Beltaine puso el punto final al informe y se reclinó en su silla para observar fijamente la pantalla de la computadora. El informe en sí parecía una completa m****a, ni ella, que es la que generalmente busca de todos los ángulos para entender las situaciones, puede llegar a creer todo lo que puso allí.
¿Una explosión? ¿Un ritual satánico? ¿Desapariciones misteriosas? Todo sonaba a una locura, a algo que escapaba de su ámbito habitual de trabajo. Y sin embargo, ahí seguía ella, al frente de la investigación. A pesar de tener la pierna derecha vendada por culpa de un escombro que le cayó encima durante el incendio. Por suerte, no se había roto nada, porque no soportaría estar encerrada en casa todo el día.
En el fondo, este caso que le habían asignado como castigo por responder mal a un superior, le despertaba más curiosidad que fastidio. ¿Qué demonios estaba pasando?
Suspiró con pesadez, se levantó del cubículo, imprimió el archivo y se dirigió a la oficina del jefe para que lo revisara. Le parecía una estupidez y una pérdida de tiempo que en pleno siglo XXI se siguieran imprimiendo los textos. ¿Para qué, si existían los correos electrónicos, los faxes, o cualquier otra red social con la tecnología inteligente suficiente para enviar archivos p*f? Era un estrés innecesario.
Mientras cruzaba un pasillo, oyó las voces de sus compañeros agentes. Se ocultó rápidamente y aguzó el oído.
—¿Has visto las pruebas que ha conseguido Beltaine de la locura que ocurrió en la fábrica?
—Sí, nunca me hubiera imaginado que ese lugar fuera un nido de cultistas.
Beltaine, tras la esquina de la pared, asintió con lentitud. Ella tampoco se lo hubiera esperado.
—Es una crack, la mujer.
Siguió asintiendo con la cabeza, pero luego frunció el ceño. ¿Desde cuándo esos cretinos engreídos la apreciaban?
—Shhhs—uno de ellos hizo un gesto de silencio al otro—. No lo digas tan alto, que se le va a subir a las nubes.
Beltaine rodó los ojos. Ella solo estaba haciendo su trabajo, el caso que le habían endosado por plantarle cara a un superior.
—La chica tiene valor, hay que reconocerlo. Aunque esté aquí a la fuerza.
—Sí, pero tampoco está bien faltarle el respeto a un superior…—Beltaine volvió a rodar los ojos mientras seguía escuchando a hurtadillas—. En fin, he oído que las personas con esas marcas raras en el cuerpo se están multiplicando como conejos. Tenemos que ir a detener a esos locos antes de que monten otro numerito y…
—¿Eh? ¿Y qué hacemos aquí de cháchara? ¡Vamos a arrestarlos primero y luego ya veremos..!
Beltaine se asomó un poco por el borde de la pared después del silencio, y vio cómo el agente más veterano le aplicaba una llave inglesa al novato.
—¿Y qué es lo que harás, novato? ¿Crees que es tan fácil como decirlo?
El otro se revolvía para librarse del abrazo burlón que le estaba dando.
—¡Ay, ay, ay! ¡Suéltame, hombre! ¿No es esto lo que buscamos..?
—Atiende, chaval. Esto no es el típico caso de secuestro, robo y e****a que nos toca resolver casi todos los días, aunque masivos, no son así de grandes, aquí hay gato encerrado—le despeinó el pelo con fuerza—. A estas alturas ya deberías oler el tufo.
Beltaine soltó un suspiro y miró los papeles que tenía en sus manos. El informe ridículo que había redactado.
No, este caso tiene que ver con la e****a de la vida eterna que unos forasteros le están vendiendo a la gente, por eso se están apuntando al culto como locos. Haciendo cosas raras y espantosas. Hasta ahora, según las pesquisas que hizo, muchos de los que trataron con esos forasteros se esfumaron sin dejar huella. Eso es muy raro en un país donde todos se conocen de vista. Tampoco se puede descartar que hayan encontrado la manera de esconderse todos juntos, bajo tierra o en algún sitio lo bastante grande para meterlos a todos. O puede que estén forrados de pasta por timar a otros pardillos y puedan viajar por el mundo sin problemas.
Lo que le fastidiaba de todo eso, es que por más que investigó Beltaine, aún no ha dado con ninguno de esos supuestos forasteros. Los que empezaron todo el timo de la “vida eterna”.
Volvió en sí cuando oyó el grito exasperado de uno de sus colegas.
—¡Es como si fueran dioses del Olimpo o unicornios!
—¿Eh? ¿Te crees en lo paranormal? Esas cosas no…
—¡No seas memo! ¡Estoy de coña!
Beltaine se mordió el labio mientras murmuraba para sí misma:
—Pues sería más fácil dar con ese lobo enorme si fuera un unicornio mitológico o un Dios del Olimpo…—frunció el ceño al recordar al hombre con rasgos de lobo—. De verdad, ¿qué fue de ese tipo…?
—¿Qué tipo?
Beltaine giró el brazo al instante y lanzó un puñetazo al supuesto enemigo. El recién llegado esquivó el golpe de ella con soltura.
—¡Me has dado un susto de muerte, Bastian! ¿Qué te pasa?
Bastian soltó una carcajada y se encogió de hombros, con su típica sonrisa pícara y divertida.
—Te vi tan ensimismada que ni me oíste llegar. Normalmente no puedo hacerte eso, así que quiero saber en qué tanto piensas.
Quería muchísimo a su mejor amigo Bastián, sin embargo, a veces era un metiche sin remedio que le ponía los nervios de punta.
—No te preocupes, estoy bien.
Así le respondió mientras se dirigía a la oficina de su jefe, que era a donde iba desde el principio, y notó cómo Bastian se le pegaba como una lapa. Lo miró de reojo.
—¿Qué quieres ahora?
—Belt, me tienes en ascuas. Te veo unas ojeras de miedo, no te alimentas como es debido...y tu cara...—trató de agarrarle de la muñeca para que aflojara el paso, pero ella se soltó y le lanzó una mirada asesina.
—Se ve que te sobra el tiempo.
Bastian parpadeó, desconcertado, y alzó las manos en gesto de rendición.
—¿Tiempo?
—Sólo los vagos se preocupan tanto por los demás.
No se dio cuenta de que se había quedado rezagado, así que se apuró a alcanzarla y a observarla con los ojos entornados.
—¿Te tragaste un payaso?—Bastian echó un vistazo a la pierna de ella, donde aún tenía la herida vendada bajo el pantalón. Beltaine pensó que si ese imbécil se atrevía a mencionar algo al respecto, le iba a romper la cara—. Bueno, pues yo este fin de semana tengo pensado hacer una parrillada. ¿Qué me dices? ¿Te apuntas? Siempre estás sola...
Beltaine se paró en seco antes de girar hacia la puerta de su jefe. Bastian seguía dándole la tabarra.
—De vez en cuando te vendría bien socializar, compartir cotilleos, un ambiente distendido y...
—Cállate ya, Bastian. Estoy bien.
—Venga, no seas así, somos mejores amigos, sabes que...
—¡Déjame tranquila! ¡Te he dicho que no me pasa nada!
Bastian carraspeó, algo dolido y sorprendido de que le hubiera gritado tan fuerte en el trabajo, delante de todos.
—Eh, sí...tienes razón, me he pasado de pesado. Yo estuve mal al pensar en una tontería como esa. Lo siento.
Beltaine bajó la cabeza, arrepentida. Dios, no quería ser tan borde. Bastian sólo estaba intentando animarla. Intentó disculparse, pero las palabras no le salían.
—¡Bueno!—Bastian volvió a poner esa sonrisa radiante en su rostro—. ¡Será mejor que me ponga con la investigación que me encargó el jefe! Ya sabes cómo se pone si no tiene los informes al día.
Se alejó por donde había venido.
Beltaine se sintió una bruja desalmada que había herido los sentimientos de su mejor amigo. Era una amiga de pena, por el amor de Dios. Bastián se giró al cabo de dos pasos, levantó el dedo meñique, como cuando lo hacían de niños ella y él.
—Prométeme que no dudarás en llamarme si necesitas algo, lo que sea. ¡Eres la única amiga fiel que tengo!—cuando ella se quedó mirando el dedo en el aire, Bastian resopló—. ¡Vamos, levanta esa mano, da igual si es derecha o izquierda!
La pelirroja esbozó una sonrisa divertida. El tonto había levantado la mano izquierda para que ella también pudiera levantar esa mano, porque sabía que era zurda.
Soltó un suspiro.
—Eres un auténtico incordio, hombre...
Dijo eso, sin embargo, levantó el dedo para enlazarlo con el de él.
—Que sepas que sólo te aguanto porque estás bueno.
Bastian le guiñó el ojo cuando bajaron las manos.
—Lo sé—fingió echarse el pelo largo inexistente por detrás del hombro—. Las vuelvo locas a todas, y a algunos hombres de excelente gusto también.
—¡Por fin he llegado, amor! ¡Disculpa la demora!—gritó mientras cerraba la puerta con un golpe. Se quitó el abrigo y lo lanzó al sofá, mientras le contaba a su esposo lo que había pasado en su día con entusiasmo.—¡Ha sido un día de locos en el trabajo! Se presentaron un montón de ancianos despistados que querían recuperar sus recuerdos, y también ese cabrón de mi amigo del alma, ¿sabes? ¿Bastian? El muy cotilla me habló en el trabajo para invitarme a una parrillada el fin de semana y yo le dije que…Dejó las llaves sobre la mesa.—¿Has sido bueno y no has abierto a nadie en mi ausencia? Aquí te dejo las llaves, por si acaso…Pero nadie le respondió. Solo el silencio de la casa la acogió. Miró una foto que había visto tantas veces como su propio reflejo junto al sacacorchos, mientras un recuerdo le asaltaba la mente.INICIO DEL RECUERDO—¡Qué bella te ves con ese traje de agente especial!Ella hizo una pose, exagerando su gesto para hacerlo reír.—Pues claro, ¿con quién te crees que t
Cerró los ojos con fuerza al ver su departamento tan cerca sin sentir que el lobo disminuyera ni un poco la velocidad.—¡Puerta! ¡Usa la puerta! ¡No rompas mi techo..!Jadeó con fuerza cuando el aire abandonó sus pulmones al caer dentro de su departamento, el lobo de alguna manera se las había arreglado para que la mayor parte de los golpes se las llevara él.Beltaine no podía respirar, veía los mechones rojos de su larga cabellera por su cara pero no tenía fuerzas para apartarlos.—¡¿Estás jodidamente loco?!—miró al lobo con furia. ¡Casi la mata!Sin embargo, ahora que ella lo ve bien, el lobo tiene sangre azul por todos lados, y se ve bastante débil, como si hubiese gastado todas sus reservas de energía.—A salvo, ellos no podrán rastrearnos porque oculté mi aroma—el lobo no abrió la boca pero Beltaine oyó esa voz grave y ronca en su mente. Se lanzó de pronto sobre ella, tumbándola de nuevo, boca arriba—. Rápido debes…Beltaine se estremeció al darse cuenta de dónde habían aterrizad
De repente, sintió un escalofrío que le recorrió la espalda, como una serpiente de hielo. Intentó abrazarse a sí misma, buscando el calor que se le escapaba. Pero sus brazos no le respondieron, ni sus piernas, ni su cuerpo. Era una extraña en su propia piel, una mera observadora de su destino. Su visión se nubló, solo vio flashes, sombras, imágenes borrosas que se sucedían en su mente. Rostros desconocidos, lugares lejanos, una luna gigante que la miraba con indiferencia.Sintió un dolor agudo en el pecho, como si le clavaran un puñal. Se llevó la mano al corazón, pero no lo sintió latir. ¿Qué le estaba pasando? ¿Qué era esa sensación de vacío, de ausencia, de muerte? ¿Acaso nunca fue dueña de su vida? ¿Acaso todo fue una ilusión?Las lágrimas le quemaron las mejillas, como gotas de ácido. Quiso gritar, pedir ayuda, pero su voz se ahogó en su garganta. Solo pudo emitir un susurro, un lamento, una súplica.—Basta... basta, por favor... no puedo más... me está matando...No sabía a quié
Beltaine sentía un odio profundo hacia la mujer que la llevaba en brazos como si fuera un bulto inerte. ¿Qué clase de hechizo le había lanzado esa bruja malvada? ¿Cómo era posible que con solo mirarla a los ojos, unos ojos azules que parecían de hielo, le hubiera arrebatado el don de la palabra? Y lo más importante, ¿qué era esa mujer? Porque Beltaine estaba segura de que no era humana, ni siquiera se le acercaba.La soltó con desprecio y Beltaine cayó al suelo, junto al cuerpo desmayado del hombre lobo. Intentó alejarse, pero la mujer la agarró del pelo con fuerza.—Vaya, vaya, así que mi señor ya se ha buscado una sustituta para el falso lazo de parejas —dijo la mujer con una voz fría y burlona, mientras miraba al hombre lobo con desdén—. Mi señor, ¿cuándo dejarás de escaparte cada vez que te quito el ojo de encima?Beltaine quería gritar. Quería saber quién era esa mujer y por qué le hacía eso.—No puedo estar vigilándolo las veinticuatro horas, mi señor —continuó la mujer, clavand
Beltaine despertó vomitando. Descargó todo su estómago a un lado, sintiendo las arcadas absorberle todo el malestar. —¿Qué coño me ha pasado? ¿Dónde coño estoy? ¿Y la zorra rubia? ¿Y Bastian?—¿Ya te has despabilado?Beltaine suspiró aliviada. Por fin, su mejor amigo había aparecido y la pesadilla se había acabado.—Joder, Bastian, no te imaginas lo que he soñado. Era una flipada, yo...La pelirroja se quedó con la boca abierta al ver a su lado a un hombre enorme, de músculos duros y piel fría como el hielo. Su cabello negro como el carbón le caía en una cascada lisa por la espalda. Lo que hizo que Beltaine se quedara helada de miedo fueron esos ojos rojos, unos ojos que nunca podría olvidar. La pesadilla no había terminado, la pesadilla era real.—Hace siglos que no me transformo en un humano —dijo Kyrios, moviendo el cuello con un crujido—. Es raro no tener pelo por todo el cuerpo.Beltaine vio su paquete colgando entre las piernas. El muy bastardo estaba equipado tan bien que tuvo
—Vaya, vaya, cabeza de fuego. Parece que no sabes lo que significa relajarse. ¿Has oído hablar de respirar? ¿De disfrutar de la vida? ¿Del ambiente que nos rodea?Beltaine sintió que la sangre le subía a la cabeza. ¿Cabeza de fuego? ¿Quién se creía que era?—No me interesa tu filosofía barata. Lo que quiero saber es quién era esa mujer dorada y aterradora que ayer me agarró como si fuera un saco de patatas y me amenazó con matarme. ¿Qué relación tienes con ella? —la pelirroja pasó por alto el comentario del hombre lobo, como si no hubiera dicho nada.Kyrios dirigió su mirada a la hormiga que se movía nerviosa al lado de su silla.—¿Mujer dorada? —frunció el ceño hacia la hormiga—. Supongo que te refieres a Lylo.Lylo, en su forma de hormiga, se sintió incómoda bajo la atenta mirada de su Alfa. Una cosa era hacer sus fechorías sin que él se enterara y otra muy distinta era que la supuesta compañera que él había elegido, se pusiera a cotillear sobre lo que ella le había hecho.—Lylo es
—¡Te lo advierto, no te atrevas a mover un músculo!—Beltaine trató de abrirse paso a codazos entre los recién llegados drogados, pero fue inútil, eran como rocas—. ¡Por todos los santos, si se te ocurre hacer alguna locura..!Kyrios apretó los ojos hacia esos tipos, con odio. Le martilleaba la cabeza como si le hubieran dado una paliza. Traidores malditos que no podían cerrar el hocico ni por un instante. Lo habían estado cazando sin tregua antes de caer en las garras de la policía y, por caprichos del destino, se los topaba en la comisaría.Se fijó en cada uno de ellos, evaluando sus puntos débiles y las posibilidades de acabar con ellos sin llamar la atención. Pero la comisaría estaba llena de agentes, y eso le complicaba las cosas. Chasqueó la lengua mientras se movía lentamente.—¡Kyrios! ¡Espera!—Beltaine sintió la lengua rara. Qué extraño era nombrarlo por su nombre y no solo más por “lobo gigante” o simplemente “lobo”. Se removió, nerviosa. Los detenidos enfrente de ella aún no
Uno de los hombres lobos traidores, gruñó con rabia, enseñando los colmillos.—¡Maldito, me tienes hasta el gorro! —rugió uno de los lobos traidores, enseñando sus colmillos ensangrentados.—¡Si tanto te pica el gusanillo de la muerte, te haremos el favor! —bramó otro, erizando su pelaje.Los lobos se abalanzaron sobre Kyrios, dispuestos a destrozarlo a dentelladas. El gruñido de los lobos traidores resonó en el aire, llenando de terror a Beltaine. Kyrios sintió el olor a sangre y a pelaje quemado, y se preparó para el ataque. Con un movimiento rápido, sacó sus garras y las usó con destreza, cortando el cuello de uno de los lobos. Los demás se echaron atrás, sorprendidos por la resistencia de Kyrios. El hombre lobo se enfrentó a ellos con valor, como un león solitario que desafía a sus rivales. Bueno, no por nada se convirtió en el Lord de los lycans.—¿Eso es todo lo que tenéis? —les provocó Kyrios, con una sonrisa burlona—. ¿Dónde está su líder? ¿Dónde está ese bastardo que hizo que