Capítulo 22

—Deberías estar descansando, Beltaine. Ayer casi te matan, ¿y aquí estás, trabajando como si nada?

—No es para tanto, Bastian— la pelirroja sonrió con ironía—. Además, prefiero mil veces estar aquí que encerrada en casa.

Ella apoyó con fuerza el pie en el suelo, desafiando el dolor de la herida en su muslo.

—Mira, puedo soportarlo. Y no puedo soportar estar lejos de mis armas. Ellas no se van a pulir solas.

Bastian sacudió la cabeza, su sonrisa era una mezcla de diversión y desafío. No había palabras que pudieran persuadir a Beltaine de detenerse en su tarea.

—¿De verdad? Me alegra oír eso, aunque es un poco extraño… —comentó Bastian, señalando con un movimiento sutil de su barbilla. Su mirada se posó en Beltaine, cuya frente estaba ligeramente fruncida en concentración—. Pero cuéntame, te noto tensa, ¿qué te lleva a fregar tus armas con tanta vehemencia a estas horas de la mañana?

Beltaine, que conocía bien su propio ritual de limpiar las armas para canalizar su frustración y rabia,
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