Capítulo 393
Cuando todos salieron asustados de la mansión tras escuchar el alboroto, vieron dos jeeps militares estacionados justo en la entrada.

Delante de los jeeps, un grupo de hombres corpulentos rodeaba a un joven que gritaba desesperada en voz alta.

Al verlo, el rostro de Celeste se tornó pálido y luego adquirió una expresión sombría.

—Señor González, ellos insisten en entrar por la fuerza —dijo en ese momento la ama de llaves, Irene, mirando a Juan con ojos de esperanza, como si lo viera como su salvador.

—Esto ya no es asunto tuyo —respondió Juan, y luego dirigiéndose al joven—. ¿Quién eres? ¿Acaso no sabes que no se permite hacer este tipo de escándalos frente a una propiedad privada?

—¿Y a ti qué te importa quién soy? —se burló el joven, y luego miró a Celeste con desprecio—. Celeste, ¿crees que esconderte me va a detener? ¡Deja de perder el tiempo y ven conmigo para casarnos!

Celeste se mantuvo firme, su cuerpo se tornó tenso. Dio un paso al frente y respondió con frialdad:

—Francis
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