42: Vicio

Tentación, vicio, paraíso.

Sus ojos la recorrieron descaradamente de arriba abajo, deleitándose con el traje azul cobalto que se pegó a su figura, figura que se había triplicado en proporción y lo estaba distrayendo. No la recordaba tan curvilínea. ¿Su cintura era así de pequeña? ¿Y por qué carajo usaba algo tan, muy, apretado? La falda hasta las rodillas fue un crimen. La chaqueta apretada de cremallera fue un crimen. El escote profundo y el oleaje de sus senos fue un crimen.

Leonardo frunció el ceño y confirmó que, en efecto, otros hombres se deleitaron con el paisaje, entre ellos Adrian y el gorilota pelón de Le Roux.

Apretó la mandíbula.

—¿Todo bien, Leo? —La pregunta de Sophia lo pilló desprevenido. La morena hizo una pausa con sus papeles y lo observó por encima de sus gafas.

—Eh, sí. Siempre —contestó, aclarándose la garganta.

Creyó que Sophia no se dio cuenta de la llegada de Alessa, hasta que Sophia la miró a reojo y suspiró.

—Eres más fuerte que eso, Leo —aseguró ella—. Con
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