Tras varias semanas intensas trabajando en la transición del gobierno imperial a la república, Ashal aprovechó que ese fin de semana no tenía más pendientes, para visitar a su esposa en Tirón, a quien no había visto desde el incidente con Fernand Laval. Es así que al entrar al templo, escuchó que alguien anunciaba efusivamente la dulce noticia, por lo que Ashal arrojó su equipaje y corrió hacia la habitación de su esposa. Mientras avanzaba por el amplio pasillo, pasajes de su infancia aparecieron en su mente. «¡Increíble! ¿Realmente seré padre? ¿En estos momentos soy capaz de criar a un niño? Aunque de esta vida no tengo buenos recuerdos del emperador Constantine actuando como un padre, tampoco estoy seguro de poder replicar la experiencia de mi anterior vida», pensó, sumamente ansioso. Al llegar frente a la puerta, vaciló por un momento, pero a los pocos segundos entró. Entonces, cuando cruzó miradas con su esposa, se quedó sin palabras. Ella lo miró y dijo con una sonrisa nervios
—Jurado, ¿cómo declaran al acusado? El silencio reinó en sala. Todos los ojos estaban puestos en la mujer que tenía la responsabilidad de revelar el veredicto. Tal atención abrumó a la jurado, que los nervios congelaron los músculos de su garganta, aumentando la expectativa de los presentes. —¿Y bien? —intervino el juez, mirando fijamente a la nerviosa joven. —Yo… lo siento… Bueno, este jurado decidió que el acusado es culpable de todos los crímenes que se le señalan. De nuevo, las miradas cayeron en Adolf Dunesque, quien mantuvo su expresión imperturbable. Por su parte, Gérard respiró de alivio al escuchar el veredicto del jurado, pero luego sintió nerviosismo cuando dirigió su mirada hacia el acusado, quien lucía bastante tranquilo a pesar de que el resultado era desfavorable para él. «¿Acaso no piensa manifestarse? Desde que comenzaron las audiencias, Adolf es el único acusado que ha preferido guardar silencio y no ser representado legalmente, ¿será que tiene un plan oculto par
En los meses siguientes, Mont Risto tuvo sus primeras campañas presidenciales, en las que se postularon dos candidatos: Fernand Laval, por el partido conservador, y Gérard Bunger, por el partido democrático. En un principio, ambos candidatos no tuvieron gran aceptación entre los votantes, pero conforme pasaba el tiempo, los ánimos incrementaban y las tendencias estaban demasiado parejas, con una leve preferencia por el candidato conservador. No obstante, en semanas previas a la elección presidencial, Lionel Laval reveló, en entrevista a un medio de comunicación de mayor difusión en Mont Risto, que él y su hermana Adeline habían sido víctimas del maltrato de su padre. Asimismo, dio pruebas de sus actos de corrupción y sus planes para derrocar el régimen de Ashal, lo que se volvió un escándalo en toda la sociedad. Tal revelación aplastó la popularidad del aspirante presidencial, que aunado a su reacción iracunda contra su hijo, provocó que perdiera la elección frente a Gérard Bunger,
Ashal no era consciente de que se encontraba hablando con la Deidad Suprema, hasta que despertó de su ensoñación y miró a su alrededor con extrañeza. «¿Qué acaba de pasar? ¿Por qué siento que perdí la noción del tiempo?», pensó. En ese momento, la puerta de la habitación de Adeline se abrió y la matrona salió. —Ya puede entrar, señor Ashal. —¿Adeline sigue dormida? —preguntó, ansioso. —Sí, el doctor ya la revisó y comprobó que se encuentra bien. En un rato debe despertar, ya que ahora mismo la señora está agotada. —¡Ah! Bien, gracias. Ashal entró rápidamente a la habitación y se acercó al lecho, para tomar la mano de su esposa. Tras besarla delicadamente, suplicó con suma desesperación. —Adi, no tardes en despertar, por favor. A su vez, el doctor se acercó y, con una expresión serena, señaló: —Señor, pierda cuidado, su esposa está agotada físicamente y despertará en cualquier momento, por ello ordené alimentos sustanciosos que le ayuden a recuperar las fuerzas. Por otro lado,
*Esto es un spin-off. Pueden tomarlo como parte de línea temporal de la novela o una historia aparte. —¡Mercy! ¡Mercy! ¡Despierta! La voz agitada de su compañera hizo que la delicada joven volviera a la realidad de golpe, sintiendo que había tenido un sueño muy largo. Aturdida, preguntó: —¿Qué pasó? —¡Eso digo! ¿Qué pasó? Llevas bastante rato dormida. Afortunadamente, Deborah no ha salido de su oficina, porque, sino, te habría despedido. Ya sabes, se enoja por todo y por nada —mencionó Amanda, una joven morocha de ojos grandes. Como aún estaba confundida, Mercy bajó la mirada y notó que en su teléfono se mostraba la última página del ebook que estaba leyendo. —Mmm… ¿Es el fin de la historia? —murmuró, al notar que el cursor no avanzaba más. Amanda miró de reojo el escritorio de su compañera y, al ver lo que mostraba la pantalla del móvil, preguntó con curiosidad. —¿Qué estabas leyendo? ¿Eh? Avergonzada, Mercy apagó la pantalla y respondió vagamente: —¿Ah? Nada interesante… j
*Esta es una historia que forma parte de la trama original. Estos personajes son mis favoritos y quería darles un final apropiado.Hina miraba distraída la ventana del automóvil, sintiéndose nostálgica al encontrarse de nuevo en lo que tiempo atrás había sido su hogar. Conforme avanzaba por las tumultuosas calles de la capital de Mont Risto, le asombraba ver la cantidad de vehículos y personas circulando por todas partes, teniendo como escenario los edificios en remodelación. «¡Ah! Recuerdo que en ese lugar había una hermosa cafetería, donde podía comer un delicioso pastel red velvet de la condesa Maddel. ¡Lástima! Ahora es un edificio en ruinas. Difícilmente encontraré a otro pastelero que haga un postre igual a ese», pensó distraída. El vehículo avanzó hasta el antiguo palacio imperial, que ahora era sede temporal del gobierno actual. Cuando se encontró ahí, miró con detenimiento el imponente edificio, el cual permanecía intacto frente a la mayoría de inmuebles que habían sufrido d
*Esta historia se desarrolla en la misma línea temporal de la trama original. Espero que lo disfruten.Un año después de que Gérard Bunger asumiera el cargo de presidente de la república de Mont Risto, Damien se encontraba leyendo unos documentos en su despacho, cuando escuchó que sonaba su teléfono. Frustrado por no continuar con lo que estaba haciendo, dejó a un lado las hojas y tomó la bocina. —¿Quién habla? —respondió con voz ronca. Al otro lado de la línea contestó un agente. —Señor, soy Gil. Le hablo para informarle que la señorita acaba de entrar a un restaurante y se encontró con un hombre. Es la primera vez que la veo con esa persona. Al escuchar esto, Damien apretó los dientes y preguntó, en un tono molesto. —¿Cómo es ese hombre? —Mmm… Por lo que veo, es un sujeto alto, de tez morena y viste ropas elegantes. ¡Oh! Ese hombre está sosteniendo la mano de la señorita, parece que son muy cercanos. El imaginar que otra persona estuviera seduciendo a Azabach irritó bastante a
—Y por el poder que me confiere el imperio Mont Risto, los declaro marido y mujer.Cuando escuchó esto, Adeline parpadeó aturdida. Antes de preguntarse qué acababa de pasar, se estremeció al encontrarse cara a cara con el imponente Ashal Dunesque.«¿Qué m****a? ¿Esto es un sueño? ¿Cómo es que estoy aquí?», se preguntó mentalmente, pero antes de poder hablar, el fornido hombre se acercó para “consumar” la unión con un beso gentil.Adeline se congeló ante este repentino gesto y volvió en sí cuando el juez dijo de repente:—Bien, celebremos por este nuevo matrimonio.En ese momento los presentes estallaron de júbilo, lo que sorprendió bastante a Adeline, que seguía perturbada con lo que estaba pasando frente a ella.«¡Un momento! ¿Acaso esto no lo vi antes en... una novela?», pensó y al instante vinieron a su mente recuerdos de su pasado.Ella era una mujer treintañera, de nombre Mercy Brown, que trabajaba como editora de un periódico. Debido a que todo su tiempo era consumido por la comp