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4. ¿Por que me hace esto?

[SANTIAGO]

Me alejo de Azul en cuestión de un segundo y al voltear, veo a Juan. Respiro aliviado al saber que no es Marina la que ha visto esta escena y yo no sé que hacer — Regreso adentro. — Dice ella mientras va caminando torpemente.

¿Como no me di cuenta de que los tragos le han empezado a hacer efecto?

Ella desaparece de mi vista y ahora solo tengo la mirada interrogante de Juan. — ¿Qué ha sucedido con ella Santiago? — Cuestiona.

— ¡Nada! Solo estaba advirtiéndole acerca de Marcos. — Me defiendo intentando excusar lo que ha visto.

— Sí, claro... ahora la verdad Del Rio... ¿Qué te sucede con esa chica? — Presiona.

— No me sucede nada, me confundí, pero ni siquiera se compara con Marina. No sé cómo me he podido dejar llevar así; casi cometo una estupidez. — Me reclamo a mi mismo.

— Me parece que eso no es lo que te sucede Santiago. Yo creo que realmente te gusta la chica solo que no ha caído rendida a tus pies como todas. — Expone. 

— ¡Vamos, que no es la primera que me rechaza! No es eso... — Comento.

— ¿Y que es entonces? — Consulta.

— Que al parecer a ella le gusta ser la chica de una noche de tipos como Marcos... Me molesta su actitud. — Explico.

— Como digas Santiago, estas muy ciego. Mejor entremos antes de que nos vengan a buscar— Propone.

— Esta bien— Accedo y Juan y yo volvemos a entrar a la discoteca. Vamos donde están todos sentados, y para mi sorpresa Azul y Marcos ya no están allí. 

Seguramente se han ido a un sitio más privado

Dice mi inconsciente. 

La velada finaliza unas horas después, y mi humor ha cambiado por completo desde que ellos se han ido, y si estoy molesto, ¿Cómo puede ser que tenga tan poco respeto por la casa donde se está quedando que ni siquiera llegue a dormir?

Llego a la casa después de haber dejado a Marina en la suya, y me he sentido muy mal por haber rechazado su invitación a quedarme, pero la verdad es que no estaba de ánimo. Abro la puerta lo más despacio que puedo ya que no quiero despertar a nadie y entro a la casa. Para mi sorpresa me encuentro a Lucia bajando las escaleras.

— ¿Qué haces despierta a esta hora? — Pregunto confundido.

— Estoy yendo a la cocina a prepararle algo a Azul. Ha llegado con una borrachera que ni te digo. — Explica.

— ¿Y cómo es que ha llegado aquí? — Indago.

— Marcos la trajo— Me informa.

— ¿Dónde está? —

— Él se ha ido, pero ella está en su cuarto. ¿Por qué no le subes esto? — Me pide dándome un vaso de zumo de naranja y una aspirina.

— ¿Yo? — Cuestiono confundido.

— Si tú, ya que tú la llevaste... — Dice sonriendo sarcásticamente.

Agarro el vaso de zumo y la aspirina para después subir al cuarto. Abro la puerta y allí esta acostada sobre la cama con sus manos sobre su frente y quejándose. La miro detenidamente y su vestido se ha subido más de la cuenta y eso hace que tenga que concentrarme en no mirarla de la manera que estoy comenzando a hacerlo. Me acerco a ella e intento ayudar a acomodarla para que se siente en la cama; no sé cuántos tragos a tomado o simplemente es la mezcla que ha hecho, pero cada movimiento le cuesta el triple.

— Tomate esto. — Le digo dándole la aspirina en su mano y luego el vaso de zumo.

Ella toma la aspirina y luego comienza a beber el zumo, está demasiado pasada de copas y el zumo termina derramándose en su vestido — ¡No! Mi vestido... ¡Ay!... ¡Ayúdame! — Exclama intentando ponerse de pie.

— ¿Qué quieres? — Cuestiono confundido.

— Mi pijama... — Responde como puede.

— ¿Dónde está? — Le pregunto, pero ella encoje sus hombros y de esta manera sé que no tiene ni idea de donde está su pijama. No voy a estar revisando su ropa, por lo tanto, decido ir rápidamente a mi cuarto traer una camiseta mía. 

— Ven aquí... — Le digo intentado ayudarla a levantarse. — Toma esto. — 

Ella mira la camiseta y de la nada se quita su vestido quedando en bragas y sujetador enfrente mío. ¿Por qué me tiene que hacer esto? Me quedo mirándola de pies a cabeza y es demasiado hermosa. Necesito que se cubra ya, si no, no sé cómo podre controlarme. Tomo mi camiseta de sus manos y se la ayudo a colocar rápidamente. Una vez que la tentación ha disminuido la ayudo a volver a la cama y la cubro con las sabanas. 

— Buenas noches, Azul. — Le digo bajito y deposito un beso en su frente para luego salir de la habitación. No la escucho decir palabra alguna y es que seguramente ya se ha quedado dormida.

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