Hoja, ¿perdida?
Adeline despertó al día siguiente con las energías renovadas, pero al ver que otra vez se encontraba sola en la cama, pensó con decepción. «¡Ah! ¡Qué novedad!, Ashal volvió a abandonarme como siempre».

Tras suspirar pesadamente, se levantó de la cama para comenzar su día. En ese instante, entraron sus asistentes a la habitación y se acercaron rápidamente para ayudarla.

—Buenos días, mi señora —saludaron al unísono.

—Buen día, ¡qué bueno que las veo! Hoy iré a la biblioteca temprano, así que necesito estar lista cuanto antes —dijo de buen humor.

—Entendido, majestad —respondió Annie, al tiempo que hacía un gesto a sus compañeras para que comenzaran a ayudar a la emperatriz.

Tan pronto como se aseó y desayunó, Adeline tomó sus cosas y salió de la habitación para dirigirse a su destino. La acompañaban en esta ocasión Helen e Ina, quienes parecían estar bastante ansiosas por su visita a la biblioteca.

—¿Va a buscar otro libro, majestad? —preguntó tímidamente Helen.

—Así es —contestó
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