"Nunca había estado tan nerviosa como hoy. Me costó poder acercarme a alguien y relacionarme a pesar de que nunca he tenido problemas a la hora de conocer y hablar con otras personas.
Cuando iba por los pasillos a través de todos aquellos alumnos con libros y cada uno a lo suyo, me sentía como pez fuera del agua. Pero es cierto y debo recordar lo que nos dijeron en las charlas de la Universidad cuando vinimos con el instituto. Y es que bachillerato nunca será lo mismo que la Universidad, y aquí cada uno va a su bola.
A pesar de que al principio me sentía como un bicho raro y no sabía dónde me había metido, el día acabó mejor de lo que esperaba. Conocí a un chico rubio, que al igual que yo, está en el primer año de Filología Francesa. Él estaba mucho más tranquilo que yo, tanto, que gracias a sus pequeñas bromas y su personalidad tan peculiar logró que mis nervios se disiparan. Al ver que con el paso de las horas estaba cada vez más tranquila, supe que podría adaptarme bien a este nuevo cambio.
Nunca debemos temer a los cambios y a las nuevas etapas que comienzan. Es normal estar nerviosos, os lo digo yo que nunca había estado tan nerviosa como hoy, ni si quiera cuando me mudé a Barcelona con tan poca edad. No tengan miedo.
N."
Leí una vez más la publicación que escribí para mi blog hace menos de un año, el día que entré por primera vez en aquel edificio con el letrero enorme de "Universitat de Barcelona" y es imposible no sentir nostalgia. Recuerdo que estaba sola y me sentía muy extraña, pero a pesar de ello, fue cuando comenzó una de las mejores etapas de mi vida y donde conocí al que hoy es uno de mis mejores amigos, Sam.
Hoy fue el último día de nuestro primer año, y para nuestra tranquilidad, ambos acabamos con buenas notas. No pude evitar echar un vistazo al pasado y recordar como de asustada estaba al empezar aquella etapa. Sin duda, sin mi amigo rubio y cabezota, no hubiera sido lo mismo.
Observé la pantalla inicial de mi blog, en donde hace cinco años, cuando recién cumplía catorce, decidí empezar a compartir mi vida y desahogarme. Soy una persona que le cuesta mucho expresarse, sobre todo cuando se siente incomprendida. Por ello, muchas veces recurro a escribir ante las pocas personas que me siguen y me leen.
Me llamo Vanessa, pero las personas más cercanas a mí suelen llamarme Nessa. Aunque por mi altura y mi cara de niña no lo parezco, tengo diecinueve años y actualmente vivo en la ciudad de Barcelona, aunque nací en Valencia, en el municipio de Cheste.
Cuando tan solo tenía siete años, mi familia y yo tuvimos que mudarnos a la que hoy es mi casa en el centro de la ciudad, ya que a mi madre le ofrecieron una gran oportunidad para su carrera como abogada. Yo era muy pequeña cuando llegamos a Barcelona, pero por suerte no me costó adaptarme al nuevo cambio.
Valencia es mi hogar. Es el único sitio en el mundo en el que siempre desearía estar. Es donde está mi familia, mis amigos y donde realmente puedo disfrutar de mi pasión, que siempre ha sido y será el mundo del motor.
Mi hermano mayor, Alex, y yo compartimos esa misma pasión, aunque ambos no corremos con la misma suerte, puesto que a mis padres no les gusta verme cerca de ese mundo, por razones que, bajo mi punto de vista, son estúpidas.
Ellos tienen ideas y mentalidades muy diferentes a las que tengo yo y muchas personas. Las chicas y las motos no pueden ir en la misma frase, por lo que verme a mi subida en ella, les es totalmente imposible.
Por el contrario, a Alex, cuando tan solo tenía cinco años, lo apuntaron en la escuela para pilotos, Escola De Pilots Ballester, que se encuentra a unas calles más abajo de nuestra casa y que forma parte del Moto Club Ballester de Cheste. Para su suerte, él siempre ha contado con algo con lo que yo no he podido, el apoyo de mis padres.
Con ello, además de su constancia y su esfuerzo, ha conseguido que a sus veinticinco años sea uno de los pilotos con más títulos del club, al que mí familia pertenece desde hace generaciones.
Es un deporte que lleva en mi familia desde hace muchos años, entre mi abuelo, mi padre y Alex, están encaminando a mi hermano pequeño, Mario, a seguir sus mismos pasos. Este verano será su segundo año en la escuela para pilotos y tan solo tiene seis años.
He intentado muchas veces convencer a mis padres y hacerles cambiar de opinión sobre su decisión de no dejarme formar parte de este mundo, pero son muy cabezotas. Por lo menos, de vez en cuando me dejan acercarme al circuito, pero solo si están de buen humor y Alex me ayuda a convencerlos con la excusa de ver a mi hermano y darle apoyo.
A los quince años, cuando tenía más claro que el agua que nunca iban a aceptar lo inevitable, dejé de insistir e hice lo que mi corazón me pedía. Aprender todo sobre el mundo del motor y disfrutar del deporte. A escondidas, claro.
Mientras pensaba ensimismada en las ganas que tengo de volver a Cheste. Observé el fondo de pantalla de mi portátil donde tengo una foto con todos mis amigos del pueblo y sonreí inconscientemente al recordar que pronto podré verlos.
El sonido de una melodía proveniente del móvil me distrajo de mis pensamientos. Me levanto de mi escritorio y me acerco a la cama, que está junto a la ventana. No me hace falta mirar la pantalla para saber que se trata de mi mejor amigo, Marco, por el tono de llamada en especial que le puse.
Cuando acepté la videollamada, en la pantalla del aparato aparecieron dos chicos con una sonrisa del tamaño de la luna, Marco y Albert.
Son dos personas fundamentales con los que siempre podré contar. Ambos son primos y pertenecen a la familia Ballester. Al ver la situación en la que estaba con mis padres, ellos accedieron a ayudarme sin dudarlo dedicando cada verano y cada día que iba por el pueblo a entrenarme. A día de hoy todo lo que sé es gracias a ellos.
- Hola mis guapos, ¿a qué se debe esta inesperada llamada? – Pregunto con una sonrisa en la cara mientras me tiro en la cama de espaldas. Se encontraban en el garaje en donde tienen las motos, al fondo podía ver que junto a la moto de Albert había herramientas en el suelo.
- ¿Mis guapos? Nessa, soy yo el que te llama todos los días. Harto estoy de escucharte ya ¿y encima le llamas guapo a él también? – Dice Marco dramatizando como hace siempre, aunque al final soltó una pequeña risa. Rodé los ojos inconscientemente al escucharle.
- No le hagas caso, Vans. Aún no se acostumbra a que me quieras más a mí. – Dice Albert acostumbrado al dramatismo de su primo mientras Marco pone cara de ofendido.
Este último cogió el móvil y lo apartó de Albert haciéndolo desaparecer de mi vista mientras resoplaba hacía él para molestarle. Pude ver como se reía y me mandaba un beso volado antes de encaminarse hacia su moto y coger una de las herramientas que estaba en el suelo.
- Yo soy tu favorito, ¿verdad? – Dice Marco ahora ocupando toda la pantalla y poniendo un puchero como si de un bebé se tratase. Volví a rodar los ojos y escuché la risa de Albert de fondo.
Asentí con la cabeza, poniendo el dedo en mis labios en señal de silencio para que no dijera nada, aunque ambos saben que los adoro a los dos, nos encanta picarnos. Marco sonrió.
- Ahora fuera bromas, ¿Qué tal fue el último día en la uni? – Dice él poniéndose serio y esperando atentamente a que respondiera. De fondo se escuchaban ruidos de herramientas, que seguramente son las que estaba usando Albert.
- Muy bien, si te digo la verdad. No veo la hora de volver a verlos. – Dije subiendo un poco el tono de la voz para que Albert también me escuchara. - Y a ti, ¿Qué tal el entrenamiento de ayer?
Le pregunté recordando que ayer tuvo entrenamiento general con el equipo. Ambos son pilotos de las categorías superiores del Moto Club Ballester, como Alex.
-Bueno. – Dice él suspirando mientras se tocaba el pelo. - Quedé en cuarta posición. Tu hermano otra vez quedó prime…
Mientras escuchaba lo que me contaba, me levanté para salir de mi habitación hacia el salón. Allí estaba Mario viendo una película. Antes de salir al balcón a tomar un poco de aire, caminé hacía el sofá y le revolví el pelo causando que me enseñara la lengua.
- Bueno, no te preocupes. Poco a poco lo conseguirás, ya verás – Le dije animándolo mientras admiro las vistas que me mostraba la ciudad a la luz del sol.
Marco está en una categoría inferior a Albert y Alex, y siempre que entrena con ellos se frustra. Aunque él sabe perfectamente que ellos corren con ventaja, ya que Marco tiene tan solo veinte años y los otros dos, veinticinco, y tienen más experiencia.
- Sí, sí, algún día. – Dijo poniendo una mueca mientras veía como se sentaba sobre un banquito que estaba a su lado. - ¿Cuándo vienes? Tengo ganas de tenerte por aquí molestando. ¡Ay!¡Albert, no me tires cosas!
- ¡Pues deja de decirle esas cosas a Vans! – No pude evitar echarme a reír al ver la cara de dolor del moreno. Con ellos las cosas siempre eran así. – ¡Vans, te quiero, y no molestas!
Me reí cuando vi que se levantaba del suelo en donde segundos antes estaba arreglando la moto y recogía el alicates que le había tirado a su primo. Antes de volver a su sitio me guiña un ojo y le da un leve golpe en la cabeza a Marco, que seguía con la cara regañada.
- Mañana salimos para allá. – Dije sonriendo mientras negaba con la cabeza. Como echo de menos a estos dos.
- ¡Por fin! Será un gran verano. – Dice aplaudiendo causando que me ría al ver como casi se le cae el móvil al suelo. - Oye, Albert me está haciendo señas de asesino. Que si no le voy a ayudar ya, me mata. ¿Hablamos más tarde?
- Vete a ayudarlo, que te quiero vivito y coleando mañana – Dije riéndome al imaginarme a Albert amenazando a Marco con una llave inglesa. - Les quiero mucho. - Les dije sonriendo mientras desde el fondo se oye un "Adiós Vans, yo también te quiero".
Le colgué y bloqueé el móvil antes de guardarlo en el bolsillo de mi sudadera. Observé tranquilamente las maravillosas vistas que tenía ante mí. No hay nada como mi pueblo, pero después de tantos años viviendo aquí, se ha convertido en algo más que una simple ciudad.
Después de unos largos minutos admirando el centro de Barcelona, entré al salón en donde vi a mi hermano pequeño durmiendo mientras en la televisión se reproducían los créditos de la película. Lo cogí con cuidado para no despertarlo y tras apagar la tele, lo llevé a su habitación.
Lo tapé con la manta de Cars que tenía a los pies de su cama y besé su frente antes de ir a mi habitación y prepararme. Hoy quería aprovechar y quedar con Sam para despedirme antes de irme, ya que estaría todo el verano en Cheste sin poder verle.
Nuestro sitio favorito siempre ha sido un parque que se encuentra a unas dos calles de donde yo vivía. Es un lugar bastante tranquilo y siempre que estamos en época de exámenes solemos ir allí a relajarnos. Después de prepararme y dejarle una nota a mis padres en la nevera para que supiesen donde estaba y con quién, me dirijo hacía nuestro destino.
Como es costumbre, mientras camino hacia el parque saludo a los vecinos que se cruzan en mi camino, además de observar lo que sucede a mi alrededor y las diferentes personas que me encuentro. Hay personas adultas con trajes corriendo con mucha prisa, al igual que hay guías con turistas siguiéndoles el paso, o simplemente parejas pasando la tarde.
Sin pensarlo, mientras observaba a un técnico que estaba arreglando un cartel luminoso de una pizzería italiana que hay junto al teatro, cruzo la calle, pero no me doy cuenta de que el semáforo aún está en rojo hasta que un coche negro frena muy cerca de mí.
Observo asustada hacia el coche negro que se encuentra a unos escasos metros de mí. En el asiento de piloto está sentada una chica con el pelo castaño y ojos claros, que me mira a través del parabrisas totalmente preocupada, mientras en el asiento trasero un niño pequeño que podría tener la edad de mi hermano observa atento lo que sucedía. Respiro hondo quitándome la tensión que el susto me había causado y me acerco a la ventanilla donde se encuentra aquella chica. Nada más tenerla en frente, le pido disculpas por haber cruzado sin mirar antes y le prometo un par de veces que no volverá a pasar. Ella desde su deportivo negro de cinco plazas, me sonríe mientras le quita importancia a lo que sucedió minutos antes. - No te preocupes, bonita. La próxima vez vete con más cuidado. - Dice ella sonriendo mientras echa un vistazo por el espejo retrovisor hacía el niño, quien seguía mirando atento entre las dos. - Lo tendré. – Dije tomando distanci
Termino de bajar las últimas escaleras del portal de mi edificio y camino hasta el maletero del coche en donde únicamente faltaba por meter mi maleta y dos bolsas más. Mis padres, Mario y yo ya estamos listos para irnos por fin hacia Valencia.Anoche, después de haber permanecido media hora mirando hacia el techo con estrellitas que brillan en la oscuridad que pusieron mis padres cuando era más pequeña, intenté dormir de todas las maneras posibles, pero obviamente fue en vano. Por suerte, o por desgracia, porque ahora tengo más sueño que nunca, me acordé que había dejado una serie de N*****x apartada debido a la universidad, así que para matar el tiempo me vi un par de capítulos.
- Intenta no llegar tarde, vamos a cenar en familia, no lo olvides. - Me recordó mi abuela mientras los chicos se terminaban de tomar el chocolate caliente que ella nos preparó. - No te preocupes, abu. – Dije dándole un beso en la mejilla y dándole un golpe a Marco en el hombro para que se diera prisa. – Espabílate, hombre. - Ya voy, ya voy. – Dice bebiéndose de golpe lo que quedaba de chocolate en su taza. Al terminárselo se levantó y metió la taza en el lavavajillas. Se acercó a mi abuela y le dio un beso – Delicioso, ¡como siempre! Ella le respondió con una sonrisa mientras Albert lo cogía del brazo y lo empuja hacía la puerta de la entrada para salir de la casa. Los seguí y antes de salir de esta nos despedimos de todos los presentes. - ¡Marco, saluda a Maribel de mi parte y dile que un día de estos me paso a verla! - Dice mi madre, quien estaba sentada junto a mi abuelo en el salón. Maribel es la madre de Marco. Ellas son muy amigas desde la univ
Desde donde estábamos, a unos veinte metros de la casa, pude ver el coche azul marino de Alex aparcado por fuera de esta. Sin importarme dejar atrás a mis primas, corrí hacia la puerta abriéndola rápidamente antes de atravesar la entrada. Busqué en el piso de abajo esperando encontrarme a algún miembro de mi familia, pero no encontré a nadie. Sin perder más tiempo atravieso el salón y me acerco a la puerta de cristal que daba hacia el jardín trasero de la casa. Allí es donde normalmente hacemos las comidas familiares. La puerta ya se encontraba abierta, por lo que la atravesé dejándome una vista completa del jardín. En la mesa, que estaba en medio de este, se encontraban mi tía, mi madre y mis abuelos hablando tranquilamente, mientras que mi tío y mi padre estaban en la parrilla preparando la comida. Observé a la derecha, donde pude ver la espalda de un chico moreno jugando a la pelota con Mario y sin dudarlo corro hacia él. Cuando estaba a escasos metros int
Admiro el cartel enorme que teníamos justo delante de nosotros en donde ponía letra por letra el apellido de mis dos amigos, "Ballester". Se trata de un diseño bastante deportivo en donde predominaban los colores del club: el rojo, el negro y el blanco. Los chicos y yo nos encontrábamos en la entrada para socios del circuito esperando a que un coche que estaba delante nuestro terminara de ser identificado para poder acceder a la zona. Una vez el portero que se encargaba de mirar los carnets de socios dio el visto bueno, el conductor de aquel deportivo rojo se puso en marcha y se adentró hacia los aparcamientos, dejando vía libre para que mi amigo pudiera colocarse en su lugar. Albert arrancó el motor del coche y pisó un poco el acelerador para colocarse a la par que la cabina donde se encontraba aquel señor, quien al ver que se trataba de mi amigo, sonrió. - Buenos días, Albert. - Dice él mientras sonreía amablemente hacia nosotros. -
No aparto la mirada de mi hermano Alex mientras él corre hasta la entrada donde se encuentran mi padre y Mario hablando con uno de los entrenadores del club. Cuando llegó hasta ellos, los saluda a los tres metiéndose en la conversación y pude observar cómo cogía del hombro a mi padre girándolo sutilmente para colocarlo de espaldas a donde estábamos nosotros. A su lado, Mario, llamó su atención haciendo que él bajara la mirada hacia su hijo. Segundos después mi padre asintió con la cabeza y Mario se fue con dos niños que lo estaban esperando a unos metros de ellos. - ¡Vans! – Dice Albert sacudiéndome del brazo. Me había quedado totalmente paralizada en el sitio. – Tienes que ir a cambiarte ¡Ya! - ¡Joder! – Dije sin darme cuenta que aún estaba delante de aquella chica, su hijo y su hermano. Miro al niño un poco apurada. – Eso no se dice, ¿eh, Tommy? Mi padre no podía verme así vestida, o de lo contrario, ya podía despedirme de poder venir aunque ellos p
Alex, Marco y Albert aún no habían entrado en el circuito, seguían esperando a que los pilotos que estaban entrenando en este momento terminaran. Junto a ellos se encontraban tres chicos más, uno lo reconocí como el piloto número veinte. Cuando terminaron la última vuelta, los que estaban en pista salieron, dejándola libre para los seis que estaban esperando, entre ellos mis amigos y mi hermano. Una vez se colocaron en la parrilla de salida y sonó el pitido anunciando el comienzo del entrenamiento, los seis le dieron al gas dejando una ligera nube de tierra detrás suyo. Álvaro, uno de los chicos, se coloca en primera posición, pero por poco tiempo, pues Albert le adelantó. Las posiciones se mantienen de esa manera hasta que, en un descuido tonto, los dos se van al suelo. Me levanto de mi asiento preocupada mientras observo como el equipo de médicos se acerca tanto a Albert como al otro chico. Me tranquilicé cuando vi como él se levanta y tras coger su
Una vez llegamos, Mi madre, Mario y yo nos adentramos en el circuito por donde mismo entran los miembros del club. El lugar estaba a rebosar de gente, y se notaba que hoy era un día de competición importante. El ganador podrá competir en el campeonato de España. Lo que cualquier piloto español desea. Mi padre, junto a mi hermano Alex, llevan en el circuito desde esta mañana, al igual que el resto de pilotos y sus entrenadores. Algunos para terminar de hacer los últimos retoques a las motos, y otros para entrenar antes de la competición. Se notaba la tensión en el ambiente, al igual que la emoción y los nervios. Los pilotos estaban cada uno en sus carpas, mentalizándose y preparándose para la carrera. Sin embargo, los familiares de estos ya estaban guardando sus asientos en las gradas para poder verla con todos los detalles. Miro hacia las carpas y pude ver la de mi hermano, Albert y Marco. Me gustaría verlos antes de que comience la carrera. Miro a mi madre,