Damien se sobresaltó al escuchar la voz de su padre, pero luego recuperó la compostura y, tras hacer una leve reverencia, saludó fríamente. —Buen día, padre. Ralph frunció el ceño ante la actitud extraña de su hijo y volvió a preguntar. —No me has respondido, ¿qué buscas aquí? Decidido a descubrir su origen, Damien comenzó a acercarse y respondió sin rodeos. —La verdad. —¿Verdad? ¿A qué te refieres? —cuestionó el señor Chevalier, sintiéndose incómodo con el aura que desprendía su vástago. Al ver que “su padre” parecía no comprender a qué se refería, Damien se apartó del escritorio para acercarse y volver a preguntar con amargura. —Dime, ¿es cierto que soy adoptado? Cuando su hijo mencionó esto, Ralph sintió escalofríos y contestó nerviosamente. —Cómo… ¿Cómo lo supiste? La reacción de ese hombre confirmó las sospechas del dolido joven, que volvió a preguntar. —¿Por qué me ocultaron que había sido adoptado? Ralph se apartó para tomar distancia e intentar pensar con claridad
Al caer la noche, Ashal estaba tan agotado por lidiar con todos los expedientes de los lores corruptos, que asentó de golpe la última carpeta y exclamó hastiado. —Terminemos de una vez, no puedo más. Gérard suspiró de alivio al escuchar esto, que secundó con desgano. —Sí, por favor. No he dormido en más de 20 horas. —Lo sé, por eso vamos a descansar por hoy. Ya no estamos pensando con claridad y posiblemente hemos pasado por alto algún cargo. Sugiero que mañana revisemos todo de nuevo para estar seguros de que las pruebas contra los criminales son válidas —indicó fríamente. Tal resolución causó escalofríos al servicial Gérard, que exclamó alterado. —¿Estás bromeando? ¿Quieres que leamos todo de nuevo? —Sí, ¿algún problema? —replicó Ashal tranquilamente. —¡Vamos a atrasarnos si hacemos eso! Necesitamos avanzar —reviró alterado. —No importa, necesito estar seguro de que las pruebas presentadas son contundentes para condenar a los traidores —insistió el emperador, al tiempo que
Ashal cubrió instintivamente a Adeline con su cuerpo, para después empujarla hacia el interior de la habitación. Esto tomó por sorpresa a la joven, que tras ser llevada hasta un lugar seguro, apenas pudo murmurar.—A… shal…En tanto, el emperador se apartó y alzó la voz para llamar a sus soldados.—¡Nos atacan! ¡Protejan a la emperatriz!A los pocos segundos, la habitación fue rodeada por un séquito de más de 20 soldados, a los cuales se sumaron las asistentes de Adeline, quienes se encargaron de formar un escudo humano que protegiera a la emperatriz.Cuando los solados estuvieron en posición, Ashal exclamó a viva voz.—Acaban de arrojarnos esta flecha. Vino del suroeste del jardín, ¡revisen esa zona y demás alrededores para encontrar el criminal que se atrevió a atacarnos!Uno de los soldados, que estaba revisando el área donde estaba la flecha, llamó al emperador.—Majestad, la flecha tiene un papel.Ashal volvió al balcón, para después arrancar de golpe la tira, desenrollarlo y leer
Como estaba concentrada en deducir quién de los personajes de la novela podría ser el hijo perdido del antiguo rey, Adeline se sobresaltó al escuchar que tocaban la puerta. A pesar de esto, recobró la compostura y respondió un tanto agitada: —¿Quién es? Al momento, una voz ronca resonó detrás de la puerta. —Majestad, ya está lista la habitación donde reposará esta noche con el emperador. —¡Oh! Muchas gracias, en un momento salgo —respondió ella rápidamente. Al instante, sus asistentes se despertaron, a lo que Annie corrió para ayudar a su señora a tomar las cosas. —Majestad, la acompañaremos a sus nuevos aposentos. —Gracias, no es necesario que vengan todas. Puedes venir tú y alguien más —ordenó seriamente. —En ese caso, Bonnie nos acompañará —dijo servilmente Annie. Después de esto, las tres mujeres salieron de la habitación, donde se encontraron con el mayordomo principal que les hizo un gesto para que la siguieran. Al grupo se les unieron los soldados que habían resguardado
Damien apenas pudo escapar de los soldados que habían llegado para atraparlo. Aunque había previsto que podrían buscarlo hasta la casa de su familia adoptiva, no pensó que eso ocurriría tan pronto. «Fue muy arriesgado ir con los Dunesque. Espero que no estén metidos en problemas por mi culpa», pensó con malestar, al tiempo que corría despavorido por los arbustos. A pesar de su buena condición física, Damien comenzó a sentirse agotado por escapar del alcance de los soldados imperiales. Para su fortuna, el conocimiento de esa zona le resultó útil y rápidamente encontró una cueva ideal para esconderse. —¡Ah! Creo que… estoy bastante lejos… —dijo agitado, mientras tomaba bocanadas de aire para recuperar el aliento—. Ni siquiera… tuve tiempo de… despedirme… Cuando finalmente pudo calmar su agitación, sacó rápidamente el documento que Trinitus le entregó antes de morir y lo comparó con el papel que le había dado su padre. —Son casi idénticos, solo que esta hoja que me dio Hush parece ar
El ex militar se atragantó al escuchar la atrevida respuesta de Azabach, que luego de calmar su reacción involuntaria, dijo aturdido. —¿Disculpe? —Sí, eres tan apuesto, que me pregunto, ¿dónde has estado metido todo este tiempo? —siguió la joven hablando juguetonamente. —Lo siento, no entiendo a qué se refiere —señaló Damien, fingiendo ingenuidad. —¡Por favor! Sabes a lo que me refiero —insistió la atrevida mujer lamiendo pervertidamente sus labios. Extrañado por la actitud sugerente de su anfitriona, replicó. —Una disculpa, pero creo que se está confundida conmigo. Sin creer en la inocencia de su huésped, Azabach dejó de irse por las ramas y, poniendo su mano encima de la de su invitado, señaló perversamente. —Puedo leer en tu mirada que eres un mentiroso, nadie asaltó tu caravana ni eres un simple viajero. —En ese momento su expresión se volvió sombría y continuó hablando con seriedad—. Así que si no quieres morir en mis manos, tendrás que decirme tu verdadera identidad y el
Adeline abrió los ojos perezosamente, sin recordar lo que había ocurrido la noche anterior. Como estaba acostumbrada a despertar sola, se sorprendió al sentir el cálido cuerpo de su esposo junto a ella. —¿Cómo? ¿Por qué Ashal está aquí? —exclamó sorprendida. Rápidamente se incorporó y, para su asombro, vio que ya era bien entrada la mañana. Antes de que pudiera murmurar otra cosa, escuchó que llamaban la puerta, por lo que cuidadosamente salió de la cama para no despertar a Asha. Cuando abrió la puerta, el mayordomo y sus asistentes estaban afuera mirándola con curiosidad. —Mi señora —comenzó a decir el veterano hombre—, ¿podemos pasar? —¿Eh? No sabría decirle, Ashal está durmiendo aún —respondió Adeline confundida. Los empleados se sorprendieron al escuchar esto, ya que era la primera vez que el emperador dormía hasta bien entrada la mañana. —El emperador tiene que estar presente en la audiencia con los lores, que será dentro de media hora, así que es hora de que se despierte
Marion Solep acababa de entrar al despacho del emperador para dar su informe sobre la búsqueda del traidor y el extraño mensaje que había aparecido la noche anterior, cuando se topó con la presencia con la emperatriz. Aunque había jurado lealtad al imperio actual, no estaba de acuerdo con el hecho de que una Laval fuera la consorte Ashal. Por lo que al ver a esa detestable mujer, olvidó sus modales y cuestionó severamente. —¿Qué hace aquí? La joven se sobresaltó al escuchar la voz ronca de Marion, que inmediatamente volteó y respondió con dignidad. —Este es el despacho de mi esposo, ¿algún problema? —¿Por qué está aquí? ¡Responda! —replicó el tosco hombre. «¿Qué le pasa a este hombre? ¿Cómo se atreve a hablarme de esa forma? ¿Acaso no sabe que soy la emperatriz?», pensó Adeline ofendida por el trato desdeñoso. Entonces cruzó los brazos y respondió: —¿Por qué tengo que responder? Estoy aquí porque mi esposo… Sin dar oportunidad a la emperatriz de terminar la frase, Marion volvió