Adeline despertó al día siguiente con las energías renovadas, pero al ver que otra vez se encontraba sola en la cama, pensó con decepción. «¡Ah! ¡Qué novedad!, Ashal volvió a abandonarme como siempre». Tras suspirar pesadamente, se levantó de la cama para comenzar su día. En ese instante, entraron sus asistentes a la habitación y se acercaron rápidamente para ayudarla. —Buenos días, mi señora —saludaron al unísono. —Buen día, ¡qué bueno que las veo! Hoy iré a la biblioteca temprano, así que necesito estar lista cuanto antes —dijo de buen humor. —Entendido, majestad —respondió Annie, al tiempo que hacía un gesto a sus compañeras para que comenzaran a ayudar a la emperatriz. Tan pronto como se aseó y desayunó, Adeline tomó sus cosas y salió de la habitación para dirigirse a su destino. La acompañaban en esta ocasión Helen e Ina, quienes parecían estar bastante ansiosas por su visita a la biblioteca. —¿Va a buscar otro libro, majestad? —preguntó tímidamente Helen. —Así es —contestó
Ashal y Gérard se estremecieron ante la fatalista deducción, ya que no imaginaban que un hombre tan recto como Damien fuera capaz de convertirse en un asesino. —Dices… ¿que un viajero extraño mató a la hija de Julius? —cuestionó el emperador con incredulidad. El emisario de los nómadas asintió con la cabeza y continuó hablando seriamente. —Es lo que suponemos, pero no estamos seguros, por eso vinimos aquí para solicitar de su apoyo en la búsqueda. Como sea, necesitamos encontrar a la hija de nuestro líder. A lo cual, Gérard se adelantó y preguntó. —¿Acaso tienen esperanzas de encontrarla con vida? Al escuchar esto, los hombres se miraron entre sí y después el vocero respondió. —Es lógico pensar que ella no haya sobrevivido a un accidente así, pero necesitamos tener un cuerpo para confirmarlo ante la comunidad. Nuestros compañeros exigen respuestas para tomar decisiones. Esta respuesta convenció a Ashal, para después añadir. —Bien, en ese caso vamos a destinar un grupo de solda
Al no haber encontrado la hoja perdida, Adeline se rindió y comenzó a escribir todo lo que se recordaba sobre la marca de nacimiento en la familia Dunesque para no olvidarlo. Aunque pudo plasmar gran parte de lo que había en ese papel, cuando terminó, sintió que algo faltaba. —Por lo menos recuerdo gran parte, pero creo que esto es insuficiente, ya que mis teorías no encajan ahora que no tengo todos los apuntes completos —murmuró con frustración. Mientras meditaba esto, no sintió la presencia de Annie, hasta que ella la llamó con voz fuerte. —¡Majestad! Esto hizo que la emperatriz volviera en sí y preguntara un tanto exaltada. —¡Ah! ¿Qué sucede, Annie? —Disculpe, mi señora, pero es hora de que vaya al juicio de los lores —respondió su asistente un tanto avergonzada. —¿Era hoy? —preguntó Adeline aturdida. —Sí, majestad. Es más, el emperador solicitó su presencia, así que debe apresurarse, porque el juicio empezará en media hora —explicó la diligente mujer. Al escuchar esto, Ade
Todos en el salón enmudecieron cuando un hombre de apariencia tosca y mirada penetrante apareció para gritar a todo pulmón que se castigara al usurpador. Aun sin comprender qué estaba sucediendo, algunos ciudadanos comenzaron a murmurar. —¿Quién es ese hombre? —¿No es de la raza de los nómadas? ¿Qué hace esa persona aquí? —¿Acaso acusó a alguien de usurpador? ¿De quién hablará? —Parece que se refiere al emperador, ¡miren qué cara puso al ser señalado de usurpador! Ashal alzó la vista hacia donde todos estaban mirando y reconoció al hombre que estaba parado en medio de la audiencia. —¿Julius Zenitty? —murmuró, consternado. Gérard también reconoció al recién llegado, por lo que rápidamente digirió una mirada de angustia hacia el emperador y dijo alterado. —Ashal, ¿ese no es líder de los nómadas? Adeline también estaba sorprendida con lo que estaba ocurriendo, mirando a ambos hombres en busca de respuestas. —Ashal, ¿quién ese hombre? Su pregunta fue ignorada, ya que en ese mome
Por la noche, Adeline se encontraba en su habitación analizando lo que Gérard le había contado horas antes sobre Julius Zenitty y la extraña desaparición de su joven hija, Azabach. Este hecho le causó tanta curiosidad, que comenzó a buscar en los libros que había prestado a la biblioteca todo lo relacionado sobre el origen de los nómadas. —Según dicen los libros —comenzó a anotar en voz alta—, Uranus Dunesque era el hijo menor del vigésimo emperador de Mont Risto, quien no estuvo de acuerdo de que su padre, Killian Dunesque, eligiera a su hermano Marcus como heredero al trono, ya que era conocido por ser un hombre bastante ambicioso y peligroso. Al no conseguir que el emperador reconsiderara su decisión, Uranus se separó de la familia real para formar una comunidad junto con sus seguidores, con el objetivo de denunciar las malas prácticas del emperador en turno. Sus acciones causaron tanto caos en el imperio, que pronto fue considerado como un agitador, y el emperador en turno comenzó
Tras andar durante la noche y parte de la mañana, finalmente Damien y Azabach visualizaron las murallas de Marfillius. En todo el camino, la joven nómada tuvo que esforzarse por no desmayar de agotamiento, ya que no quería que ese hombre la abandonara en medio de la nada. Al ver que estaban cerca de su destino, exhaló. —Finalmente, me trajiste a este lugar. ¿Podemos descansar un poco? Me duelen los pies. Su queja fue ignorada por Damien, que respondió fríamente. —No tengo tiempo que perder, sigamos avanzando. Esto enfureció tanto a Azabach, que apretó los puños y pensó: «¡Arg! Maldito loco, ¿acaso es humano? ¿Hemos caminado sin parar durante varias horas y no es capaz de darme un respiro?». Como no quería perder la oportunidad de encontrar a su padre, decidió no quejarse y continuar manteniendo la cordialidad con ese loco sujeto. —¡Ah! Bueno, en ese caso, espero que cuando lleguemos a ese lugar, pueda descansar un poco. De nuevo, el inmutable sujeto siguió avanzando, sin prestar
Ante la pregunta, Damien inmediatamente aceptó y Selina dejó que ambos entraran a su casa. Cuando se encontraron en la sala, ellos tomaron asiento, mientras su anfitriona se dirigió a la cocina. —Casi no suelo recibir visitas, así que solo les puedo ofrecer un poco de jugo de naranja, ¿gustan? —ofreció amablemente. —¡Nos encantaría! —respondió rápidamente Azabach, manteniendo el buen humor para evitar levantar sospechas. En tanto, Damien no dijo nada y se mantuvo alerta esperando a que la amable anfitriona volviera de la cocina. Al poco rato, Selina apareció con los vasos de jugo e inmediatamente se los ofreció a sus invitados. Después de esto, tomó asiento y dijo con dulzura. —Lamento mucho haber actuado tan descortésmente, pero hace bastante tiempo que dejé de trabajar en la casa hogar y dudo que pueda ayudarte mucho. Además, por la edad que aparentas, calculo que hace 30 años te adoptaron, por lo que es probable que mis recuerdos no estén del todo claros. Sin dar muchos rodeos,
Al enterarse de que los soldados estaban cerca, Damien soltó bruscamente a la frágil mujer y comenzó a buscar con la mirada una forma de escapar de ese lugar. —¿Qué hacemos? ¡Los militares nos van a capturar! —preguntó Azabach, angustiada. En tanto, Selina se levantó con mucho esfuerzo y, sacando una vieja arma que tenía escondida entre sus ropas, amenazó. —¡No van a poder salir de aquí! ¡Esta habitación está en el segundo piso y las ventanas son muy pequeñas para que puedan escapar! Esto no inmutó al frío ex militar, que siguió mirando para todos lados en busca de una forma de escape. En cambio, Azabach reclamó a la mujer por su traición. —¡Maldita bruja! ¡Somos inocentes! ¡Vinimos aquí para buscar a la familia de mi prometido y usted nos ha traicionado! Selina se burló por el reclamo y replicó con desdén. —¿Tu prometido? ¿Piensan que me voy a creer ese cuento? ¡Claramente sé que ese hombre es un traidor del imperio y que lo están buscando! Por eso cuando escuché su apellido,