Capítulo 6

De repente, sintió un escalofrío que le recorrió la espalda, como una serpiente de hielo. Intentó abrazarse a sí misma, buscando el calor que se le escapaba. Pero sus brazos no le respondieron, ni sus piernas, ni su cuerpo. Era una extraña en su propia piel, una mera observadora de su destino. Su visión se nubló, solo vio flashes, sombras, imágenes borrosas que se sucedían en su mente. Rostros desconocidos, lugares lejanos, una luna gigante que la miraba con indiferencia.

Sintió un dolor agudo en el pecho, como si le clavaran un puñal. Se llevó la mano al corazón, pero no lo sintió latir. ¿Qué le estaba pasando? ¿Qué era esa sensación de vacío, de ausencia, de muerte? ¿Acaso nunca fue dueña de su vida? ¿Acaso todo fue una ilusión?

Las lágrimas le quemaron las mejillas, como gotas de ácido. Quiso gritar, pedir ayuda, pero su voz se ahogó en su garganta. Solo pudo emitir un susurro, un lamento, una súplica.

—Basta... basta, por favor... no puedo más... me está matando...

No sabía a quién se dirigía, si a alguien que la escuchara, o a ella misma. Tal vez era una forma de despedirse, de aceptar su destino, de rendirse. Pero nadie la oyó, nadie la vio, nadie la salvó. Solo el silencio, la oscuridad, el frío.

El frío que se la llevó, que le robó la vida, que le arrebató el alma. El frío que la convirtió en una estatua de hielo, que la dejó inmóvil, que la borró de la vista del mundo.

(...)

Bastián pateó una piedrecilla. Llevaba más de diez minutos fuera del edificio de la pelirroja. ¿Cómo iba a acercarse a ella después de como le había gritado la otra vez? Incluso la invitó a la parrillada que por cierto no iba a hacer pero que ahora debe hacerlo por haberle invitado a Beltaine.

Miró las cervezas sin alcohol en una bolsa y en la otra el pollo frito con salsa de ajo. ¿Será suficiente? ¿Beltaine lo dejará entrar? Son mejores amigos pero desde que el esposo de ella murió, ella se alejó por completo. Se escondió bajo un caparazón de hierro impenetrable.

—Mira Beltaine, te traje tus cervezas favoritas, digo no es que diga que eres alcohólica…digo…¡Maldita sea!

Volvió a patear la piedrecilla. ¿La va a insultar diciéndole alcohólica?

—Eeyy, traje pollo frito con la salsa que te gusta…

Gimió mientras llevaba una de sus manos a su frente. ¿Cómo que “Ey”? ¿Son críos de secundaria? Jesús.

—Bueno, no importa. Voy a ir a ofrecerle la ofrenda de paz, si me acepta genial y si me rechaza no tan genial, pero respetaré su decisión de querer tener espacio.

(...)

—¡Por fin! ¡Así debió ser desde el principio!—exclamó Kyrios, hundiendo la mano en la marca que se abría en el muslo derecho de la pelirroja. Solo le faltaba un poco más para volver a su Reino, para recuperar lo que era suyo, para hacer justicia—. ¡Te juro que volveré para arrancarte la cabeza, maldito!

La pelirroja ya había perdido el conocimiento hace rato, por el insoportable dolor y la pérdida de energía del alma que se evaporaba. No sabía lo que él le estaba haciendo, no sabía que él la estaba usando.

—Lord Death—escupió Kyrios con desprecio—. Maldito bastardo. ¿Creías que iba a morir después de que me atacaras en el cuello? ¿Creías que ibas a librarte de mí tan fácilmente? ¡Te haré pedazos cuando regrese! ¡Te haré sufrir como nadie!

La herida de su cuello empezó a hacer un ruido siniestro, como si se le quemara la carne. Kyrios había asumido el noventa por ciento del dolor que causaba al intentar forzar el lazo de mates falso en el cuerpo de Beltaine. Así que soportaba el tormento de la pelirroja y el suyo propio. Era peor que el infierno lo que sentía en ese momento, era como si le arrancaran el alma a tiras.

—¡AHHH!

Kyrios vio cómo la sangre brotaba de su cuello, empapando su cuerpo. Se sintió más débil que cuando huyó de Lord Death.

M****a, el lazo de mates aún no está completo, pensó que como Alfa podría imponerlo para poder volver al Reino de los lycans, pero parece que no es tan sencillo como creía. Parece que hay algo que se lo impide, algo que lo rechaza, algo que lo odia.

—Mierda—soltó una risa amarga—. Si no puedo conseguir el poder suficiente para volver a mi Reino, ¿de qué me sirve tener una falsa pareja? ¿De qué me sirve vivir?

La debilidad se apoderó de todo su ser. Dejó a la pelirroja con cuidado en el suelo, antes de que todo se volviera negro a su alrededor. Oh, m****a, se desmayó antes de lo que esperaba. Oh, m****a, no volvería a despertar.

Repentinamente Beltaine despertó. Sintió como si le hubiesen devuelto el alma de golpe. 

Comenzó a respirar superficial y rápidamente mientras miraba a su alrededor. Aún seguía en el departamento y el hombre lobo tirado a un lado, con más sangre del que había visto en él. Entró en pánico.

Como pudo, arrastrándose, cojeando salió por la puerta trasera de su departamento, hacia la escaleras de incendio de su edificio. Nope, definitivamente no iba a quedarse más tiempo al lado de ese lobo psicópata de m****a. Incluso aún no asimila del todo el hecho de que aún sigue viva ¿Cómo? Lo único que la ancla a la tierra es la quemazón en su muslo derecho. Algo, ese hijo de puta le hizo algo, pero no es momento de pensar en nimiedades, ahora lo importante es escapar.

Mira hacia atrás para ver si el hombre lobo la sigue y nada. Uf menos mal. Voltea la cara y …choca contra algo blando pero firme.

—Ekk, yo…—la mujer que tiene enfrente y por quien chocó es despampanante. Hermosa cabellera dorada hasta las rodillas, poca ropa, al estilo griego pero con unas botas militares que la hacen ver fuera de época. ¿Qué carajos?—. ¿Qué haces aquí? ¿Qué se supone…?

Los ojos muy azules de la mujer resplandecen al barrerla de pies a cabeza. Beltaine se estremece cuando un dejavú pasa por su cabeza. Esa mujer en la escalera de incendios, no es humana.

Beltaine retrocede un paso, asustada. Sin embargo, la mujer con brillo dorado ya estaba encima de ella al segundo. 

—¡Quítate..!—cierra la boca al instante cuando la mujer desconocida la mira muy de cerca, cara a cara. El brillo dorado a su alrededor la hace ver inocente y hermosa, pero la frialdad en sus ojos la hace ver mortal. La hacen ver cómo verdaderamente es. 

—Cierra la boca, ruidosa—Se acerca a Beltaine hasta su cuello, comienza a olfatear profundamente, como un perro hasta subir a su frente. Se detiene un momento allí para luego bajar la mano como una serpiente y apretarle el muslo derecho, justo en el lugar en dónde tiene la quemazón. Beltaine grita silenciosamente por el dolor, desde que la mujer la miró a los ojos, no puede hablar—. Tienes el olor de mi señor en tu cuerpo, así que supongo que eres su falsa mate.

Beltaine se siente en una pesadilla.

—Bien, mi señor, al fin te encontré.

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