La gasolina, la velocidad y la sensación de libertad es lo que más desea Vanessa Morey en su vida. Pero hay algo que le impide poder disfrutar de su pasión: la mentalidad de sus padres. Ellos están empeñados en que su hija no puede dedicarse a un deporte de chicos como es el motocross, pero está dispuesta a demostrarles que están totalmente equivocados. Dispuesta a luchar por su coge sus guantes, su casco y su moto, y gas a tope. ¿Quieres saber más sobre la historia de Nessa? Eres bienvenido a adentrarte en su mundo.
Leer másUna vez llegamos, Mi madre, Mario y yo nos adentramos en el circuito por donde mismo entran los miembros del club. El lugar estaba a rebosar de gente, y se notaba que hoy era un día de competición importante. El ganador podrá competir en el campeonato de España. Lo que cualquier piloto español desea. Mi padre, junto a mi hermano Alex, llevan en el circuito desde esta mañana, al igual que el resto de pilotos y sus entrenadores. Algunos para terminar de hacer los últimos retoques a las motos, y otros para entrenar antes de la competición. Se notaba la tensión en el ambiente, al igual que la emoción y los nervios. Los pilotos estaban cada uno en sus carpas, mentalizándose y preparándose para la carrera. Sin embargo, los familiares de estos ya estaban guardando sus asientos en las gradas para poder verla con todos los detalles. Miro hacia las carpas y pude ver la de mi hermano, Albert y Marco. Me gustaría verlos antes de que comience la carrera. Miro a mi madre,
Alex, Marco y Albert aún no habían entrado en el circuito, seguían esperando a que los pilotos que estaban entrenando en este momento terminaran. Junto a ellos se encontraban tres chicos más, uno lo reconocí como el piloto número veinte. Cuando terminaron la última vuelta, los que estaban en pista salieron, dejándola libre para los seis que estaban esperando, entre ellos mis amigos y mi hermano. Una vez se colocaron en la parrilla de salida y sonó el pitido anunciando el comienzo del entrenamiento, los seis le dieron al gas dejando una ligera nube de tierra detrás suyo. Álvaro, uno de los chicos, se coloca en primera posición, pero por poco tiempo, pues Albert le adelantó. Las posiciones se mantienen de esa manera hasta que, en un descuido tonto, los dos se van al suelo. Me levanto de mi asiento preocupada mientras observo como el equipo de médicos se acerca tanto a Albert como al otro chico. Me tranquilicé cuando vi como él se levanta y tras coger su
No aparto la mirada de mi hermano Alex mientras él corre hasta la entrada donde se encuentran mi padre y Mario hablando con uno de los entrenadores del club. Cuando llegó hasta ellos, los saluda a los tres metiéndose en la conversación y pude observar cómo cogía del hombro a mi padre girándolo sutilmente para colocarlo de espaldas a donde estábamos nosotros. A su lado, Mario, llamó su atención haciendo que él bajara la mirada hacia su hijo. Segundos después mi padre asintió con la cabeza y Mario se fue con dos niños que lo estaban esperando a unos metros de ellos. - ¡Vans! – Dice Albert sacudiéndome del brazo. Me había quedado totalmente paralizada en el sitio. – Tienes que ir a cambiarte ¡Ya! - ¡Joder! – Dije sin darme cuenta que aún estaba delante de aquella chica, su hijo y su hermano. Miro al niño un poco apurada. – Eso no se dice, ¿eh, Tommy? Mi padre no podía verme así vestida, o de lo contrario, ya podía despedirme de poder venir aunque ellos p
Admiro el cartel enorme que teníamos justo delante de nosotros en donde ponía letra por letra el apellido de mis dos amigos, "Ballester". Se trata de un diseño bastante deportivo en donde predominaban los colores del club: el rojo, el negro y el blanco. Los chicos y yo nos encontrábamos en la entrada para socios del circuito esperando a que un coche que estaba delante nuestro terminara de ser identificado para poder acceder a la zona. Una vez el portero que se encargaba de mirar los carnets de socios dio el visto bueno, el conductor de aquel deportivo rojo se puso en marcha y se adentró hacia los aparcamientos, dejando vía libre para que mi amigo pudiera colocarse en su lugar. Albert arrancó el motor del coche y pisó un poco el acelerador para colocarse a la par que la cabina donde se encontraba aquel señor, quien al ver que se trataba de mi amigo, sonrió. - Buenos días, Albert. - Dice él mientras sonreía amablemente hacia nosotros. -
Desde donde estábamos, a unos veinte metros de la casa, pude ver el coche azul marino de Alex aparcado por fuera de esta. Sin importarme dejar atrás a mis primas, corrí hacia la puerta abriéndola rápidamente antes de atravesar la entrada. Busqué en el piso de abajo esperando encontrarme a algún miembro de mi familia, pero no encontré a nadie. Sin perder más tiempo atravieso el salón y me acerco a la puerta de cristal que daba hacia el jardín trasero de la casa. Allí es donde normalmente hacemos las comidas familiares. La puerta ya se encontraba abierta, por lo que la atravesé dejándome una vista completa del jardín. En la mesa, que estaba en medio de este, se encontraban mi tía, mi madre y mis abuelos hablando tranquilamente, mientras que mi tío y mi padre estaban en la parrilla preparando la comida. Observé a la derecha, donde pude ver la espalda de un chico moreno jugando a la pelota con Mario y sin dudarlo corro hacia él. Cuando estaba a escasos metros int
- Intenta no llegar tarde, vamos a cenar en familia, no lo olvides. - Me recordó mi abuela mientras los chicos se terminaban de tomar el chocolate caliente que ella nos preparó. - No te preocupes, abu. – Dije dándole un beso en la mejilla y dándole un golpe a Marco en el hombro para que se diera prisa. – Espabílate, hombre. - Ya voy, ya voy. – Dice bebiéndose de golpe lo que quedaba de chocolate en su taza. Al terminárselo se levantó y metió la taza en el lavavajillas. Se acercó a mi abuela y le dio un beso – Delicioso, ¡como siempre! Ella le respondió con una sonrisa mientras Albert lo cogía del brazo y lo empuja hacía la puerta de la entrada para salir de la casa. Los seguí y antes de salir de esta nos despedimos de todos los presentes. - ¡Marco, saluda a Maribel de mi parte y dile que un día de estos me paso a verla! - Dice mi madre, quien estaba sentada junto a mi abuelo en el salón. Maribel es la madre de Marco. Ellas son muy amigas desde la univ
Termino de bajar las últimas escaleras del portal de mi edificio y camino hasta el maletero del coche en donde únicamente faltaba por meter mi maleta y dos bolsas más. Mis padres, Mario y yo ya estamos listos para irnos por fin hacia Valencia.Anoche, después de haber permanecido media hora mirando hacia el techo con estrellitas que brillan en la oscuridad que pusieron mis padres cuando era más pequeña, intenté dormir de todas las maneras posibles, pero obviamente fue en vano. Por suerte, o por desgracia, porque ahora tengo más sueño que nunca, me acordé que había dejado una serie de N*****x apartada debido a la universidad, así que para matar el tiempo me vi un par de capítulos.
Observo asustada hacia el coche negro que se encuentra a unos escasos metros de mí. En el asiento de piloto está sentada una chica con el pelo castaño y ojos claros, que me mira a través del parabrisas totalmente preocupada, mientras en el asiento trasero un niño pequeño que podría tener la edad de mi hermano observa atento lo que sucedía. Respiro hondo quitándome la tensión que el susto me había causado y me acerco a la ventanilla donde se encuentra aquella chica. Nada más tenerla en frente, le pido disculpas por haber cruzado sin mirar antes y le prometo un par de veces que no volverá a pasar. Ella desde su deportivo negro de cinco plazas, me sonríe mientras le quita importancia a lo que sucedió minutos antes. - No te preocupes, bonita. La próxima vez vete con más cuidado. - Dice ella sonriendo mientras echa un vistazo por el espejo retrovisor hacía el niño, quien seguía mirando atento entre las dos. - Lo tendré. – Dije tomando distanci
"Nunca había estado tan nerviosa como hoy. Me costó poder acercarme a alguien y relacionarme a pesar de que nunca he tenido problemas a la hora de conocer y hablar con otras personas. Cuando iba por los pasillos a través de todos aquellos alumnos con libros y cada uno a lo suyo, me sentía como pez fuera del agua. Pero es cierto y debo recordar lo que nos dijeron en las charlas de la Universidad cuando vinimos con el instituto. Y es que bachillerato nunca será lo mismo que la Universidad, y aquí cada uno va a su bola. A pesar de que al principio me sentía como un bicho raro y no sabía dónde me había metido, el día acabó mejor de lo que esperaba. Conocí a un chico rubio, que al igual que yo, está en el primer año de Filología Francesa. Él estaba mucho más tranquilo que yo, tanto, que gracias a sus pequeñas bromas y su personalidad tan peculiar logró que mis nervios se disiparan. Al ver que con el paso de las horas estaba cada vez más tranquila, su