Beltaine despertó vomitando. Descargó todo su estómago a un lado, sintiendo las arcadas absorberle todo el malestar.
—¿Qué coño me ha pasado? ¿Dónde coño estoy? ¿Y la zorra rubia? ¿Y Bastian?
—¿Ya te has despabilado?
Beltaine suspiró aliviada. Por fin, su mejor amigo había aparecido y la pesadilla se había acabado.
—Joder, Bastian, no te imaginas lo que he soñado. Era una flipada, yo...
La pelirroja se quedó con la boca abierta al ver a su lado a un hombre enorme, de músculos duros y piel fría como el hielo. Su cabello negro como el carbón le caía en una cascada lisa por la espalda. Lo que hizo que Beltaine se quedara helada de miedo fueron esos ojos rojos, unos ojos que nunca podría olvidar. La pesadilla no había terminado, la pesadilla era real.
—Hace siglos que no me transformo en un humano —dijo Kyrios, moviendo el cuello con un crujido—. Es raro no tener pelo por todo el cuerpo.
Beltaine vio su paquete colgando entre las piernas. El muy bastardo estaba equipado tan bien que tuvo que desviar la mirada de su desnudez. La cara se le volvió colorada.
—Yo…tú…quiero decir…
—¡Lylo no se equivocaba! ¡Tienes un cuerpo resistente y atlético!—Kyrios se carcajeó mientras le acariciaba el pelo a la pelirroja como si fuera una mascota—. Aguantaste el poder directo del Lord de los lycans, eso te hace una humana excepcional—le guiñó el ojo con una sonrisa pícara. Beltaine no sabía qué era más surrealista, si el hombre lobo en su forma salvaje o el hombre lobo sonriéndole como si estuvieran de vacaciones. Seguramente lo segundo—. Voy a necesitar tu cuerpo más a menudo así que desde ahora y por el poder que el lazo de mates me otorga, te prohíbo morir o hacerte daño. Eres mi única llave para entrar en mi Reino, más valiosa de lo que jamás esperé. Sería un fastidio si mueres porque tendría que buscar otra humana compatible y eso es muy difícil…
A la pelirroja se le revolvieron las tripas ante tanta información. No podía creer lo que estaba oyendo. ¿Lazo de mates? ¿Reino? ¿Compatible?
—¿Mi muerte? ¿De qué hablas?—Trató de apartar al lycan pero era como una roca sólida e inmovible—. ¡Quítame de encima, monstruo! ¡No te me acerques más! ¡Me da igual lo que seas, te voy a arrancar las manos si vuelves a hacer lo que hiciste al principio!
Kyrios sonrió, enseñando sus colmillos de licántropo, afilados.
—¿El qué? Yo no hice nada.
—No hice nada una m****a. ¡Ni se te ocurra volver a tocarme en tu vida!
—Pero si fue divertido. ¡Repetimos! ¡Te juro que no usaré tanto poder del Lord de los lycans esta vez!
—¿Es que no me oyes, idiota? ¡Pírate de mi cara, cabrón!—ella retrocedió cuando el hombre lobo se acercó con una sonrisa en los labios—. ¡Basta! ¡Aléjate o voy a buscar mi pistola! ¡Maldita sea…! ¡Ahhhhh!
El hombre lobo la agarró por la cintura y la levantó del suelo, acercándola a su pecho. Beltaine se debatió con todas sus fuerzas, pero no pudo soltarse.
—Tranquila, preciosa. No te voy a hacer daño. Solo quiero jugar un poco contigo. Eres mi mate, después de todo. Y yo soy tu Lord. —Kyrios le susurró al oído, mordiéndole el lóbulo. Beltaine sintió un escalofrío de horror y repulsión.
(...)
—¡Fuera, m*****a bestia! —le gritó, sin ocultar su irritación.
Kyrios se incorporó con una sonrisa burlona, mostrando sus colmillos. Sus manos esposadas le impedían acomodarse la ropa que le quedaba apretada y arrugada.
—Vaya, qué delicada eres, pelirroja. No te preocupes, no voy a mancharte tu precioso uniforme —dijo con sarcasmo—. Aunque me gustaría ver qué hay debajo de él.
Beltaine sintió un escalofrío. Lo ignoró y lo empujó hacia el edificio donde trabajaba.
—No te hagas el gracioso. Estás en un lío muy gordo y lo sabes. Vas a tener que dar muchas explicaciones a mis superiores.
—¿Explicaciones? ¿De qué? ¿De por qué me has secuestrado y me has traído aquí? —preguntó el hombre lobo, fingiendo inocencia—. Por cierto, ¿de quién era esta ropa que me pusiste? ¿De tu novio? ¿De tu marido? ¿O de algún otro pobre desgraciado que cayó en tus garras?
Beltaine apretó los dientes. La ropa era de su difunto esposo, pero no iba a darle el gusto de saberlo. El hombre lobo había pasado toda la noche provocándola y burlándose de ella, y ella había pensado que lo mejor sería llevarlo a su trabajo, donde podría interrogarlo con calma y con el apoyo de sus colegas. Pero ahora se arrepentía de haberlo hecho. Algo en su interior le advertía que aquello iba a traerle más problemas que soluciones.
—Venga, pelirroja, no seas tan agria. Si me sueltas las manos, te aseguro que seré muy amable contigo —le susurró al oído, provocándola.
Beltaine se estremeció y le dio un empujón.
—¡Cállate, monstruo! No me tientes a darte una descarga eléctrica con mi pistola.
—Ay, qué cruel eres. ¿No ves que solo quiero charlar contigo? —dijo Kyrios, poniendo cara de inocente.
Beltaine lo ignoró y lo llevó al pasillo, donde se encontró con la mirada inquisitiva de Bastian, su mejor amigo y compañero de trabajo.
—¿Qué demonios es eso? —preguntó Bastian, señalando al hombre lobo con asombro. El hombre al menos media unos buenos dos metros.
—Eso es un problema. Y uno muy grande —respondió Beltaine, sin detenerse.
—¿De dónde lo has sacado? ¿Qué quieres hacer con él? —insistió Bastian, siguiéndola.
—Luego te lo explico. Ahora tengo que interrogarlo —dijo Beltaine, entrando en la sala de interrogatorios.
—Ten cuidado, Beltaine. Ese tipo no me da buena espina. Parece peligroso y astuto —le advirtió Bastian, observándolo con recelo.
—Tranquilo, Bastian. Sé lo que hago. Y tú vigílalo desde el otro lado del cristal, por si acaso —le dijo Beltaine, cerrando la puerta tras de sí.
La puerta de la sala de interrogatorios se abrió con un chirrido y Beltaine entró, arrastrando a Kyrios por el brazo. El hombre lobo se dejó llevar con una sonrisa burlona, como si todo fuera un juego. La pelirroja le soltó y le empujó una silla.
—Siéntate aquí y no te muevas —le ordenó con voz firme.
Kyrios obedeció, pero no sin antes lanzarle una mirada provocativa. Se recostó en la silla y apoyó los pies sobre la mesa, cruzando los tobillos. Beltaine sintió una punzada de irritación y respiró hondo. No podía creer que el hombre lobo hubiera accedido tan fácilmente a acompañarla. ¿Qué se traía entre manos el maldito can?
Maldito sinvergüenza, pensó Beltaine mientras se sentaba frente a él.
Ella esperaba que Kyrios se resistiera, que intentara escapar o que le gruñera. Pero no, el tipo se había comportado como un corderito, siguiéndola sin rechistar. ¿Acaso se estaba burlando de ella? ¿O tenía algún plan oculto?
Beltaine lo observó con recelo, buscando alguna señal de engaño en su rostro. Pero Kyrios solo le devolvió una sonrisa amplia, mostrándole sus colmillos blancos. El hombre lobo parecía divertirse con la situación, como si le gustara estar ahí, a solas con ella.
¿Qué demonios quieres?, se preguntó Beltaine, sintiendo una mezcla de curiosidad y temor.
Ella sabía que Kyrios no era un hombre lobo cualquiera. Él tenía algo que ver con la extraña marca que había aparecido en su piel, con el culto que buscaba la vida eterna y con la desaparición de todas esas personas que ingresaban al culto. Ella tenía que averiguar la verdad, costara lo que costara.
Beltaine sacó unos documentos de su carpeta y los extendió sobre la mesa, frente a Kyrios.
—Mira esto —le dijo, señalando las fotos—. Son varias personas que tienen la misma marca que yo... —Se tocó el muslo, donde la espada y la flor marchita se enroscaba sobre su piel—. Quiero que me digas qué significa esta marca, quién está detrás de todo esto y por qué me la hiciste a mí. Y no te atrevas a mentirme, porque lo sabré.
—Vaya, vaya, cabeza de fuego. Parece que no sabes lo que significa relajarse. ¿Has oído hablar de respirar? ¿De disfrutar de la vida? ¿Del ambiente que nos rodea?Beltaine sintió que la sangre le subía a la cabeza. ¿Cabeza de fuego? ¿Quién se creía que era?—No me interesa tu filosofía barata. Lo que quiero saber es quién era esa mujer dorada y aterradora que ayer me agarró como si fuera un saco de patatas y me amenazó con matarme. ¿Qué relación tienes con ella? —la pelirroja pasó por alto el comentario del hombre lobo, como si no hubiera dicho nada.Kyrios dirigió su mirada a la hormiga que se movía nerviosa al lado de su silla.—¿Mujer dorada? —frunció el ceño hacia la hormiga—. Supongo que te refieres a Lylo.Lylo, en su forma de hormiga, se sintió incómoda bajo la atenta mirada de su Alfa. Una cosa era hacer sus fechorías sin que él se enterara y otra muy distinta era que la supuesta compañera que él había elegido, se pusiera a cotillear sobre lo que ella le había hecho.—Lylo es
—¡Te lo advierto, no te atrevas a mover un músculo!—Beltaine trató de abrirse paso a codazos entre los recién llegados drogados, pero fue inútil, eran como rocas—. ¡Por todos los santos, si se te ocurre hacer alguna locura..!Kyrios apretó los ojos hacia esos tipos, con odio. Le martilleaba la cabeza como si le hubieran dado una paliza. Traidores malditos que no podían cerrar el hocico ni por un instante. Lo habían estado cazando sin tregua antes de caer en las garras de la policía y, por caprichos del destino, se los topaba en la comisaría.Se fijó en cada uno de ellos, evaluando sus puntos débiles y las posibilidades de acabar con ellos sin llamar la atención. Pero la comisaría estaba llena de agentes, y eso le complicaba las cosas. Chasqueó la lengua mientras se movía lentamente.—¡Kyrios! ¡Espera!—Beltaine sintió la lengua rara. Qué extraño era nombrarlo por su nombre y no solo más por “lobo gigante” o simplemente “lobo”. Se removió, nerviosa. Los detenidos enfrente de ella aún no
Uno de los hombres lobos traidores, gruñó con rabia, enseñando los colmillos.—¡Maldito, me tienes hasta el gorro! —rugió uno de los lobos traidores, enseñando sus colmillos ensangrentados.—¡Si tanto te pica el gusanillo de la muerte, te haremos el favor! —bramó otro, erizando su pelaje.Los lobos se abalanzaron sobre Kyrios, dispuestos a destrozarlo a dentelladas. El gruñido de los lobos traidores resonó en el aire, llenando de terror a Beltaine. Kyrios sintió el olor a sangre y a pelaje quemado, y se preparó para el ataque. Con un movimiento rápido, sacó sus garras y las usó con destreza, cortando el cuello de uno de los lobos. Los demás se echaron atrás, sorprendidos por la resistencia de Kyrios. El hombre lobo se enfrentó a ellos con valor, como un león solitario que desafía a sus rivales. Bueno, no por nada se convirtió en el Lord de los lycans.—¿Eso es todo lo que tenéis? —les provocó Kyrios, con una sonrisa burlona—. ¿Dónde está su líder? ¿Dónde está ese bastardo que hizo que
Mientras tanto, dentro de la comisaría…Beltaine sintió un escalofrío al ver la escena que dejó Kyrios tras aniquilar a los licántropos. Se dio cuenta de dos cosas que le helaron la sangre. La primera: se había tragado una mentira al pensar que los humanos drogadictos eran de su misma raza, es decir, licántropos transformados, cuando en realidad eran mates humanos esclavizados al lazo de la unión que la aprisionaba a ella también. Solo que ellos habían sido utilizados como carnada para infiltrarse en ese mundo.La segunda: las marcas de las mordeduras de esos lobos se desvanecían de la piel de los humanos, liberando a esos mates de la unión falsa y forzada.—¡Sus marcas se están borrando!—gritó con incredulidad, señalando a los cuerpos que yacían en el suelo.—Cuando el licántropo que mordió a su mate muere, pero la salud y el alma del mate siguen enteras, la marca del lazo se esfuma, liberándolo de la influencia del hombre lobo—Lylo apareció a su lado, inmaculada y con su melena dora
Beltaine se aferraba a la consciencia, cada fibra de su ser sacudida por la velocidad frenética del lobo. Los tejados pasaban en un borrón debajo de ellos, y el viento cortante hacía que sus ojos lagrimearan. "¿Qué caso de cultistas? No voy a sobrevivir a esta carrera nocturna," pensó, mientras su estómago se rebelaba contra el movimiento constante.Intentó enfocarse en algo, cualquier cosa que no fuera el balanceo que la mareaba cada vez más. Se tapó la boca, desesperada por no perder la poca dignidad que le quedaba.—¡Impresionante! —la voz de Kyrios resonó en su mente, mientras él admiraba el crepúsculo—. ¡El mundo ha cambiado tanto en 8 mil años! Este cielo... es un espectáculo que no tiene igual. Los tonos de rojo y naranja se mezclan como pintura sobre un lienzo celestial, anunciando la llegada de la noche. ¡Entiendo por qué mi manada se siente atraída por este mundo humano!Aunque quería detenerse para disfrutar de la vista, sabía que debían seguir adelante. Aun así, no podía d
Beltaine, con la adrenalina corriendo por sus venas, echó un vistazo a la puerta de salida. —Ahora o nunca—murmuró, y con una determinación feroz, se lanzó hacia la libertad. Sus pasos eran ligeros pero decididos, cada uno alejándola más de la sombra imponente de Kyrios.Kyrios, por su parte, sentía cómo el dolor en su cuello se intensificaba, una tortura constante que amenazaba con arrastrarlo a la locura. —Solo un momento en mi reino... eso es todo lo que necesito—se convenció a sí mismo, sabiendo que cada segundo en su tierra natal era un riesgo mortal.Cuando se giró para buscar a Beltaine, se encontró con el espacio vacío donde ella había estado. —Vamos, cabeza de fuego, es hora de…—comenzó a decir, pero se detuvo al darse cuenta de que ella ya no estaba—. ¿Qué demonios...? ¿A dónde crees que vas?—exclamó, sorprendido pero no del todo molesto.Una sonrisa astuta se dibujó en su rostro mientras observaba a Beltaine alejarse. —Interesante estrategia, huir justo cuando las cosas
Beltaine y Kyrios se miraron un segundo ante la llegada del enemigo. La niebla se dispersó un poco y apareció un hombre, pero más que un hombre parecía un cyborg, en los brazos, cara y parte del pecho tenía incrustaciones de metal que lo hacían ver más letal, más cruel y más sediento de sangre.—¡Me encanta las expresiones de sus rostros! ¡Denme más!Y ahí, intentó atacar a Beltaine. La pelirroja subió los brazos para protegerse del ataque, pero el Lord de los lycans fue más rápido, se puso enfrente de ella, bloqueando los ataques.—¡Tú…!—la pelirroja estaba en shock, el Lord de los lycans la estaba protegiendo—. ¡Qué estás..!Kyrios, con su cuerpo aún interponiéndose entre Beltaine y el cyborg, sentía cómo cada golpe resonaba en su carne y huesos. La adrenalina corría por sus venas, pero una fracción de segundo de duda lo asaltó. No podía permitir que su mate, aunque falsa, sufriera daño alguno.—¡Beltaine, a la izquierda!—gritó Kyrios, empujándola con fuerza hacia un lugar seguro. L
El impacto resonó a través del silencio de la noche, y el cyborg, imperturbable, giró su cabeza metálica con una lentitud calculada. Su rostro, una máscara de serenidad artificial, no revelaba emoción alguna.—Suéltalo —la voz de Beltaine, firme y cargada de una autoridad que desafiaba su apariencia desaliñada, cortó el aire como una cuchilla. La pelirroja lo encaraba, pistola en mano, su mirada tan fija y letal como la amenaza que pendía de sus labios—. O juro que te vaciaré los ojos con plomo y furia.El cyborg inclinó la cabeza, un gesto casi humano, y sus labios se deslizaron en un lento y siniestro lamido.—¿Alucinaciones mías o acaso deseas unirte al juego, querida? ¿Quieres hacerme escuchar tus gritos y gemidos de dolor..?Sin darle tiempo a más provocaciones, Beltaine apretó el gatillo. Tres disparos estallaron en la quietud, y la muñeca del cyborg se desprendió de su brazo con una precisión quirúrgica.—¡Agghh! —el grito desgarrador del cyborg se mezcló con un gruñido animal—