83: Perfecta para mí

El sol de Tenerife calentó su piel pálida y desnuda, lo que fue más que perfecto para Leonardo.

Con ese bikini rojo, Alessa logró volverlo loco. Dos diminutos triángulos de tela cubrieron sus senos apetitosos. Un insulto de protección para esos pechos deliciosos. En la parte inferior esa tanga moldeó su hermoso trasero, perfecto para apretar y tocar. Sexy era poco. Leonardo fue incapaz de quitarle las manos de encima desde

—Si sigues así, Leo, arruinarás mi bronceado —la oyó refunfuñar desde arriba, su vocecita sonando divertida y sin aliento. Un mayor incentivo.

Por supuesto, Leonardo estaba muy ocupado besándole las rodillas. Alessa se había acomodado en una tumbona en la playa y, dos minutos después, él ya estaba encima de ese cuerpecito carnoso ofreciéndole adoración con besos mariposa y caricias burlonas. Era una tortura, no solo para él, lo podía confirmar por la forma en que ella respiró y se retorció debajo de él.

Leonardo sonrió contra su piel caliente y sonrojada por el sol
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