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Reclamos, ¿justificados?
La actitud patética de aquellos lores enfureció más a Ashal, que decidió ser más directo en sus ataques para expulsar de una vez por todas a los corruptos que perjudicaban al imperio.

—Así como son capaces de señalar sin fundamento a mi esposa, me gustaría que ustedes me den una razón creíble sobre lo que ocurre con las recaudaciones —señaló con frialdad.

Los presentes sintieron escalofríos con el llamado de atención, que no se atrevieron a responder.

«¡Maldita sea! El emperador parece saber algo, ya que nos señala directamente», pensó lord Gerritsen, que comenzó a temblar de pánico.

Mismo pensamiento tuvo el resto de los caballeros que se habían manifestado en contra de la nueva emperatriz, que mantuvieron sus rostros alejados de la mirada intimidante del emperador.

El frío hombre sonrió malévolamente al ver a esos sujetos delatarse a sí mismos y continuó amagando para que ellos mismos confesaran sus delitos.

—¡Señores! Les pido por las buenas que respondan o, de lo contrario
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