Dormir, ¿juntos?
Como todas las noches, el tirano gobernante de Mont Risto apareció ansioso por devorar a su frágil presa. Adeline, quien apenas se recuperaba del encuentro anterior, miró con terror como de nuevo su esposo volvía por más.

—A… A…. Ashal… ¡Por favor! Esta noche… solo durmamos —suplicó la joven, temerosa ante la enorme figura.

Ignorando la desesperada petición, el insaciable hombre miró perversamente a su víctima y respondió cínicamente.

—Tranquila, hoy puedo ser más delicado que anoche.

—¿Qué? Por favor… hoy no… Me duele… —insistió con desesperación Adeline, cuyo dolor se reflejaba en todo el rostro.

A pesar de esto, Ashal mantuvo su expresión inflexible y, acariciando delicadamente el rostro pálido de su esposa, replicó:

—Todas las noches solamente pienso en estar contigo, ¿por qué no quieres satisfacerme? ¿Acaso no te gusto?

—Yo… yo no qui… quise decir e… eso. Pero… es que hoy… no me siento bien —argumentó la temerosa joven.

Este clamor, lejos de conmover al perverso hombre, encendió m
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