Un bello, ¿durmiente?
Como estaba concentrada en deducir quién de los personajes de la novela podría ser el hijo perdido del antiguo rey, Adeline se sobresaltó al escuchar que tocaban la puerta. A pesar de esto, recobró la compostura y respondió un tanto agitada:

—¿Quién es?

Al momento, una voz ronca resonó detrás de la puerta.

—Majestad, ya está lista la habitación donde reposará esta noche con el emperador.

—¡Oh! Muchas gracias, en un momento salgo —respondió ella rápidamente.

Al instante, sus asistentes se despertaron, a lo que Annie corrió para ayudar a su señora a tomar las cosas.

—Majestad, la acompañaremos a sus nuevos aposentos.

—Gracias, no es necesario que vengan todas. Puedes venir tú y alguien más —ordenó seriamente.

—En ese caso, Bonnie nos acompañará —dijo servilmente Annie.

Después de esto, las tres mujeres salieron de la habitación, donde se encontraron con el mayordomo principal que les hizo un gesto para que la siguieran. Al grupo se les unieron los soldados que habían resguardado
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