—¿Qué acaba de decir? —murmuró Adeline sorprendida y al momento guardó aire para esperar el siguiente movimiento de Ashal.«¡Al fin! ¡Al fin! ¡Al fin! Esta noche Ashal me hará suya. Ya de imaginarlo, comencé a calentarme», pensó entusiasmada.Lamentablemente, sus esperanzas se esfumaron cuando escuchó los profundos ronquidos que resoplaban en su oreja. Indignada, exclamó.—¿Qué? ¿Está dormido? ¡Arg! Esto no puede ser cierto, solo me entusiasmé para nada. ¡Carajo! ¡Definitivamente estoy destinada a morir virgen!Frustrada, intentó apartarse de Ashal, pero este la apretó con más fuerza de la cintura.—¡Ay! ¿Cómo puedes tener tanta fuerza si estás dormido como un tronco? ¡Por favor! ¡Suéltame! —gimió.Tras varios intentos, Adeline se rindió y se dejó llevar por el cansancio. Mientras el sueño la vencía, escenas de la novela comenzaron a pasar su mente, tan vívidas como si ella las hubiera vivido de primera mano.En una de sus visiones, se encontró dentro de una tina, recostada sobre el cu
«¿Cómo sabe del té? ¿Acaso este tipo fue quien cambió el contenido de la jarra y por eso a Ashal no le surtió efecto la droga?», pensó Adeline con recelo.Damien mantuvo su expresión serena, confiado de que la emperatriz consorte accediera a su solicitud, luego de “exponerla” con el asunto del té. Annie sospechó que el general Chevalier había sido quien cambió el contenido del líquido, por lo que inmediatamente se acercó a su señora para susurrarle al oído.—Señora, ¿qué piensa hacer?Esto hizo que Adeline recuperara la compostura y, tras hacerle un gesto a su asistente para que se tranquilizara, respondió con frialdad.—No tengo idea de lo que está hablando.Al ver que ella parecía no inmutarse con su advertencia, el general Chevalier respondió con vehemencia.—Mi señora, lo mejor será que hablemos a solas, esto es muy importante.Como ese hombre era bastante persistente, la joven emperatriz aceptó de mala gana.—Bien, espero que sea rápido. La respuesta entusiasmó al fornido milita
Ashal imaginó lo peor cuando su esposa mencionó que Damien la había abrazado, que se dirigió a la puerta para demandar una explicación. Al ver que su marido se marchaba furioso, Adeline corrió para detenerlo.—A… Ashal… ¿A dónde vas? —preguntó angustiada.—¡Quiero saber qué te hizo ese hombre! —exclamó celoso.—¡Déjalo así! —pidió Adeline asustada, que en el fondo temía que Ashal se enterara lo ocurrido con el té—. Realmente no fue gran cosa… Me asusté mucho con su repentino abrazo, porque no le di motivos para que se propasara conmigo… la verdad no quiero tenerlo cerca de mío…El emperador no estaba de acuerdo con este argumento y, tomando a su esposa de los hombros, demandó con seriedad.—¿Qué te sucede? Si ese hombre se atrevió a propasarse contigo, no es digno de mi confianza.—¡No! Ya no importa, claramente le marqué mi distancia, así que no insistirá más —replicó ella con desesperación.Ashal notó que su esposa ocultaba algo, así que la encaró.—¿Qué más pasó cuando hablaste con
Cuando Ashal le preguntó si se conocían desde antes, Adeline sintió pánico por haber hablado de más, ya que según la trama de la historia, la protagonista había vivido recluida en la casa de la familia Laval, sin ningún contacto con el exterior, hasta que su padre le ordenó que debía casarse con el emperador como pago por una deuda.«¡Maldita sea! ¿Qué estoy diciendo? Mi yo del pasado lo recuerda por esa novela, pero no la protagonista original», pensó nerviosa y de inmediato mintió:—¡Claro! ¿Quién no conoce al gran Ashal? Desde antes había escuchado historias de ti.Para fortuna de la joven, el emperador creyó en su respuesta y tras suspirar pesadamente, añadió:—Supongo que tu padre se encargó de hablar mal de mí siempre, ¿no?En ese punto, Adeline no estaba segura de qué decir, ya que si bien era cierto que todo lo que sabía de Ashal era por el libro que había leído en su vida anterior, había poca información sobre cómo había sido su pasado en casa de los Laval. Con tal de mantener
Adeline entró a la biblioteca y, tras acordar con el encargado de que estaría allí el resto la tarde y se encargaría de cerrar al anochecer, finalmente pudo disponer del espacio para estudiar con tranquilidad todo lo relacionado con el imperio de Mont Risto.«Ya que el autor se encargó de satisfacer mi mente cochambrosa, pero no me instruyó sobre la situación política de este país, ahora tendré que investigar por mi cuenta para no quedar como tonta la próxima vez», pensó la emperatriz mientras revisaba cuidadosamente los títulos entre los estantes.—Mi señora, que… que... ¿Qué hacemos aquí? —preguntó Bonnie con nerviosismo.—Quiero leer un poco —respondió Adeline distraída.—Pero… pudo encargar los libros y nosotras se lo llevábamos a su dormitorio…—¡No! Quiero leer aquí en la biblioteca, detesto estar encerrada en mi cuarto —replicó Adeline, al tiempo que sacaba un grueso tomo que le había parecido interesante.Bonnie miró confundida a su señora, pero luego volvió a decir.—Entiendo…
Dolido por la traición de su mejor amigo, Ashal salió al patio de entrenamiento para llamar a sus soldados. Cuando todos llegaron al punto, el emperador ordenó con furia. —¡Quiero que busquen Damien Chevalier, vivo o muerto! Cualquiera que se atreva a ayudarlo, será expulsado del Ejército y enfrentará la pena capital. Atónitos con la extraña petición, los soldados comenzaron a murmurar entre sí, pero solo la mano derecha del general, de nombre Marion Solep se atrevió a preguntar. —Majestad, ¿qué está sucediendo? ¿Por qué nos pide detener al general Chevalier? Ashal fulminó con la mirada al atrevido militar, lo que le causó escalofríos al tosco hombre. Entonces Gérard se adelantó para explicar la situación. —Señores, Chevalier cometió un delito grave contra la “Madre del Imperio” y, sin manifestar ningún tipo de remordimiento, se atrevió a ofender al emperador Ashal manifestando sus insanos deseos hacia la emperatriz. Por lo anterior, desde ahora se le quita su título de general y
Adeline ya empezaba a acostumbrarse a despertar sola en la cama, así que esa mañana se levantó rápidamente para vestirse y volver a la biblioteca. En ese momento aparecieron sus asistentes, quienes al verla de pie, la miraron sorprendidas. —Mi señora, ¿tan temprano fuera de la cama? —exclamó Annie. —Sí, hoy tengo mucho que hacer, así que solo me bañaré y comeré rápido, para ir a estudiar —respondió la joven emperatriz de buen humor. Cuando escucharon esto, las mujeres se miraron entre sí, a lo que Annie se atrevió a sugerir con nerviosismo. —¿Seguro que quiere volver a la biblioteca? ¿No le gustaría quedarse en su habitación y nosotras le traemos los libros? —No, quiero salir de este lugar. Detesto estar encerrada —replicó Adeline, al tiempo que se dirigía al baño. Al no poder hacer que la emperatriz cambiara de opinión, Annie se acercó ponerla al tanto de la situación con el general Chevalier. —Mi señora, creo que lo mejor será que se quede aquí. Anoche pasó algo terrible en el
La joven emperatriz interpretó a qué se refería su esposo de las posibles consecuencias de “despertar” algo que “no debía”, y esto la avergonzó tanto, que por un momento no supo qué responder. Antes de replicar, Ashal se apartó bruscamente y, cambiando abruptamente de aura, dijo con seriedad. —El doctor indicó que te quedes en cama todo el día, así que por favor no te muevas de la habitación, por favor. Esto consternó bastante a la joven emperatriz, que al ver que su esposo se marchaba, corrió para detenerlo. —¡Ashal! —exclamó desesperada. —¿Qué pasa? —preguntó su marido, frunciendo el ceño. Ante esto, la joven comenzó a balbucear. —Esto… hace rato, me contaron que el general Chevalier fue expulsado y hasta habían puesto un precio a su cabeza, ¿eso es cierto? —preguntó esto último con inquietud. Cuando escuchó este nombre, el emperador se tensó. Entonces Adeline insistió. —Dime, ¿él se atrevió a decirte lo que pasó entre nosotros? Ashal no quería mencionar nada de lo ocurrido