No soporta a esa gente y sus marcas misteriosas. ¿Qué significan? ¿Son parte de algún culto infernal? ¿Acaso ignoran que los demonios son solo un mito? La ciencia ya demostró que no existen, hace mucho tiempo.
Qué absurdo.
Solo le generan más trabajo y lo detesta. Beltaine sabe que la asignaron a esta investigación por su pequeño desafío a su superior, cuando éste abusaba de su poder y era machista. Como mujer, tuvo que luchar más duro que nadie, donde otros derramaban lágrimas, ella derramaba sangre y que aún así, su superior fuera un desgraciado, fue el colmo.
Ahora, como parte de las fuerzas especiales, se dedicaba a cazar idiotas que se marcaban el cuello con un símbolo y hacían ritos satánicos, en vez de estar en misiones de espionaje o en la acción real que era su pasión.
Impulsa sus piernas a correr más rápido cuando ve al miembro del culto satánico alejarse cada vez más. ¿Qué demonios? ¿Tiene baterías? Hace rato que Beltaine lo está siguiendo y no parece cansarse, sino todo lo contrario, parece aumentar la velocidad con cada calle que atraviesa.
—¡Detente o dispararé!
Su amenaza fue despreciada cuando el hombre se rió con desdén.
—¡Ustedes los que tienen el poder no ven lo que pasa frente a sus narices!
Eso la hizo casi caerse de sus propios pies. ¿Qué? ¿Qué quiere decir con eso?
—¡No estoy bromeando, voy a…!
La voz de Beltaine se cortó cuando el sujeto giró en una esquina y entró en una fábrica oscura y abandonada.
La pelirroja respiró hondo y alzó la vista al cielo nocturno, salpicado de estrellas.
—No me pongas esa cara, ¿vale?—frunció el ceño, molesta y agotada—. Voy a volver a casa y te haré una cena deliciosa.
El viento sopló, llevando consigo un aroma a limón. El perfume de su esposo. Él la apoyaba.
Sin más dilación, entró en la fábrica oscura. Sus brazos estaban listos mientras sujetaba su arma con destreza.
—Si te rindes voy a pelear por ti para que te den menos tiempo de cárcel…
Silencio.
—Puedo incluso asegurarte prisión domiciliaria…—avanzó entre las cajas apiladas y las estanterías de metal rotas. ¿Dónde se esconde el maldito?—. Puedes ver a tu familia sin problemas…
El pequeño sonido de desprecio que hizo el hombre la hizo voltearse hacia una esquina. Si fuera una persona común, no habría escuchado ese suspiro leve. Pero ella tiene años y años de experiencia, años de entrenamiento duro, puede percibir sonidos y olores sutiles mejor que nadie.
Está harta de este caso de satanismo. Esta será su última vez…
La respiración del hombre oculto se volvió un poco más audible, así que Beltaine se movió con más sigilo. Lo va a capturar e ir a casa con su esposo. Él ya la estará esperando.
—¡Te pillé!—Beltaine saltó y agarró al hombre escondido detrás de un contenedor pestilente de restos de gasoil, lo sujetó del cuello con una mano, mientras tenía en la otra mano su arma—. Nos vamos ya. Estoy agotada.
El hombre se resistió y gruñó como un animal, pero no hizo ningún movimiento peligroso. Beltaine no estaba bromeando cuando dijo que estaba agotada y su mirada probablemente lo demostraba. No dudaría en dispararle en el maldito muslo si se ponía pesado o en la cabeza, dependiendo de qué tantos nervios le saque.
La pelirroja frunció el ceño al ver el extraño símbolo en el cuello del hombre.
—¿Qué es esa marca en el cuello? ¿Cómo se la hacen? Ningún tatuador sabe hacer esos trazos…
El hombre soltó una carcajada histérica que le erizó la piel a Beltaine.
—Tú eres una bonita pelirroja. Ellos te desearían. Si tan solo te detuvieras a mirar a tu alrededor…
No alcanzó a oír lo que el hombre decía porque un fuerte golpe en la nuca la hizo caer y perder el sentido.
Ese maldito tenía un cómplice…
(...)
Ella abrió los ojos con dificultad, aturdida por el olor a quemado que invadía sus sentidos. El humo le irritaba los ojos y la garganta, haciéndola toser con fuerza.
Estaba en la misma fábrica abandonada donde había seguido al misterioso hombre con el tatuaje en el cuello. Alguien le había golpeado por detrás y la había dejado inconsciente.
Se llevó la mano a la nuca y sintió la sangre pegajosa. Maldijo entre dientes, esos bastardos no se habían conformado con noquearla, sino que habían prendido fuego al lugar. Hijos de su madre.
Ahora estaba encerrada en un infierno de fuego y humo, sin saber si alguien vendría a rescatarla. Buscó su radio, pero se dio cuenta de que se la habían quitado. Cuando volvió la cabeza se dio cuenta con una mueca de sorpresa, que esos hijos de puta tenían toda la fábrica llena de pintura negra y blanca, pintados con esos símbolos de satanismo. ¿Usaban ese lugar como un punto de encuentro? ¿Qué hacían ahí?
Comenzando con la tos, se dio cuenta de que esos dibujos son los mismos que las personas locas tenían en el cuerpo. ¿Era todo parte de su ritual? El aire de repente se volvió más denso.
—No, no es momento de preocuparme por esto, necesito aire. Salir de aquí. Tendré que buscar como llamar refuerzos al salir…l
Buscó una salida con los ojos, pero todas las puertas y ventanas estaban bloqueadas por escombros o llamas. Se desesperó y gritó por ayuda, esperando una respuesta. Pero solo escuchó el crujir de la madera y el chisporrotear del plástico.
El mareo la invadía, el humo y el calor la adormecían, la tentaban a cerrar los ojos y olvidar el dolor…
¡No! ¡Tenía que resistir! ¡Su mejor amigo la estaría esperando! ¡Bastián se sentiría culpable si ella moría!
—¡Tengo que atrapar a los malos!
Con ese pensamiento, se arrastró fuera del charco rojo que la rodeaba, buscando una salida. Gritó cuando una viga ardiente le cayó sobre la pierna. Sintió un alivio repentino en todo su cuerpo.
Oh sí, la dulce y cruel inconsciencia que la acogía como una vieja amiga.
Kyrios se sacudió al entrar en el infernal escenario. Su agudo olfato de lobo le ardió al respirar el humo.—Maldita seas, humana necia—Los hombres lobos no podían hablar en su forma de lobo, así que solo podía transmitir las palabras, pero Kyrios gruñó al ver a la humana que había elegido, agonizando en su propia sangre. Qué desperdicio. La empujó con su hocico y la volteó—. Levántate, te he escogido como pareja, no puedes morir y dejarme solo en este asqueroso mundo…La humana no dio señales de vida. Por Dios. ¿Qué había hecho para merecer este castigo? Ah, sí, ya lo recordaba.Sin más remedio, cambió parcialmente su forma de hombre lobo, manteniendo las garras, el pelo en algunas partes y su rostro algo lupino pero más humano. Esta forma le dolía como el infierno, más que su forma completa de hombre lobo, pero necesitaba usar sus manos y su boca sin ser patas y hocico.Acarició a la pelirroja en su regazo.—No puedes morir humana, te lo prohíbo. No sin mi consentimiento—Kyrios acer
Beltaine puso el punto final al informe y se reclinó en su silla para observar fijamente la pantalla de la computadora. El informe en sí parecía una completa mierda, ni ella, que es la que generalmente busca de todos los ángulos para entender las situaciones, puede llegar a creer todo lo que puso allí.¿Una explosión? ¿Un ritual satánico? ¿Desapariciones misteriosas? Todo sonaba a una locura, a algo que escapaba de su ámbito habitual de trabajo. Y sin embargo, ahí seguía ella, al frente de la investigación. A pesar de tener la pierna derecha vendada por culpa de un escombro que le cayó encima durante el incendio. Por suerte, no se había roto nada, porque no soportaría estar encerrada en casa todo el día.En el fondo, este caso que le habían asignado como castigo por responder mal a un superior, le despertaba más curiosidad que fastidio. ¿Qué demonios estaba pasando?Suspiró con pesadez, se levantó del cubículo, imprimió el archivo y se dirigió a la oficina del jefe para que lo revisar
—¡Por fin he llegado, amor! ¡Disculpa la demora!—gritó mientras cerraba la puerta con un golpe. Se quitó el abrigo y lo lanzó al sofá, mientras le contaba a su esposo lo que había pasado en su día con entusiasmo.—¡Ha sido un día de locos en el trabajo! Se presentaron un montón de ancianos despistados que querían recuperar sus recuerdos, y también ese cabrón de mi amigo del alma, ¿sabes? ¿Bastian? El muy cotilla me habló en el trabajo para invitarme a una parrillada el fin de semana y yo le dije que…Dejó las llaves sobre la mesa.—¿Has sido bueno y no has abierto a nadie en mi ausencia? Aquí te dejo las llaves, por si acaso…Pero nadie le respondió. Solo el silencio de la casa la acogió. Miró una foto que había visto tantas veces como su propio reflejo junto al sacacorchos, mientras un recuerdo le asaltaba la mente.INICIO DEL RECUERDO—¡Qué bella te ves con ese traje de agente especial!Ella hizo una pose, exagerando su gesto para hacerlo reír.—Pues claro, ¿con quién te crees que t
Cerró los ojos con fuerza al ver su departamento tan cerca sin sentir que el lobo disminuyera ni un poco la velocidad.—¡Puerta! ¡Usa la puerta! ¡No rompas mi techo..!Jadeó con fuerza cuando el aire abandonó sus pulmones al caer dentro de su departamento, el lobo de alguna manera se las había arreglado para que la mayor parte de los golpes se las llevara él.Beltaine no podía respirar, veía los mechones rojos de su larga cabellera por su cara pero no tenía fuerzas para apartarlos.—¡¿Estás jodidamente loco?!—miró al lobo con furia. ¡Casi la mata!Sin embargo, ahora que ella lo ve bien, el lobo tiene sangre azul por todos lados, y se ve bastante débil, como si hubiese gastado todas sus reservas de energía.—A salvo, ellos no podrán rastrearnos porque oculté mi aroma—el lobo no abrió la boca pero Beltaine oyó esa voz grave y ronca en su mente. Se lanzó de pronto sobre ella, tumbándola de nuevo, boca arriba—. Rápido debes…Beltaine se estremeció al darse cuenta de dónde habían aterrizad
De repente, sintió un escalofrío que le recorrió la espalda, como una serpiente de hielo. Intentó abrazarse a sí misma, buscando el calor que se le escapaba. Pero sus brazos no le respondieron, ni sus piernas, ni su cuerpo. Era una extraña en su propia piel, una mera observadora de su destino. Su visión se nubló, solo vio flashes, sombras, imágenes borrosas que se sucedían en su mente. Rostros desconocidos, lugares lejanos, una luna gigante que la miraba con indiferencia.Sintió un dolor agudo en el pecho, como si le clavaran un puñal. Se llevó la mano al corazón, pero no lo sintió latir. ¿Qué le estaba pasando? ¿Qué era esa sensación de vacío, de ausencia, de muerte? ¿Acaso nunca fue dueña de su vida? ¿Acaso todo fue una ilusión?Las lágrimas le quemaron las mejillas, como gotas de ácido. Quiso gritar, pedir ayuda, pero su voz se ahogó en su garganta. Solo pudo emitir un susurro, un lamento, una súplica.—Basta... basta, por favor... no puedo más... me está matando...No sabía a quié
Beltaine sentía un odio profundo hacia la mujer que la llevaba en brazos como si fuera un bulto inerte. ¿Qué clase de hechizo le había lanzado esa bruja malvada? ¿Cómo era posible que con solo mirarla a los ojos, unos ojos azules que parecían de hielo, le hubiera arrebatado el don de la palabra? Y lo más importante, ¿qué era esa mujer? Porque Beltaine estaba segura de que no era humana, ni siquiera se le acercaba.La soltó con desprecio y Beltaine cayó al suelo, junto al cuerpo desmayado del hombre lobo. Intentó alejarse, pero la mujer la agarró del pelo con fuerza.—Vaya, vaya, así que mi señor ya se ha buscado una sustituta para el falso lazo de parejas —dijo la mujer con una voz fría y burlona, mientras miraba al hombre lobo con desdén—. Mi señor, ¿cuándo dejarás de escaparte cada vez que te quito el ojo de encima?Beltaine quería gritar. Quería saber quién era esa mujer y por qué le hacía eso.—No puedo estar vigilándolo las veinticuatro horas, mi señor —continuó la mujer, clavand
Beltaine despertó vomitando. Descargó todo su estómago a un lado, sintiendo las arcadas absorberle todo el malestar. —¿Qué coño me ha pasado? ¿Dónde coño estoy? ¿Y la zorra rubia? ¿Y Bastian?—¿Ya te has despabilado?Beltaine suspiró aliviada. Por fin, su mejor amigo había aparecido y la pesadilla se había acabado.—Joder, Bastian, no te imaginas lo que he soñado. Era una flipada, yo...La pelirroja se quedó con la boca abierta al ver a su lado a un hombre enorme, de músculos duros y piel fría como el hielo. Su cabello negro como el carbón le caía en una cascada lisa por la espalda. Lo que hizo que Beltaine se quedara helada de miedo fueron esos ojos rojos, unos ojos que nunca podría olvidar. La pesadilla no había terminado, la pesadilla era real.—Hace siglos que no me transformo en un humano —dijo Kyrios, moviendo el cuello con un crujido—. Es raro no tener pelo por todo el cuerpo.Beltaine vio su paquete colgando entre las piernas. El muy bastardo estaba equipado tan bien que tuvo
—Vaya, vaya, cabeza de fuego. Parece que no sabes lo que significa relajarse. ¿Has oído hablar de respirar? ¿De disfrutar de la vida? ¿Del ambiente que nos rodea?Beltaine sintió que la sangre le subía a la cabeza. ¿Cabeza de fuego? ¿Quién se creía que era?—No me interesa tu filosofía barata. Lo que quiero saber es quién era esa mujer dorada y aterradora que ayer me agarró como si fuera un saco de patatas y me amenazó con matarme. ¿Qué relación tienes con ella? —la pelirroja pasó por alto el comentario del hombre lobo, como si no hubiera dicho nada.Kyrios dirigió su mirada a la hormiga que se movía nerviosa al lado de su silla.—¿Mujer dorada? —frunció el ceño hacia la hormiga—. Supongo que te refieres a Lylo.Lylo, en su forma de hormiga, se sintió incómoda bajo la atenta mirada de su Alfa. Una cosa era hacer sus fechorías sin que él se enterara y otra muy distinta era que la supuesta compañera que él había elegido, se pusiera a cotillear sobre lo que ella le había hecho.—Lylo es