84: Jugar y ganar

Despertar con los besos de Leonardo ya se estaba volviendo una hermosa costumbre. Fue único, especial... Aunque despertar con su polla enfundada hasta lo más profundo de ella, fue una experiencia deliciosamente visceral. En esas ocasiones, todavía tuvo sus besos, en el cuello, en los hombros o en la oreja, mientras su respiración agitada siguió el ritmo castigador de sus caderas contra las de ella. En esas ocasiones, cuando la tuvo mareada y drogada de placer, la obligó a despedir a cualquiera que viniera a interrumpir. Alessa se apretó desde adentro con cada una de sus órdenes. Y era una experiencia que repetiría una y otra vez.

—¿Quién es? —le preguntó Leonardo sin aliento, cuando el celular de ella cantó sobre la mesita de noche.

Revisó el identificador de llamadas.

—Jmm, es Carla —contestó intrigada. Qué raro, había conversado la noche anterior con su mejor amiga hasta que se hizo muy tarde. Solo llamaría si tuviera algo importante que decir—. ¿Qué pasó, Carlota?

—¡Tienes que jode
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