dos clientes y la cosas se pusieron feas, rompieron botellas, hubo mucha sangre allí, recuerdo que estaba aterrada e incluso llegó la policía. Uno de los hombres que peleaba murió en el hospital, la policía empezó una investigación y resulta que mi padrastro no tenía los permisos correspondientes para tener ese bar y mucho menos porque estaba dentro de una casa donde habían menores, mi hermana pequeña tenía 15, y pues le clausuraron el bar. —Vaya lío. —Sí —concuerdo—. Y como podrás imaginar a raíz de eso la economía y los problemas en la casa se incrementaron. Una vez vi a mi padrastro robarle dinero de la cartera a mi madre y luego me echó la culpa, no te imaginas la impotencia que sentí. Luego terminó confesando que había sido él porque andaba necesitado de dinero y el sueldo de mi madre no alcanzaba. Dijo que le debía a los proveedores mucho dinero e incluso mocionó un préstamo que ni siquiera mi madre sabía que existía. Los días eran agobiantes, era un sin vivir uno tras otro, tuve que darle todos mis ahorros de irme a Roma para sobrellevar las cosas, pero jamás me imaginé lo que venía después. Mi padrastro comenzó actuar raro, hablaba mucho por teléfono, siempre me preguntaba a donde iba o cuando llegaba. Se me llenan los ojos de lágrimas y me muerdo los labios que me empiezan a temblar. —Fui a comprar el pan y jamás volví, a unas cuadras de llegar a mi casa tiraron de mi hacia atrás y me metieron a una camioneta blanca. —resoplo tratando de controlar el temblor de mi voz—. No entendía nada cuando en la oscuridad de la furgoneta unos ojos azules amenazadores me escudriñaba mientras me daban órdenes que mi cabeza no procesaba en aquel instante. En el momento el pánico no me dejó reconocer al hombre, pero sabía que lo había visto antes. Me limpio las mejillas y hago una pausa. —Si te soy sincera, no recuerdo bien lo que pasó las tres horas que le siguieron a mi secuestro, estaba consiente, pero como si no lo estuviera, son como lagunas mentales. Estaba en un shock muy fuerte. José estira su mano y sujeta la mia en un gesto de apoyo. —Lo que mas me traumatizó no fueron los abusos que vinieron después si no el hecho de enterarme de que Víctor le había pagado por mi a mi padre. Padrastro —corrijo. —No sé que mentira le habrá inventado a mi madre para que no me buscara, tampoco sé si mi madre me ha buscado. Han pasado cuatro años desde entonces, posiblemente ella ya se haya olvidado de mi. —No creo que tu madre se haya olvidado de ti —murmura deteniéndose frente a mi—. Mírame. Me levanta el mentón. —Vas a salir de esta, nadie tiene el derecho de comprar a nadie, es inhumano e ilegal. Encontraremos la manera en la que puedas salir de aquí, con Lucía, se irán las dos y podrás hacer todas las cosas que siempre has deseado. Le miré los labios mientras hablaba, perdiéndome por un momento en ellos. —¿Y tu no vienes? —susurro. —¿Qué? —Has dicho que encontraremos la manera de que Lucía y yo podamos irnos, pero qué hay de ti, ¿No vienes? —¿Quieres que lo haga? Asiento con un movimiento lento de la cabeza, y sin darme cuenta lo tengo muy cerca. Cierro los ojos cuando su respiración acaricia mi nariz y sus dedos se acoplan a un lado de mi mejilla. Las yemas de sus dedos me acarician y cuando está a punto de rosar sus labios con los míos el sonido de una bocina nos aleja.José Sus mejillas se han puesto rosa pastel y sus pupilas se han dilatado en el momento en el que nos han interrumpido. Estuve a punto de besarla, tengo la respiración entrecortada y puedo sentir la suya palpitar tanto como la mia. El ruido de una bocina nos ha sobresaltado y cuando me giro veo un Toyota gris aproximándose a nosotros, por lo concentrado que estaba ni siquiera lo escuché acercarse. El tipo se estaciona cerca y baja la ventanilla cuando está a nuestro lado. —Disculpe la molestia, ¿sabes como puedo salir de aquí? —pregunta haciendo un repaso con la vista de los tres—. Ando buscando la licorería Cascuzo, pero me perdí y la verdad no sé en donde estoy. Madisson me lanza una mirada nerviosa, aún tiene la cara rosa y yo trato de mantener la calma para que ella sepa que no pasa nada, posiblemente solo sea un comprador. —Verás —señalo por donde ha venido—. De hecho se ha pasado la licorería, suele ocurrir que algunos se pierden porque el lugar no está en una zona muy
Madisson Unas horas después… —Me lo he pasado muy bien —murmuro cuando José me deja en la puerta de la casa de Víctor. Es de noche, él día ha sido inmejorable y sobre todo entre los dos ha comenzado a surgir una complicidad que no puedo explicar. —Yo también me he divertido y creo que Lucía también —comenta pasándole la mano por la espalda. Mi hija tiene la cabecita acostada en el hombro de José, y aunque está despierta parece gustarle estar así. —¿Nos vemos el viernes? —susurro. —Deseo que ya sea viernes —responde. Y no puedo evitar sonrojarme. —Yo también… Dejé un beso en la frente de mi hija, y José se acerca a besar mi mejilla pero termina dándome un beso en la comisura de mis labios que termina en mi boca, lo recibo con las piernas temblando y la respiración se me disloca cuando se separa, y me acaricia la mejilla como solo él sabe hacer. —Hasta el viernes, preciosa. Me pego al lumbral de la salida y lo veo alejarse con el corazón a mil. ¿Cómo puede ponerm
Madisson Viernes 10:07 a.m. No he dormido en toda la noche, Víctor no volvió a entrar a la habitación desde la discusión que tuvimos a noche. Me he cabeceado cada diez minutos entre el sueño y la incertidumbre de querer y no poder dormir. He imaginado que Víctor entraba furioso y me pegaba o algo así mientras dormía. Nunca sé que esperar de él, nunca ha sido lo suficientemente transparente como para saber que hará o qué dirá, a veces, Víctor puede llegar a ser bastante bipolar, en un rato puede estar arrastrándome del pelo por toda la casa, y diez minutos después diciéndome que me ama. Aunque todo esto resulte enfermo, él es así y no sé como actuar a veces. Estoy deambulando por la habitación de una esquina a otra, estoy preocupada y no dejo de hacerme preguntas cada dos segundos, la incertidumbre me esta matando. No hago mas que esperar, ya me he duchado y puesto una bata limpia antes de sentarme en la cama mirando a la nada y volver a deambular. Hace rato que salió el sol y
José Voy llegando a la casa de Víctor cuando lo veo salir como alma que lleva al diablo, maldice por lo bajo y se precipita a su camioneta con tanta rabia que dudo en si debería preocuparme o no por su estado, no lo digo por él, no. Lo digo por Madisson sé perfectamente que la mayoría de sus arrebatos son por alguna disputa con ella, o casi todas. Decido no hablarle y entrar por Lucía, saco las llaves y casi cuando estoy por entrar lo escucho que me llama. Me detengo y cuando me giro ya lo tengo al lado. —Quería hablar contigo —dice soltando un suspiro silencioso—. Quería pedirte que cuidaras de Lucía por unas semanas. Arrugo el entrecejo sin entender muy bien. —Ya cuido de ella —le recuerdo. —Sí, si, no me refería a eso —gesticula con la mano—. Me refería a que no estaré. Madisson y yo iremos a la ciudad, estaremos un mes fuera y por razones obvias no quiero llevarme a Lucía. —¿Un mes en la ciudad? —vuelvo a repetir en pregunta, no me agrada el hecho de que el
MadissonCortona. Italia4: 32 de la madrugada.La ciudad, las luces, las casas, todo está muy desierto, callado e iluminado. Supongo que las personas duermen. Los recuerdos se acumulan dolorosos y se me humedecen los ojos cuando pasamos por la esquina en donde comenzó todo. Estoy temblando, y todo el cuerpo me late como lo hace mi corazón.José se detiene justo frente a la casa de mi madre como le he pedido.—¿Es aquí? —pregunta José notando que parece no haber nadie viviendo ahí.—Sí —susurro entre los nervios y las ansias que me produce el momento.Tengo muchas preguntas, la primera: ¿Cómo me recibirán?, ¿y si no quieren verme? Y si no me aceptan con Lucía por ser hija del hombre que me secuestró.Si no la aceptan a ella, yo no seré bienvenida porque ella y yo somos una.—Estoy nerviosa.—Tranquila —la mano de José trata de calmarme con un gesto cariñoso—. Ya verás como tu familia te recibe con los brazos abiertos.Asiento tomando aire despacio.—¿Vamos? —susurro para que
Víctor10: 45 a.m.Estoy sentado frente a mi madre, justo en el mismo restaurante en el que le presenté a mi mujer y que hoy la cito para decirle que mi mujer a huido con mi hija, que la he buscado toda la maldita noche y que pareciera que se la haya tragado la tierra, mi madre no lo entiende, por supuesto que no lo entiende, ella dice que seguro le asustó el hecho de la boda, según ella no la vio muy feliz cuando lo mencioné. Si mi madre supiera que lo que piense o diga Madisson no me interesa, ella es mia quiera o no, nació por y para mi, para satisfacerme y darme los hijos que yo quiera, y, por consecuencia hacer con ella y mis hijos lo que me apetezca.No he dormido nada, fumo y bebo mirando a la nada como un maniático. Ya todo el mundo lo sabe, o mejor dicho mi familia. Aunque mi padre no haya venido ya está enterado.Las estoy buscando, estoy dejándome hasta el último céntimo para encontrarla y así seguiré. Incluso he sobornado algunos agentes corruptos que conocen a mi padre
MadissonHuele rico, apenas abrí los ojos y el olor a tostada y café me atraviesa la nariz. Lo primero que noté es que ni José ni Lucia estaban en la cama, me senté rápido buscándolos con la vista. Al sentarme en la cama una bandeja con un apetecible desayuno me recibió en la mesita de noche haciéndome sonar las tripas.—¿José? —hablé alto casi asomando una sonrisa. Tenía claros recuerdos de lo que pasó anoche y no puedo evitar sentirme distinta. Mas segura de mi misma, con mas ganas de vivir, con ansias de experimentar cosas nuevas.De ser feliz…Siempre creí que eso no era para mi.—¿¡José!? ¡Lucía! —volví hablar mas alto bajando de la cama y no pude evitar ver una bolsa blanca evidentemente recién comprada.Comencé a preocuparme cuando no recibí respuesta y comencé a buscar por toda la habitación: entré al baño, y a un pequeño anexo que hay abriendo una puerta.Siempre he sido tan paranoica en mi vida que comenzaba asustarme; a pensar lo peor. Pero, al salir al pequeño balcón
José Lo primero que cruza por mi cabeza es: Víctor, pero a la vez creo que no es posible que nos haya encontrado tan rápido. Madisson está pálida, y en automático se ha lanzado a sujetar a Lucia. —Yo me encargo —le susurro haciéndole seña de que se vaya al baño. Ella no tarda en hacerlo. Voy hacia la puerta y entre abro con cautela. —¿Quien me busca? —pregunto desconfiado. El hombre mira hacia su derecha antes de volver a mirarme. —Hay un agente de policía abajo, dice que quiere hacerle unas preguntas, al parecer tiene algo que ver con referencia a un coche robado. Inconscientemente suelto el aire que sostenía en mis pulmones. —Ahora salgo. Él asiente y se aleja. Camino al baño y empujo la puerta para avisarle a Madisson que puede salir. —Es la policía —le comento—. Quieren hablar conmigo. Cuando salgamos, ustedes salen fuera del hostal y me esperan del otro lado de la acera. Ella asiente y ambos salimos. Tomamos la ropa y el resto de nuestras pertenencia y b