Capítulo 394
—¡Chico, mi padre es Lizardo, por lo tanto, no puedes tocarme! —Francisco seguía lanzando furiosas amenazas, incluso en esa situación desesperada.

Juan lo miró desde arriba y respondió con frialdad:

—No me importa si tu padre es un general o incluso el mismo rey, nadie puede intimidar a alguien cercano a mí, le grito enfurecido Juan.

Al escuchar esto, Celeste no pudo evitar esbozar una sonrisa, sintiendo una cálida protección que no había experimentado en años.

Juan continuó:

—Ahora te doy una oportunidad. Pídele disculpas en este momento a mi hermana. Si ella te perdona, salvarás el pellejo.

—¡Ni lo sueñes! —exclamó furioso Francisco, pero un hombre a su lado rápidamente le tapó la boca.

—Joven, la situación no nos favorece. Por favor, pida disculpas —le suplicó el hombre, bastante preocupado.

—Exacto, joven, usted tiene un estatus privilegiado. No vale la pena discutir con ellos —agregaron temerosos los demás hombres que lo acompañaban.

La arrogancia de Francisco se desmoronó lentame
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