Capítulo 3

Beltaine puso el punto final al informe y se reclinó en su silla para observar fijamente la pantalla de la computadora. El informe en sí parecía una completa m****a, ni ella, que es la que generalmente busca de todos los ángulos para entender las situaciones, puede llegar a creer todo lo que puso allí.

¿Una explosión? ¿Un ritual satánico? ¿Desapariciones misteriosas? Todo sonaba a una locura, a algo que escapaba de su ámbito habitual de trabajo. Y sin embargo, ahí seguía ella, al frente de la investigación. A pesar de tener la pierna derecha vendada por culpa de un escombro que le cayó encima durante el incendio. Por suerte, no se había roto nada, porque no soportaría estar encerrada en casa todo el día.

En el fondo, este caso que le habían asignado como castigo por responder mal a un superior, le despertaba más curiosidad que fastidio. ¿Qué demonios estaba pasando?

Suspiró con pesadez, se levantó del cubículo, imprimió el archivo y se dirigió a la oficina del jefe para que lo revisara. Le parecía una estupidez y una pérdida de tiempo que en pleno siglo XXI se siguieran imprimiendo los textos. ¿Para qué, si existían los correos electrónicos, los faxes, o cualquier otra red social con la tecnología inteligente suficiente para enviar archivos p*f? Era un estrés innecesario.

Mientras cruzaba un pasillo, oyó las voces de sus compañeros agentes. Se ocultó rápidamente y aguzó el oído.

—¿Has visto las pruebas que ha conseguido Beltaine de la locura que ocurrió en la fábrica?

—Sí, nunca me hubiera imaginado que ese lugar fuera un nido de cultistas.

Beltaine, tras la esquina de la pared, asintió con lentitud. Ella tampoco se lo hubiera esperado.

—Es una crack, la mujer.

Siguió asintiendo con la cabeza, pero luego frunció el ceño. ¿Desde cuándo esos cretinos engreídos la apreciaban?

—Shhhs—uno de ellos hizo un gesto de silencio al otro—. No lo digas tan alto, que se le va a subir a las nubes.

Beltaine rodó los ojos. Ella solo estaba haciendo su trabajo, el caso que le habían endosado por plantarle cara a un superior.

—La chica tiene valor, hay que reconocerlo. Aunque esté aquí a la fuerza.

—Sí, pero tampoco está bien faltarle el respeto a un superior…—Beltaine volvió a rodar los ojos mientras seguía escuchando a hurtadillas—. En fin, he oído que las personas con esas marcas raras en el cuerpo se están multiplicando como conejos. Tenemos que ir a detener a esos locos antes de que monten otro numerito y…

—¿Eh? ¿Y qué hacemos aquí de cháchara? ¡Vamos a arrestarlos primero y luego ya veremos..!

Beltaine se asomó un poco por el borde de la pared después del silencio, y vio cómo el agente más veterano le aplicaba una llave inglesa al novato.

—¿Y qué es lo que harás, novato? ¿Crees que es tan fácil como decirlo? 

El otro se revolvía para librarse del abrazo burlón que le estaba dando.

—¡Ay, ay, ay! ¡Suéltame, hombre! ¿No es esto lo que buscamos..?

—Atiende, chaval. Esto no es el típico caso de secuestro, robo y e****a que nos toca resolver casi todos los días, aunque masivos, no son así de grandes, aquí hay gato encerrado—le despeinó el pelo con fuerza—. A estas alturas ya deberías oler el tufo.

Beltaine soltó un suspiro y miró los papeles que tenía en sus manos. El informe ridículo que había redactado.

No, este caso tiene que ver con la e****a de la vida eterna que unos forasteros le están vendiendo a la gente, por eso se están apuntando al culto como locos. Haciendo cosas raras y espantosas. Hasta ahora, según las pesquisas que hizo, muchos de los que trataron con esos forasteros se esfumaron sin dejar huella. Eso es muy raro en un país donde todos se conocen de vista. Tampoco se puede descartar que hayan encontrado la manera de esconderse todos juntos, bajo tierra o en algún sitio lo bastante grande para meterlos a todos. O puede que estén forrados de pasta por timar a otros pardillos y puedan viajar por el mundo sin problemas.

Lo que le fastidiaba de todo eso, es que por más que investigó Beltaine, aún no ha dado con ninguno de esos supuestos forasteros. Los que empezaron todo el timo de la “vida eterna”.

Volvió en sí cuando oyó el grito exasperado de uno de sus colegas.

—¡Es como si fueran dioses del Olimpo o unicornios!

—¿Eh? ¿Te crees en lo paranormal? Esas cosas no…

—¡No seas memo! ¡Estoy de coña!

Beltaine se mordió el labio mientras murmuraba para sí misma:

—Pues sería más fácil dar con ese lobo enorme si fuera un unicornio mitológico o un Dios del Olimpo…—frunció el ceño al recordar al hombre con rasgos de lobo—. De verdad, ¿qué fue de ese tipo…?

—¿Qué tipo?

Beltaine giró el brazo al instante y lanzó un puñetazo al supuesto enemigo. El recién llegado esquivó el golpe de ella con soltura. 

—¡Me has dado un susto de muerte, Bastian! ¿Qué te pasa?

Bastian soltó una carcajada y se encogió de hombros, con su típica sonrisa pícara y divertida.

—Te vi tan ensimismada que ni me oíste llegar. Normalmente no puedo hacerte eso, así que quiero saber en qué tanto piensas.

Quería muchísimo a su mejor amigo Bastián, sin embargo, a veces era un metiche sin remedio que le ponía los nervios de punta.

—No te preocupes, estoy bien.

Así le respondió mientras se dirigía a la oficina de su jefe, que era a donde iba desde el principio, y notó cómo Bastian se le pegaba como una lapa. Lo miró de reojo.

—¿Qué quieres ahora?

—Belt, me tienes en ascuas. Te veo unas ojeras de miedo, no te alimentas como es debido...y tu cara...—trató de agarrarle de la muñeca para que aflojara el paso, pero ella se soltó y le lanzó una mirada asesina.

—Se ve que te sobra el tiempo.

Bastian parpadeó, desconcertado, y alzó las manos en gesto de rendición.

—¿Tiempo?

—Sólo los vagos se preocupan tanto por los demás.

No se dio cuenta de que se había quedado rezagado, así que se apuró a alcanzarla y a observarla con los ojos entornados.

—¿Te tragaste un payaso?—Bastian echó un vistazo a la pierna de ella, donde aún tenía la herida vendada bajo el pantalón. Beltaine pensó que si ese imbécil se atrevía a mencionar algo al respecto, le iba a romper la cara—. Bueno, pues yo este fin de semana tengo pensado hacer una parrillada. ¿Qué me dices? ¿Te apuntas? Siempre estás sola...

Beltaine se paró en seco antes de girar hacia la puerta de su jefe. Bastian seguía dándole la tabarra.

—De vez en cuando te vendría bien socializar, compartir cotilleos, un ambiente distendido y...

—Cállate ya, Bastian. Estoy bien.

—Venga, no seas así, somos mejores amigos, sabes que...

—¡Déjame tranquila! ¡Te he dicho que no me pasa nada!

Bastian carraspeó, algo dolido y sorprendido de que le hubiera gritado tan fuerte en el trabajo, delante de todos.

—Eh, sí...tienes razón, me he pasado de pesado. Yo estuve mal al pensar en una tontería como esa. Lo siento.

Beltaine bajó la cabeza, arrepentida. Dios, no quería ser tan borde. Bastian sólo estaba intentando animarla. Intentó disculparse, pero las palabras no le salían.

—¡Bueno!—Bastian volvió a poner esa sonrisa radiante en su rostro—. ¡Será mejor que me ponga con la investigación que me encargó el jefe! Ya sabes cómo se pone si no tiene los informes al día.

Se alejó por donde había venido.

Beltaine se sintió una bruja desalmada que había herido los sentimientos de su mejor amigo. Era una amiga de pena, por el amor de Dios. Bastián se giró al cabo de dos pasos, levantó el dedo meñique, como cuando lo hacían de niños ella y él.

—Prométeme que no dudarás en llamarme si necesitas algo, lo que sea. ¡Eres la única amiga fiel que tengo!—cuando ella se quedó mirando el dedo en el aire, Bastian resopló—. ¡Vamos, levanta esa mano, da igual si es derecha o izquierda!

La pelirroja esbozó una sonrisa divertida. El tonto había levantado la mano izquierda para que ella también pudiera levantar esa mano, porque sabía que era zurda.

Soltó un suspiro.

—Eres un auténtico incordio, hombre...

Dijo eso, sin embargo, levantó el dedo para enlazarlo con el de él.

—Que sepas que sólo te aguanto porque estás bueno.

Bastian le guiñó el ojo cuando bajaron las manos.

—Lo sé—fingió echarse el pelo largo inexistente por detrás del hombro—. Las vuelvo locas a todas, y a algunos hombres de excelente gusto también.

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