Mientras tanto, dentro de la comisaría…Beltaine sintió un escalofrío al ver la escena que dejó Kyrios tras aniquilar a los licántropos. Se dio cuenta de dos cosas que le helaron la sangre. La primera: se había tragado una mentira al pensar que los humanos drogadictos eran de su misma raza, es decir, licántropos transformados, cuando en realidad eran mates humanos esclavizados al lazo de la unión que la aprisionaba a ella también. Solo que ellos habían sido utilizados como carnada para infiltrarse en ese mundo.La segunda: las marcas de las mordeduras de esos lobos se desvanecían de la piel de los humanos, liberando a esos mates de la unión falsa y forzada.—¡Sus marcas se están borrando!—gritó con incredulidad, señalando a los cuerpos que yacían en el suelo.—Cuando el licántropo que mordió a su mate muere, pero la salud y el alma del mate siguen enteras, la marca del lazo se esfuma, liberándolo de la influencia del hombre lobo—Lylo apareció a su lado, inmaculada y con su melena dora
Beltaine se aferraba a la consciencia, cada fibra de su ser sacudida por la velocidad frenética del lobo. Los tejados pasaban en un borrón debajo de ellos, y el viento cortante hacía que sus ojos lagrimearan. "¿Qué caso de cultistas? No voy a sobrevivir a esta carrera nocturna," pensó, mientras su estómago se rebelaba contra el movimiento constante.Intentó enfocarse en algo, cualquier cosa que no fuera el balanceo que la mareaba cada vez más. Se tapó la boca, desesperada por no perder la poca dignidad que le quedaba.—¡Impresionante! —la voz de Kyrios resonó en su mente, mientras él admiraba el crepúsculo—. ¡El mundo ha cambiado tanto en 8 mil años! Este cielo... es un espectáculo que no tiene igual. Los tonos de rojo y naranja se mezclan como pintura sobre un lienzo celestial, anunciando la llegada de la noche. ¡Entiendo por qué mi manada se siente atraída por este mundo humano!Aunque quería detenerse para disfrutar de la vista, sabía que debían seguir adelante. Aun así, no podía d
Beltaine, con la adrenalina corriendo por sus venas, echó un vistazo a la puerta de salida. —Ahora o nunca—murmuró, y con una determinación feroz, se lanzó hacia la libertad. Sus pasos eran ligeros pero decididos, cada uno alejándola más de la sombra imponente de Kyrios.Kyrios, por su parte, sentía cómo el dolor en su cuello se intensificaba, una tortura constante que amenazaba con arrastrarlo a la locura. —Solo un momento en mi reino... eso es todo lo que necesito—se convenció a sí mismo, sabiendo que cada segundo en su tierra natal era un riesgo mortal.Cuando se giró para buscar a Beltaine, se encontró con el espacio vacío donde ella había estado. —Vamos, cabeza de fuego, es hora de…—comenzó a decir, pero se detuvo al darse cuenta de que ella ya no estaba—. ¿Qué demonios...? ¿A dónde crees que vas?—exclamó, sorprendido pero no del todo molesto.Una sonrisa astuta se dibujó en su rostro mientras observaba a Beltaine alejarse. —Interesante estrategia, huir justo cuando las cosas
Beltaine y Kyrios se miraron un segundo ante la llegada del enemigo. La niebla se dispersó un poco y apareció un hombre, pero más que un hombre parecía un cyborg, en los brazos, cara y parte del pecho tenía incrustaciones de metal que lo hacían ver más letal, más cruel y más sediento de sangre.—¡Me encanta las expresiones de sus rostros! ¡Denme más!Y ahí, intentó atacar a Beltaine. La pelirroja subió los brazos para protegerse del ataque, pero el Lord de los lycans fue más rápido, se puso enfrente de ella, bloqueando los ataques.—¡Tú…!—la pelirroja estaba en shock, el Lord de los lycans la estaba protegiendo—. ¡Qué estás..!Kyrios, con su cuerpo aún interponiéndose entre Beltaine y el cyborg, sentía cómo cada golpe resonaba en su carne y huesos. La adrenalina corría por sus venas, pero una fracción de segundo de duda lo asaltó. No podía permitir que su mate, aunque falsa, sufriera daño alguno.—¡Beltaine, a la izquierda!—gritó Kyrios, empujándola con fuerza hacia un lugar seguro. L
El impacto resonó a través del silencio de la noche, y el cyborg, imperturbable, giró su cabeza metálica con una lentitud calculada. Su rostro, una máscara de serenidad artificial, no revelaba emoción alguna.—Suéltalo —la voz de Beltaine, firme y cargada de una autoridad que desafiaba su apariencia desaliñada, cortó el aire como una cuchilla. La pelirroja lo encaraba, pistola en mano, su mirada tan fija y letal como la amenaza que pendía de sus labios—. O juro que te vaciaré los ojos con plomo y furia.El cyborg inclinó la cabeza, un gesto casi humano, y sus labios se deslizaron en un lento y siniestro lamido.—¿Alucinaciones mías o acaso deseas unirte al juego, querida? ¿Quieres hacerme escuchar tus gritos y gemidos de dolor..?Sin darle tiempo a más provocaciones, Beltaine apretó el gatillo. Tres disparos estallaron en la quietud, y la muñeca del cyborg se desprendió de su brazo con una precisión quirúrgica.—¡Agghh! —el grito desgarrador del cyborg se mezcló con un gruñido animal—
El viento siseaba entre los escombros del rascacielos, llevando consigo el eco de una batalla recién concluida. Beltaine, con su cabellera pelirroja como llamas en la penumbra, se presionaba el muslo izquierdo, intentando contener la hemorragia que manaba entre sus dedos. Su piel, antes pálida, ahora estaba salpicada de moretones y cortes, testimonios de su enfrentamiento con el cyborg.Con un esfuerzo sobrehumano, se arrastró hacia un hueco en la arquitectura, un error en el diseño que ahora le servía de refugio. El corazón le latía con fuerza, bombeando adrenalina a través de su cuerpo maltrecho. Cada respiración era un recordatorio punzante de su situación precaria.Los pasos del cyborg resonaban en el silencio, metálicos y determinados. Beltaine ladeó la cabeza, escuchando, calculando. Su enemigo no era solo una máquina de matar; era un depredador en busca de su presa.—¿Dónde te has metido, maldita escoria humana?—gruñó el cyborg, su voz una distorsión gutural que se mezclaba con
Beltaine sintió el metal frío de la bala entre sus dedos, el único peso en su existencia mientras corría. El cyborg, una sombra implacable, se elevó ante ella, su presencia una promesa de muerte. Solo un segundo, eso fue todo lo que tuvo para procesar la amenaza antes de que su instinto la empujara hacia adelante.—¡Corre!—gritó su mente. La pierna herida protestaba con cada zancada, pero el miedo era un maestro cruel que no aceptaba excusas. Las balas se derramaron de su bolsillo como lágrimas de metal, perdidas en el polvo y el caos. Solo una quedó, rescatada en un acto desesperado, y la introdujo en su arma con una oración silenciosa.El mundo detrás de ella explotaba en furia y fuego. “¡Más rápido!” se reprendió, pero su cuerpo no obedecía. El cyborg se acercaba, su paso inalterable, una marcha de destrucción.El cyborg, con su presencia amenazante, emitió un sonido que heló la sangre de Beltaine, una risa metálica que resonó con un eco siniestro. La pelirroja, atrapada en el jueg
El cyborg elevó sus cejas hasta el nacimiento de su cabello, su expresión una mezcla de sorpresa y desdén.—¿Saltó? ¿Esa pelirroja se lanzó desde este coloso de concreto y acero? —susurró el adversario, casi admirando la locura de la acción—. Debe haber perdido la razón.Con un gesto teatral, giró su cuello metálico, emitiendo un sonido siniestro.—¡La muerte es un arte, y tú, querida, has elegido una salida vulgar! —proclamó, escalando el barandal con gracia robótica—. ¡Pero no te preocupes, seré yo quien diseñe tu final!En un destello de agilidad cibernética, atrapó a la pelirroja en el aire, su red metálica brillando al sol como una telaraña de acero. Pero un eslabón cedió, transformándose en una cuerda elástica improvisada.—¡Oh, qué error has cometido! —rió el cyborg, su voz una mezcla de burla y triunfo.Beltaine, colgando del tobillo, sonrió con desdén.—¿Error? Querido, esto es estrategia.El enemigo frunció el ceño, una sombra de duda cruzando su semblante metálico.—¿Qué tr