Observo asustada hacia el coche negro que se encuentra a unos escasos metros de mí. En el asiento de piloto está sentada una chica con el pelo castaño y ojos claros, que me mira a través del parabrisas totalmente preocupada, mientras en el asiento trasero un niño pequeño que podría tener la edad de mi hermano observa atento lo que sucedía.
Respiro hondo quitándome la tensión que el susto me había causado y me acerco a la ventanilla donde se encuentra aquella chica. Nada más tenerla en frente, le pido disculpas por haber cruzado sin mirar antes y le prometo un par de veces que no volverá a pasar.
Ella desde su deportivo negro de cinco plazas, me sonríe mientras le quita importancia a lo que sucedió minutos antes.
- No te preocupes, bonita. La próxima vez vete con más cuidado. - Dice ella sonriendo mientras echa un vistazo por el espejo retrovisor hacía el niño, quien seguía mirando atento entre las dos.
- Lo tendré. – Dije tomando distancia del coche para que pudiera marcharse. – Y lo siento otra vez, por el susto. – Le repito sin evitar pensar en lo que hubiera sucedido si no hubiera frenado a tiempo.
Ella le quita importancia una vez más, y pone en marcha el motor del coche. Antes de perderlo de vista por las calles de la ciudad, pude ver como el niño me saludaba con una mano mientras con la otra me enseñaba una vaca de peluche. No pude evitar sonreír ante el gesto del pequeño.
Antes de continuar con mi camino, respiro hondo y miro a mi alrededor. Había unas cuantas personas mirándome que supongo habrán presenciado ese casi accidente. Me regaño mentalmente por ser tan descuidada e ignorando a aquellas personas, empiezo a caminar hacia el parque.
Al llegar a la enorme entrada de este, observo por los alrededores por si mi amigo ya estaba por aquí. No me extrañó ver que no era así, ya que Sam es la típica persona que siempre llega tarde a todos lados.
Antes de sacar el móvil y mandarle un mensaje, me siento en uno de los bancos que se encuentra en los laterales de la entrada, justo debajo de un enorme árbol. Su respuesta tardó tan solo un minuto en llegar, así que echo un vistazo a la pantalla y leo lo que pone en ella:
“Ya vooooy.¡Ahora te cuento!Sam.”
Guardo el móvil en mi bolso y niego con la cabeza. Este Sam, siempre tiene algo que contar. Sin poder evitarlo, echo un vistazo a la gente que entra y sale del parque. A muchos los he visto cuando he venido otras veces, pero a otros no los había visto nunca.
En el banco que está en el otro lateral de la entrada se encuentran sentados uno al lado del otro una pareja de ancianos. Ambos se miraban y se reían de algo que él decía mientras se agarraban de las manos. Se les veía felices.
Con esta escena me hicieron recordar mucho a mis abuelos. La verdad es que los echo mucho de menos. A veces pienso que mi hermano Alex es un afortunado, porque él, que vive en Cheste con ellos, los tiene presente siempre.
Yo soy una persona que valora mucho a sus abuelos, que siempre desearía tener todo el tiempo del mundo para poder pasarlo con ellos y para escuchar todas esas historias que tienen para contar, aunque me las cuenten una y otra vez.
Algo que me encanta de ellos es que siempre me apoyan en cuanto a las motos se refiere. Para ellos ningún deporte tiene género, algo que es sorprendente teniendo en cuenta la época en la que nacieron y se criaron ellos.
Por desgracia, en casa mandan mis padres y las decisiones las toman ellos cuando se trata de su familia, por lo que mis abuelos tienen voz, pero no voto.
Estaba tan ensimismada en mis pensamientos, que no me había dado cuenta que Sam se encontraba sentado a mi lado. Este estaba jadeando como si hubiera corrido tres calles sin parar y, además, no paraba de hablar rápidamente.
- ... y de repente la cabeza del perrito se quedó atascada en una valla. – Explica mi amigo gesticulando con las manos el porqué de su retraso. No me había dado cuenta, pero habían pasado como cinco minutos mientras esperaba a Sam.
- Me quedé ayudando a Nerea, su dueña, porque la pobre estaba muy agobiada. Al final vinieron los bomberos y gracias a dios el perrito está bien. – Dice él agitadamente.
A pesar de intentar recuperar la respiración y de haber corrido hasta aquí, el sigue igual de presentable, como si hubiera salido de un salón de belleza hace cinco segundos. Con su camisa de botones bien planchada y su tupé rubio peinado hacia detrás.
- ¿Estás bien? – Dije riéndome al ver como poco a poco va recuperándose. Él asintió levantando los dos pulgares hacia arriba. – Cualquiera diría que vienes corriendo desde la otra punta de la ciudad. – Dije irónicamente mirando como se pasaba la mano por el pelo.
- Ya quisieras tú, y muchos, verme correr – Dice enseñándome la lengua mientras se levanta del banco.
Me cogió del brazo y tras darme un empujón para que me levantara yo también, nos adentramos en el parque. Como siempre hacemos, disfrutamos del maravilloso ambiente que suele haber allí y pasamos la tarde de paseo por el lugar.
Cuando ya era casi de noche y era hora de volver, me despedí de él con un fuerte abrazo y hasta que no me prometió que algún día iba a visitarnos a Cheste, no lo deje ir.
De camino a casa, pasé por un pequeño quiosco al que siempre suelo ir. Saludé a Luca, el dueño de este, y sin dudarlo me dejó la revista que siempre suelo leer y comprar. Le pagué lo que correspondía y antes de retomar mi camino, busqué la página en donde mi hermano hacía la entrevista de todos los meses.
La revista SportChest es una revista de deporte no muy popular del pueblo, que sorprendentemente llega hasta los quioscos de Barcelona y la cual publica cada mes sobre los deportistas de Cheste. Mi hermano, desde que consiguió su tercer título, se ha convertido en uno de ellos.
Él es el único que se quedó en Valencia con los abuelos y no se mudó con nosotros a Barcelona. Era necesario si quería conseguir lo que ha logrado hasta ahora. Ser uno de los mejores del Moto Club Ballester.
Al llegar a casa, dejé las llaves en la mesita que hay en la entrada y me adentré al salón donde se encontraba mi padre sentado viendo las noticias. A su lado, Mario estaba jugando con el móvil y mi madre estaba regando las plantas en el balcón. Saludé a todos y caminé por el pasillo hacia mi habitación.
Fui hasta la maleta que estaba en el suelo, la cogí y la coloqué encima de la cama. Ya estaba todo casi listo para irnos mañana. Solamente me falta por meter algunas cosas que me quedaron en el armario. Tras guardar la poca ropa que me quedaba por guardar, me subí encima de la silla del escritorio y cogí el poster de Marc Márquez que está colocado en la pared.
Ese poster siempre lo encontrarás en cada casa que vaya. Hace seis años, mi hermano, sabiendo que soy fan de Márquez, me regaló una revista por mi cumpleaños en donde incluía ese poster firmado no solo por Marc, sino por su hermano Alex también. Es muy especial e importante para mí.
Uno de mis grandes sueños es poder ir a un Gran Premio y poder vivir una carrera en vivo, pero mis padres nunca me lo permitirían. Las mujeres, para ellos, nunca deberían ir a este tipo de lugares.
Sin embargo, aunque ellos no quieran, las carreras las veo a través de internet y cuando estoy en el pueblo las veo con Marco y Albert en su casa. Ellos adoran a mis padres, pero obviamente, no están de acuerdo con sus pensamientos anticuados.
Doblé el poster y lo guardé en la maleta junto a toda mi ropa. Cuando revisé que no me faltara nada, la cerré y la puse a un lado de la habitación.
Tras cenar y ducharme fui directamente a la cama. Tenía que descansar, ya que mañana nos esperaban tres horas y media de viaje en coche. Será un día muy largo.
*****
Algo me despertó de mi dulce y bonito sueño. Con tan solo darme cuenta que se trataba de mi móvil y al escuchar el tono de llamada, maldecí mucho a mi querido y odioso amigo, Marco. Despegué la cara de la suave almohada y miré la hora. Gruñí contra esta antes de cogerlo.
- Me puedes decir porque motivo me llamas a las tres de la mañana, Marco. - Dije aún con los ojos cerrados e intentando no gritarle porque si no despertaría a los vecinos y a mis queridísimos padres. Solo escuchaba música de fondo y a gente gritar, hasta que...
- Hoy vas a ver a esta guapur...- No le dejé terminar, sino que directamente le colgué. No sin antes mandarlo muy educadamente a la m****a.
Estuve media hora planeando como asesinarle porque él sabe perfectamente que a mí me cuesta mucho dormirme y más cuando me despierto de madrugada.
Maldito seas. Marco.
Termino de bajar las últimas escaleras del portal de mi edificio y camino hasta el maletero del coche en donde únicamente faltaba por meter mi maleta y dos bolsas más. Mis padres, Mario y yo ya estamos listos para irnos por fin hacia Valencia.Anoche, después de haber permanecido media hora mirando hacia el techo con estrellitas que brillan en la oscuridad que pusieron mis padres cuando era más pequeña, intenté dormir de todas las maneras posibles, pero obviamente fue en vano. Por suerte, o por desgracia, porque ahora tengo más sueño que nunca, me acordé que había dejado una serie de N*****x apartada debido a la universidad, así que para matar el tiempo me vi un par de capítulos.
- Intenta no llegar tarde, vamos a cenar en familia, no lo olvides. - Me recordó mi abuela mientras los chicos se terminaban de tomar el chocolate caliente que ella nos preparó. - No te preocupes, abu. – Dije dándole un beso en la mejilla y dándole un golpe a Marco en el hombro para que se diera prisa. – Espabílate, hombre. - Ya voy, ya voy. – Dice bebiéndose de golpe lo que quedaba de chocolate en su taza. Al terminárselo se levantó y metió la taza en el lavavajillas. Se acercó a mi abuela y le dio un beso – Delicioso, ¡como siempre! Ella le respondió con una sonrisa mientras Albert lo cogía del brazo y lo empuja hacía la puerta de la entrada para salir de la casa. Los seguí y antes de salir de esta nos despedimos de todos los presentes. - ¡Marco, saluda a Maribel de mi parte y dile que un día de estos me paso a verla! - Dice mi madre, quien estaba sentada junto a mi abuelo en el salón. Maribel es la madre de Marco. Ellas son muy amigas desde la univ
Desde donde estábamos, a unos veinte metros de la casa, pude ver el coche azul marino de Alex aparcado por fuera de esta. Sin importarme dejar atrás a mis primas, corrí hacia la puerta abriéndola rápidamente antes de atravesar la entrada. Busqué en el piso de abajo esperando encontrarme a algún miembro de mi familia, pero no encontré a nadie. Sin perder más tiempo atravieso el salón y me acerco a la puerta de cristal que daba hacia el jardín trasero de la casa. Allí es donde normalmente hacemos las comidas familiares. La puerta ya se encontraba abierta, por lo que la atravesé dejándome una vista completa del jardín. En la mesa, que estaba en medio de este, se encontraban mi tía, mi madre y mis abuelos hablando tranquilamente, mientras que mi tío y mi padre estaban en la parrilla preparando la comida. Observé a la derecha, donde pude ver la espalda de un chico moreno jugando a la pelota con Mario y sin dudarlo corro hacia él. Cuando estaba a escasos metros int
Admiro el cartel enorme que teníamos justo delante de nosotros en donde ponía letra por letra el apellido de mis dos amigos, "Ballester". Se trata de un diseño bastante deportivo en donde predominaban los colores del club: el rojo, el negro y el blanco. Los chicos y yo nos encontrábamos en la entrada para socios del circuito esperando a que un coche que estaba delante nuestro terminara de ser identificado para poder acceder a la zona. Una vez el portero que se encargaba de mirar los carnets de socios dio el visto bueno, el conductor de aquel deportivo rojo se puso en marcha y se adentró hacia los aparcamientos, dejando vía libre para que mi amigo pudiera colocarse en su lugar. Albert arrancó el motor del coche y pisó un poco el acelerador para colocarse a la par que la cabina donde se encontraba aquel señor, quien al ver que se trataba de mi amigo, sonrió. - Buenos días, Albert. - Dice él mientras sonreía amablemente hacia nosotros. -
No aparto la mirada de mi hermano Alex mientras él corre hasta la entrada donde se encuentran mi padre y Mario hablando con uno de los entrenadores del club. Cuando llegó hasta ellos, los saluda a los tres metiéndose en la conversación y pude observar cómo cogía del hombro a mi padre girándolo sutilmente para colocarlo de espaldas a donde estábamos nosotros. A su lado, Mario, llamó su atención haciendo que él bajara la mirada hacia su hijo. Segundos después mi padre asintió con la cabeza y Mario se fue con dos niños que lo estaban esperando a unos metros de ellos. - ¡Vans! – Dice Albert sacudiéndome del brazo. Me había quedado totalmente paralizada en el sitio. – Tienes que ir a cambiarte ¡Ya! - ¡Joder! – Dije sin darme cuenta que aún estaba delante de aquella chica, su hijo y su hermano. Miro al niño un poco apurada. – Eso no se dice, ¿eh, Tommy? Mi padre no podía verme así vestida, o de lo contrario, ya podía despedirme de poder venir aunque ellos p
Alex, Marco y Albert aún no habían entrado en el circuito, seguían esperando a que los pilotos que estaban entrenando en este momento terminaran. Junto a ellos se encontraban tres chicos más, uno lo reconocí como el piloto número veinte. Cuando terminaron la última vuelta, los que estaban en pista salieron, dejándola libre para los seis que estaban esperando, entre ellos mis amigos y mi hermano. Una vez se colocaron en la parrilla de salida y sonó el pitido anunciando el comienzo del entrenamiento, los seis le dieron al gas dejando una ligera nube de tierra detrás suyo. Álvaro, uno de los chicos, se coloca en primera posición, pero por poco tiempo, pues Albert le adelantó. Las posiciones se mantienen de esa manera hasta que, en un descuido tonto, los dos se van al suelo. Me levanto de mi asiento preocupada mientras observo como el equipo de médicos se acerca tanto a Albert como al otro chico. Me tranquilicé cuando vi como él se levanta y tras coger su
Una vez llegamos, Mi madre, Mario y yo nos adentramos en el circuito por donde mismo entran los miembros del club. El lugar estaba a rebosar de gente, y se notaba que hoy era un día de competición importante. El ganador podrá competir en el campeonato de España. Lo que cualquier piloto español desea. Mi padre, junto a mi hermano Alex, llevan en el circuito desde esta mañana, al igual que el resto de pilotos y sus entrenadores. Algunos para terminar de hacer los últimos retoques a las motos, y otros para entrenar antes de la competición. Se notaba la tensión en el ambiente, al igual que la emoción y los nervios. Los pilotos estaban cada uno en sus carpas, mentalizándose y preparándose para la carrera. Sin embargo, los familiares de estos ya estaban guardando sus asientos en las gradas para poder verla con todos los detalles. Miro hacia las carpas y pude ver la de mi hermano, Albert y Marco. Me gustaría verlos antes de que comience la carrera. Miro a mi madre,
"Nunca había estado tan nerviosa como hoy. Me costó poder acercarme a alguien y relacionarme a pesar de que nunca he tenido problemas a la hora de conocer y hablar con otras personas. Cuando iba por los pasillos a través de todos aquellos alumnos con libros y cada uno a lo suyo, me sentía como pez fuera del agua. Pero es cierto y debo recordar lo que nos dijeron en las charlas de la Universidad cuando vinimos con el instituto. Y es que bachillerato nunca será lo mismo que la Universidad, y aquí cada uno va a su bola. A pesar de que al principio me sentía como un bicho raro y no sabía dónde me había metido, el día acabó mejor de lo que esperaba. Conocí a un chico rubio, que al igual que yo, está en el primer año de Filología Francesa. Él estaba mucho más tranquilo que yo, tanto, que gracias a sus pequeñas bromas y su personalidad tan peculiar logró que mis nervios se disiparan. Al ver que con el paso de las horas estaba cada vez más tranquila, su