Madisson —No te vayas a la habitación, hoy cenaremos juntos y quiero que ayudes a Rosefina a preparar la cena —me ordena Víctor. Detengo mis pasos cuando ya iba por el pasillo y veo que Rosefina asoma la cabeza desde su habitación, me sonríe disimulada, a ella le gusta pasar tiempo conmigo cuando Víctor me deja salir alguna parte de la casa. Víctor se va hacia la cocina y lo sigo. Me quito los tacones antes de entrar. —Hoy es viernes —murmuro comenzando a sacar los utensilios para hacer berenjena al horno. —¿Y? —Él se pega al jarrón de agua y luego lo vuelve a meter a la nevera. —Ya es hora de qué José traiga a Lucia y no lo ha hecho —susurro un poco mas bajo. —Hoy no la traerá —simplifica. Un hormigueo en el estómago me remueve todos mis sentidos y aguanto las ganas de llorar. —¿Se puede saber por qué? —pregunto manteniendo la calma. Estoy segura que busca desestabilizarme. —José estará ocupado y llega tarde del trabajo. —Puedo esperarlo hasta media noche si hace falta —mi voz a delatado mi impaciencia y finjo hacer cosas para mantenerme a raya. —Ya te dije que él no puede —gruñe. —¡Llevo una m*****a semana esperando ver a la niña y ahora me dices esto! —bufo molesta—. Me prometiste que si colaboraba con la estúpida comida de tus padres me dejarías verla ¡Ahora cúmplelo! Que te cuesta decirle a José que la traiga ¡joder! El golpe que le siguió a mis palabras me giró la cara. Sus dedos se cerraron en un puño sobre mi cráneo y me arrastró todo el pasillo hasta la habitación. —Señor Cascuzo —intervino Rosefina desde el arco de la puerta—. Hoy es un día especial perdone a la señorita… Víctor le cerró la puerta en la cara, el azote fue tosco y luego se fue sobre mi. Sus dedos en mi nuca apretándome. —De rodillas —ordenó. Descendí lentamente hasta que mis rodillas tocaron el suelo, él se apartó un poco y comenzó a desabrochar la hebilla de su pantalón. Forzó mi boca hasta el último rincón de su miembro dejándome sin aire una y otra vez hasta quedar satisfecho. Estaba tan acostumbrada a lo mismo que no me resistí, no lloré aunque ardía de rabia por dentro, todas mis emociones estaban magulladas. Me dejé hacer cuando me lanzó hacia la cama y se tiró sobre mi espalda bajando su pantalón. Solo fue un momento: ponerme de espalda, subir mi vestido, y penetrarme. Unos minutos después se alejaba de mi hasta que escuchaba como salía y le echaba llaves a la puerta. Siempre era lo mismo y solo le rogaba a los dioses que siguieran dándome paciencia porque me estaba comenzando hartar. Duré tres días encerrada, ni siquiera Rosefina entraba a traerme comida, cada día que abría los ojos un vaso de agua era lo único que habían dejado al pie de la puerta. Comenzaba a dolerme la cabeza y mi desgana no me dejaba alzarme mas de diez minutos de la cama. Estaba entrando en un punto en donde no sabía si realmente quería vivir. Luego, recordaba la carita de mi hija sonriéndome y todos esos pensamientos decadentes se esfumaban. Era lunes. Me senté al filo de la cama cuando escuché la risa de una niña por el pasillo, ¿Estaba enloqueciendo?, posiblemente. Caminé despacio y me arrodillé asomando la vista por el rabillo de la puerta. Definitivamente Lucía estaba aquí, justo del otro lado, podía ver sus pies parado en el otro extremo de la ranura. Ella comenzó a golpear la puerta con sus dos manitos y a llamarme. —Lucía —susurré lo suficiente alto—. Aquí abajo, mami esta aquí abajo. Mi vida, aquí abajo… Sus pies se movieron a una cierta distancia como si estuviese confundida, luego volvió a tocar la puerta dando palmaditas mientras decía: Mamá. Me alejé de la puerta cuando detrás de ella vi pasos de los zapatos de Víctor y poco después escuché como estaban abriendo la cerradura. Esperé ansiosa a que entrara y mis ojos se fueron a mi hija la cual cargaba en sus brazos mientras se alejaba al otro extremo de la habitación. Ignorándome como si no existiera. Comenzó hablar con Lucía indiferente a mi, pero ella me seguía con la vista con las mismas ansias de abrazarme que tenía yo por ella. Di algunos pasos para seguirlo, pero su autoritaria voz me detuvo en seco. —No te acerques —bufó. —Déjame cargarla —musité flojo—. Por favor. —¿Crees que te lo mereces? —chilló sobresaltando a la niña. Me quedé callada mirando la cara espantada de mi hija. —Estás asustando a la niña —susurré—. Cálmate y hablemos. Me disculpo por mi actitud del viernes. Mis palabras no lo parecían convencer del todo, pero su rostro en farfullado cedió. Comencé a dar pasos lentos hacia él. —Vamos a casarnos, ¿recuerdas? Voy a ser tu esposa —seguí caminando hasta estar a su lado—. Lucía, tu y yo seremos una familia. Tomé aire tratando de que no me temblaran las piernas y acaricié el cuello de su camisa, mirando de reojo a mi pequeña que abría y cerraba su puñito indicándome que la cargara. Casi me sobresalto cuando siento su mano posarse en mis nalgas, seguido de un ligero empujón que me pega mas a él. —Eres completamente mia, Madisson —susurró envolviéndome en un abrazo—. No lo olvides. Asentí. Me dejé abrazar y aproveché la ocasión para acariciar la manito de mi bebé. —Déjame cargarla —pedí con una voz temblorosa. Dudó en hacerlo pero me cedió a la niña y por un momento sentí que un pedacito de mi vida volvía a mí. —¡A donde vas! —haló de mi cuando intenté alejarme unos pasos. —A la cama, quiero jugar un rato con ella. Dejó que me alejara pero sentía sus ojos quemando mi espalda. Dios, que exagerado. —No te acomodes tanto, José, se la llevará en un rato —advirtió severo. No dije nada, sabía que a la mas mínima podría arrancarme a la niña y no quería acortar el tiempo que pasaríamos juntas. Lo vi salir de la habitación y se me hizo raro que no le echara llave a la puerta. O al meno no lo escuché. Jugué a las escondidas debajo de la sábanas con Lucía, esta tan risueña y alegre, ella se sentía protegida bajo una simple sábanas, ojala yo pudiera sentirme así. La tenues luz que se filtraba por el boquete que dejé abierto para que podamos respirar, iluminaba sus dos grande ojos azul jazmín, me miraba con fijeza. Es lo único que no tiene de mi, podría odiar esos ojos, esa mirada que es idéntica a la de su padre, pero no lo hago. La amo completamente por que es mia, sin importar lo que él haya aportado en su gen. De repente la puerta se abre y saco la cabeza viendo la silueta de José. Abrazo en automático a mi hija. —Déjala un ratito mas —le pido—. Ni siquiera pude verla el viernes, por favor… Él asiente con la cabeza y se sienta al pie de la cama. —¿Quieres salir al jardín? —¿Qué? —tartamudeo. —Si quieres salir al jardín, creo que a Lucía le gustaría jugar con su madre corriendo por el jardín. Siempre la vez aquí. Miré hacia la puerta. —Pero Víctor… —No tiene porqué enterarse —casi me interrumpe—. Ha ido a la ciudad y creo que tardara unas horas, le dije que Lucia necesita leche y pañales, eso no lo consigue por aquí. Me enseña las llaves de mi habitación. —Me pidió que me lleve a Lucía y que te encerrara —comenta—. Sé que Rosefina no dirá nada si te saco al jardín, y él no tiene que enterarse al menos que tu me delates. Negué con la cabeza y bajé despacio de la cama. La idea de salir al jardín me ponía ansiosa, aun así caminé a mi ropero. —Me cambiaré de ropa —murmuré insegura. Hice un gesto precipitado hacia Lucia cuando él la cargó en sus brazos. —Tranquila, solo voy a sostenerla hasta que te cambies. Me alejé dudativa y comencé a buscar entre mi ropa, resaltando el hecho de que solo tenia batas. Opté por una bata marrón oscura. Y dejé la puerta del baño semi abierta para poder mirar a José mientras me cambiaba, quería asegurarme de que no me este mintiendo y vaya a llevársela. Lo observaba jugar con ella, casi como si fuera su hija, él cuidaba de ella toda la semana, escuché que le gustan los niños y una vez Víctor dijo que el se la llevaba al trabajo porque era encargado y nadie podría decirle nada. Salí ya lista y me acerqué para cargar a mi hija. José me la entregó sin ningún problema. Salir por el pasillo con mi hija en brazos me hacia sentir como una criminal cuando desfila por el pasillo que te lleva a los tribunales. Era extraño y también la primera vez. Jamás salía de la habitación cuando ella me visitaba. Jamás. La brisa acarició mi rostro y mi pelo empezó a ondear a sus anchas. El patio estaba lleno de hojas secas, mucho mas que las que había el viernes. Dejé a mi pequeña en el suelo y le indiqué que corriera hacia mi mientras me iba a alejando con los brazos abiertos. Lucía corría y reía a carcajadas, yo me dejaba alcanzar por ella y así le dábamos la vuelta a toda la casa, casi dos horas de correr sin parar, terminé exhausta tirándome sobre una pila de hojas seca y miré al cielo, con mi pequeña en mis brazos. Podía primera vez en mucho tiempo me olvidé de donde estaba y me relajé incluso podía apreciar el movimiento de las nubes. —¿Te gusta jugar con mamá? —pregunté sentándome para mirarla. Asintió con la cabeza y se pegó a mi pecho cerrando los ojitos. La mantuve a ahorcajada abrazada a mi. Por como cerraba los ojitos creo que estaba cansadita. Alcé la vista hacia la esquina de un árbol y descubrí a José mirándonos, al darse cuenta corrigió su postura y sacó sus manos de los bolsillo mientras caminaba hacia nosotras. Abracé un poco mas a mi pequeña y besé su coronilla. —¿Ya tienes que llevártela? —comenté cuando lo tenía al lado. Él asintió con cara de apuro. —Gracias por esto —dije levantándome del suelo—. Realmente te lo agradezco mucho. —Lo he hecho de corazón, no tienes nada que agradecer —miró su reloj y con un gesto amargo me indicó que caminara adentro. Moví mis pasos hacia la casa y seguí el mismo pasillo del que salí unas horas atrás hasta encontrarme en mi habitación. José tomó a mi hija con cuidado, ella se había dormido. Cuando se giró dispuesto a irse solté de repente: —¿Por qué haces esto? Sin girarse respondió: —¿Por qué no hacerlo? Me quedé callada un momento y él retomó sus pasos pero antes de salir las palabras que dijo me dejaron pensando mucho: —Detesto ver como te trata él, no lo mereces… Y salió.
JoséLucía está dormida en su cuna y enciendo el ventilador para que no la piquen los mosquitos. Ha caído la noche, y como no tengo nada en la nevera para cenar alcanzo un vaso y una botella barata de vino que abrí hace tres días.Me siento en la terraza de la cabaña, ya no hay sol, y las farolas empiezan a encender sus focos en la calle. Cada noche me siento en el mismo sillón y las veo encenderse una tras otra como fichas de dominó.El ruido arenoso de la calle me hace alzar la vista cuando visualizo una camioneta blanca.Víctor.Lo espero cuando se estaciona y baja de la camioneta, recoge varias bolsas de la parte de atrás y camina hacia mi.—La ciudad esta muy lejos —maldice—. A ver si Lucia crece y deja de necesitar pañales y leche, me estoy dejando un dineral con ella.—Tiene un año —murmuro—. Aun hazte la idea de que puede que te falte otro año mas.Arroja la bolsa a mis pies. Y busca en su bolsillo delantero algo para fumar, enciende un puro y mira las plantaciones de uva pens
MadissonEstá oscuro para cuando llega Víctor. Me he duchado y metido a la cama como quien lleva horas durmiendo, lo cierto es que estoy despierta.El chirrido de la puerta es lento y pausado, mantengo los ojos cerrados hasta que siento como cierra.—¿Estás despierta? —pregunta y me quedo callada.—Sabes que no me gusta repetir las cosas dos veces.—Sí, estoy despierta —susurré sin moverme o abrir los ojos.—Ven quítame los zapatos estoy cansado —recalca.Bajo de la cama y me acuclillo frente a él que esta sentado al filo del colchón. Deshago los cordones de las botas de obra y luego las saco.—Tendré que irme sobre las tres de la mañana —comenta masajeándose el cuello—. Estaré unos días en la ciudad. Ya sabes lo que eso significa.Asiento y me alejo a dejar sus zapatos en la esquina que siempre los pone.—José te estará vigilando, y si tengo una sola queja de ti me voy a cabrear Madisson —hala de mi antebrazo bruscamente hacia él—. Vas a quedarte en la habitación encerrada, y como no
JoséSeguí a Madisson cuando se incorporó con Lucía y no pude contener una pequeña risa ante su cara inusual. Es realmente atractiva cuándo se sonroja.No la culpo por repeler el hecho de querer hablarme de ella, yo en su situación estaría igual, tampoco puedo exigirle que confíe en mi de la noche a la mañana, pero si pretendo ganarme su confianza.—¿Segura que por ahí hay mandarinas? —tanteo siguiéndole los pasos.Ella se detiene dudosa y miró hacia atrás.—No lo sé. De hecho si me dejaras aquí me perdería, no sabría ni llegar a casa. Pero quiero caminar, quiero ver cosas diferentes, ¿Sabes hacia cuanto no caminaba libremente?, no tienes ni idea.—Claro, podemos caminar cuanto quieras…Ella iba delante y yo prefería ir detrás, me gustaba ver como se movía a su estilo, a donde quería sin cohibiciones, parecía tan feliz.Empezamos a caminar, hablar de cosas triviales y para nuestra suerte encontramos una fila extensa de árboles de mandarinas.Jugamos con Lucía, al principio no quería
MadissonMe quedé estática mirando hacia la puerta cuando José se marchó. Un enjambre de mariposas me oprimían el pecho y por primera vez las piernas me temblaban y no de miedo.Dios mio.¿Qué me está pasando?—¡Madisson! —me llama Rosefina y me giro al instante.—Dime —entré por completo a la casa y me acerqué al sofá.—Es el señor Cascuzo —murmura mostrándome en su teléfono una llamada entrante—. De seguro va a preguntarme como está todo, quédate con la nena, iré a contestar al jardín para que no vaya a escucharla.—Claro, claro —Tomo el platito con comida que Rosefina tenía en las manos cuando pasa por mi lado.La veo alejarse hasta salir al jardín.—Mamá —habla mi pequeña cerrando y abriendo las manitos sin dejar de mirar el plato que sostengo.Sonrío y me siento a su lado para continuar dándole de comer. Son lentejas, que de seguro debió haber hecho Rosefina al medio día.—¿Está rico? —le pregunto entrándole una cucharada a la boca.Ella mueve la cabeza asintiendo aunque no sé
Madisson Las risas de mi pequeña me ha dado el mejor de los buenos días, no he parado de reír ante la manera tan peculiar que ha empleado para despertarme: con uno de sus deditos en mi nariz. La alzo aun acostada en la cama pretendiendo hacerle el avión y ella muere de risa. Nos lo estamos pasando bien, pero todo cesa cuando tocan a la puerta. Me reincorporo. —Pasa Rosefina —grito. La puerta se abre y para mi vergüenza por las pintas que llevo veo asomarse la cabeza de José. Me enderezo de súbito y paso involuntariamente una mano por mi pelo asesorándome de que no este con los pelos como si me acabase de electrocutar. —Parece que se lo están pasando bien por aquí —dice desvelando esa sonrisa de dientes perfectos—. Sus risas se escucha desde el portón. Él terminó entrando con ambas manos en la espalda, como quien oculta algo, se aproximó hasta estar frente a las dos y de sopetón sacó una de sus manos entregándole una piruleta a Lucía. Ella la cogió encantada y en automático
José Sus mejillas se han puesto rosa pastel y sus pupilas se han dilatado en el momento en el que nos han interrumpido. Estuve a punto de besarla, tengo la respiración entrecortada y puedo sentir la suya palpitar tanto como la mia. El ruido de una bocina nos ha sobresaltado y cuando me giro veo un Toyota gris aproximándose a nosotros, por lo concentrado que estaba ni siquiera lo escuché acercarse. El tipo se estaciona cerca y baja la ventanilla cuando está a nuestro lado. —Disculpe la molestia, ¿sabes como puedo salir de aquí? —pregunta haciendo un repaso con la vista de los tres—. Ando buscando la licorería Cascuzo, pero me perdí y la verdad no sé en donde estoy. Madisson me lanza una mirada nerviosa, aún tiene la cara rosa y yo trato de mantener la calma para que ella sepa que no pasa nada, posiblemente solo sea un comprador. —Verás —señalo por donde ha venido—. De hecho se ha pasado la licorería, suele ocurrir que algunos se pierden porque el lugar no está en una zona muy
Madisson Unas horas después… —Me lo he pasado muy bien —murmuro cuando José me deja en la puerta de la casa de Víctor. Es de noche, él día ha sido inmejorable y sobre todo entre los dos ha comenzado a surgir una complicidad que no puedo explicar. —Yo también me he divertido y creo que Lucía también —comenta pasándole la mano por la espalda. Mi hija tiene la cabecita acostada en el hombro de José, y aunque está despierta parece gustarle estar así. —¿Nos vemos el viernes? —susurro. —Deseo que ya sea viernes —responde. Y no puedo evitar sonrojarme. —Yo también… Dejé un beso en la frente de mi hija, y José se acerca a besar mi mejilla pero termina dándome un beso en la comisura de mis labios que termina en mi boca, lo recibo con las piernas temblando y la respiración se me disloca cuando se separa, y me acaricia la mejilla como solo él sabe hacer. —Hasta el viernes, preciosa. Me pego al lumbral de la salida y lo veo alejarse con el corazón a mil. ¿Cómo puede ponerm
Madisson Viernes 10:07 a.m. No he dormido en toda la noche, Víctor no volvió a entrar a la habitación desde la discusión que tuvimos a noche. Me he cabeceado cada diez minutos entre el sueño y la incertidumbre de querer y no poder dormir. He imaginado que Víctor entraba furioso y me pegaba o algo así mientras dormía. Nunca sé que esperar de él, nunca ha sido lo suficientemente transparente como para saber que hará o qué dirá, a veces, Víctor puede llegar a ser bastante bipolar, en un rato puede estar arrastrándome del pelo por toda la casa, y diez minutos después diciéndome que me ama. Aunque todo esto resulte enfermo, él es así y no sé como actuar a veces. Estoy deambulando por la habitación de una esquina a otra, estoy preocupada y no dejo de hacerme preguntas cada dos segundos, la incertidumbre me esta matando. No hago mas que esperar, ya me he duchado y puesto una bata limpia antes de sentarme en la cama mirando a la nada y volver a deambular. Hace rato que salió el sol y