Capítulo 5

Desde donde estábamos, a unos veinte metros de la casa, pude ver el coche azul marino de Alex aparcado por fuera de esta. Sin importarme dejar atrás a mis primas, corrí hacia la puerta abriéndola rápidamente antes de atravesar la entrada.

Busqué en el piso de abajo esperando encontrarme a algún miembro de mi familia, pero no encontré a nadie. Sin perder más tiempo atravieso el salón y me acerco a la puerta de cristal que daba hacia el jardín trasero de la casa. Allí es donde normalmente hacemos las comidas familiares.

La puerta ya se encontraba abierta, por lo que la atravesé dejándome una vista completa del jardín. En la mesa, que estaba en medio de este, se encontraban mi tía, mi madre y mis abuelos hablando tranquilamente, mientras que mi tío y mi padre estaban en la parrilla preparando la comida.

Observé a la derecha, donde pude ver la espalda de un chico moreno jugando a la pelota con Mario y sin dudarlo corro hacia él. Cuando estaba a escasos metros intente tirarme encima suyo, pero mi hermano pequeño le advirtió, dándole tiempo a esquivarme.

- ¡Ay, Alex! – Dije gimiendo de dolor desde el suelo. Lo miré. - ¿Eres tonto?

- ¿Nessa? - Preguntó él mirándome desde arriba. Él y Mario estaban intentando ocultar su risa, pero al pequeño se le escapó causando que al mayor también. - ¿Estás bien?

- Idiota, ayúdame en vez de reírte. - Le regañé mientras me levantaba sin su ayuda. Le miré enfadada, pero no tardé nada en sonreír y lanzarme a sus brazos. - Te he echado de menos.

-Y yo a ti, enana. - Dice correspondiendo a mi abrazo. - Aunque no te emociones tampoco.

- Tranquilo, que no lo hago. – Dije enseñándole la lengua sabiendo que ambos estábamos bromeando.

Me separé de él y caminé hasta Mario, que tenía la pelota con la que minutos antes estaba jugando en las manos. Le di un beso en la cabeza, pero le miré acusatoriamente.

- Eres un pequeño traidor. – Le dije bromeando mientras le hacía cosquillas por haber avisado a Alex. Él me miró con su cara de pillo, y empezó a correr por todo el jardín intentando evitar mis manos mientras yo corría detrás suyo.

- Chicos – Dice mi madre llamando nuestra atención, y la de las gemelas, quienes minutos antes habían atravesado la puerta de cristal y estaban saludando a mi hermano.

- Venga a sentarse, que ya está la cena. - Dice mi abuela desde la mesa.

Solté a Mario, a quien tenía rodeado con mis brazos para que no escapara y le coloqué bien el pelo. Caminé hacia la mesa y saludé a las cuatro personas que estaban sentadas en ella.

- ¡Ay, sobrina! ¿Pero tú no creces? – Dice mi tío José bromeando mientras deja una bandeja con carne encima de la mesa. - Quien diría que tú tienes diecinueve años, eh.

- Parece que tiene catorce, ¿o no, tío? - Dice Alex pasando su brazo por encima de mis hombros. Rodé los ojos dispuesta a responderle, pero mi tía se me adelantó.

- Dejen a la niña tranquila. - Dice ella mirándome y guiñándome el ojo. - Los mejores perfumes vienen en frascos pequeños.

Le sonreí, pensando en lo que me decía Sam siempre para molestarme, que aparte de los perfumes, los venenos también venían en esos frascos, pero me quedé callada.

- Venga, vamos a cenar ya. – Dice mi padre indicando que nos sentáramos. - ¿Dónde os habíais metido? La carne lleva lista desde hace veinte minutos.

Miré a las gemelas, quienes empezaron a explicar tranquilamente que estábamos en casa de los chicos y, evitando contar algo sobre el casco, pedimos perdón por llegar tarde.

Todos nos dispusimos a sentarnos en la mesa para poder empezar a comer. A mi izquierda se sentó Mario y a mi derecha Carlota. Agradecía que mis tíos y mis padres estuviesen sentados al lado contrario de donde estaba yo, porque como en cada cena, siempre aprovechaban para hacer preguntas sobre las clases y sobre la vida. Justo las preguntas que le estaban haciendo ahora mismo a Alex.

- ...tu padre me comentó que este fin de semana tienes una carrera. - Le dice mi tío a mi hermano, el cual se perfectamente que odia estos interrogatorios tanto como yo.

-  Sí, en nuestro circuito. - Dice él asintiendo mientras cogía un trozo de carne de su plato y se lo metía en la boca.

- Esa carrera es de las más importantes – Dice mi padre haciendo énfasis en la palabra "importante". - Es necesario que la gane si quiere ir al campeonato de España.

- Verás que sí la gana - Dice mi tío sonriendo convencido sobre ello.

- Esperamos que así sea. - Dice mi padre mirando fijamente hacia mi hermano.

Agaché la mirada pensando en la presión que debe tener ahora mismo. Este se encontraba incomodo en su sitio mientras sentía la mirada de mi padre sobre él. Alex tenía la confianza suficiente sobre sí mismo para saber que era capaz de ganar la carrera, pero con la presión constante que tenía, muchas veces le hacía dudar.

Por esa parte agradezco no estar en su lugar ahora mismo. Sé que él intenta no tomárselo muy a pecho, pero es normal que no quiera defraudar a mi padre. Estaba tan metida en mis pensamientos que no me di cuenta que me estaban llamando.

- Vanessa, cariño, responde - Dice mi madre mirándome con su mirada fulminante.

- Perdón, ¿Qué decían? - Dije mirando a todos los de la mesa, quienes tenían sus miradas puestas sobre mi persona. No sabía quién se había dirigido hacia mí.

- ¿Qué si tienes novio? - Pregunta mi abuela sonriendo desde el fondo de la mesa. Suspiré pensando en que ahora me tocaba a mí con las estúpidas preguntas.

- No, abu. Estoy centrada en la universidad. – Le respondí sonriendo intentando evitar decir que también quería centrarme en las motos.

- Lo mejor que haces. Ya tendrás tiempo para esas tonterías del amor. - Dice mi tío bromeando, aunque recibe una mirada fulminante por parte de mi tía.

Después de unas preguntas más y de explicarles porque elegí el francés y no el inglés como carrera, hubo más preguntas para Alex e incluso para las gemelas. Yo me mantuve callada el resto de la cena, asintiendo cuando debía y escuchando lo que decían los demás.

Cuando terminamos de cenar y de recoger todo. Las gemelas y yo nos quedamos hablando en el salón mientras los adultos se tomaban el café en la cocina. No pasaba tiempo con ellas desde el cumpleaños del abuelo, que fue a mediados de febrero.

Pocas cosas habían cambiado con respecto a sus vidas. Carlota seguía trabajando en una pequeña guardería bilingüe que había en nuestro pueblo. Por su parte, Amaia, quien es diseñadora de moda, dedica todo su tiempo a añadir nuevas colecciones de ropa a su tienda online.

A pesar de formar parte de una familia en donde el mundo del motor es muy importante, ambas cogieron caminos muy diferentes. Curioso, porque Amaia, además de tener presente el deporte por su familia, también lo tiene por su novio, que pertenece al Moto Club Sendra, el club con el que nuestro equipo compite siempre.

Cuando mis tíos terminaron de tomarse el café, les indicaron a las chicas que debían irse ya, dando por terminada nuestra conversación. Les di un abrazo a las dos y después a mis tíos, antes de acompañarlos hasta la puerta.

Salieron de la casa y se subieron al coche, que estaba aparcado justo detrás del de mi hermano. Me despedí con la mano cuando los vi desaparecer entre la oscuridad de la noche.

Entré en la casa pensando que tenía que ducharme y preparar las cosas para mañana. Tenía que despertarme temprano para ir a casa de los chicos. Saqué el móvil de mi bolsillo trasero del pantalón mientras subía las escaleras hasta el segundo piso.

Abrí el grupo cuyo nombre era “¡100pre Gas!” y empecé a escribir antes de darle al botón de enviar.

"Mañana nos vemos a las 8:30 por fuera.

-Nessa"

Mientras esperaba a que me respondieran, caminé hasta mi habitación para coger lo necesario e ir a ducharme. No tardé mucho en escuchar el sonido de notificación. Miré la pantalla y leí.

"Eso está hecho.

-Albert"

"¿No podía ser más temprano?  

-Marco"

“Cállate, Marco.

-Albert”

Negué con la cabeza mientras les deseaba buenas noches y que descansaran. Bloqueé el móvil antes de ponerlo a cargar encima de mi mesa de noche. Cogí las cosas necesarias y camino hacia el baño para ducharme.

*********

Llevo esperando unos diez minutos por fuera de casa de los chicos. Marco se había dejado dormir, por eso estaban tardando tanto. Mientras estaba apoyada en la furgoneta de Albert, observé como la puerta de la casa se abría dejando a la vista a mi amigo dormilón.

- ¿Quién está listo para saborear la velocidad? – Pregunta Marco bailando mientras bajaba las escaleras que hay desde la puerta hasta la calle.

Detrás suyo, Albert negaba con la cabeza mientras rodaba los ojos. Muchas veces, la diferencia de edad se nota bastante entre ellos. Albert es como el maduro y responsable del grupo. Pero Marco, cuando no son situaciones serias, es como un niño pequeño.

- Ya era hora, ¿no? – Dije abrazándolos cuando llegaron hasta donde yo estaba.

Albert me sonrió y sacó las llaves de la furgoneta del bolsillo, pulsando el botón para quitar el seguro de esta. Mientras yo abría la puerta trasera y bajaba la rampa para poder subir las motos, Albert fue a abrir la puerta del garaje.

Puse el seguro de la rampa para que no se moviera y entré por donde lo hicieron mis dos amigos. Me aparté cuando vi que Marco se disponía a sacar su moto del garaje. Antes de ir a buscar la mía, me aseguré que no necesitaba mi ayuda para meterla en la furgoneta.

Cuando los chicos se mudaron a esta casa, habilitaron este garaje especialmente para las motos. Albert es un chico muy organizado y lo tenía todo separado por partes.

Nada más entrar, a la derecha estaban colocadas ordenadamente tres motos que tenían, más la de Marco que la acaba de sacar ahora. Justo enfrente de estas, a la izquierda, estaban las estanterías con todos los accesorios: cascos, guantes, botas, combos, gafas y protecciones. Y delante nuestro, la zona de trabajo, con todas las herramientas y materiales bien colocados en sus correspondientes lugares.

Caminé hacia donde estaban las motos y observé la moto negra con pequeños detalles en blanco. La que ha sido mi acompañante desde los quince. Es la antigua moto de Albert. Cuando él se compró la nueva, sabía que yo no podía permitirme comprar una, así que me la ha prestado durante todos estos años.

- Tranquila, cada semana la he cogido para que cuando tu vinieras, la tengas perfecta. – Dice Albert observando cómo me quedo mirándola.

Sonreí hacia él y me monté sobre esta. Metí la llave y arranqué el motor. Tras unos segundos admirando ese sonido que tanto había extrañado en los últimos cinco meses, la subí a la camioneta con ayuda de Marco.

Ellos ya tenían todo los accesorios y protecciones en el circuito, así que solo tenía que buscar los míos. Cogí el combo de color negro con detalles blancos y grises, los guantes más pequeños y todo lo demás, en negro también. Siempre he cogido los más sencillos para que en el caso de que por casualidad aparezcan mis padres por la pista para ver a mi hermano, haya menos posibilidades de que me reconozcan.

Me acerqué a donde se encontraban los cascos y cogí el único rosa que había en la colección. Mi casco nuevo. Antes de guardarlo en la bolsa lo admiré sin poder creérmelo aún. Está claro que llevando ese casco me arriesgo a que mis padres me reconozcan, pero no me importa.

Lo más probable es que mi hermano si lo haga. Es el único que sabe lo que hago en mi tiempo libre cuando no estoy en casa de los abuelos. Pero en él siempre he confiado y sé que nunca se lo contaría a nadie.

Cuando colocamos todo en los asientos traseros de la furgoneta y aseguramos las tres motos, nos subimos en los asientos delanteros para ponernos en marcha hacia el circuito.

De camino llamé a mi hermano Alex para saber si nuestros padres estarían por la pista hoy. Por suerte, mi padre iría con Mario a una exposición de coches que hay en la plaza y mi madre se quedó en la oficina de mi abuelo trabajando en un caso.

Teníamos el circuito totalmente libre.

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