Adeline ya empezaba a acostumbrarse a despertar sola en la cama, así que esa mañana se levantó rápidamente para vestirse y volver a la biblioteca. En ese momento aparecieron sus asistentes, quienes al verla de pie, la miraron sorprendidas. —Mi señora, ¿tan temprano fuera de la cama? —exclamó Annie. —Sí, hoy tengo mucho que hacer, así que solo me bañaré y comeré rápido, para ir a estudiar —respondió la joven emperatriz de buen humor. Cuando escucharon esto, las mujeres se miraron entre sí, a lo que Annie se atrevió a sugerir con nerviosismo. —¿Seguro que quiere volver a la biblioteca? ¿No le gustaría quedarse en su habitación y nosotras le traemos los libros? —No, quiero salir de este lugar. Detesto estar encerrada —replicó Adeline, al tiempo que se dirigía al baño. Al no poder hacer que la emperatriz cambiara de opinión, Annie se acercó ponerla al tanto de la situación con el general Chevalier. —Mi señora, creo que lo mejor será que se quede aquí. Anoche pasó algo terrible en el
La joven emperatriz interpretó a qué se refería su esposo de las posibles consecuencias de “despertar” algo que “no debía”, y esto la avergonzó tanto, que por un momento no supo qué responder. Antes de replicar, Ashal se apartó bruscamente y, cambiando abruptamente de aura, dijo con seriedad. —El doctor indicó que te quedes en cama todo el día, así que por favor no te muevas de la habitación, por favor. Esto consternó bastante a la joven emperatriz, que al ver que su esposo se marchaba, corrió para detenerlo. —¡Ashal! —exclamó desesperada. —¿Qué pasa? —preguntó su marido, frunciendo el ceño. Ante esto, la joven comenzó a balbucear. —Esto… hace rato, me contaron que el general Chevalier fue expulsado y hasta habían puesto un precio a su cabeza, ¿eso es cierto? —preguntó esto último con inquietud. Cuando escuchó este nombre, el emperador se tensó. Entonces Adeline insistió. —Dime, ¿él se atrevió a decirte lo que pasó entre nosotros? Ashal no quería mencionar nada de lo ocurrido
Damien apenas había conseguido escapar del palacio, pero al escuchar que era perseguido por el Ejército, tuvo que refugiarse en las afueras de la ciudad. Mientras andaba por calles sucias y repletas de vagabundos, notó que destacaba demasiado con el uniforme puesto, así que se escondió en un callejón para tratar de cambiar su atuendo. —¡Carajo! En este basurero no hay nada que sea de utilidad para ponerme —se quejó. En ese momento, escuchó una voz ronca que provenía al final del callejón. —¿Quién… anda… ahí? —murmuró la persona. Chevalier dudó un poco en acercarse, ya que esa zona estaba bastante oscura, aunque luego sintió escalofríos como un bulto comenzaba a acercarse hacia él. Poniéndose en guardia, sacó su arma rápidamente, aunque la bajó al ver que era un hombre agonizante. —¿Puede… ayudarme? Me duele… —suplicó —¿Qué quieres? —preguntó Damien fríamente. —Me duele… Antes de terminar la frase, el sujeto tosió fuerte y arrojó un escupitajo de sangre. Damien sintió repulsión
Damien se sobresaltó al escuchar la voz de su padre, pero luego recuperó la compostura y, tras hacer una leve reverencia, saludó fríamente. —Buen día, padre. Ralph frunció el ceño ante la actitud extraña de su hijo y volvió a preguntar. —No me has respondido, ¿qué buscas aquí? Decidido a descubrir su origen, Damien comenzó a acercarse y respondió sin rodeos. —La verdad. —¿Verdad? ¿A qué te refieres? —cuestionó el señor Chevalier, sintiéndose incómodo con el aura que desprendía su vástago. Al ver que “su padre” parecía no comprender a qué se refería, Damien se apartó del escritorio para acercarse y volver a preguntar con amargura. —Dime, ¿es cierto que soy adoptado? Cuando su hijo mencionó esto, Ralph sintió escalofríos y contestó nerviosamente. —Cómo… ¿Cómo lo supiste? La reacción de ese hombre confirmó las sospechas del dolido joven, que volvió a preguntar. —¿Por qué me ocultaron que había sido adoptado? Ralph se apartó para tomar distancia e intentar pensar con claridad
Al caer la noche, Ashal estaba tan agotado por lidiar con todos los expedientes de los lores corruptos, que asentó de golpe la última carpeta y exclamó hastiado. —Terminemos de una vez, no puedo más. Gérard suspiró de alivio al escuchar esto, que secundó con desgano. —Sí, por favor. No he dormido en más de 20 horas. —Lo sé, por eso vamos a descansar por hoy. Ya no estamos pensando con claridad y posiblemente hemos pasado por alto algún cargo. Sugiero que mañana revisemos todo de nuevo para estar seguros de que las pruebas contra los criminales son válidas —indicó fríamente. Tal resolución causó escalofríos al servicial Gérard, que exclamó alterado. —¿Estás bromeando? ¿Quieres que leamos todo de nuevo? —Sí, ¿algún problema? —replicó Ashal tranquilamente. —¡Vamos a atrasarnos si hacemos eso! Necesitamos avanzar —reviró alterado. —No importa, necesito estar seguro de que las pruebas presentadas son contundentes para condenar a los traidores —insistió el emperador, al tiempo que
Ashal cubrió instintivamente a Adeline con su cuerpo, para después empujarla hacia el interior de la habitación. Esto tomó por sorpresa a la joven, que tras ser llevada hasta un lugar seguro, apenas pudo murmurar.—A… shal…En tanto, el emperador se apartó y alzó la voz para llamar a sus soldados.—¡Nos atacan! ¡Protejan a la emperatriz!A los pocos segundos, la habitación fue rodeada por un séquito de más de 20 soldados, a los cuales se sumaron las asistentes de Adeline, quienes se encargaron de formar un escudo humano que protegiera a la emperatriz.Cuando los solados estuvieron en posición, Ashal exclamó a viva voz.—Acaban de arrojarnos esta flecha. Vino del suroeste del jardín, ¡revisen esa zona y demás alrededores para encontrar el criminal que se atrevió a atacarnos!Uno de los soldados, que estaba revisando el área donde estaba la flecha, llamó al emperador.—Majestad, la flecha tiene un papel.Ashal volvió al balcón, para después arrancar de golpe la tira, desenrollarlo y leer
Como estaba concentrada en deducir quién de los personajes de la novela podría ser el hijo perdido del antiguo rey, Adeline se sobresaltó al escuchar que tocaban la puerta. A pesar de esto, recobró la compostura y respondió un tanto agitada: —¿Quién es? Al momento, una voz ronca resonó detrás de la puerta. —Majestad, ya está lista la habitación donde reposará esta noche con el emperador. —¡Oh! Muchas gracias, en un momento salgo —respondió ella rápidamente. Al instante, sus asistentes se despertaron, a lo que Annie corrió para ayudar a su señora a tomar las cosas. —Majestad, la acompañaremos a sus nuevos aposentos. —Gracias, no es necesario que vengan todas. Puedes venir tú y alguien más —ordenó seriamente. —En ese caso, Bonnie nos acompañará —dijo servilmente Annie. Después de esto, las tres mujeres salieron de la habitación, donde se encontraron con el mayordomo principal que les hizo un gesto para que la siguieran. Al grupo se les unieron los soldados que habían resguardado
Damien apenas pudo escapar de los soldados que habían llegado para atraparlo. Aunque había previsto que podrían buscarlo hasta la casa de su familia adoptiva, no pensó que eso ocurriría tan pronto. «Fue muy arriesgado ir con los Dunesque. Espero que no estén metidos en problemas por mi culpa», pensó con malestar, al tiempo que corría despavorido por los arbustos. A pesar de su buena condición física, Damien comenzó a sentirse agotado por escapar del alcance de los soldados imperiales. Para su fortuna, el conocimiento de esa zona le resultó útil y rápidamente encontró una cueva ideal para esconderse. —¡Ah! Creo que… estoy bastante lejos… —dijo agitado, mientras tomaba bocanadas de aire para recuperar el aliento—. Ni siquiera… tuve tiempo de… despedirme… Cuando finalmente pudo calmar su agitación, sacó rápidamente el documento que Trinitus le entregó antes de morir y lo comparó con el papel que le había dado su padre. —Son casi idénticos, solo que esta hoja que me dio Hush parece ar