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capítulo 6: Complicidad

Madisson

Me quedé estática mirando hacia la puerta cuando José se marchó. Un enjambre de mariposas me oprimían el pecho y por primera vez las piernas me temblaban y no de miedo.

Dios mio.

¿Qué me está pasando?

—¡Madisson! —me llama Rosefina y me giro al instante.

—Dime —entré por completo a la casa y me acerqué al sofá.

—Es el señor Cascuzo —murmura mostrándome en su teléfono una llamada entrante—. De seguro va a preguntarme como está todo, quédate con la nena, iré a contestar al jardín para que no vaya a escucharla.

—Claro, claro —Tomo el platito con comida que Rosefina tenía en las manos cuando pasa por mi lado.

La veo alejarse hasta salir al jardín.

—Mamá —habla mi pequeña cerrando y abriendo las manitos sin dejar de mirar el plato que sostengo.

Sonrío y me siento a su lado para continuar dándole de comer. Son lentejas, que de seguro debió haber hecho Rosefina al medio día.

—¿Está rico? —le pregunto entrándole una cucharada a la boca.

Ella mueve la cabeza asintiendo aunque no sé si realmente me entiende del todo. A veces cuando le hablo afirma o niega con la cabeza aunque no sea exactamente una pregunta.

Sigo dándole de comer hasta que se termina todo. Me acerco a la cocina a llevar y fregar el plato para dejarlo en el escurridor sin quitarle del todo el ojo a Lucía.

Ella solita se baja del sofá y se pone a jugar con el florero de la mesita de centro, es de plástico así que la dejo jugar con el.

Cuando termino de fregar salgo de la cocina y a mi compas entra Rosefina.

—¿Has hablado con él? —indago.

—Sí.

—¿Y?

—Todo bien el jueves temprano se regresa.

Suelto un soplido aburrido, ¿por qué no se queda un mes o mejor aun si nunca regresa!

—Voy a bañar a Lucia y a jugar un ratito con ella, y luego a leerle un cuento puede que se quede dormida —comento caminando hacia mi hija.

Quiero disfrutarla al máximo.

—Bueno, voy hacer la cena ¿quieres pizza casera?

Asiento. Ella sabe lo que me encanta la pizza y le salen muy buenas.

—Ahora nos venos —murmuro alejándome.

Tomé de la mano a Lucía y ambas nos fuimos por el pasillo hasta mi habitación.

Duché a mi hija ya que corrimos mucho hoy y como ella tiene ropa en la habitación de Rosefina fui por algunas prendas, la cambié, y cepillé sus rizos. Luego me duché y me puse una de mis batas limpias.

Las dos nos subimos a la cama con varios objetos que yo misma elaboré para ella, uno es un osito que cosí a mano, no es el mas bonito porque no soy experta, pero hice lo mejor que pude y a ella le gusta. Y lo otro es un libro de cuentos que yo misma escribí: tiene ilustraciones en algunas páginas que recorté del periódico para que ella tenga imágenes de lo que le cuento, y también parece gustarle.

Ella tiene mas juguetes en casa de José, pero yo quería que tuviera algo mio, algo que le haya dado yo, algo que pueda decir yo se lo he hecho, se lo he regalado, no comprado por alguien mas. Desearía trabajar y poder comprarle todo lo que ella necesite por mi propia cuenta, sin depender de Víctor. Espero algún día poder hacer eso.

Ambas estamos tumbadas una al lado de la otra, Lucía abrazando a su osito y yo leyéndole por milésima vez el mismo cuento, que ambas disfrutamos.

Para cuando me quiero dar cuenta ella ya está dormida. La observo fascinada, es tan guapa. No recuerdo la última vez que tuve la dicha de dormir a su lado, creo que ella tenía dos meses, si de eso hace casi un año.

Paso un dedo por su mejilla y luego toco su pequeña nariz.

«Mi meta para dentro de tres años, es poder convencer a Víctor de que la deje ir a la escuela».

Se me estruja el corazón saber que no voy a poder estar ahí para ella, en la puerta del colegio viéndola entrar a su primer día de clase. Me voy a perder tantas cosas.

—Pero lo soportaré mientras tu si puedas tener un futuro —le susurro muy flojo dejando un beso en su mejilla.

Dan dos golpecitos a la puerta y salgo despacio, pero lo mas rápido que puedo para que el ruido no la despierte.

Entre abrí la puerta.

—Ya está la pizza —me avisa.

Echo una ojeada a la cama antes de salir. Caminamos hacia el comedor donde me recibe un olor intenso a queso y especies.

—Uf, muero de hambre —murmuro.

La pizza está en la mesa y ambas nos sentamos a comer.

—¿Qué tal tu tarde? —alude Rosefina haciéndome alzar la vista hacia ella—. ¿No piensas contarme como te fue con José?

—Mmm… —Le doy una mordida a la pizza—. Este, estuvimos jugando con Lucía, hablando de cosas sin importancia, pasé la mejor tarde de mi vida, Lucía se divirtió como nunca y creo que José también. Y pues, quedó de venir mañana. Ya vez que dejó a mi pequeña dormir conmigo, ¡aun no puedo creerlo! —sonrío suspicaz—. Creo que es un buen hombre, quiero decir…, me cae bien.

—Me alegro de que lo hayas pasado bien, enserio… ojala pudieras salir mas seguido —me regala una sonrisa amarga—. Te veo ilusionada, sabes… cuando hablas de él y de como se lo han pasado los tres, me gusta verte así, con ánimos y sonriendo.

—Ay, ven aquí —la abrazo. Ha habido días en los que he llegado a sentir un poco de resentimiento hacia Rosefina, por el hecho de ayudar a Víctor, pero luego seme pasa y sé que ella no es una mala mujer y me ayuda cada que puede.

Nos separamos y seguimos comiendo.

El resto de la cena fue tranquilo y agradable, luego cada una se encerró en su habitación.

Me desvelé casi hasta las tres y media de la madrugada contemplando a mi pequeña, me parecía tan irreal tenerla a mi lado que me pase horas observándola, y luego cuando ya no pude mas me dormí con su manito entre la mía.

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