—¡Te lo advierto, no te atrevas a mover un músculo!—Beltaine trató de abrirse paso a codazos entre los recién llegados drogados, pero fue inútil, eran como rocas—. ¡Por todos los santos, si se te ocurre hacer alguna locura..!Kyrios apretó los ojos hacia esos tipos, con odio. Le martilleaba la cabeza como si le hubieran dado una paliza. Traidores malditos que no podían cerrar el hocico ni por un instante. Lo habían estado cazando sin tregua antes de caer en las garras de la policía y, por caprichos del destino, se los topaba en la comisaría.Se fijó en cada uno de ellos, evaluando sus puntos débiles y las posibilidades de acabar con ellos sin llamar la atención. Pero la comisaría estaba llena de agentes, y eso le complicaba las cosas. Chasqueó la lengua mientras se movía lentamente.—¡Kyrios! ¡Espera!—Beltaine sintió la lengua rara. Qué extraño era nombrarlo por su nombre y no solo más por “lobo gigante” o simplemente “lobo”. Se removió, nerviosa. Los detenidos enfrente de ella aún no
Uno de los hombres lobos traidores, gruñó con rabia, enseñando los colmillos.—¡Maldito, me tienes hasta el gorro! —rugió uno de los lobos traidores, enseñando sus colmillos ensangrentados.—¡Si tanto te pica el gusanillo de la muerte, te haremos el favor! —bramó otro, erizando su pelaje.Los lobos se abalanzaron sobre Kyrios, dispuestos a destrozarlo a dentelladas. El gruñido de los lobos traidores resonó en el aire, llenando de terror a Beltaine. Kyrios sintió el olor a sangre y a pelaje quemado, y se preparó para el ataque. Con un movimiento rápido, sacó sus garras y las usó con destreza, cortando el cuello de uno de los lobos. Los demás se echaron atrás, sorprendidos por la resistencia de Kyrios. El hombre lobo se enfrentó a ellos con valor, como un león solitario que desafía a sus rivales. Bueno, no por nada se convirtió en el Lord de los lycans.—¿Eso es todo lo que tenéis? —les provocó Kyrios, con una sonrisa burlona—. ¿Dónde está su líder? ¿Dónde está ese bastardo que hizo que
Mientras tanto, dentro de la comisaría…Beltaine sintió un escalofrío al ver la escena que dejó Kyrios tras aniquilar a los licántropos. Se dio cuenta de dos cosas que le helaron la sangre. La primera: se había tragado una mentira al pensar que los humanos drogadictos eran de su misma raza, es decir, licántropos transformados, cuando en realidad eran mates humanos esclavizados al lazo de la unión que la aprisionaba a ella también. Solo que ellos habían sido utilizados como carnada para infiltrarse en ese mundo.La segunda: las marcas de las mordeduras de esos lobos se desvanecían de la piel de los humanos, liberando a esos mates de la unión falsa y forzada.—¡Sus marcas se están borrando!—gritó con incredulidad, señalando a los cuerpos que yacían en el suelo.—Cuando el licántropo que mordió a su mate muere, pero la salud y el alma del mate siguen enteras, la marca del lazo se esfuma, liberándolo de la influencia del hombre lobo—Lylo apareció a su lado, inmaculada y con su melena dora
Beltaine se aferraba a la consciencia, cada fibra de su ser sacudida por la velocidad frenética del lobo. Los tejados pasaban en un borrón debajo de ellos, y el viento cortante hacía que sus ojos lagrimearan. "¿Qué caso de cultistas? No voy a sobrevivir a esta carrera nocturna," pensó, mientras su estómago se rebelaba contra el movimiento constante.Intentó enfocarse en algo, cualquier cosa que no fuera el balanceo que la mareaba cada vez más. Se tapó la boca, desesperada por no perder la poca dignidad que le quedaba.—¡Impresionante! —la voz de Kyrios resonó en su mente, mientras él admiraba el crepúsculo—. ¡El mundo ha cambiado tanto en 8 mil años! Este cielo... es un espectáculo que no tiene igual. Los tonos de rojo y naranja se mezclan como pintura sobre un lienzo celestial, anunciando la llegada de la noche. ¡Entiendo por qué mi manada se siente atraída por este mundo humano!Aunque quería detenerse para disfrutar de la vista, sabía que debían seguir adelante. Aun así, no podía d
Beltaine, con la adrenalina corriendo por sus venas, echó un vistazo a la puerta de salida. —Ahora o nunca—murmuró, y con una determinación feroz, se lanzó hacia la libertad. Sus pasos eran ligeros pero decididos, cada uno alejándola más de la sombra imponente de Kyrios.Kyrios, por su parte, sentía cómo el dolor en su cuello se intensificaba, una tortura constante que amenazaba con arrastrarlo a la locura. —Solo un momento en mi reino... eso es todo lo que necesito—se convenció a sí mismo, sabiendo que cada segundo en su tierra natal era un riesgo mortal.Cuando se giró para buscar a Beltaine, se encontró con el espacio vacío donde ella había estado. —Vamos, cabeza de fuego, es hora de…—comenzó a decir, pero se detuvo al darse cuenta de que ella ya no estaba—. ¿Qué demonios...? ¿A dónde crees que vas?—exclamó, sorprendido pero no del todo molesto.Una sonrisa astuta se dibujó en su rostro mientras observaba a Beltaine alejarse. —Interesante estrategia, huir justo cuando las cosas
Beltaine y Kyrios se miraron un segundo ante la llegada del enemigo. La niebla se dispersó un poco y apareció un hombre, pero más que un hombre parecía un cyborg, en los brazos, cara y parte del pecho tenía incrustaciones de metal que lo hacían ver más letal, más cruel y más sediento de sangre.—¡Me encanta las expresiones de sus rostros! ¡Denme más!Y ahí, intentó atacar a Beltaine. La pelirroja subió los brazos para protegerse del ataque, pero el Lord de los lycans fue más rápido, se puso enfrente de ella, bloqueando los ataques.—¡Tú…!—la pelirroja estaba en shock, el Lord de los lycans la estaba protegiendo—. ¡Qué estás..!Kyrios, con su cuerpo aún interponiéndose entre Beltaine y el cyborg, sentía cómo cada golpe resonaba en su carne y huesos. La adrenalina corría por sus venas, pero una fracción de segundo de duda lo asaltó. No podía permitir que su mate, aunque falsa, sufriera daño alguno.—¡Beltaine, a la izquierda!—gritó Kyrios, empujándola con fuerza hacia un lugar seguro. L
El impacto resonó a través del silencio de la noche, y el cyborg, imperturbable, giró su cabeza metálica con una lentitud calculada. Su rostro, una máscara de serenidad artificial, no revelaba emoción alguna.—Suéltalo —la voz de Beltaine, firme y cargada de una autoridad que desafiaba su apariencia desaliñada, cortó el aire como una cuchilla. La pelirroja lo encaraba, pistola en mano, su mirada tan fija y letal como la amenaza que pendía de sus labios—. O juro que te vaciaré los ojos con plomo y furia.El cyborg inclinó la cabeza, un gesto casi humano, y sus labios se deslizaron en un lento y siniestro lamido.—¿Alucinaciones mías o acaso deseas unirte al juego, querida? ¿Quieres hacerme escuchar tus gritos y gemidos de dolor..?Sin darle tiempo a más provocaciones, Beltaine apretó el gatillo. Tres disparos estallaron en la quietud, y la muñeca del cyborg se desprendió de su brazo con una precisión quirúrgica.—¡Agghh! —el grito desgarrador del cyborg se mezcló con un gruñido animal—
El viento siseaba entre los escombros del rascacielos, llevando consigo el eco de una batalla recién concluida. Beltaine, con su cabellera pelirroja como llamas en la penumbra, se presionaba el muslo izquierdo, intentando contener la hemorragia que manaba entre sus dedos. Su piel, antes pálida, ahora estaba salpicada de moretones y cortes, testimonios de su enfrentamiento con el cyborg.Con un esfuerzo sobrehumano, se arrastró hacia un hueco en la arquitectura, un error en el diseño que ahora le servía de refugio. El corazón le latía con fuerza, bombeando adrenalina a través de su cuerpo maltrecho. Cada respiración era un recordatorio punzante de su situación precaria.Los pasos del cyborg resonaban en el silencio, metálicos y determinados. Beltaine ladeó la cabeza, escuchando, calculando. Su enemigo no era solo una máquina de matar; era un depredador en busca de su presa.—¿Dónde te has metido, maldita escoria humana?—gruñó el cyborg, su voz una distorsión gutural que se mezclaba con