Cazador, ¿en peligro?
Un agudo dolor en la cabeza despertó a Azabach, que lentamente abrió los ojos para comprobar dónde se encontraba. Cuando vio el techo de lo que parecía ser cueva, se levantó rápidamente, pero notó que sus muñecas y tobillos estaban amarrados.

—¿Qué pasó? ¿Dónde estoy? —murmuró confundida.

De ponto escuchó una voz ronca, bastante familiar, respondió a su pregunta.

—Finalmente, despertaste, ¿cómo te sientes? —preguntó Damien fríamente.

—¡Maldito! ¿Qué me hiciste? ¿Qué le pasó a mi camión? ¡Responde! —reclamó Azabach, al tiempo que forcejeaba para librarse de sus ataduras.

Ignorando las demandas de su prisionera, Damien se mantuvo serio, enfocándose en terminar de asar la liebre, para después sacarla del fuego y comenzarla a dividir en porciones.

Como el frío sujeto no respondía, Azabach exigió furiosa.

—¡Responde de una vez, desgraciado! ¿Acaso estás sordo? ¿Qué le hiciste a mi camión?

El ex militar se acercó a ella para ofrecerle un pedazo de la liebre y dijo fríamente.

—Come,
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