En el momento en que se encontraron solos, Adeline se congeló al tener enfrente a ese hombre de mirada penetrante y cuerpo robusto. Antes de decir algo, el frío sujeto le hizo una señal para que se acercara, gesto que perturbó a la joven, que sintió escalofríos de solo imaginar lo que su marido planeaba hacer con ella.
—¿Qué esperas? Ven —ordenó con voz ronca, causando que la delicada señorita se estremeciera de solo escucharlo.
Temerosa, se acercó lentamente, pero justo cuando llegó a la cama, Ashal la arrastró hacia él y, mirándola con lascivia, dijo:
—¿Sabes lo que vamos a hacer esta noche?
La ingenua niña tembló de miedo y murmuró.
—No, mi señor... Solo me dijeron que me dejara llevar.
—¿Solo eso? —preguntó seductoramente el imponente hombre.
—Es... mi deber... como esposa... complacerlo —dijo débilmente Adeline, casi a punto de llorar de nerviosismo.
Ignorando los sentimientos de la temblorosa joven, Ashal la arrojó sobre la cama y se puso encima de ella, para después decir con malicia.
—Preciosa, espero que cumplas con tu palabra. No te dejaré libre hasta quedar satisfecho.
Después de esto, la inocencia de Adeline se perdió esa noche al convertirse en esposa del insaciable Ashal, esto según la trama original de “Dominando al gran Ashal”. Lamentablemente, en esta línea temporal, la noche de bodas para la protagonista fue sustituida por los ronquidos del enorme hombre, quien rápidamente cayó dormido en el momento en que dijo:
—Descansa, nos vemos mañana.
«¡Qué m****a! ¿Dónde quedó mi noche candente de sexo duro y puro? ¿Acaso este hombre siente repulsión hacia mí? ¿Por qué en esta vida también tengo que vivir como célibe? ¡Arg! ¡Es un maldito el autor por engañarme! No debí hacerme ilusiones por desear algo tan pretencioso. De seguro esto es un sueño y volveré a mi absurda realidad en la que no tengo vida sexual por culpa de mis largas jornadas de trabajo», se quejó mentalmente mientras daba vueltas en la cama intentando conciliar el sueño.
Luego de un rato, Adeline se acostumbró a la respiración profunda de su marido, así que resopló de resignación y reflexionó: «¡Ah! Creo que soy afortunada. Según en la historia original, la pobre chica no pudo dormir en su noche de bodas hasta que el ninfómano de Ashal estuvo satisfecho completamente. Y lo peor fue que se la pasó una semana en cama, ya que las embestidas la dejaron casi inválida. Supongo que en algún momento tendremos relaciones como una pareja normal y no terminaré escaldada por tanto sexo».
Como no podía conciliar el sueño, por culpa de los ronquidos de su marido, Adeline se levantó de la cama para intentar salir de la habitación y buscar un vaso de leche caliente. Sin embargo, antes de que pudiera tomar la perilla, escuchó los murmullos de los guardias.
—¿Está muy silencioso? ¿Será que terminaron tan pronto?
—¡Qué va! Nuestro líder es conocido por ser un toro en la cama, que todas sus concubinas terminan escaldadas. Dudo mucho que la pequeña emperatriz soporte tanta energía.
—¿Tú crees? A mí se me hace que es pura apariencia. ¿Viste cómo actuó frente a esa concubina? Te aseguro de que la emperatriz ya debe estar acostumbrada a esos trotes.
Adeline sintió que la sangre le hervía de la vergüenza al escuchar que esos hombres hablaban tan descaradamente de su vida sexual, que por un momento estuvo a punto de abrir la puerta para ponerlos en su lugar y demostrarles que ella podía soportar una noche de sexo duro, aunque esto no fuera cierto.
No obstante, justo cuando tomó la perilla, se detuvo al recordar que su marido tenía un estatus que mantener y, si los guardias se enteraban de que él ni siquiera la había tocado o, por lo menos durado en la cama, podía perder su dignidad.
—¡Malditos bocones! ¿Por qué están tan interesados en mi vida íntima? ¡Arg! Deberían coger con sus esposas todas las noches y no andar de chismosos —murmuró furiosa.
Como no podía hacer más, se dirigió al balcón para tomar un poco de aire y así poder relajarse. Cuando se encontró fuera, se quedó admirada por el brillo de la luna llena que iluminaba preciosamente el jardín. Entonces pensó en voz alta.
—¡Vaya! Jamás pude imaginar cómo eran las noches en este universo. Ahora que lo pienso, el autor se enfocó en detallar más las escenas eróticas, que ofrecer más información sobre el hogar de los protagonistas.
De pronto, una voz profunda sonó detrás de ella.
—Es peligroso que esté fuera, mi señora.
Al escuchar esto, Adeline se levantó y empezó a mirar para todos lados.
—Qui... Qui... ¿Quién está ahí? —preguntó nerviosa.
En ese momento, un hombre de apariencia atlética y pulcra, saltó hasta el balcón y, haciendo una leve reverencia, respondió:
—Mil disculpas, mi señora. No me presenté correctamente, soy Damien Chevalier, líder de los guardias del imperio Mont Risto, para servirle.
«¡Wow! No esperaba conocer tan pronto a la mano derecha de Ashal. Aunque casi no lo mencionan mucho en la novela, siempre que aparecía, me intrigaba saber si era apuesto, pero, ¡vaya que si lo es!», pensó Adeline, bastante perturbada.
Después de esto, aclaró la voz y reclamó indignada.
—¿Qué hace espiando el balcón nupcial? ¿Acaso no le enseñaron a no mirar donde no debe?
El fiel caballero mantuvo su rostro inclinado y respondió:
—Lo lamento, mi señora, pero es mi deber velar por la seguridad de mi líder y la de su esposa.
—¡Aun así! Estabas mirando cosas que no debías —insistió, avergonzada.
Damien alzó la mirada y replicó con frialdad.
—Mi señora, ¿por qué tiene miedo de que sepa lo que ustedes hicieron? O mejor dicho, no hicieron.
Indignada, Adeline asestó una bofetada al perfecto rostro del atrevido militar, ataque que dejó atónito al hombre.
—¡Insolente! Exijo que te marches si no quieres que ahora mismo te mate —gruñó Adeline.
—Mi... señora... —murmuró el soldado, confundido.
—¡Largo! Si quieres preservar tu vida —ordenó ella con severidad.
En todos los años como militar, Damien no se había topado con un contrincante tan peligroso como la delicada emperatriz. Aunque tenía un deber, en ese momento recordó que era un caballero y debía respetar la privacidad de una dama, así que se disculpó con vehemencia.
—Perdone mi falta. Me retiro.
Después de esto, el ágil soldado brincó hacia el árbol que estaba junto al balcón y desapareció en la oscuridad de la noche, dejando a Adeline lanzando chispas de rabia.
—¡Carajo! Necesito callar a este tonto, porque de lo contrario, todos sabrán que mi noche de bodas fue un fracaso.
En tanto, Damien se alejó lo suficiente del radar de su señora, para tratar de poner en orden sus ideas. Era la primera vez que se sentía tan abrumado por un encuentro, que su cuerpo temblaba de solo recordar el momento en que esa pequeña mano había golpeado su mejilla.
—¡Por todos los Cielos! No puedo creer que esa niña tenga la mano tan pesada. Aunque... —se cubrió la boca para tratar de contener la frase que estaba a punto de mencionar—. Aunque ella es... es tan genial, que me gustaría recibir otro golpe así.
Su pecaminosa imaginación lo hizo visualizar una situación en la que él se encontraba atrapado en la cama, mientras que la emperatriz lo azotaba con un látigo. Al percatarse de que deliraba con una mujer prohibida, se abofeteó así mismo y dijo con determinación.
—¡No imagines cosas! Ella no te pertenece. Es tan importante para Ashal, que sabiendo lo rudo que es, decidió no lastimarla. Eso... la señora es muy frágil y no es de ese tipo de mujeres.
Muy a su pesar, esta conclusión no fue suficiente para calmar sus malos pensamientos y decidió ir a la fuente para darse una ducha fría, con tal de apagar el fuego que lo quemaba por dentro. Mientras se bañaba, una idea peligrosa comenzó a rondar en su cabeza: «¿Por qué el emperador no quiso consumar el matrimonio? ¿Será que ella no es lo suficiente para él? Si es así, ¿qué pasará con la señora? ¿Soportará una vida así? Lo dudo, pero... y si yo... pudiera consolarla».
Indignada, Adeline regresó a la cama y se acostó balbuceando maldiciones en contra del atrevido soldado que se había atrevido a humillarla de esa manera.—Juro que mañana me encargaré de que ese desgraciado no vuelva a pisar este castillo. ¡Arg! Sabrá de lo que soy capaz.Mientras se quejaba ante el hecho de que había un testigo de que su matrimonio aún no se había consumado, comenzó a recordar aspectos de la trama “Dominando al gran Ashal”.—¡Arg! Todo esto es una pesadilla, ¿por qué todo es diferente a la novela? Cuando la leí, el verdadero Ashal era demasiado insaciable y la mayor parte de la trama relata los encuentros en la cama, ¿por qué es distinto ahora? No lo entiendo, esto es demasiado frustrante, ¿algún día tendré mi encuentro candente con este portento de hombre? —se quejó.Tras dar varias vueltas al asunto, finalmente pudo dormirse; sin embargo, sus sueños la llevaron a un extraño lugar donde se vio a sí misma.—¿Quién eres tú? ¿Dónde estoy? —se preguntó confundida.Su ref
—¡Más respeto a su majestad, sucia concubina! —reclamó Annie, indignada.Esto no intimidó a Geraldine, que chasqueó la lengua con ironía y señaló desdeñosa.—¡Bah! El título de emperatriz es nada. Si no puede complacer a Ashal, dudo mucho que Adeline pueda mantener su atención. ¿No creen?Este comentario causó gracia a sus acompañantes y algunos guardias, quienes rieron disimuladamente. «Parece que ella sigue a su personaje, aunque la escena es completamente distinta», rememoró Adeline, que prefirió mantenerse callada y esperar el momento indicado para atacar.En tanto, Annie volvió a interceder por su señora.—¡Deja de decir tonterías! El emperador no es esa clase de hombres que despreciaría a una joya valiosa para perder el tiempo con cristalería barata —señaló esto último con desdén.Adeline estaba sorprendida por la lengua tan filosa de su asistente, que sonrió orgullosa por contar con el respaldo de alguien así. En tanto, Geraldine apretó los dientes de rabia y volvió a atacar si
A pesar de que minutos atrás habían actuado con complicidad, después del incidente con las ex concubinas, Ashal no dijo ninguna palabra el resto del camino. Esta actitud fastidió bastante a Adeline, ya que esto no le inspiraba confianza para cuestionarlo por su lo ocurrido la noche anterior. «¡Arg! ¿Por qué está tan callado? Ni siquiera puedo mirarlo a los ojos, me siento intimidada con su actitud tan fría. Es completamente distinto al personaje que conocí en el libro», pensó, frustrada. Cuando finalmente estuvieron frente a la puerta del salón principal, Ashal se detuvo de golpe y dijo con seriedad. —Supongo que estarás ansiosa por estar en esta audiencia como mi esposa. No te preocupes, solo presta atención a lo que sucede y no digas nada. ¿Entendido? Si bien era cierto que Adeline se sentía inquieta por la reunión, eso no era lo que más le preocupaba, ya que aún seguía pensando en lo ocurrido con Geraldine y su fallida noche de bodas. —Sí, querido esposo —respondió, con una so
La actitud patética de aquellos lores enfureció más a Ashal, que decidió ser más directo en sus ataques para expulsar de una vez por todas a los corruptos que perjudicaban al imperio. —Así como son capaces de señalar sin fundamento a mi esposa, me gustaría que ustedes me den una razón creíble sobre lo que ocurre con las recaudaciones —señaló con frialdad. Los presentes sintieron escalofríos con el llamado de atención, que no se atrevieron a responder. «¡Maldita sea! El emperador parece saber algo, ya que nos señala directamente», pensó lord Gerritsen, que comenzó a temblar de pánico. Mismo pensamiento tuvo el resto de los caballeros que se habían manifestado en contra de la nueva emperatriz, que mantuvieron sus rostros alejados de la mirada intimidante del emperador. El frío hombre sonrió malévolamente al ver a esos sujetos delatarse a sí mismos y continuó amagando para que ellos mismos confesaran sus delitos. —¡Señores! Les pido por las buenas que respondan o, de lo contrario
Adeline sintió que su mente estalló al escuchar tal respuesta incongruente. Realmente le parecía increíble que ese hombre impasible fuera el mismo que se describía en la novela. —¡¿Qué dices?! —comenzó a exclamar con contrariedad—. ¿Te casaste conmigo para tenerme como un adorno? Este cuestionamiento sorprendió a Ashal, que intentó justificarse. —¡No! No quise decir eso, en realidad… —¡Basta! De seguro en el pasado, las concubinas de tu harén eran capaces de complacerte mejor en la cama y ahora piensas que soy incapaz de hacerlo, ¿no es así?—reviró Adeline, indignada. Los reclamos de su esposa torturaron al Ashal, que hizo un enorme esfuerzo por mantener el control. —Mira, Adeline —dijo mientras la apartaba para tomar un poco de espacio—. Necesito tiempo para resolver los asuntos del imperio. Realmente, no me siento… Bueno… ¿Cómo digo esto y que no suene extraño? ¡Arg! ¡Vaya! No me siento inspirado como para poder asumir completamente mis funciones como esposo. «¿Qué m****a acab
—Es una broma, ¿verdad? —señaló Gérard con incredulidad. Ashal resopló con malestar al ver que su amigo no comprendía su situación y replicó enfadado. —¿Cuándo he bromeado contigo? Como el emperador lucía serio, Gérard intentó aguantar la risa y respondió: —Nunca, pero… me parece increíble que digas algo así. La actitud de su merolico asistente enfadó más a Ashal, que volvió a su trabajo para no seguir hablando más del tema. Al ver que su amigo se había enfadado con él, Gérard se disculpó inmediatamente. —¡Ey! No te enfades conmigo, es que… no entiendo a qué te refieres con que no puedes tener… intimidad con tu esposa. —¡Largo! Estoy muy ocupado —gruñó el malhumorado tirano. —¡No! Ya tengo curiosidad y me debes una explicación —reviró el atrevido hombre, sin importar si perdía la vida por averiguar la verdad. El emperador acercó su mano al mango de su espada con la intención de desenvainarla. Ante esto, Gérard se apartó y desde su posición volvió a preguntar. —¿Qué sucede e
Las asistentes de Adeline se acercaron para escuchar lo que ella les diría, entonces la joven emperatriz dijo repentinamente.—¿Alguna de ustedes conoce las drogas que despiertan la líbido?Cuando ella mencionó esto, las mujeres se miraron entre sí con una mezcla de asombro y vergüenza, al tiempo que algunas inmediatamente negaron con la cabeza. Al ver sus expresiones, Adeline exclamó sorprendida.—¿Por qué tienen esas caras? ¿Acaso en el imperio está prohibido el uso de esas drogas?Ante este cuestionamiento, Annie tomó la palabra.—Discúlpenos, mi señora. En realidad no tenemos idea de que exista algo así, aunque nos parece increíble que usted sepa algo al respecto.«¡Rayos! Olvidé que estoy en un lugar extraño donde posiblemente la idea de consumir afrodisíacos es un tabú. ¡Ah! Ahora pensarán que soy una pervertida por pedir algo así», pensó Adeline con fastidio.—¡Ah! Qué mal que no tengan idea de que existan los afrodisíacos. Realmente quería…En ese momento, una de las asistentes
Al anochecer, Adeline se dirigió al comedor para cenar con su marido. Como aún no tenía noticias de sus asistentes, se sentía ansiosa por saber si ellas habían conseguido el “encargo”. Mientras caminaba, se dirigió a Annie.—¿Sabes algo de Ina y Genie?—Aún no, mi señora. Hace más de tres horas que salieron y siguen sin regresar —respondió la angustiada mujer.—¡Ains! Esperaba que ellas ya hubieran regresado antes de la cena —añadió con desánimo.Después de esta breve charla, la emperatriz y su séquito siguieron avanzando en silencio. Cuando llegaron a la puerta del comedor, se toparon con las ausentes.—¡Majestad! —exclamaron ellas al unísono.—¿Qué pasó? ¿Encontraron lo que les encargué? —preguntó Adeline inmediatamente.Ante este cuestionamiento, el rostro de ambas mujeres se iluminó. Entonces Genie se adelantó a contestar.—Sí, mi señora. —En ese momento se acercó para entregarle cuidadosamente un pequeño envoltorio—. Aquí tiene. Dentro están las instrucciones de uso.Cuando tuvo e