Madisson
Me quedé estática mirando hacia la puerta cuando José se marchó. Un enjambre de mariposas me oprimían el pecho y por primera vez las piernas me temblaban y no de miedo. Dios mio. ¿Qué me está pasando? —¡Madisson! —me llama Rosefina y me giro al instante. —Dime —entré por completo a la casa y me acerqué al sofá. —Es el señor Cascuzo —murmura mostrándome en su teléfono una llamada entrante—. De seguro va a preguntarme como está todo, quédate con la nena, iré a contestar al jardín para que no vaya a escucharla. —Claro, claro —Tomo el platito con comida que Rosefina tenía en las manos cuando pasa por mi lado. La veo alejarse hasta salir al jardín. —Mamá —habla mi pequeña cerrando y abriendo las manitos sin dejar de mirar el plato que sostengo. Sonrío y me siento a su lado para continuar dándole de comer. Son lentejas, que de seguro debió haber hecho Rosefina al medio día. —¿Está rico? —le pregunto entrándole una cucharada a la boca. Ella mueve la cabeza asintiendo aunque no sé si realmente me entiende del todo. A veces cuando le hablo afirma o niega con la cabeza aunque no sea exactamente una pregunta. Sigo dándole de comer hasta que se termina todo. Me acerco a la cocina a llevar y fregar el plato para dejarlo en el escurridor sin quitarle del todo el ojo a Lucía. Ella solita se baja del sofá y se pone a jugar con el florero de la mesita de centro, es de plástico así que la dejo jugar con el. Cuando termino de fregar salgo de la cocina y a mi compas entra Rosefina. —¿Has hablado con él? —indago. —Sí. —¿Y? —Todo bien el jueves temprano se regresa. Suelto un soplido aburrido, ¿por qué no se queda un mes o mejor aun si nunca regresa! —Voy a bañar a Lucia y a jugar un ratito con ella, y luego a leerle un cuento puede que se quede dormida —comento caminando hacia mi hija. Quiero disfrutarla al máximo. —Bueno, voy hacer la cena ¿quieres pizza casera? Asiento. Ella sabe lo que me encanta la pizza y le salen muy buenas. —Ahora nos venos —murmuro alejándome. Tomé de la mano a Lucía y ambas nos fuimos por el pasillo hasta mi habitación. Duché a mi hija ya que corrimos mucho hoy y como ella tiene ropa en la habitación de Rosefina fui por algunas prendas, la cambié, y cepillé sus rizos. Luego me duché y me puse una de mis batas limpias. Las dos nos subimos a la cama con varios objetos que yo misma elaboré para ella, uno es un osito que cosí a mano, no es el mas bonito porque no soy experta, pero hice lo mejor que pude y a ella le gusta. Y lo otro es un libro de cuentos que yo misma escribí: tiene ilustraciones en algunas páginas que recorté del periódico para que ella tenga imágenes de lo que le cuento, y también parece gustarle. Ella tiene mas juguetes en casa de José, pero yo quería que tuviera algo mio, algo que le haya dado yo, algo que pueda decir yo se lo he hecho, se lo he regalado, no comprado por alguien mas. Desearía trabajar y poder comprarle todo lo que ella necesite por mi propia cuenta, sin depender de Víctor. Espero algún día poder hacer eso. Ambas estamos tumbadas una al lado de la otra, Lucía abrazando a su osito y yo leyéndole por milésima vez el mismo cuento, que ambas disfrutamos. Para cuando me quiero dar cuenta ella ya está dormida. La observo fascinada, es tan guapa. No recuerdo la última vez que tuve la dicha de dormir a su lado, creo que ella tenía dos meses, si de eso hace casi un año. Paso un dedo por su mejilla y luego toco su pequeña nariz. «Mi meta para dentro de tres años, es poder convencer a Víctor de que la deje ir a la escuela». Se me estruja el corazón saber que no voy a poder estar ahí para ella, en la puerta del colegio viéndola entrar a su primer día de clase. Me voy a perder tantas cosas. —Pero lo soportaré mientras tu si puedas tener un futuro —le susurro muy flojo dejando un beso en su mejilla. Dan dos golpecitos a la puerta y salgo despacio, pero lo mas rápido que puedo para que el ruido no la despierte. Entre abrí la puerta. —Ya está la pizza —me avisa. Echo una ojeada a la cama antes de salir. Caminamos hacia el comedor donde me recibe un olor intenso a queso y especies. —Uf, muero de hambre —murmuro. La pizza está en la mesa y ambas nos sentamos a comer. —¿Qué tal tu tarde? —alude Rosefina haciéndome alzar la vista hacia ella—. ¿No piensas contarme como te fue con José? —Mmm… —Le doy una mordida a la pizza—. Este, estuvimos jugando con Lucía, hablando de cosas sin importancia, pasé la mejor tarde de mi vida, Lucía se divirtió como nunca y creo que José también. Y pues, quedó de venir mañana. Ya vez que dejó a mi pequeña dormir conmigo, ¡aun no puedo creerlo! —sonrío suspicaz—. Creo que es un buen hombre, quiero decir…, me cae bien. —Me alegro de que lo hayas pasado bien, enserio… ojala pudieras salir mas seguido —me regala una sonrisa amarga—. Te veo ilusionada, sabes… cuando hablas de él y de como se lo han pasado los tres, me gusta verte así, con ánimos y sonriendo. —Ay, ven aquí —la abrazo. Ha habido días en los que he llegado a sentir un poco de resentimiento hacia Rosefina, por el hecho de ayudar a Víctor, pero luego seme pasa y sé que ella no es una mala mujer y me ayuda cada que puede. Nos separamos y seguimos comiendo. El resto de la cena fue tranquilo y agradable, luego cada una se encerró en su habitación. Me desvelé casi hasta las tres y media de la madrugada contemplando a mi pequeña, me parecía tan irreal tenerla a mi lado que me pase horas observándola, y luego cuando ya no pude mas me dormí con su manito entre la mía.Madisson Las risas de mi pequeña me ha dado el mejor de los buenos días, no he parado de reír ante la manera tan peculiar que ha empleado para despertarme: con uno de sus deditos en mi nariz. La alzo aun acostada en la cama pretendiendo hacerle el avión y ella muere de risa. Nos lo estamos pasando bien, pero todo cesa cuando tocan a la puerta. Me reincorporo. —Pasa Rosefina —grito. La puerta se abre y para mi vergüenza por las pintas que llevo veo asomarse la cabeza de José. Me enderezo de súbito y paso involuntariamente una mano por mi pelo asesorándome de que no este con los pelos como si me acabase de electrocutar. —Parece que se lo están pasando bien por aquí —dice desvelando esa sonrisa de dientes perfectos—. Sus risas se escucha desde el portón. Él terminó entrando con ambas manos en la espalda, como quien oculta algo, se aproximó hasta estar frente a las dos y de sopetón sacó una de sus manos entregándole una piruleta a Lucía. Ella la cogió encantada y en automático
José Sus mejillas se han puesto rosa pastel y sus pupilas se han dilatado en el momento en el que nos han interrumpido. Estuve a punto de besarla, tengo la respiración entrecortada y puedo sentir la suya palpitar tanto como la mia. El ruido de una bocina nos ha sobresaltado y cuando me giro veo un Toyota gris aproximándose a nosotros, por lo concentrado que estaba ni siquiera lo escuché acercarse. El tipo se estaciona cerca y baja la ventanilla cuando está a nuestro lado. —Disculpe la molestia, ¿sabes como puedo salir de aquí? —pregunta haciendo un repaso con la vista de los tres—. Ando buscando la licorería Cascuzo, pero me perdí y la verdad no sé en donde estoy. Madisson me lanza una mirada nerviosa, aún tiene la cara rosa y yo trato de mantener la calma para que ella sepa que no pasa nada, posiblemente solo sea un comprador. —Verás —señalo por donde ha venido—. De hecho se ha pasado la licorería, suele ocurrir que algunos se pierden porque el lugar no está en una zona muy
Madisson Unas horas después… —Me lo he pasado muy bien —murmuro cuando José me deja en la puerta de la casa de Víctor. Es de noche, él día ha sido inmejorable y sobre todo entre los dos ha comenzado a surgir una complicidad que no puedo explicar. —Yo también me he divertido y creo que Lucía también —comenta pasándole la mano por la espalda. Mi hija tiene la cabecita acostada en el hombro de José, y aunque está despierta parece gustarle estar así. —¿Nos vemos el viernes? —susurro. —Deseo que ya sea viernes —responde. Y no puedo evitar sonrojarme. —Yo también… Dejé un beso en la frente de mi hija, y José se acerca a besar mi mejilla pero termina dándome un beso en la comisura de mis labios que termina en mi boca, lo recibo con las piernas temblando y la respiración se me disloca cuando se separa, y me acaricia la mejilla como solo él sabe hacer. —Hasta el viernes, preciosa. Me pego al lumbral de la salida y lo veo alejarse con el corazón a mil. ¿Cómo puede ponerm
Madisson Viernes 10:07 a.m. No he dormido en toda la noche, Víctor no volvió a entrar a la habitación desde la discusión que tuvimos a noche. Me he cabeceado cada diez minutos entre el sueño y la incertidumbre de querer y no poder dormir. He imaginado que Víctor entraba furioso y me pegaba o algo así mientras dormía. Nunca sé que esperar de él, nunca ha sido lo suficientemente transparente como para saber que hará o qué dirá, a veces, Víctor puede llegar a ser bastante bipolar, en un rato puede estar arrastrándome del pelo por toda la casa, y diez minutos después diciéndome que me ama. Aunque todo esto resulte enfermo, él es así y no sé como actuar a veces. Estoy deambulando por la habitación de una esquina a otra, estoy preocupada y no dejo de hacerme preguntas cada dos segundos, la incertidumbre me esta matando. No hago mas que esperar, ya me he duchado y puesto una bata limpia antes de sentarme en la cama mirando a la nada y volver a deambular. Hace rato que salió el sol y
José Voy llegando a la casa de Víctor cuando lo veo salir como alma que lleva al diablo, maldice por lo bajo y se precipita a su camioneta con tanta rabia que dudo en si debería preocuparme o no por su estado, no lo digo por él, no. Lo digo por Madisson sé perfectamente que la mayoría de sus arrebatos son por alguna disputa con ella, o casi todas. Decido no hablarle y entrar por Lucía, saco las llaves y casi cuando estoy por entrar lo escucho que me llama. Me detengo y cuando me giro ya lo tengo al lado. —Quería hablar contigo —dice soltando un suspiro silencioso—. Quería pedirte que cuidaras de Lucía por unas semanas. Arrugo el entrecejo sin entender muy bien. —Ya cuido de ella —le recuerdo. —Sí, si, no me refería a eso —gesticula con la mano—. Me refería a que no estaré. Madisson y yo iremos a la ciudad, estaremos un mes fuera y por razones obvias no quiero llevarme a Lucía. —¿Un mes en la ciudad? —vuelvo a repetir en pregunta, no me agrada el hecho de que el
MadissonCortona. Italia4: 32 de la madrugada.La ciudad, las luces, las casas, todo está muy desierto, callado e iluminado. Supongo que las personas duermen. Los recuerdos se acumulan dolorosos y se me humedecen los ojos cuando pasamos por la esquina en donde comenzó todo. Estoy temblando, y todo el cuerpo me late como lo hace mi corazón.José se detiene justo frente a la casa de mi madre como le he pedido.—¿Es aquí? —pregunta José notando que parece no haber nadie viviendo ahí.—Sí —susurro entre los nervios y las ansias que me produce el momento.Tengo muchas preguntas, la primera: ¿Cómo me recibirán?, ¿y si no quieren verme? Y si no me aceptan con Lucía por ser hija del hombre que me secuestró.Si no la aceptan a ella, yo no seré bienvenida porque ella y yo somos una.—Estoy nerviosa.—Tranquila —la mano de José trata de calmarme con un gesto cariñoso—. Ya verás como tu familia te recibe con los brazos abiertos.Asiento tomando aire despacio.—¿Vamos? —susurro para que
Víctor10: 45 a.m.Estoy sentado frente a mi madre, justo en el mismo restaurante en el que le presenté a mi mujer y que hoy la cito para decirle que mi mujer a huido con mi hija, que la he buscado toda la maldita noche y que pareciera que se la haya tragado la tierra, mi madre no lo entiende, por supuesto que no lo entiende, ella dice que seguro le asustó el hecho de la boda, según ella no la vio muy feliz cuando lo mencioné. Si mi madre supiera que lo que piense o diga Madisson no me interesa, ella es mia quiera o no, nació por y para mi, para satisfacerme y darme los hijos que yo quiera, y, por consecuencia hacer con ella y mis hijos lo que me apetezca.No he dormido nada, fumo y bebo mirando a la nada como un maniático. Ya todo el mundo lo sabe, o mejor dicho mi familia. Aunque mi padre no haya venido ya está enterado.Las estoy buscando, estoy dejándome hasta el último céntimo para encontrarla y así seguiré. Incluso he sobornado algunos agentes corruptos que conocen a mi padre
MadissonHuele rico, apenas abrí los ojos y el olor a tostada y café me atraviesa la nariz. Lo primero que noté es que ni José ni Lucia estaban en la cama, me senté rápido buscándolos con la vista. Al sentarme en la cama una bandeja con un apetecible desayuno me recibió en la mesita de noche haciéndome sonar las tripas.—¿José? —hablé alto casi asomando una sonrisa. Tenía claros recuerdos de lo que pasó anoche y no puedo evitar sentirme distinta. Mas segura de mi misma, con mas ganas de vivir, con ansias de experimentar cosas nuevas.De ser feliz…Siempre creí que eso no era para mi.—¿¡José!? ¡Lucía! —volví hablar mas alto bajando de la cama y no pude evitar ver una bolsa blanca evidentemente recién comprada.Comencé a preocuparme cuando no recibí respuesta y comencé a buscar por toda la habitación: entré al baño, y a un pequeño anexo que hay abriendo una puerta.Siempre he sido tan paranoica en mi vida que comenzaba asustarme; a pensar lo peor. Pero, al salir al pequeño balcón