Beltaine sintió el metal frío de la bala entre sus dedos, el único peso en su existencia mientras corría. El cyborg, una sombra implacable, se elevó ante ella, su presencia una promesa de muerte. Solo un segundo, eso fue todo lo que tuvo para procesar la amenaza antes de que su instinto la empujara hacia adelante.—¡Corre!—gritó su mente. La pierna herida protestaba con cada zancada, pero el miedo era un maestro cruel que no aceptaba excusas. Las balas se derramaron de su bolsillo como lágrimas de metal, perdidas en el polvo y el caos. Solo una quedó, rescatada en un acto desesperado, y la introdujo en su arma con una oración silenciosa.El mundo detrás de ella explotaba en furia y fuego. “¡Más rápido!” se reprendió, pero su cuerpo no obedecía. El cyborg se acercaba, su paso inalterable, una marcha de destrucción.El cyborg, con su presencia amenazante, emitió un sonido que heló la sangre de Beltaine, una risa metálica que resonó con un eco siniestro. La pelirroja, atrapada en el jueg
El cyborg elevó sus cejas hasta el nacimiento de su cabello, su expresión una mezcla de sorpresa y desdén.—¿Saltó? ¿Esa pelirroja se lanzó desde este coloso de concreto y acero? —susurró el adversario, casi admirando la locura de la acción—. Debe haber perdido la razón.Con un gesto teatral, giró su cuello metálico, emitiendo un sonido siniestro.—¡La muerte es un arte, y tú, querida, has elegido una salida vulgar! —proclamó, escalando el barandal con gracia robótica—. ¡Pero no te preocupes, seré yo quien diseñe tu final!En un destello de agilidad cibernética, atrapó a la pelirroja en el aire, su red metálica brillando al sol como una telaraña de acero. Pero un eslabón cedió, transformándose en una cuerda elástica improvisada.—¡Oh, qué error has cometido! —rió el cyborg, su voz una mezcla de burla y triunfo.Beltaine, colgando del tobillo, sonrió con desdén.—¿Error? Querido, esto es estrategia.El enemigo frunció el ceño, una sombra de duda cruzando su semblante metálico.—¿Qué tr
Bastian, con cada músculo tenso por el esfuerzo, guiaba a Beltaine hacia la seguridad del techo. —Cuidado—susurraba él, su voz un hilo de tensión en la calma del amanecer.Beltaine, colgando de la esperanza y del barandal, le respondía con una chispa de humor: —. No me sueltes, ¿eh? Aunque, admito que sería una caída memorable.Finalmente, con los pies firmes sobre el concreto, ambos se desplomaron, el alivio y el cansancio fundiéndose en el suelo frío. Beltaine, con la respiración aún agitada, bromeó: —. Por poco y hago un Beltaine-crater en la acera, ¿te imaginas?Bastian, aún recuperándose del susto, la miró con ojos como platos. —¿Todo bien?—preguntó, la preocupación evidente en su mirada.—Dios bendito, sí—respondió ella, su sonrisa iluminando el crepúsculo—. Tengo un ángel de la guarda con placa y todo.Con una risa cómplice, Beltaine levantó la mano para un choque de cinco. Bastian correspondió con entusiasmo: —. ¡Para eso estamos, compañera! Aunque preferiría menos drama la
Bastian observó la herida de Beltaine con preocupación, la gravedad de la situación era evidente. —Beltaine, tenemos que salir de aquí—insistió, su voz era un susurro urgente que resonaba en el silencio del alto edificio.Beltaine, con su cabello rojo fuego cayendo desordenadamente sobre su rostro, miró a Bastian con una mezcla de dolor y desafío. —No necesito tu ayuda, no estoy inválida, puedo bajar unos cuantos escalones de mierda—replicó con terquedad, aunque el temblor en su voz traicionaba su miedo.—Deja de ser tan orgullosa—dijo Bastian, su tono suave pero firme—. No es momento para juegos. No con esa herida.Ella intentó levantarse, pero el dolor la hizo caer de nuevo. Bastian se acercó y, con una sonrisa que no llegaba a sus ojos preocupados, bromeó: —. Si sigues así, voy a pensar que disfrutas verme sufrir cargándote.Con un movimiento fluido, Bastian se arrodilló y le ofreció su espalda. —Vamos, antes de que este edificio se convierta en nuestra tumba.Con un gruñido fin
—Deberías estar descansando, Beltaine. Ayer casi te matan, ¿y aquí estás, trabajando como si nada?—No es para tanto, Bastian— la pelirroja sonrió con ironía—. Además, prefiero mil veces estar aquí que encerrada en casa.Ella apoyó con fuerza el pie en el suelo, desafiando el dolor de la herida en su muslo.—Mira, puedo soportarlo. Y no puedo soportar estar lejos de mis armas. Ellas no se van a pulir solas.Bastian sacudió la cabeza, su sonrisa era una mezcla de diversión y desafío. No había palabras que pudieran persuadir a Beltaine de detenerse en su tarea.—¿De verdad? Me alegra oír eso, aunque es un poco extraño… —comentó Bastian, señalando con un movimiento sutil de su barbilla. Su mirada se posó en Beltaine, cuya frente estaba ligeramente fruncida en concentración—. Pero cuéntame, te noto tensa, ¿qué te lleva a fregar tus armas con tanta vehemencia a estas horas de la mañana?Beltaine, que conocía bien su propio ritual de limpiar las armas para canalizar su frustración y rabia,
El silencio se cernía sobre ellos, tan denso y opresivo que parecía una entidad viva. Lylo, con el corazón latiendo en su garganta, temía haber cruzado un límite sagrado con su atrevida solicitud. La tensión en el aire era casi palpable, como si la ira de su Alfa estuviera a punto de desatarse en una tormenta furiosa.Sin embargo, para su asombro, Kyrios solo levantó la vista al cielo claro y despejado, donde las nubes se desplazaban con indiferencia ante los asuntos terrenales. Con un suspiro que parecía llevarse la carga del mundo, el Lord de los licántropos extendió su brazo derecho. Las palabras de un antiguo encantamiento comenzaron a fluir de sus labios, una melodía olvidada que solo los lores de su linaje podían entonar y entender. El aire alrededor de su bíceps vibró con la promesa de poder inminente.Y entonces, como si hubiera sido convocado desde las profundidades del tiempo, un brazalete de intrincado diseño apareció en su brazo, centelleando con una luz que no era de este
La tensión era palpable en el aire; una mezcla de anticipación y el inconfundible zumbido del peligro inminente. Cada oficial, incluida Beltaine, se movía con un propósito, sus sentidos agudizados al máximo, preparados para cualquier eventualidad. En ese entorno cargado de expectativa y alerta, el misterio de sus escalofríos anteriores quedó momentáneamente relegado al fondo de su mente, desplazado por la inmediata realidad de su deber.—Es aquí donde nuestros caminos se dividen!—exclamó, señalando la encrucijada que frente a ellos se abría en tres direcciones distintas—. ¡Bastián, toma la izquierda con tu compañero! ¡Los otros dos, derecho adelante! ¡Yo me encargaré del sendero de la derecha! ¡El tiempo es un lujo que no poseemos!Kyrios, una sombra entre sombras, observaba con un brillo de anticipación en sus ojos. —Interesante—murmuró para sí mismo mientras escuchaba las instrucciones de Beltaine.Cuando la pelirroja se adelantó y quedó sola en el callejón, Kyrios se deslizó silen
Bastian llegó al edificio en ruinas, sintiendo cómo la emoción de la persecución se desvanecía rápidamente, dejando paso a la intriga y a una pizca de temeridad. Era un tipo duro, acostumbrado a enfrentar los peligros de las calles con valentía y astucia, pero aún así, la incertidumbre de lo que encontraría dentro del edificio lo mantenía en vilo.Con pasos sigilosos, se adentró en el lugar, esquivando los escombros que salpicaban el suelo con la agilidad de un felino urbano. Cada paso era un desafío, y lo enfrentaba con la determinación de un hombre que conocía bien el juego de la supervivencia en la ciudad.La oscuridad y el silencio lo envolvían, como si el lugar mismo retuviera secretos oscuros.—Estoy casi 100% seguro de haber visto a alguien entrar aquí…—susurró para sí mismo, con el ceño fruncido en concentración, mientras sus ojos escudriñaban las sombras con determinación. Era un policía de la vieja escuela, con un instinto afilado y una mente rápida para conectar los puntos.